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Entrevista Canalla

4 de Noviembre de 2020

Un‌ ‌Rafael‌ ‌Cavada‌ ‌en‌ ‌modo‌ ‌zen:‌ “Hoy‌ ‌tengo‌ ‌un‌ ‌buen‌ ‌rollo‌ ‌con‌ ‌la‌ ‌vida”

Pese a que este año ha sufrido agresiones de diversa índole, el periodista está viviendo un proceso que lo hace tener control sobre la ira. Aquí habla de la querella al autor de un videojuego que lo humilla, de que ya no toma, no fuma, se acuesta temprano y ejerce un activo rol de papá.

Por

Rafael Cavada es un periodista muy varonil que tiene 52 años y ocho fracturas en el cuerpo. Cavada, a secas Cavada, como le llama la gente, trabaja en radio Sonar y en CHV analizando la realidad y tiene una carcajada muy popular compuesta de grandes mayúsculas:

-JA, JA, JA, JA. 

Y, como es rudo y apegado a la hombría, le dice esto al reportero:

-¡Dame un abrazo, huevón!

-¿Y el virus?

-¡Dame el abrazo, huevón!

En estos momentos, el reportero está fundido en el pectoral macizo de Cavada. Estamos al interior del torso mitológico de Cavada, el torso de un corresponsal de guerra, de un chileno que estuvo a punto de ser piloto de la aviación, un hombre que sabe de metralletas. Estamos en los pliegues de una leyenda del periodismo masculino. Este es el hombre que se montó sobre un tanque de los Estados Unidos para despachar cómo caía al suelo la estatua de Saddam Hussein. Y, bueno, ya en la parte final del abrazo, podemos inferir que la característica esencial de su torso es que puede aguantar cualquier golpe. A este hombre todavía le apodan Rambo.

-¿Es usted Rambo?

-Naaaa…

-¿Le gusta que lo apoden Rambo?

-Antes me parecía algo un poco limitante. Pero ahora me da risa.

Ha estado en balaceras, ha visto mutilados, a otros morir. Despachó con misiles a sus espaldas y sobrevivió a una bomba en Irak. Usó el pelo largo y fumó dos cajetillas de Marlboro rojo al día. Parecía a gusto en cualquier bar, en cualquier noche: Rambo era el rock and roll, un periodista ya asentado en Santiago de Chile que parecía poseer la conducta díscola de un veterano de guerra. Iba de un lado a otro con su moto, la postal del indomable. Chocó en ocasiones, se reventó la pierna en otra. 

-He tenido una vida un poco alocada.

-¿Y qué pasó?

-Tomé conciencia.

Paradojalmente, el haberse casado con la señora Choca, Fiorella Choca, mantuvo a este motoquero a salvo. Hoy Cavada y Choca tienen dos hijos: la mayor se llama Celeste y, como la mamá de este comunicador es uruguaya, su primogénita lleva a Uruguay en el carné. Y el menor se llama Filippo, tiene diez meses, y ya le sacó dos ojeras a su papá, sus últimas cicatrices. Y así Rambo se puso tranquilo, un Rambo familiar destinado a los pañales. Y volvió a ser, simplemente, el señor Cavada. El duro que muda, el ex fiero de Irak que ahora bate el cascabel.

-¿Sabes? Tu principal enemigo es el ego- dice de pronto, con otra voz.

Y justo cuando asoma la versión azucarada de Rambo, el duro con paz del Oriente, sufrió dos maltratos: en marzo un enajenado afín a la postura del Rechazo le pegó con un palo en la cabeza, pues, al alterado en cuestión le parecía que Cavada era un comunista de mierda.  

-Yo no estaba haciendo nada- recuerda.

Hoy Cavada y Choca tienen dos hijos: la mayor se llama Celeste y, como la mamá de este comunicador es uruguaya, su primogénita lleva a Uruguay en el carné. Y el menor se llama Filippo, tiene diez meses, y ya le sacó dos ojeras a su papá, sus últimas cicatrices. Y así Rambo se puso tranquilo, un Rambo familiar destinado a los pañales. Y volvió a ser, simplemente, el señor Cavada.

Y hace unos días se difundió un videojuego cuyo objetivo parecía exterminar a Rafael Cavada. Acribillarlo a él, a la actriz Daniela Vega y a la jueza Chong, entre otros.

Cavada reacciona así: 

-A ese tipo le faltan palos en la azotea. Antes me tomaba estas cosas con humor…

-¿Y ahora?

-No me dio risa- sintetiza.

-¿Qué hará?

-Querella.

-¿Quiere al culpable en la cárcel?

-No irá a la cárcel. Aunque no tengo grandes esperanzas con la querella, quiero demostrarle que lo que hizo no es gratis- y Cavada pone la vista lejos, como lo hace un forajido, un pistolero del western, Clint Eastwood masticando un fósforo.

Conservador y liberal

Usa sin querer la camisa apretada. No es coquetería, simplemente se debe a que en ella no le caben los bíceps con comodidad. Y, ya sabemos, tiene dos patrias, una roja y otra celeste, acumula un montón de periodismo, un montón de peleas a combos, miles de cicatrices y una moto negra. En su biografía hay guerras, catástrofes y cervezas.

-¿Pero por qué le pegan o lo llegan a matar en un videojuego?

-¡Qué sé yo! 

-¿Usted se siente odiado?

-No, para nada. 

-Cuando reportea en lugares de conflicto, ¿suele ser funado?

-¡Nunca!

-¿Es usted querido?

-O sea, yo he estado reporteando casi todas las manifestaciones en Plaza Italia y no he tenido problemas. Y tampoco es que sean todos los del Rechazo, es una fracción muy reducida.

Cavada tras ser atacado por manifestantes en una marcha del Rechazo

Un par de veces alguien, un prospecto de encapuchado, se le acercó y le dijo: “Mejor ándate”. Y Cavada se retiró con cortesía. Pero, por lo general, se le acercan con respeto. Lo instan a mostrar la verdad. Una vez, eso sí, un joven le gritó:

-¡Qué haces aquí, payaso de la tele!

Cavada mantuvo la calma y lo ignoró.

-¿Y se siente un payaso de la tele?- preguntamos.

-No- dice secamente.

-¿Usted es de izquierda?

-Yo soy como la gran mayoría de las personas. En algunas cosas puedo ser conservador y en otras puedo ser liberal. Por supuesto hay cosas en las que no tranzo como, por ejemplo, el respeto a los derechos humanos.

-¿En qué es conservador?

-Yo creo en la iniciativa privada, por ejemplo. Yo toda mi vida he trabajado en el mundo privado, considerando que TVN es un canal que se financia con publicidad.

-¿Y en qué más es conservador?

-El derecho a la propiedad me parece muy respetable. El apego a la familia.

Se opone a la concentración del poder. Se opone a la violencia, a los que celebran una matanza, a los que difundieron esa polera con la cara de Jaime Guzmán recibiendo una bala. Opina, claro, que Guzmán está obsoleto, fuera de tiesto. Opina que hay mucho miedo en los fanáticos. 

“Yo soy como la gran mayoría de las personas. En algunas cosas puedo ser conservador y en otras puedo ser liberal. Por supuesto hay cosas en las que no tranzo como, por ejemplo, el respeto a los derechos humanos”

-¿Y cree, como piensan sus detractores, que el periodismo en general es de izquierda?

La respuesta es su risa con mayúsculas:

-JA, JA, JA, JA. Eso es negacionismo.

Respira un poco.

-¿Y qué siente?

Cavada suspira como un samurái. 

-Yo creo que lo más bonito es vivir en paz.

Hombre zen

Anunciamos que este nuevo Cavada ama la paz y no fuma. Este Cavada en modo zen dejó el cigarro apenas nació Celeste. Anunciamos, además, que este nuevo Cavada no toma alcohol. Las noches frenéticas, con Cavada liderando la mesa del bar, son anécdotas. 

-Tomé una cerveza en enero.

-¿De qué habla?

-Es que no tomo. Es que el alcohol no es normal. Cualquier cosa que altere tu estado de conciencia no es normal.

-¿Pero quién es usted?

-Cavada.

Es un alfa criado con nicotina y ahora el humo le incomoda. No pelea a combos hace largo tiempo. Y se desliza a velocidad prudente con su moto. Se cortó la melena. Y si bien los bíceps y el torso permanecen sólidos, forjándolo como un maceteado, en mitad de la entrevista se le abrió un botón de la camisa y se le humanizó el six pack: al mito se le asomó una blandura del estómago. 

-Dejé de fumar y tomar cuando nació mi hija. Mi idea es educar con el ejemplo.

-¿Y cuándo fue su último combo?

-Hace mucho.

-Pero usted era saltón…

-Era.

-¿Qué pasó?

-Yo tenía mal manejo de la agresividad.

-¿A qué se debía eso?

-Es que yo era muy bajo. Así se explica mi agresividad. Siempre fui el más chico del curso…

Este es un momento impresionante. Estamos en la génesis del iracundo: el chico del curso enfrentado a la turba. Hasta que Cavada empezó a poner puñetazos a los que lo herían.

-Empecé a devolver- asegura él y en su cara aflora un destello de Rambo-, además yo no era popular. No era bueno para el fútbol. Era introvertido. Tenía que aprender a defenderme.

-Disculpe, ¿usted fue muy loco?

Cavada ríe. JA, JA, JA, JA.

Dicen que Cavada era un bohemio muy simpático que brillaba en los bares. Dicen que si alguien le decía algo ofensivo, Cavada endurecía el puño y ponía pose de púgil. Dicen que nadie lo pudo ver sin un cigarro en la boca. Dicen que jugaba sensualmente con su melena, era una fiera hormonal, y las mujeres suspiraban. Este mismo reportero, por motivos laborales, pasó una noche con Cavada en la misma habitación. Cavada compró cervezas y, pese a que este reportero no toma cerveza, ambos bebieron locamente, como dos leones.

Cavada ahora piensa y lo revela:

-Digamos que yo era un tipo despreocupado del mañana.

-¿Y hoy cómo se define?

-Hoy tengo un buen rollo con la vida.

-¿Qué es eso?

Lo resume en una frase:

-Aprender a vivir el presente.

Hizo terapia y suavizó sus brotes de rabia. Dice que el estrés se debe a no vivir el presente. Tomó un curso llamado El Arte de Vivir en el Happiness Program. Participó en un retiro de cuatro días en silencio. Y en la actualidad es un señor que dice la siguiente frase:  

-Es grato vivir sin estar defendiéndose de los demás.

O bien:

-La ira no conduce a nada.

O:

-Para vivir bien hay que podar las flores de tu jardín mental.

Le interesa ver a sus hijos trepar los árboles. Les enseña normas básicas, a veces tiene conversaciones creativas con ellos. El fiero Rambo enfocó su vida en educar a dos Cavadas. Y aspira que el legado que les pueda dejar, la gran lección, sea simplemente saber que ellos “siempre que me busquen me encontrarán”. Y es un milagro: la frase emblemática de la pelea callejera, Cavada la ha logrado orientar hacia la más pura paternidad. 

-Me parece que usted está cambiado…

-Es que no puedo ser el mismo de hace veinte años, sería preocupante… JA, JA, JA, JA…

-Ja, ja, ja…

-JA, JA, JA, JA…

-¿Se siente más bueno?

-Yo nunca he sido malo.

-¿Y le gusta Chile?

-Yo tengo una enorme fe en la sensatez del chileno medio. Lo que hace flaquear todo esto es toda esa gente que le tiene demasiado cariño al poder.

-¿Hay muchos intocables en el país?

-Sí, claro. Y eso no se arregla solo, por eso la ciudadanía tiene que tomar parte exigiendo sus demandas. 

-Dicen que su nombre suena para ser constituyente…

-Bueno, sí…

-¿Aceptaría?

-No sé. Es un dilema porque si no acepto sería para poder tener más tiempo con mis hijos. Y, si aceptara, lo haría justamente por el futuro de mis hijos.

-¿Quién le gustaría que estuviera en esta Asamblea Constituyente?

-Agustín Squella…

Y él, por su parte, prefiere aportar desde el periodismo. De momento, yendo a los lugares que haya que ir. Y enfrentando por las vías judiciales y pacíficas a los que lo ofenden, como ocurre con los autores del videojuego.

“Yo tengo una enorme fe en la sensatez del chileno medio. Lo que hace flaquear todo esto es toda esa gente que le tiene demasiado cariño al poder”

-¿Y hoy usted se gusta?

-Siempre me he gustado, JA, JA, JA, JA. 

Y, tomando un casco, agrega: 

-Te llevo.

-…no, si voy cerca…

-¡Súbete a la moto, huevón!

Y en el último minuto Cavada se torna Rambo. El reportero se le adhiere por la espalda, se sostiene de sus costillas, y Rambo, sin el casco, emerge acelerando la Honda. Estamos en el interior del Mundo Cavada. La moto negra, la calle, el rugido. Avanzan por una calle, despacio, y las mujeres se dan codazos. Sí, es el Rambo Cavada, el de Irak, el mito que mordía latas de cerveza, el motorizado, el alfa en su esplendor. 

-¡Siento la adrenalina!- grita enardecido el reportero, abriendo los brazos, libre.

-Vamos con el vuelito…- acota Rambo.

Llegan al destino, se funden en otro abrazo de leones. El reportero le pregunta de modo frontal: “Igual algo le queda de Rambo, Cavada”. Y Rafael Cavada se pone el casco, parece un guerrero montando un caballo de dos neumáticos y confiesa:

-Rambo no tiene barba.

Y en un segundo, mueve el acelerador y ya nadie lo puede ver.

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