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20 de Julio de 2020

María Saavedra: La abuela influencer que vende plantas por Instagram

Foto: Gentileza Melissa Abdala

Ella está a punto de cumplir 90 años y su reciente emprendimiento por Instagram, “Huerta La Yeya”, en menos de dos semanas ya tiene más de 2 mil seguidores. Aburrida del encierro, María decidió dar un vuelco y convertirse en una figura de las redes sociales: “Aunque usted no me crea, ellos (sus seguidores) me han hecho vivir de nuevo”, dice.

Por

-Me ha ido bien. ¡Ya tengo ya más de un millón de seguidores! -dice a la cámara María Saavedra.

-Mil 700, abue -corrige entre risas su nieta, Melissa Abdala, que le sostiene el celular. 

-Eso, mil 700. Y claro, me han llamado de España, Dinamarca, Argentina y México. Varias personas que no conozco, pero me desean suerte con mi emprendimiento y me mandan buenas vibras. Yo les digo que me ha hecho bien esto, es algo que nunca me habría imaginado -cuenta la mujer de 89 años. 

La primera publicación de “Huerta La Yeya” (@huertalayeya en Instagram) fue el 11 de julio: una suculenta que se vendía por $2.500. Este emprendimiento dedicado a la venta de huertas, flores y plantas de interior y exterior por Instagram ya acumula más de 2 mil seguidores. Funcionan con pedidos por mensajes privados y hacen envíos a todo Santiago. También se pueden retirar en San Miguel, en la casa de Gran Avenida donde María Saavedra pasa sus días, encerrada hace más de 4 meses por la cuarentena. The Clinic conversó con esta “abuela influencer” quién tomó la decisión, a sus casi nueve décadas, de reinventarse y volver conectarse con la naturaleza, un “anhelo” que tenía guardado desde su infancia. 

https://www.instagram.com/p/CCzG1MLFstQ/

– ¿Cómo nace la idea de su emprendimiento?

-Un día, por la pandemia y todas estas cosas, me sentía súper triste y aburrida. Entonces le dije a mi nietecita: “¿Qué hacer para ganarme la vida?”. Porque a todo esto, cuando una tiene 89 años no deja de ser persona, siempre quiere ser útil. Me dijo “a usted que le gustan tanto las plantas abuelita, ¿y si criamos algunas y las vendiéramos?”. Desde mi niñez en Niebla que me encantan las plantas. Nací por ahí cerca, en una comunidad mapuche, en un entorno muy natural. Ahí me nació el amor por la Pachamama, como dicen. 

– ¿Qué significan las plantas para usted?

-Son como personas. Porque uno las planta, las ve crecer y las cuida y depende de ese cuidado como vayan a crecer, oiga. 

Me sentía súper triste y aburrida. Entonces le dije a mi nietecita: “¿Qué hacer para ganarme la vida?”. Porque a todo esto, cuando una tiene 89 años no deja de ser persona, siempre quiere ser útil. Me dijo “a usted que le gustan tanto las plantas abuelita, ¿y si criamos algunas y las vendiéramos?”

AUMENTO DE GASTOS

Su pareja, con quien compartió medio siglo de vida, falleció ya hace 15 años. “Me dejó la tremenda herencia de 11 hijos. ¡La única que me dejó!”, bromea María, a quien llaman la Yeya. Siempre ha sido de familia numerosa: ella tuvo 14 hermanos y actualmente es abuela de 28 nietos y 12 bisnietos. Con el aumento de costos de la vida, ella “no quería ser carga de nadie”.

– ¿Vive de su pensión?

-Sí, pero es menos del mínimo. Aquí vivimos cuatro personas y hay que vivir po, tenemos que comprar parafina, pagar el gas que sube de precio. Todo sube y a nosotros no nos suben nada. 

– ¿Por eso decidió aportar?

-Tengo en la mente eso de ayudar y de ser útil. Porque mire, nosotros como somos personas de harta edad muchas veces no reclamamos, pero yo quiero darle a entender a esas personas como de la edad mía que hagan cosas en la vida, que tejan, que borden, si les da la vista. Que no se queden como muebles abandonados en un rincón. 

María cuenta que en su juventud “era muy artesanal”. Si bien no tuvo muchos estudios porque eran 15 hermanos, dice que en caso de haber “estudiado un poquito, habría sido alcaldesa, senadora”. Se ríe y cuenta que, en cambio, se dedicó mucho tiempo a pintar, a fabricar cosas con sus manos y a hacer artesanía. Pero con la edad fue perdiendo la vista. “Veo lo mínimo ahora. Me salieron cataratas y como hace cinco años me operaron los ojos. Uno en Barros Luco y otro en Hospital El Pino, pero quede igual fíjese”. 

Gentileza Melissa Abdala

REJUVENECER

María nunca antes había ocupado una red social. Tampoco era muy fanática de la tecnología: dice que es la primera vez que ocupa un smartphone, o un celular, o un computador. Sin embargo, está convencida de que su proyecto tiene proyección y que, con la ayuda de su nieta Melissa, ingeniera que se encuentra sin trabajo y también emprendió hace un par de años, puede seguir creciendo. 

– ¿Qué le dice su familia por esto de ser “influencer”? 

-Me deben estar escuchando ahora, hasta mi nietecito que está en EE. UU. -se ríe, tal vez pensando en que está hablando en vivo-. ¡Ellos están felices! ¡Me dicen “Mamaaaa que increíble! Usteeeed, a su edad”. 

-Le ha gustado esta modalidad de vender sus plantitas, entonces. 

-Claro. Yo antes estaba como apagada, olvidada, deprimida. Me sentía muy sola, pero ahora ya no. Todas las mañanas me levanto a regar las plantas, a cuidarlas, a verlas, y ver si alguien me llama y me compra. Cuando estoy ahí adelante en mi casa trabajando, a veces me voy hacia el pasado, me reencuentro con la naturaleza de mi infancia. 

– ¿Extrañaba mucho esa conexión?

-Cuando nos vinimos a Santiago, que yo era niña. Y lo único que le pedíamos a mis papás era que nos llevaran donde quisieran, pero hubieran plantas, ríos. Llegamos y todo era diferente. Al principio nos daba vergüenza comprar verduras, porque en el sur nosotros lo teníamos nosotros mismos. El cambio fue muy extremo. 

“Me sentía muy sola, pero ahora ya no. Todas las mañanas me levanto a regar las plantas, a cuidarlas, a verlas, y ver si alguien me llama y me compra. Cuando estoy ahí adelante en mi casa trabajando, a veces me voy hacia el pasado, me reencuentro con la naturaleza de mi infancia.”

– ¿Qué espera para el futuro con su emprendimiento?

-Tenemos que resolver el tema de la casa, porque nos la están pidiendo para hacer un edificio, entonces hay que salir de aquí. Mi anhelo es que de aquí a los 90, aunque ya estoy casi, Dios, que nunca me abandona, me ayude a tener un lugar donde estar. Ese sería mi gran anhelo de vida: tener una parte donde yo dijera “aquí vamos a vivir y no nos vamos a mover más. De aquí no me echa nadie y que sea un lugar para terminar mis días feliz con mis plantitas”.

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