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Entrevistas

10 de Febrero de 2021

Natalia Valdebenito o cuando la risa se transforma en política

Crédito: Valentina Palavecino

Es quizás la más influyente comediante nacional. Nadie duda de su talento para llevarnos por un mundo bipartito entre humor y política; uno que desata risas, al mismo tiempo que denuncia injusticias y violencias estructurales. Con la idea de explorar esos caminos, invitamos a la artista un encuentro desconocido: un diálogo entre una actriz-comediante y una filósofa. Aquí el resultado.

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Durante mucho tiempo, sobre todo en Occidente, la risa ha sido considerada trivial e incluso inmoral. Se valora más la seriedad, las arrugas en el ceño reflexivo, el “parecer” pensando cual figura de mármol. Natalia Valdebenito sabe que eso no sólo es una ficción, sino que además algo muy dañino para las mujeres, sean filósofas o comediantes.

En la historia de la filosofía está lleno de hombres, en especial de hombres serios. Ni las mujeres ni la risa han sido muy bienvenidas. Ser mujer, sonriente y filósofa se vive con sospecha y pensaba en ti: mujer y comediante. ¿Cómo has vivido este prejuicio de que la risa “abunda en la boca de los tontos”?

– He tenido que lidiar con varios prejuicios, el primero por ser mujer. Después, elegir la comedia, porque siento que la elegí, cuando caché la herramienta que era la comedia y lo bien que me quedaba. Reírse de una misma, a estas alturas, es de perogrullo, reírse de una misma hasta al fondo, no sólo con lo que aparentemente se ve. 

En un monólogo hablo de eso, de que la mujer que se ríe mucho es tonta, si te ríes muy fuerte molesta, la voz de la mujer ojalá no sea muy aguda, porque hay una sensación de que la voz de la mujer molesta. Me parece curioso, porque parece que molestáramos completamente, es decir, por existir: me río, te molesta, no me río, te molesta. Me acuerdo de andar seria por la calle y la gente decirme “oye tan bonita, ríase pues” “¿por qué tan seria?, ríase”, “una sonrisita”. Si subes una foto seria, me dicen “¿y la sonrisa?”, “te ves mucho mejor sonriendo”.

¿Qué reflexión te provoca?

-Te das cuenta que estábamos en un enredo lleno de juicios y prejuicios que hay que destruir para poder pararse arriba de un escenario y matar todo: a la familia, a lo que una cree de sí misma y matarse arriba también. En el fondo, cuando una se expone de tal forma, se terminan cosas en ti, se acaban y van surgiendo otras. 

¿Qué surge?

-Descubrí que la risa es súper resistente, muy de resistencia, que uno puede molestar también. Me interesa mucho ese concepto de molestar: no vine a gustar, vine a molestar. Siempre lo tuve muy arraigado. Cuando me encuentro con el feminismo ahí se me hace un colchón. Digo: ¡ah! por eso yo era así. Desde un principio, cuando era chica, me daba cuenta, de que todo lo que las  mujeres hacíamos era incómodo.

Natalia sabe del poder de la risa. Por eso mismo reflexiona sobre el efecto profundamente opresor que ha tenido el juicio colectivo sobre la risa de la mujer.

– Siempre digo, si miran a sus madres, en las fotos familiares ¿las ven felices? En los 80’ o 90’, no. En la playa, todos mirando para allá y tu mamá mirando para acá, en la mesa hacia abajo. Algo pasaba. Las mujeres no se estaban riendo y ahora sabemos por qué. Me encanta haber logrado hacer reír a mi madre. Lo logré con las mamás de ustedes y con todas. Porque la noche del Festival de Viña, en muchos aspectos, fue muy emblemática. No sólo por los premios.

“Sé de mujeres que golpearon esa noche, porque se rieron locamente; como nunca las habían visto reír. Yo hablé de “la canalla” y si la mujer se ríe es, probablemente, porque había una proyección. Resulta que toda la vida nos hemos reído de que los hombres fueran infieles como si fuera chistoso o algo permitido. Entonces, sí pasan cosas cuando la mujer se ríe y eso es muy político”.

Esa demonización de la risa de la mujer es un mecanismo de control, muy distinto al caso de los hombres. Reírse significa dejar espacio a la naturaleza perversa de la mujer…

-Exacto. A la libertad de su propio cuerpo, de poder reírse, de sonar, ¡simplemente, de existir! A decir “¡me gusta este chiste!, yo sabré por qué me gusta, ¡es weá mía!” También porque es algo interno, algo profundo, algo íntimo. Un recuerdo, algo que nunca le conté a nadie y ahora me cago de la risa porque ¡ésta acaba de decirlo!… Para las mujeres es un símbolo reírnos. Antes, lo hacíamos mucho menos y no creo que haya sido por no haber tenido sentido del mundo. No tiene que ver con eso, tiene que ver con sentirse cómodas para poder reírse.

FRENTE AL PODER

Natalia posee talento para conducirnos por temas complejos; sea la violencia de género o el oportunismo de buena parte de la clase política. Y logra lo que busca, ser escuchada por una mayoría: “Es que está la intención y necesidad de ser escuchada, es una necesidad. Es algo que yo necesito a nivel corporal.”

Natalia Valdebenito, durante la Tercera noche de la 57º del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, realizado en la Quinta Vergara. Crédito: Agencia Uno

¿Crees que todo humor es político o también puede ser neutral? Pensaba en el ejemplo de una caída fortuita y las risas que se les escapan a los observadores. Ahí no hay ideología, pero quizá reírse de eso puede ser político, ¿por qué causa risa el daño del otro?

-Tal vez usar la voz hablada ya es político, agarrar un micrófono y hacerse cargo de un mensaje. Reírse del que se cae también es decir “jaja, yo no me caigo, soy superior y tú, mira, imbécil no viste el plátano en el suelo”. Obviamente, el humor sexista no sé en qué lugar cae, no sé dónde ponerlo en lo que estamos conversando ¿Será Oscar Gangas político?, jajaja, no sé cuánto…Tal vez sí, y desde ese lugar hay que hacer algo, porque estás comunicando un mensaje. Todo lo que hacemos es político, Por ejemplo, que te rías de llegar curado a la casa y con ganas de tirar y que la señora esté durmiendo y que le hagas no sé qué cosa y te parezca divertido. Eso es político, porque estás diciendo que como hombre te da lo mismo que tu pareja esté durmiendo: quieres tirar y estás curado más encima. Tienes que hacerte cargo. Es tu mensaje. 

Mucha gente quería verte como candidata constituyente ¿por qué no sigues ese camino que parece la continuación natural de lo que has hecho como comediante?

Primero, no considero que sea el camino natural. Yo he ocupado el escenario como un lugar político, lo reconozco desde ahí, lo aprendí así. En la escuela de teatro me enseñaron que el escenario es un lugar de transformación, donde uno iba a decir algo, a dar una opinión con un objetivo claro.

“Que te rías de llegar curado a la casa y con ganas de tirar y que la señora esté durmiendo y que le hagas no sé qué cosa y te parezca divertido. Eso es político, porque estás diciendo que como hombre te da lo mismo que tu pareja esté durmiendo: quieres tirar y estás curado más encima. Tienes que hacerte cargo. Es tu mensaje”.

¿Dónde estudiaste?

-En la escuela de Gustavo Mesa, Teatro Imagen. Y después conocí a (Bertolt) Brecht y ahí me quedó más claro. Porque él usaba la herramienta del teatro para divertir a la gente, pero también para mandarle información que era importante en momentos en que peligraban sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial.  Veo eso y digo “voy a usar el escenario para”. Cuando descubro la comedia y la descubro como herramienta política, hasta ahí llego. Y me quedo muy feliz, con cero frustraciones, porque además tengo la radio, el micrófono y la voz hablada que es mi herramienta.

“Lo otro es muy distinto a mi trabajo. No podría dejar de dedicarme a lo que hago. Además, creo que me he dedicado a hacer todo lo contrario. En la comedia, o al menos la que a mí me interesa,  es la que le pega al poder. No me interesa ser parte de eso. No he participado en campaña política alguna, ni siquiera con mi voz como me lo pidieron para Bachelet 1 o 2, no me acuerdo. Ni siquiera con mi cara, con la Beatriz Sánchez, que con toda la amistad que nos tenemos me lo pide. Yo le dije, no puedo estar del lado del poder y no estaré aun así salgas elegida. No me interesa el poder, no me interesa decir “síganme”, no me interesa caerle bien a todos, no me interesa moderar mi discurso, ni adaptarme a ciertas cosas. No me gustaría ganar dinero de algo así. Mi activismo lo hago en paralelo y en mi trabajo. Lo prefiero así y me gusta así, en la calle, en la plaza con un micrófono”.

Pensar a carcajadas

En la historia de la filosofía, recién con la irrupción de un paradigma materialista (siglo XIX) se comienza a recuperar el cuerpo y a rehabilitar su propia forma de racionalidad. Nietzsche, Marx, Feuerbach son algunos de sus pioneros. Y fue una revolución en la historia de las ideas. 

La comedia de Natalia ilustra de modo radical, la unión indisoluble entre cuerpo y razón; ya que de esa reacción fisiológica que es la risa, de ese acto corporal incontrolable y explosivo ante alguna de sus rutinas, se enciende en paralelo un proceso reflexivo. Su humor denunciador, no sólo busca hacernos reír, sino, como reconoce, dejarnos pensando.

Pertenezco a una generación, que te vivió en el Festival, que te considera una figura que nos dio voz,  porque planteaste temas que no solamente nos hicieron reír, sino que nos dejaste pensando. Las risas se volvieron reflexión, ¿tú crees que esa es la función de tu humor, hacer reír y dejar pensando?

-Sí, y cada día me doy cuenta de que más quiero hacerlo. Porque primero me importa mucho el contenido por sobre cualquier cosa. Recuerdo que para el Festival me preocupé incluso del vestuario para que solamente se escuchara mi voz y no te perdieras en si yo me veía bien, mal, en fin…

No brillar con lentejuelas y que se fijaran en lo que estabas diciendo…

– Fui muy consciente de estar llevando un mensaje y por lo mismo no provocar ningún tipo de contradicción al respecto, de distracción. Da lo mismo si lo hago con un escote, pero lamentablemente para nosotras van a poner el acento en el escote si lo llevo. Soy consciente de eso. Me interesa mucho eso que dices sobre “nos reímos, pero nos quedamos con algo”. Aunque sea una persona que se va incómoda pensando distinto, haciendo una reflexión, ya gané algo, me interesa mover.

LA ÉTICA DEL HUMOR

Natalia confiesa que su gran interés es siempre hacer reír a su público. Su anhelo es que quienes abandonen las salas o la oigan por la radio salgan con los rostros plasmados de sonrisas. Pero para ello no vale cualquier artilugio. Su humor además de político tiene un sentido ético.

Me parece que hay dos tipos de humor: uno natural, por ejemplo, alguien que pisa una banana y se cae, el “humor negro”, que es medio malicioso; y por otro lado, está ese otro humor que haces, que guarda una cierta ética, ya que en tus rutinas, por ejemplo, jamás haces motivo de risa la identidad de género o las personas en situación de discapacidad. ¿Cómo ves esta relación entre estas dos caras el humor?

-Me encanta el humor negro y es el que más manejo a nivel familiar y personal. pero creo que nunca fue divertido reírse de las mujeres o de los homosexuales o de las conocidas como “minorías”. Me acuerdo de eso de “ya no se puede hacer humor con nada”, “uno ya no se puede reír de nada” y yo nunca he sentido eso.Tiene que ver con la ética más profunda que una tiene como comediante, actriz, persona.

Si te ríes de eso es porque algo te pasa a ti con eso. Si haces un chiste sobre la homosexualidad, claramente eres homofóbico o estás cerca de eso o si te da risa que alguien sea homosexual, es algo que no puedo entender. Es como el racismo, la xenofobia ¡no los entiendo! 

“Soy consciente de eso. Me interesa mucho eso que dices sobre “nos reímos, pero nos quedamos con algo”. Aunque sea una persona que se va incómoda pensando distinto, haciendo una reflexión, ya gané algo, me interesa mover”.

A lo largo de su trayectoria, Natalia ha construido un estilo comprometido que valora ante todo esa posibilidad de ser oída y transmitir un mensaje:

-De pronto, descubrí que la gente me estaba escuchando. Me escuchan, sí, hay un silencio. A veces se arman unos silencios cuáticos, mil personas calladas. Y ahí digo: me tengo que hacer cargo, primero de buscar contenido que yo quiera compartir, pero al mismo tiempo, buscar la forma para compartirlo. Un relato que sea divertido, que sea entretenido, por el que yo te lleve, te conduzca y luego ¡paf! te lance una idea. 

¿En qué momento de tu carrera ocurrió eso?

 -Empecé a profundizar, después del Club de la comedia y con Hard Core que era un proyecto que hacíamos en bares, más sucio…

 …más alternativo, más independiente. 

-Súper más alternativo. Ahí descubrí muchísimo, porque era exacerbar mucho más lo que yo hacía, llevarlo a mi propio límite. Entonces, empecé a encontrar más pasión por el “la gente está escuchando, está entendiendo lo que estoy diciendo, es recíproco”. Si, porque si no es recíproco la verdad es hablar sola. Creo que por eso en el Festival me salió esa frase: “yo no quiero que me quieran, quiero que me escuchen”. Cuando escuché eso me dije después, “oye, qué patuda”, pero es súper real y lo sigo sintiendo. Yo no busco gustarte, quiero que me escuches primero, no saques conclusiones, ¡ve mi show! Llego a lugares y a veces la gente no me quiere mucho, pero después que actúo, la gente me trata de otro modo, algo pasa.

UNA COMEDIANTE SOCRÁTICA

Al conversar con Natalia sobre su comprensión de la triada humor, política y reflexión, no puedo sino pensar en Sócrates. Pues Natalia comparte un propósito similar: despertar las mentes.

Históricamente, los comediantes han tenido un lugar privilegiado, porque son los que podían criticar y denunciar a los poderosos. De hecho eran consultados por ellos y eso es una libertad que otros no tenían…

-Creo que mi lugar es despertar las cabezas. Estoy al medio: no en el poder y tampoco en la gallada… es como: ey, ey, ey ¡nos están engañando, démonos cuenta!

Eres la Sócrates de la comedia. Sócrates iba al espacio público y le decían El Tábano de Atenas, porque andaba molestando y diciendo a la gente: pero ¿tú sabes lo que piensas?, ¿estás seguro de lo que crees? y eso haces desde la comedia…

-Eso me gusta, lo prefiero, despertar la duda. Mi madre me enseñó: ¡duden, duden incluso de mí, pero duden! Porque la duda te mueve, te moviliza a buscar información, a perderte y encontrarte, a equivocarte y descubrirlo.  La duda me parece absolutamente más valiosa que la certeza. Y desde ese lugar prefiero no decirte por quién tienes que votar, sino que invitarte a pensar por quién tienes que votar… Y no por mí, jajajaja. 

Se nota que te informas mucho del acontecer. Cuando preparas tus rutinas con contenido político ¿te inspiras viendo a los políticos en la TV? Porque parecen comediantes naturales, aunque en realidad no son chistosos ¿qué te pasa con eso?

-Si, a veces dejan la pelota hecha para el gol. Pero mira, yo me ofendo bastante cuando alguien me dice “oye, te están quitando tu trabajo”, después de que algún diputado o diputada o político o política dice alguna burrada. Porque nosotros no le mentimos a nadie, no le quitamos nada a nadie, al contrario, regalamos risas y si le gusta bien y si no… se viste y se va. 

“Es súper distinto un político de un comediante. Siempre he tenido una visión externa de las cosas, a veces incluso desafectada. Como no me involucro emocionalmente, puedo ver el todo. Me gusta disparar para todos lados. Soy muy de izquierda, se sabe, pero no me interesa enfrascarme en ningún proyecto en particular. 

¿Cómo ves a los políticos?

-Siempre me estoy preguntando por qué hacen ciertas cosas, por qué nos hacen daño. Obviamente que hay mucha información y mucha comedia. Pero hay que tener cuidado, porque puedo relativizar o naturalizar un acto político, que es muy dañino para la sociedad, al hacerlo un chiste. Ahí hay que tener ojo. Prefiero tomarme el tiempo, no reírme y decir esto es serio, no es divertido. 

LA TERAPEÚTICA DEL HUMOR

En marzo se cumplirá un año desde el inicio de la pandemia. Un año sin duda trágico: muertes en masa, encierro y soledad, incertidumbre laboral y desempleo. Como nunca habita en nosotros una sensación de angustia e incertidumbre permanentes. Y como si fuera poco, algunos de los recursos culturales más profundamente terapéuticos, como lo son el humor y la celebración, se moralizan como inapropiados o son directamente prohibidos. Nuestra vida no sólo se ha puesto bajo control del imperativo de la salud, sino también de la tiranía del “espíritu de la pesadez” como llamaría Nietzsche. Pero el humor tiene una función terapéutica. Y las rutinas de Natalia tienen sin duda este efecto.

He hablado con muchas mujeres y, no sé si lo sabes, pero en sus momentos más tristes, más agobiantes, en algún momento te ven, porque hay una necesidad de salir de esa tristeza, sentirse fortalecidas. Esto demuestra una fuerza terapéutica que actúa como medicina para el alma ¿lo ves también así? En las tragedias de la vida, un poquito de humor tal vez ayuda…

-Sí, es mi salvación personal. En otra entrevista, me decían “parecieras estar siempre contenta a propósito de tener la risa a flor de piel”. En realidad, no siempre estoy contenta, pero sí siempre en la búsqueda de estar contenta y de transmitir aquello. Funciona porque lo paso muy bien y eso se transmite. Hay algo de transmisibilidad muy importante, porque es proyección, porque es energía.

Autenticidad pura que te llena entera siendo lo que tú eres…

– Hasta yo me río de las brutalidades que se me ocurren y finalmente terminamos riéndonos todos de algo que pasó ahí. Hay un compromiso súper emocional respecto a eso, me interesa hacer reír, me interesa hacer feliz, es súper loco. Me preparo como un samurái para llegar al escenario y ojalá te vayas con un dolor de cara. Para mí eso es lo máximo que puede pasar y si te vas con una duda eso es ya… next level. 

“Me preparo como un samurái para llegar al escenario y ojalá te vayas con un dolor de cara. Para mí eso es lo máximo que puede pasar y si te vas con una duda eso es ya… next level”.


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