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Entrevistas

6 de Enero de 2021

Ernesto Águila, analista político: “El retorno del bacheletismo es un intento por oxigenar un mundo de izquierda muy debilitado”

Afirma que el Partido Socialista –donde militó por 40 años- ha perdido su vitalidad e influencia. Esa sería la razón por la que Michelle Bachelet abandonó su prescindencia y patrocinó a Paula Narváez. Sin embargo, Águila cree que el bacheletismo aún debe demostrar si podrá hacerse cargo de las demandas del 18 de octubre.

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El factor Bachelet movió el tablero en la centro izquierda, especialmente en el Partido Socialista. El anuncio de una candidatura presidencial, encarnada por la ex vocera de Michelle Bachelet, Paula Narváez ha tenido más de una lectura. ¿Es el regreso del bacheletismo? ¿Es un guiño crítico al rol que están jugando los socialistas en esta etapa? ¿Es una preocupación por la fragmentación de la izquierda?  ¿Hacia dónde apunta esa jugada?

Ernesto Águila, analista político, columnista, académico de la facultad de Humanidades y Filosofía de la Universidad de Chile, conoce bien los recovecos del PS. Camina por ahí desde que tenía 18 años cuando comenzó a militar clandestinamente en la Juventud Socialista. Eran los duros años de la dictadura de Pinochet. 

En los años 90, era habitual ver a “Neto” Águila en las mesas de conversaciones de los pesos pesados. Era de esos militantes silenciosos, pero influyentes. Hace un año, hizo pública su renuncia, a través de una carta pública junto a otros 70 militantes. Y aunque se sigue definiendo como “socialista”, considera que el PS actual no está en condiciones de proyectar un legado histórico. 

Por eso, junto a otros ex socialistas como Jorge Arrate y Germán Correa ha conformado un espacio político de reflexión llamado “Plataforma Socialista” que busca abrir paso a un proceso de “refundación del socialismo chileno”.

-¿Cómo entender la fragmentación de la izquierda chilena? ¿No hay algo un poco autodestructivo?

-La izquierda no ha escapado a la crisis de representación que hoy cruza todo el sistema político. Y la izquierda de la ex Concertación es la que más ha sufrido ese desgaste. Por un lado, hay un vacío político que deja un PS muy corrido hacia el centro y, por otro, hay una izquierda emergente que se agrupa en el Frente Amplio. O sea, también hay un componente generacional importante en este proceso de fragmentación de la izquierda. 

-Pero el Frente Amplio tampoco ha logrado cuajar. Vive su propia crisis, sus quiebres…

-Es verdad. El FA aún no logra consolidarse como referente ni madurar lo suficiente como para derivar en un actor político sólido. Pero yo diría que lo que está en crisis es el espacio socialista de la izquierda. El PC vive un buen momento dentro de lo que es su espacio tradicional. De lo que no hay dudas es que estamos en un proceso de transición hacia una reconfiguración profunda de la izquierda chilena, particularmente de ese espacio que antes ocupaba el PS y que hoy lo disputan nuevos movimientos.
-¿Y qué le pasó al PS? Era piedra angular en el proceso político chileno. ¿Se extravió?

-El PS está en una crisis no asumida. Se expresa en muchos temas, pero especialmente en esta sequía de candidatos presidenciales. Desde su fundación, el socialismo siempre tuvo una gran capacidad para generar liderazgos nacionales. Ahora no muestra esa vitalidad. 

“El PS hoy tiene menos ascendiente social, menos respetabilidad frente al mundo popular y de los trabajadores. Y eso es dilapidar un capital político y moral que no se ha debatido con claridad”.

-¿Es sólo un asunto de oferta presidencial? Tampoco está siendo un actor influyente, ¿o sí?

-No. Hoy no tiene la capacidad de articular a la izquierda, como sí lo hacía antes. O sea, además, de no producir liderazgos nacionales, perdió también un cierto ascendiente ético que heredó de Allende y de su forma de sobrevivir en dictadura. Si miras el rol del PS a comienzos de los 90, verás que mostraba un bagaje ético, moral, que le daba la capacidad de proponer y de liderar procesos. Todo eso se fue agotando.

-Se puede perder la vitalidad, pero cuesta entender que se pierda la condición ética. ¿Qué crees que pasó?

-El PS dejó de tener un rol de articulador en la sociedad. Fue transformando su base militante. Convivían militancias tradicionales y comprometidas con una militancia clientelar que se fue constituyendo en torno a ciertos caudillos. Eso ha ido socavando la base política y ética del partido y ha generado algo que el PS no asume a plenitud.

-¿Cómo así?

-El PS hoy tiene menos ascendiente social, menos respetabilidad frente al mundo popular y de los trabajadores. Y eso es dilapidar un capital político y moral que no se ha debatido con claridad.

-¿Esa crisis es parte de un fenómeno más amplio o responsabilizas a la conducción de Álvaro Elizalde? 

Soy muy crítico de la conducción del PS. No sólo porque en estos años se ha acentuado un sostenido declive del partido, sino porque se produjo un profundo divorcio con el mundo social. El PS se “gubernamentalizó” y construyó una relación clientelar con el movimiento social. Se desarmó intelectualmente en su capacidad crítica.

-¿Y en qué lo ves reflejado?

-En que el PS vio pasar, no fue protagonista de los movimientos sociales del 2006, del 2011 y de las protestas contra las AFP. Tampoco del 18 de octubre. La crisis del PS es una crisis de proyecto, de identidad. Son demasiados años de desconexión con la sociedad, con el mundo popular. Ese vínculo es insustituible y se perdió. Probablemente, eso es más importante que escribir un programa presidencial con elegancia.

El factor Bachelet

-¿Será esa distancia con la gente lo que explica la ausencia de figuras presidenciales en el PS?

-Bueno, hasta antes que surgiera la propuesta de Paula Narváez -en un acto que yo miré desde afuera como una desesperación- los parlamentarios del partido habían decidido proclamar a Álvaro Elizalde. Hasta ese minuto, el PS no tenía una carta presidencial, lo cual es una anomalía histórica. Eso muestra, nuevamente, que hoy tenemos un PS reducido políticamente, con poco prestigio social y sin proyecto ni capacidad de articular a la izquierda.

-En ese sentido, ¿cómo habría que leer el apoyo de Bachelet a Narváez? ¿Fue un golpe a la opción de Elizalde, como algunos dicen? 

-Si consideramos que el PS iba en la dirección de proclamar a Elizalde y que en plena marcha surge la opción Paula Narváez y cuenta con la firma de la ex Presidenta Bachelet, no queda otra que interpretarlo como una gran preocupación de la ex Presidenta por la desmedrada situación en que se encuentra el PS. 

-Pero está dicho de una manera indirecta…

-Haber puesto su capital político en una interna del PS, apoyando a una candidata, es una definición muy potente. Bachelet no se involucra tan fácilmente en los procesos internos de los partidos. Por eso creo que detrás de su firma existe una preocupación muy grande por la situación del PS y de la oposición en general. 

-¿Será sólo eso? 

-No. Lo que hace Bachelet al dar su apoyo a Paula Narváez también es una manera de reponer el bacheletismo como una cierta corriente u opción dentro del PS y de la centro izquierda.

-O sea, ¿no es sólo un guiño en la carrera presidencial? ¿También una jugada política de Bachelet por darle continuidad a su obra? 

-No cabe otra lectura. Aquí hay una intención de reponer el bacheletismo y lo que ella representa.

-¿Y qué es el bacheletismo hoy?

-Dentro de la centro izquierda chilena, el bacheletismo representa una sensibilidad más de izquierda de lo fue el proyecto de la Concertación. Bachelet no era parte del establishment cuando emergió. Al revés, estaba a contrapelo de la elite concertacionista, pero ella tenía toda la fuerza y la impronta del mundo de las mujeres, del feminismo. Bachelet fue –sobre todo en su segundo gobierno- el esfuerzo más serio por hacer transformaciones profundas. Por eso creo que el retorno del bacheletismo es un intento por oxigenar un mundo de izquierda que hoy está muy constreñido y debilitado.

-¿Pero el bacheletismo tiene influencia directa en el PS?

-No tiene el poder orgánico, pero tiene el poder de la legitimidad política para remecer los cimientos del PS. Tanto es así que a los pocos días, Elizalde congeló su candidatura. Michelle Bachelet tiene esa fuerza. Ahora, considerando que el bacheletismo puede ser un aporte oxigenante en este período y que Paula Narváez es una dirigente seria e inteligente, yo sí creo que hay cosas que habría que preguntarse…

-Por ejemplo…

-¿Hasta qué punto el bacheletismo puede construir una respuesta al 18 de octubre del 2019? Y aunque eso corre para todos, me parece que con mayor razón hay que interrogar al bacheletismo.

-¿Por qué? ¿Cuáles son tus dudas?

-El bacheletismo dio una respuesta al 2011, pero el 18 de octubre es mucho más complejo. Es una explosión de rebeldía social muy profunda, interclasista, intergeneracional. Por lo tanto, es muchísimo más difícil de interpretar y de conducir. 

-¿Y qué podría generar, aportar la opción de Narváez en ese contexto?

-Es que ahí es donde comienzan a surgir las dudas. Tenemos que escuchar lo que Narváez tiene que decir respecto a temas fundamentales. Por ejemplo, cómo entiende ella lo que ocurrió el 18 de octubre; qué plantea en relación al modelo económico y social. También tiene que pronunciarse sobre el proceso constitucional en marcha. Con qué profundidad lo ve y qué rol y protagonismo le da a los movimientos sociales. 

“¿Hasta qué punto el bacheletismo puede construir una respuesta al 18 de octubre del 2019? Y aunque eso corre para todos, me parece que con mayor razón hay que interrogar al bacheletismo”.

-También es relevante con quién avanzas o sellas acuerdos para poder ganar. La izquierda no ha podido llegar a acuerdos mínimos…

-Claro, esa es otra pregunta que complejiza el aterrizaje del bacheletismo. Si uno mira la evolución de su segundo gobierno, el actual esquema de alianzas no debe ser cómodo para el bacheletismo. Por un lado, vemos que hoy se reconfigura una “neo-Concertación”, que es la Unidad Constituyente. Y, por otro lado, comienza a constituirse una alianza de izquierda entre el PC y el Frente Amplio. Ese esquema de dos oposiciones, deja al PS más ubicado en el lado de la neo-Concertación. Intuyo que ese esquema no es muy cómodo. 

-¿Por qué?

-Un poco por lo que te decía antes: el bacheletismo fue una respuesta, incompleta quizá, pero articuló un programa y una alianza política para responder las demandas del 2011. Pero no sabemos si ese mismo bacheletismo podría dar respuesta al 2019. Está pendiente saber si tiene capacidad de respuesta política, programática, social y de alianzas.  Entonces, hay un conjunto de definiciones políticas para un momento histórico distinto y mucho más complejo. Hay que ver qué decisiones toman. Por ahora es difícil pronunciarse sin haber escuchado a la principal candidata.

SIN VETOS

-En medio de ese proceso, van al alza otras opciones de izquierda: Daniel Jadue y Pamela Jiles. ¿De qué manera influyen en la conversación presidencial de ese mundo?

-Yo diferenciaría a Daniel Jadue de Pamela Jiles. Ella está tocando la tecla de lo antisistémico, del anti establishment, pero sin mucha coherencia ideológica o programática. Está situada en el espacio de lo carnavalesco. Jadue es un liderazgo distinto. Ha logrado construir un relato de realizaciones ciudadanas, con un sello popular, y se ha metido en los intersticios del modelo neoliberal para resolver problemas de la gente desde una lógica distinta.

-¿Es una opción más seria?

-La candidatura de Jadue se inscribe dentro de una historia en que pocas veces el PC ha presentado un candidato de sus propias filas. En ello hay una cierta novedad en términos históricos. Piensa que el PC ha tenido sólo tres candidatos presidenciales de sus filas: Recabarren en 1920, Lafferte en 1931 y Gladys Marín en 1999. 

Pareciera que ser comunista, a ojos de la centro izquierda, es una piedra de tope…

-Las dudas que surgen tienen que ver con si un candidato presidencial del PC  no tendrá un techo electoral más bajo. Pero también está la pregunta de si esos prejuicios o condicionantes realmente son tema para los menores de 35 años.

-¿El corte generacional será un factor distinto al clivaje izquierda-derecha?

-Creo que sí. Que para una generación que está bajo los 35 años, todo este tema de la guerra fría o del temor al comunismo les dice muy poco. No leen el fenómeno Jadue en esos códigos. En ese sentido, es un liderazgo que puede seguir creciendo. Y si en la centro izquierda hay algunos a los que no les gusta Jadue, la manera de confrontarlo no es por el camino del veto, como ocurre ahora desde la neo Concertación. La manera de hacerlo es levantando otros liderazgos que compitan democráticamente por una hegemonía en la izquierda. Probablemente, por ahí va también el desafío del Frente Amplio.

-¿Más que plegarse a Jadue, deberían tener su propia carta presidencial?

-El FA hizo una apuesta complicada, con costos, que es reafirmar un espacio de unidad de la izquierda. Pero si quieren que esa alianza se desarrolle con éxito, tiene que levantar su propia identidad porque el PC tiene una densidad política muy fuerte…

“Si en la centro izquierda hay algunos a los que no les gusta Jadue, la manera de confrontarlo no es por el camino del veto, como ocurre ahora desde la neo Concertación”.

-¿Dices que el PC se los puede comer?

-No voy a usar esa expresión, pero claramente requieren levantar un liderazgo presidencial fuerte y desarrollar una estructura que efectivamente los ponga como un actor político con la densidad suficiente como para entenderse de tú a tú con el PC.

-En el caso del PS, ¿podría surgir sectores que desde ya quieran apoyar a Jadue? En la elección anterior, el PS se inclinó por Alejandro Guillier porque marcaba bien en las encuestas. 

-Lo que se va a discutir no es apoyar a Jadue en una primaria. El punto será si se debiera participar o no con Jadue en una primaria. Yo creo que hay muy pocas razones para que el PS –por su historia- eleve a la categoría de principio que no puede participar en una misma primaria con un dirigente comunista. O sea, después de lo que significó la relación de los comunistas con Allende, de las alianzas en dictadura y del segundo gobierno de Bachelet, ¿cuál sería la razón por la cual el PS podría negarse a estar en una primaria de la izquierda? Creo que la presión para estar en esa primaria de la oposición va a ser muy fuerte como para que el PS pueda sostener una política de exclusión a Jadue.

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