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27 de Agosto de 2020

Luciana Peker: “¿Qué hice yo para no gustar?, ¿qué hice yo para que no se le pare?”

“Se van a quedar solas”, “se pusieron infollables”, “nadie las va a amar”, son frases de la revancha contra las mujeres en el campo de las relaciones amorosas, según Luciana Peker. Periodista, escritora y columnista argentina, en su nuevo libro Sexteame: amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (Paidos, 2020) dice que una de las desigualdades más crueles hacia las mujeres está en el campo sexo afectivo: “No se trata de esconder el amor, sino de dejar de usarlo en contra de las mujeres”.

Por

¿Qué significa la palabra sexteame?

-El sexteo es el sexo por mensaje, entre sexo y texto. De “sexteame”, lo que me interesaba era demostrar una expresión de deseo, avanzar sobre alguien. Elegí la palabra antes de la pandemia, y lo que más me gustaba es el juego de palabras entre sex y te amé, entre sexo y amor. Pero la verdad que ahora en la cuarentena, que sigue en Argentina, el sexo virtual se ha vuelto para mucha gente casi la única manera de poder tener sexo y entonces el sexteo se ha vuelto una palabra mucho más común. 

Ha aparecido la pregunta por el amor post pandemia, pero mi impresión es que así como se habló hasta el hartazgo de sexo en los 90 y principios de los 2000, en la última década ha vuelto la preocupación por los asuntos del amor. 

-Sí, es verdad; yo escribí 20 años en Página 12 y en ese momento se escribía mucho sobre eso, incluso había muchos programas de sexo.  Pero se escribía también sobre sexo como un nuevo deber ser, yo por lo menos lo viví así. Qué tienen que hacer las mujeres para gustar a los varones, para tener mejor sexo oral, qué pueden hacer los varones… era como: tenés que saber cocinar, hacer una buena felatio. Yo creo que básicamente lo que sí pasa es que el feminismo rompe las estructuras del amor convencionales, de que para ser amada tienes que ser sumisa, de que tienes que ser celada. Rompe con la idea del tiempo, con el cuestionamiento hacia los cuidados. 

Es cierto que se ha hablado mucho de amor en relación a la violencia. Pero más allá de la tragedia, ¿qué se dice sobre el amor?

-Con Diana Maffia, una filósofa feminista, hacemos un taller de cartas de amor, porque lo que yo sentía es que hablamos tanto de violencia que necesitamos hablar un poco de amor. No es que la violencia está erradicada, pero la verdad que ahora está pasando algo con el amor. Ahora hay un auge, somos muchas hablando estructuralmente sobre el amor. Si bien la violencia extrema, como los relatos del femicidio que me acabas de contar en Chile, para nada están terminados, pero más allá de los extremos, hay  hay otra cosa que está ocurriendo: especialmente en sectores de clase media, y culturalmente más cercanos al progresismo, han trasladado la raíz del odio hacia las mujeres y las disidencias sexuales al campo amoroso, porque la violencia hoy tiene un costo muy alto.

¿Podrías explicar ese traslado?

-Si alguien quiere ser pintor, escritor, director de cine, fotógrafo, periodista, hoy no puede ejercer una violencia directa, porque tiene una sanción no sólo legal, sino una sanción cultural muy alta. Y creo que están trasladando esa raíz de odio a las relaciones amorosas, también sexuales.

“Con Diana Maffia, una filósofa feminista, hacemos un taller de cartas de amor, porque lo que yo sentía es que hablamos tanto de violencia que necesitamos hablar un poco de amor. No es que la violencia está erradicada, pero la verdad que ahora está pasando algo con el amor”.

¿Algo así como una venganza de baja intensidad a través del amor?

-Sí, exactamente. Venganza de baja intensidad me encanta. O sea, como hay tanto tema de escrache, que sé que en Chile tienen otra palabra…

Funa.
-Eso. Sobre esto soy cuidadosa en decir que no es lo mismo la indiferencia seriada, no querer salir con mujeres, no querer verlas o generar sufrimiento, que la violencia física. O sea, no quiero equiparar las dos cosas en un mismo orden, pero yo creo que responden a la misma raíz, el odio y el castigo hacia las mujeres, y hacia un feminismo tan fuerte, tan politizado como el de hoy. 

¿Qué formas del amor contemporáneo podrían tener que ver con ese traslado del odio?

-La primera, decirles a las mujeres directamente que se van a quedar solas. Un médico (que ahora tiene procesos penales) en un programa de televisión que fui, dijo “si ustedes siguen hablando de denuncias de abuso sexual, se van a quedar como ninfas en el paraíso”. Decirnos se van a quedar solas, son incogibles, que también me lo han dicho y es una frase muy habitual del machismo; no son deseables y van a pagar el costo del amor, de quedarse sin amor, por querer llegar al poder. Pienso que esto se ejerce contra las mujeres más jóvenes, porque están en una edad donde hay más lazos sexuales y afectivos, pero me parece que en algún momento logran sortear esto. Las mujeres más grandes, de 40 para arriba, siento que sentimos el castigo como una cosa más definitiva. 

Luciana Peker – Crédito: José Nico.

Algo que se escucha en muchas historias clínicas es que mujeres se sienten culpables de la impotencia eréctil de los hombres, y de hombres que mienten y les dicen “esto sólo me ha pasado contigo”.

-Trinidad Avaraia, psiconalista de Chile, me contó la misma escena clínica que vos. Ella me contaba de mujeres muy feministas en la clínica sintiendo “¿qué hice yo para no gustar? ¿qué hice yo para que no se le pare?”. Me di cuenta de algo, las mujeres no burlan de los varones por la impotencia. Yo nunca escucho esa burla. Pero sí que los cargan por el micro pene. O sea, por eso sí pueden hacer chistes y volverse más filosas, pero por la impotencia no, porque yo creo que es cierto que las mujeres se sienten culpables. Yo sí creo que forma parte de la raíz de la venganza masculina hacerte sentir “con vos no se me para”, porque hay mil relatos de mujeres que es: “sos demasiado avasallante, avanzas demasiado, sos demasiado independiente”. 

“Pienso que esto se ejerce contra las mujeres más jóvenes, porque están en una edad donde hay más lazos sexuales y afectivos, pero me parece que en algún momento logran sortear esto. Las mujeres más grandes, de 40 para arriba, siento que sentimos el castigo como una cosa más definitiva”.

La hipótesis del traslado del odio misógino al amor, no podría transformarse en una grilla de lectura de todo fenómeno; por ejemplo, del legítimo desinterés de un hombre por una mujer.

-Por supuesto, no es que un varón que te clava el visto una vez porque está ocupado, porque no puede o porque no le gustaste, que tiene todo el derecho del mundo, es un varón que odia. Pero la indiferencia está cuando se trata a las mujeres como algo absolutamente descartable o hay humillaciones permanentes, desprecios, la idea de que la otra persona no existe, eso no creo que tenga sólo que ver con las redes sociales o el sexo líquido, sino que creo que responde a unas fuertes ganas de demostrarle desprecio a las mujeres que avanzan.

Dices que lo que se castiga es la posición deseante en lo femenino. Que una mujer diga “sexteame, cógeme”.

-Una chica me decía “les molesta que les diga hola” (en el sexteo). Lo que molesta no es el contenido, es esta posición de intentar, de avanzar. No creo que a ellos les moleste específicamente algo de lo que se hace en la posición deseante, sino que es solamente la posición deseante como tal. Cuando tuvimos mayor libertad sexual, la revolución sexual del 70 o del 80, lo que molestaba no eran las mujeres capaces de tener sexo abiertamente, incluso estoy segura que eran mucho más abiertas que ahora, pero creo que lo que ahora se modifica es que las mujeres sí llegamos a algunos lugares de poder. No digo solamente el poder en términos institucionales, creo que eso molesta, que estamos más encendidas. Que tenemos ganas, es un deseo que va más allá de lo sexual y muchos hoy están muy apagados, con una desidia muy fuerte en lo político, en lo cultural y en lo sexual, y eso les molesta. No es la performance que podamos hacer en lo sexual lo que los intimida, no es cuánto en lo sexual podamos hacer ni qué le propongamos, sino es esa posición deseante que excede el lugar sexual lo que los interpela en su propia existencia. Se cayó el pijocentrismo; es decir, que lo que se tomaba por deseo, era la forma masculina de ver qué era deseable. Eso cayó, aunque siga existiendo violencia.

¿En qué escenario quedan las mujeres heterosexuales hoy? Por un lado deseantes, por otro castigadas bajo la crítica de ser infollables, y además con ahnelo de amar. 

-Lo que nos enseñó la socióloga Eva Iliouz, a quien entrevisté, es que el amor nos duele, y nos duele además porque quieren que nos duela. El problema es que nosotras, lo logremos o no, somos luchadoras frente al trabajo, frente a la política, frente a todo, y está este problema, el deseo de amor, por lo menos para mí es angustiante, porque le pone un límite a nuestra autonomía. Acá necesitamos que los varones tomen la posta también en esto. Eva dice que vayamos a mirar cómo lo hacen las disidencias sexuales y para mí tiene razón. Creo que en un mundo con pandemia, post pandemia, sin vacuna, es una nueva oportunidad de encontrar raíces amorosas más profundas y de poder ir al encuentro, pero  dependemos también de que haya varones que puedan escuchar esta nueva escena. 

“No es la performance que podamos hacer en lo sexual lo que los intimida, no es cuánto en lo sexual podamos hacer ni qué le propongamos, sino es esa posición deseante que excede el lugar sexual lo que los interpela en su propia existencia. Se cayó el pijocentrismo; es decir, que lo que se tomaba por deseo, era la forma masculina de ver qué era deseable. Eso cayó, aunque siga existiendo violencia”.

También se escucha que muchas mujeres no saben qué hacer con el hambre de amor, se culpan, algunas incluso se sienten poco feministas.

-Nunca antes se nos hubiera ocurrido que eso era algo anti feminista, para mí no entra en mi cabeza.  Si alguien tiene hambre, vos no podés disminuir su capacidad política porque tiene hambre, no podés pedir que no tenga hambre. Las mujeres en general, por historia estamos en un lugar de mucha fragilidad. No se puede construir con un ideario de alguien que no va a tener sed de amor. Yo soy re huérfana, para mí es imposible que una mujer que fue huérfana o tuvo desamparo no quiera amor. Es difícil que cuando no tenés a tu papá, a tu mamá, muertos, ausentes, no te quieras agarrar de algo. Necesitamos un poco de raíz en la vida. El amor no es sólo una construcción que se puede hacer desde el deber ser, es hambre, es hambre emocional. Yo vi una vez una película que era chilena, el final feliz era que la mujer terminaba con la pareja y  queda manejando sola en la ruta. Y yo hace años que me opongo a eso, digo, ¿quién quiere terminar manejando sola en la ruta? 

ESTO NO EMPEZÓ CON EL METOO

¿Te parece que hay un desprecio renovado hacia las mujeres?

-Yo creo que hay un machismo clásico, el que todos conocemos. Y hay un machismo exacerbado porque en Sudamérica tuvimos tres presidentas mujeres como no las tuvo en ninguna parte del mundo simultáneamente. Hay un machismo ahora que es mucho más alto al de antes de la asunción de Bachelet, de Dilma y de Cristina. Después llega a EEUU con el Me Too.  Éste trajo grandes costos para los varones, por la denuncia sistemática de abusos sexuales, además a referentes, a directores de cine, a escritores, etcétera. Creo que hay una revancha por la llegada de las mujeres al poder y de las mujeres, además, protagonizando un momento político. Eso ha generado un rebrote de la misoginia, que de hecho sigue en el poder: Bolsonaro y Trump, que no son poderosos que llegan a pesar de su misoginia, sino que gracias a su misoginia.  

“Creo que hay una revancha por la llegada de las mujeres al poder y de las mujeres, además, protagonizando un momento político. Eso ha generado un rebrote de la misoginia, que de hecho sigue en el poder: Bolsonaro y Trump, que no son poderosos que llegan a pesar de su misoginia, sino que gracias a su misoginia”.

Dices que es injusto que se piense que esta ola feminista comenzó con el Metoo. ¿Qué diferencias ves entre el feminismo estadounidense y el latinoaméricano?

-Yo creo que es muy importante la historiografía; creer que la última ola feminista empieza en EE.UU. con Harvey Weinstein es una injusticia que me parece que Latinoamérica no puede volver a tolerar. Los movimientos feministas acá son movimientos que son hijos de la resistencia a las dictaduras y son mucho más colectivos y más politizados. El Metoo se planta como un caso mucho más individualista: el sueño americano y ahora el sueño americano de la feminista que lucha contra el abuso, está en las series de Netflix y es un relato mucho menos politizado. Los feminismos latinoamericanos me parecen más ricos y con una potencia social más fuerte. Nosotros somos mucho más inorgánicos y creo que también tenemos los peores vicios de las izquierdas y movimientos populares, hay más crudeza interna, hay más desorganización y cuesta más sistematizarlo.

Hay quienes afirman que importamos el punitivismo yankee. Hay críticas interesantes desde las disidencias sexuales, como en el libro “Críticas sexuales a la razón punitiva”, por ejemplo la de confundir categorías sociológicas con personas reales, luego decir que el compañero de curso es lo mismo que Hitler por ser un varón, blanco, heterosexual.

-No me parece que haya que exacerbar el punitivismo, pero tampoco dejar lugar a la impunidad. Yo no creo en las cárceles como solución social, pero que me cuenten otra respuesta para alguien que hoy enfrenta un peligro. Pero no se le puede pedir al feminismo soluciones a las que ningún otro movimiento social ha llegado.  Creo en tratamientos para varones violentos. Si querés transformar la sociedad, tienes que prevenir, y que esa prevención incluya a los varones. 

¿Y la llamada cultura de la cancelación?

-Sobre la cultura de la cancelación me parece que hay un camino intermedio. No es lo mismo señalarle a alguien un micromachismo que señalar una violación.  Me parece que en este punto de cuestionamientos a los que llegó el feminismo, hay que generar graduaciones en los hechos. Creo que no hay que ser iguales ante un varón que es capaz de escuchar que frente a uno que redobla la impunidad. Hay algunas situaciones en las que me parece que sí, alguien tiene que pagar un costo social y cultural por lo que hizo y no puede ser revalidado. Tampoco creo en la cultura de la cancelación en el sentido de que cualquier persona que diga algo que parece que no entre en nuevos modelos sea cancelada. Pero sí es cierto, que para que avancen determinados movimientos, hay ciertos costos. 

GLOSARIO “SEXTEAME”

Erotismo hereje.
-No es alguna sofisticación sexual, en realidad es justamente muy poco sofisticado. No es performático, es por ejemplo: que un tipo no se le pare y tener 2 ó 3 citas más donde se banca esa situación y no maltrata a la mujer con la que está. O sea, creo que el erotismo hereje es súper clásico, pero que a la vez es un tipo que pueda disfrutar de la mujer que desea estar con él y que está caliente, que está encendida. 

La nostalgia es el verdadero post porno.
-Hoy la gente tiene muchas posibilidades de conocer personas a través de las redes sociales tradicionales o las de levante. Veo que especialmente varones, aunque mujeres también, conocen a una mujer y a otra y todas le parecen iguales, todas le dan lo mismo. Como si ninguna persona les dejara huellas, pero están fervientemente enamorados de la ex novia. En general la ex novia, no te digo de la infancia o de la adolescencia. Yo creo que tiene que ver con este boomerang de la nostalgia, de lo que era antes, y todo lo que es en el futuro nada. Y yo creo que hay que salir de esa idea de nostalgia, aunque hay que poder construir arraigo con alguien en el presente o en el futuro. 

Poliamor/polimachismo/polisufrir. 

-Bueno, ahora está muy de moda el poliamor. Escuché unas experiencias que me parecen muy valiosas y liberadoras, como la de la escritora Gabriela Wiener. Y en lo teórico también, todo lo que vengo leyendo sobre extirpar el amor de la posesión.  Pero en la práctica, no sé cómo va tu escucha, lo que yo también estoy viendo son varones que aprovechan la idea, los debates sobre poliamor para sincerar cosas que son muy dolorosas hacia mujeres que no se bancan eso o que no lo desean o decirle “bueno, si vos sos feminista, tenés que ser poliamorosa o tenés que creer en el amor libre”.  Se usa como un cliché para volver a ser cruel con alguien que sabes que si vos le relatas que estás con otra mujer la va a lastimar. Y cuestionarla, encima, como si eso fuese no ser feminista. 

Mojarse es una forma de hacer política

-Yo estaba relatando una marcha donde las mujeres, a pesar de que llovía, fuimos a marchar, y por supuesto que me refiero también a estar mojadas en el sentido sexual. Creo mucho en ese lazo entre lo sexual y lo político. Creo que en parte lo que le pasa a los varones de sectores medios culturales y politizados es que no están mojados sexualmente, porque no ven siquiera cercana la revolución o del cambio político. No me preguntes cuál es el nuevo modelo económico porque más que tener un plan de futuro es el deseo de transformación, yo ahí sí hago una invitación a los varones.  Si quería ser músico, si quería ser científico, si quería ser político, el varón está abatido, y yo creo que hay que encendernos.  

“Lo que yo también estoy viendo son varones que aprovechan la idea, los debates sobre poliamor para sincerar cosas que son muy dolorosas hacia mujeres que no se bancan eso o que no lo desean o decirle “bueno, si vos sos feminista, tenés que ser poliamorosa o tenés que creer en el amor libre”.

*Constanza Michelson es psicoanalista y escritora.

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