Entrevista Canalla
8 de Enero de 2021Impacto… Pedro Engel esta vez no se quema: “No tengo idea cómo se viene el año”
Por primera vez en su vida el astrólogo no da pronósticos. Argumenta que será un año enredado e impredecible. Nada se puede augurar con el 2021. Aquí también habla de la Constitución que sueña, de su actual vida y de las conversaciones que tiene con su cuerpo.
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“El año”, opina Pedro Engel, “es confuso”. Y suspira el chamán, agobiado de pronosticar. Por estos días (diciembre/enero), por donde vaya le exigen un vaticinio. Le dicen: “Qué pasará en la humanidad, Pedrito”. Y le dicen: “Tíreme un consejo para el amor este 2021, Pedrito”. Y le dicen: “¿Cómo le irá al Mono, Pedrito?”. Y Pedro, analista de la vía láctea, astrólogo que sube el rating en horario matutino, un lunático profesional, achina místicamente la mirada, se raspa el bigote de Magnum, y lanza con total claridad:
-No tengo idea cómo se viene el año.
El impacto es mayúsculo: el gurú admite estar desconcertado. El 2020 acertó: anunció desazón, problemas pulmonares, angustia internacional. Percibió una ráfaga de oscuridad. No anunció el virus, pero rozó el concepto. Pero este año está francamente estresado, porque ingresamos a la Era de Acuario, nos internamos en el mundo de Urano, un planeta que suele titubear, un inestable. Entonces todo es frágil, incluso los pronósticos. De modo que cuando todos se acercan a Pedro y lo asaltan con una urgencia y le dicen:
-Qué se viene.
Él sube los hombros y dice:
-No sé- tajante.
-Uy, qué denso.
Y todos piensan que el señor Engel dejó de ser modesto. Y piensan que en el año del Buey de Oro, es decir, en un año con los pies en la tierra, el astrólogo finge ser etéreo. O piensan que el señor Engel, estratégico, se guarda el pronóstico para sus comentarios astrológicos de Mega.
-¿Y Chile? ¿Qué pasará con Chile? -insisten.
-Vaya uno a saber… -aporta Engel, aterrado.
-¿Y el Rey Arturo?
-Ni idea… -agrega, ido.
Es un año sin pronóstico, según los peritos. Un año con el rótulo de impredecible, con sorpresas, ya saben, la famosa Era de Acuario. Los astrólogos evaden a la población, el chamán -sin querer- no tiene la respuesta.
-No sé qué decirles -admite ahora Pedro Engel, desde su living decorado con estética del oriente, como si su residencia de La Reina estuviese localizada energéticamente en Bombay.
-¿No sabe lo que viene, Pedro?
-Nadie lo sabe -susurra con cara de carcajada, pero con los ojos seriamente achinados.
-Pero si usted no lo sabe… ¿quién lo sabe?
-Nadie.
Pedro Engel tiene 70 años y es un tigre, según los chinos. Y es un virgo, según la concepción lunar. Tiene cuatro hijos y es viudo, porque Alicia Izak, el amor de su vida, tenía una mentalidad melancólica y prefirió morirse en 1980.
-Pero está aquí -dice.
-¿Dónde?
-Aquí. Hola Ali -murmura al vacío.
Fue del MIR, jamás disparó una metralleta, fue un izquierdista cannábico que fumaba marihuana y tenía sueños verdes, con aroma a sandalia, y por eso, a fin de cuentas, por la libertad y por la volada, prefirió renunciar al movimiento. Y luego, ya sabemos, puso la cabeza en la luna, en el sol, en la ancestrología, en el Tarot, leyó el Tao Te Ching y se aferró a los instructivos de Lola Hoffman para entender el universo.
Pero, claro, a veces no lo logra entender.
Este 2021 los astros están enigmáticos.
-Lo que te puedo decir es que en la Era de Acuario tenemos que trabajar en equipo. Acuario es amigable. Por eso tenemos que entender lo que necesita la tribu.
-¿Qué más?
-Será un año de prueba y error. Lo que antes funcionaba, ahora tal vez ya no.
Y, literato, lanza esta frase:
-Serán los últimos coletazos de la porfía.
Y sigue:
-Tal vez todo sea extremo.
Y esto:
-La verdad será diferente.
Se inspira, cierra los ojos, toma un lápiz:
-¡A Urano le interesan los valores de la Revolución Francesa!
-¿Habrá revolución?
-Fraternidad, Igualdad, Libertad…
Suelta el aire.
-Puede que todo cambie.
Las ratas, murmura, estarán más o menos. Los perros se encerrarán en las casas. Los tigres, y la voz le sale firme, serán los solitarios. Las serpientes, la intuición.
-Todo lo vamos a cuestionar -anuncia con otra voz.
Estira los hombros, vuelve en sí.
-¿Es un buen año para redactar la Constitución, Pedro?
-Lo importante es que ahí se ponga el alma. Porque cada vez estamos más desalmados. Y si esto no cambia, no tiene sentido hacer una nueva Constitución.
-¿Qué animales del Horóscopo Chino son los más aptos para redactar la Constitución?
-Los tigres porque son buenos líderes y los dragones tienen buenos ideales. Ojalá haya muchos de ellos entre los constituyentes.
-¿Usted votará por un dragón?
-Votaré por aquel candidato que tenga un buen desarrollo espiritual. Por su forma de vivir. Por su trayectoria en el mundo de la profundidad.
-¿Quién le gusta?
-Gastón Soublette, me encantaría.
Y enfocando la vista en el 2021, un año constitucionalmente activo, Pedro Engel elabora su propia carta fundamental. Los artículos medulares de su Constitución.
“-¿Qué animales del Horóscopo Chino son los más aptos para redactar la Constitución? -Los tigres porque son buenos líderes y los dragones tienen buenos ideales. Ojalá haya muchos de ellos entre los constituyentes”.
Tres artículos de Engel
“En primer lugar”, aclara, “debe primar el amor por sobre cualquier otro artículo”. De modo que, desde el comienzo, en la Constitución de Engel debe darse prioridad a lo sentimental. Y así sería el artículo número uno de su texto:
“Artículo Número Uno de la Constitución de Pedro Engel:
1. Amémonos entre todos.”
Eso, piensa Pedro, sería fabuloso, una inspiración emocional, supondría una revolución política y moral, brotaría el alma entre los ciudadanos. Se forzaría a la ciudadanía a ser empática. Y por eso su artículo número dos sería el siguiente:
“Artículo número dos:
2. Cuídame.”
Y, en esa lógica, el artículo número tres de su Constitución sería:
“3. Yo te cuido.”
Culminando, de esta manera, un trío de normas emocionales que impondrían de manera legal el afecto entre los chilenos. Chile sería, entonces, una República Sentimental y Armónica.
Pedro queda feliz con su Constitución.
-Me encantó- y ríe de sí mismo.
Yo amo
A Pedro, intuye el reportero, le gustan las conversaciones emotivas. Le gusta, por ejemplo, responder preguntas de este tipo:
-¿Amas?
-Amo.
Lo cual es cierto. Pedro, arrebatado, confiesa que ama todo lo que existe. Pedro ama las plantas, los animales, los objetos inertes, la vitalidad, la belleza, la fealdad, la lluvia, el sol, las nubes, el pasto, los astros, la luna, el cielo, el cuerpo, el espíritu, las cicatrices, los nacimientos y las muertes.
Y, en cambio, si uno, le pregunta:
-¿Qué viene este 2021 para, por ejemplo, Daniel Jadue?
Pedro se decepciona y exclama:
-Ah no, qué lata.
-¿O para Joaquín Lavín?
-Me muero de aburrimiento. Qué fome.
-¿Y para Piñera?
-Uu… qué latero… no sé… parece que él fue abducido por los ovnis y llegó hablando puras tonteras.
-¿No le gusta dar pálpitos?
-Es lo más aburrido que hay.
-Pero la gente piensa que usted es experto en ver lo que viene…
-Me carga eso.
Y añade:
-Además, qué lateros son los políticos. Te diré algo…
-Qué.
-Los políticos no saben amarse. Sólo saben odiarse. No se dan cuenta que el paradigma cambió.
Eleva la voz:
-Escuchemos a los niños. Escuchemos a los jóvenes. El futuro está en la educación. El futuro está en el arte. El arte nos va a salvar.
-¿El arte puede derrotar la pandemia?
-Totalmente. Yo creo más en la poesía que en las vacunas.
En la actualidad, Pedro está sumamente artístico. Empezó a tomar clases de canto lírico lo que le ha permitido vislumbrar cosas oníricas. Está tomando clases de pintura y le da colorido a sus percepciones. Un día se pintó a sí mismo y quedó bellísimo, otro día pintó a Urania. Escribe cuentos dotados de positivismo. Lee todo el día. Va a las librerías y compra, afiebrado, quince libros.
-Quiero publicar una novela- amenaza.
A tal punto que, de pronto, en un brote de cultura, entona con voz afinada el poema El Tigre de William Blake:
“Tigre, fuego que ardes…”.
Etcétera.
Y genera una atmósfera profunda.
Por momentos, es más poeta que astrólogo. Tiene menos pronósticos y más lirismo. Menos horóscopo chino y más literatura japonesa. Es más literato que futurista. Más terrícola que cósmico. Más ciudadano y menos gurú. Más abuelo y menos famoso.
-¿En qué etapa de su vida está, Pedro?
-Pleno. Estoy pleno, soy afortunado.
-¿Por qué?
-Porque nunca pensé que iba a ser testigo de este cambio de paradigma. De poder ver cómo se construye una sociedad más justa. Quizás no vea el final de este proceso, pero vi el origen. Estoy muy agradecido de mi existencia.
Y cierra los ojos, como si rezara. Y confiesa:
-¡Gracias vida! Nada me sobra, nada me falta…
“Nunca pensé que iba a ser testigo de este cambio de paradigma. De poder ver cómo se construye una sociedad más justa. Quizás no vea el final de este proceso, pero vi el origen. Estoy muy agradecido de mi existencia”.
La muerte le cerró un ojo
De manera que Pedro es un señor que toma con resignación la Era de Acuario y se ocupa en imaginar sus relatos. Pedro, además, es un señor que no sabe cuánto gana, pero que se dedica a estimular seres humanos.
-¿Cómo es usted, Pedro?
Pedro medita y luego responde.
-Amoroso.
Y también, por supuesto, es un poliamoroso. Un libertario lleno de feromonas. Reconoce que está enamorado de sí mismo.
-Después de la ducha me miro al espejo.
-¿Y qué hace?
-Le hablo con cariño a mi cuerpo.
-¿Le habla a todo el cuerpo o a algunas partes?
-A todo el cuerpo.
-¿Y qué le dice a su cuerpo?
-“Eres lindo”, le digo. “Eres muy hermoso, te quiero”.
-¿Su cuerpo le responde?
-Me mira.
-¿Se pone contento?
-Se pone feliz.
-Qué bueno, Pedro.
-Jamás le he dicho a mi cuerpo algo negativo. Jamás le diría: “Estás con guata y eso es feo”.
-¿Su cuerpo es depresivo?
-Para nada. Es un cuerpo encantador.
-¿Le cae bien su cuerpo?
-Me cae fantástico. Soy super amigo de mi cuerpo.
El trato es tan fluido y natural que el cuerpo de Pedro Engel podría batir un récord: el cuerpo de Pedro jamás se ha resfriado. Hace veinte años que no va al doctor. A tal punto que Pedro ignora el nombre de su isapre.
-No tengo la menor idea en cuál estoy.
No va a los doctores. No toma remedios. Acude, en caso de algún malestar, a un sanador de su confianza. Y, como es su fórmula, cuando se siente mal de inmediato le habla a su cuerpo.
-Ya pos, cuerpo, arréglate- le implora.
Y el cuerpo se arregla.
Es el Tigre Engel en el año del Buey de Oro. El amoroso, el viudo que venderá su casa de La Reina, el gurú que inicia él mismo una nueva era. La Era Engeliana. Una era sin riquezas, porque Pedro dice que vive ajustadamente contento. Y dice que la mitad de su dinero la destina a las becas Pedro Engel, repartidas entre sus familiares.
-¿Y cómo se viene el año para la Selección Chilena?
-Uuu… no tengo idea.
Es el enigma de la Era de Acuario y Pedro Engel no lo cuestiona. Un año de imprevistos. Un año insólito. Un año nuevo.
-¿Quiénes podrían morir?
-No sé.
-¿Usted quiere morir?
-¡Por supuesto que sí! La muerte ya me guiña un ojo.
-¿Y usted qué le responde?
-Le digo: “Muerte, yo te amo”- y Pedro Engel, humanizado, comprueba que está amoroso. Y por primera vez, en toda una conversación, no da un solo pronóstico.