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Opinión

7 de Octubre de 2020

Crisis institucional y salida del General Director ¿para qué?

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En los últimos meses muchas son las instancias donde se ha pedido la salida del General Director Mario Rozas debido a los evidentes problemas de mando, los limitados espacios de diálogo y la permanente sensación de impunidad que sus declaraciones y acciones transmiten a la ciudadanía. El lanzamiento de un joven al río Mapocho por parte de un joven carabinero del nuevo cuerpo especializado en temas de orden público (COP) ha sido el último escenario de esta reacción política pero también ciudadana. 

La crisis de carabineros es estructural y los altos mandos solo son espejos de este problema. La ausencia notoria de expertos (no encargados) de los temas de seguridad en el Ministerio del Interior y Seguridad Pública es una característica de todos los gobiernos democráticos, lo que se traduce en un profundo desconocimiento de las mejores formas para avanzar con una verdadera transformación institucional.  Los partidos políticos por años se dedicaron a aumentar las penas, proteger el accionar policial, aumentar la inversión y la dotación. Incluso disminuir las capacidades de la Policía de Investigaciones para potenciar las de Carabineros cuando no aumentar múltiples otras misiones y funciones que llevaron a consolidar una institución “demasiado grande para fallar”.  

La política sabe que algo tiene que cambiar, pero carece de las herramientas o en algunos casos, la disponibilidad o el interés por empezar los cambios. Así reaparece el pedido por sacar al General Director. Medida que si fuera parte de un esquema mayor de intervención o de consolidación de una hoja de ruta de transformaciones sectoriales e institucionales podría ser útil. Pero como medida única francamente se torna en un elemento simbólico con poco o nada de impacto en los problemas que debemos atacar. 

“La crisis de carabineros es estructural y los altos mandos solo son espejos de este problema. La ausencia notoria de expertos (no encargados) de los temas de seguridad en el Ministerio del Interior y Seguridad Pública es una característica de todos los gobiernos democráticos, lo que se traduce en un profundo desconocimiento de las mejores formas para avanzar con una verdadera transformación institucional”.

La reforma policial se tiene que hacer con la institución y no contra ella. La experiencia de diversas partes del mundo reconocen que las iniciativas externas generalmente fallan y las olas de contrareforma terminan con ministros policías o ex policías. Generar el espacio político de acuerdo que ponga en obligación al alto mando del trabajo conjunto pero subordinado efectivamente a un plan de transformación institucional es la única salida. Hasta ahora la autonomía institucional ha permitido que los civiles aprueben, ratifiquen, reconozcan o incluso sugieran iniciativas o que tengan una vinculación prácticamente nula con los suboficiales que seguramente algo tendrán que decir de la crisis que se está viviendo.  De esa forma no se puede continuar, con o sin el General Rozas. 

Estamos de acuerdo que posiblemente un cambio de mando podría permitir una mejor vinculación con un nuevo plan de reforma institucional pero renuncia sin propuesta es pan para hoy y hambre para mañana. O lo que es aún más preocupante podría significar la sensación política de logro cuando en realidad lo que se avanza es prácticamente nada.  

“La reforma policial se tiene que hacer con la institución y no contra ella. La experiencia de diversas partes del mundo reconocen que las iniciativas externas generalmente fallan y las olas de contrareforma terminan con ministros policías o ex policías”.

De esta forma el camino hacia la transformación policial es claro y requiere de cuatro pasos obvios: (a) acuerdo político de largo plazo para el cambio con una agenda transformación clara; (b) definición de una unidad ejecutiva (no para diagnósticos) para la implementación de los cambios que incluyan mayor control civil, supervisión y evaluación; (c) intervención de áreas claves en los temas de seguridad pública que permita una verdadera estrategia conjunta (desde formación hasta control de gastos) y (d) revisión de los liderazgos institucionales acordes al tiempo de transformación.   Así, la salida del General Rozas no es una solución sino parte de un proceso, veamos si esta vez estamos a la altura de los desafíos. 

*Lucía Dammert es socióloga y doctora en Ciencia Política en la Universidad de Leiden, Holanda. Es una de las directoras del centro de estudios Espacio Público.

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