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Entrevista Canalla

9 de Abril de 2021

Rodrigo Sepúlveda, periodista y conductor de noticias: “Mis huevos son grandes”

Conduce el noticiero de Mega los fines de semana y su estilo emocional ya está causando impacto y furor. Aquí, entre otras cosas, habla de su trabajo, de la imitación que le hizo Kramer, de las frases que suele utilizar, de sus lágrimas, de Chile y de Bonvallet.

Por

Rodrigo Sepúlveda, el periodista del momento en la televisión chilena, informa que esta mañana, cerca de las ocho horas, le cayó una lágrima. Sintonizó un matinal apenas despertó y, bruscamente, el programa emitió una nota sensible: una familia chilena, al parecer, lamentaba la pérdida del padre.  

-Y lloré, papá.

-¿De qué forma?

-A mares.

A su lado, Paula Zaror, su mujer, esa joven que el galán sedujo en la Universidad Andrés Bello, esa joven que aquel cinturón negro de taekwondo cortejó cuando él lucía un tórax endurecido y un cuerpo muscularmente atractivo por la práctica del arte marcial, en fin, esa mujer, la compañera, también lloraba a mares. Son, a fin de cuentas, los Sepúlveda Zaror, una familia compuesta por dos cuarentones emotivos y dos hijas en etapa formativa.

-Pásame un kleenex, mi amor- rogó la estrella de Mega.

-Toma, no puedo parar- accedió la esposa.

Entre los padres y las hijas han formado una familia feliz. Se conmueven justo al mismo tiempo, les ha tocado unirse para echar a perder un pie de limón y se sacan fotos exponiendo cuatro carcajadas. Las niñas han crecido, piensa Rodrigo. Y contempla a Renata, 18 años, y luego a Javiera, 15 años. Las menciona y se le filtra un agudo en la voz. El proyecto de vida merodea la cima, todo un éxito: la familia instalada sobre pilares sólidos y el padre, Rodrigo, el Sepu, el del deporte, ahora figura impactando a la audiencia al conducir las noticias en Mega.

-¿Está en la cúspide?

-JAJAJA.

Es la risa del héroe modesto. Una dentadura de primera calidad y un brote de diversión. Luego se pone serio, sólo admite que él es un trabajador, un simple periodista, un ser humano. 

-¿Por qué es tan sensible?

-Soy sensible a todo.

-¿A qué?

-Soy sensible a las injusticias, soy sensible a la deslealtad, soy sensible a la muerte. Arrg… hay tantas cosas que me dan rabia…

Toma aire, exaltado, como si estuviera en el noticiero:

-…arrg… me da rabiaa…

-Qué…

-¡Me da rabia que haya gente que no tiene para comer! ¡Me da rabia que no todos tengan para vivir! ¡No puedo controlar esta rabia, viejo, este sentimiento, y no lo puedo ocultar!

-… es mejor que lo suelte, Rodrigo…

-¡Es que yo tengo punto de vista!

-…

-¡Yo tengo mi propia verdad!

“Soy sensible a las injusticias, soy sensible a la deslealtad, soy sensible a la muerte. Arrg… hay tantas cosas que me dan rabia…”.

YO SOY YO

Ocurre que Rodrigo conduce fogosamente las noticias de Mega durante los fines de semana y se ha consolidado como un líder del periodismo emocional. Ha dado un vuelco a la estructura noticiosa: para él, al momento de analizar una nota, primero está el sentimiento, luego el dato. Primero el rapto de sinceridad, los ojos enrojecidos, el ímpetu espontáneo, el alarido reclamando justicia; luego vendrá la estadística, el gráfico, el número que encapsula la humanidad. 

-Yo no sé lo que va a ocurrir en el estudio. Yo me sorprendo genuinamente, igual que el espectador- explica.

Un día las máximas autoridades del canal lo citaron a una reunión. Rodrigo, hasta ese momento, era un singular comentarista deportivo, un profesional con oficio en la cancha, un hombre que por años compartió micrófonos con Bonvallet. Y entonces, según parece, en esa poderosa reunión, Carlos Heller le dijo:

-Conducirás las noticias.

Sepúlveda guardó un espectacular silencio.

-¿Qué quieren que haga?- murmuró.

Y el jefe no titubeó.

-Sé tú, Sepu.

Y Sepúlveda con voz firme recalcó:

-Les prometo que seré yo. Y les doy las gracias.

Y, desde ese momento, él ha sido él.

-¿Sabes qué? Te lo voy a decir…- y el reportero, paralizado, pone atención- yo no tengo doble discursos, yo soy tal cual me ves…¡Yo soy esto!

Y hace un gesto hacia sí mismo.

“Ha dado un vuelco a la estructura noticiosa: para él, al momento de analizar una nota, primero está el sentimiento, luego el dato. Primero el rapto de sinceridad, los ojos enrojecidos, el ímpetu espontáneo, el alarido reclamando justicia; luego vendrá la estadística, el gráfico, el número que encapsula la humanidad”. 

Vemos entonces a un hombre que está en paz. Vemos al periodista de deportes que traspasó el deporte. Un hombre que lleva una vida tan ordenada que hasta su biología está en equilibrio: mide 176 centímetros y pesa 76 kilos. Está en plenas condiciones.   

-Yo soy franco…- insiste.

Y, mirando fijo, masculla una frase lapidaria:

-Yo no tengo miedo a decir las cosas.

-¿No le teme a nada?

-¡A nada, viejo! ¡Yo no le tengo miedo a una cámara! ¡Yo, y esto no lo digo de soberbio, me paro ante una cámara con total libertad!

-Hay gente que se pregunta quién es usted…

Él suspira. Mira el suelo. Baja poéticamente la intensidad.

-Yo no soy nadie en este mundo, viejo. Nadie. Soy uno más en esta selva…

-Eso no puede ser verdad…

-Pero te lo voy a decir: no soy nadie, pero en todo lo que hago, incluso en esta conversación que verdaderamente te agradezco porque has sido muy respetuoso (al reportero le tiembla la mandíbula), en todo lo que hago, en absolutamente todo lo que hago, yo doy el 100%. Yo siempre lo doy todo. Ese soy yo.

Rodrigo Sepúlveda. Foto: Captura de pantalla

Un silencio significativo.

El reportero, sutilmente afectado por la energía del instante, saca la voz.

-Bueno… usted le ha puesto corazón al hecho informativo- comenta con audacia.

El Sepu agradece.

-Gracias, campeón. Gracias de verdad- y lo dice entrecerrando los ojos, con acento futbolizado. Siempre sentimental. 

“Vemos entonces a un hombre que está en paz. Vemos al periodista de deportes que traspasó el deporte. Un hombre que lleva una vida tan ordenada que hasta su biología está en equilibrio: mide 176 centímetros y pesa 76 kilos. Está en plenas condiciones”. 

UN CAPO; UN CRACK

Accedió a la gloria el 31 de marzo: esa tarde se transformó en un ícono. Esa tarde, mientras él vagaba por las redes sociales y respondía a su público, notó que Kramer, el dios gutural, lo había imitado. En el mundo del espectáculo eso es una alarma, un paso sin retorno, es acceder al dilema: la gloria o el ridículo. 

-Corrí a buscar a la Paula.

-¿Qué hizo?

-Le dije: “Mi amor… mira”. Ella gritó: “¡Te imitó!”. Nos dimos un abrazo.

-¿Por qué era un momento único?

-Por los nervios.

-¿El grito de ella fue con simpatía o con pavor?

-No lo recuerdo.

-¿Usted estaba calmado?

-No. No estaba en condiciones para mirar el gag. No podía. Le dije: “Paula, mira tú la imitación. Si tú lo consideras, me la muestras a mí”.

Paula revisó el material, explotó en dos carcajadas y al final alzó el pulgar. Admitió que hubo un destello de realismo: de manera que Paula ahora parecía tener dos maridos. Uno que es Sepúlveda y otro que se disfraza de Sepúlveda.

-Na- analiza ahora Rodrigo con alivio- un genio…

“Accedió a la gloria el 31 de marzo: esa tarde se transformó en un ícono. Esa tarde, mientras él vagaba por las redes sociales y respondía a su público, notó que Kramer, el dios gutural, lo había imitado. En el mundo del espectáculo eso es una alarma, un paso sin retorno, es acceder al dilema: la gloria o el ridículo”.

-¿Está consciente que subió a un nivel mayor de fama?

-¿Qué?- se asusta.

-Está en el Grupo de los Imitados por Kramer.

-Yo sigo siendo yo.

-¿Usted está arriba?

-Estoy en mi casa.

-¿Ha aumentado el número de selfies que le sacan? 

-JAJAJA…- asoma su blancura, bate palmas-… extraordinario…

-¿Le disgusta la fama?

-Fíjate que yo respeto y admiro mucho a la gente. Soy un agradecido de tanto apoyo. Me doy el trabajo de responder todos los mensajes que me llegan. Y te agradezco también a ti, capo, por preocuparte de mi trabajo.

-Usted es el capo- acotamos.

-Crack…- insiste él.

-Crack usted- respondemos.

Y el conductor de Mega y el reportero, sin que haya una explicación, o tal vez influenciados por el léxico que el periodismo deportivo ha otorgado a Rodrigo, empiezan a hablar con hipérboles. Fluyen, otra vez, palabras argentinizadas tales como “campeón”, “locolindo”, “distinto”. El conductor de Mega dice: “Gracias por lo que has dicho de mí, capo”. El reportero le responde: “De nada, titán”. Y Sepu interviene: “Qué grande, papá”. Sin que, lógicamente, haya un vínculo de paternidad entre ambos. “Lo merece, mostro”, acota el reportero, sin que, por supuesto, haya una monstruosidad en Rodrigo.

Kramer imitando a Rodrigo Sepúlveda. Foto: Captura de pantalla

-¿Por qué hablamos como argentinos?- piensa en voz alta el reportero.

-¿Cómo?

-¿Por qué usted habla como argentino?

-Te juro que yo no hablo como argentino. Yo siento que hablo un español neutro. 

“Fíjate que yo respeto y admiro mucho a la gente. Soy un agradecido de tanto apoyo. Me doy el trabajo de responder todos los mensajes que me llegan. Y te agradezco también a ti, capo, por preocuparte de mi trabajo”.

UN ASUNTO DE HUEVOS

Después Rodrigo Sepúlveda comenta lo que ocurre en Chile, enrabiado, y alaba el esfuerzo de la clase media afligida. Y se sale de sí mismo al opinar sobre las injusticias, el maltrato a la sociedad. Y entonces, con el objeto de ensalzar a los chilenos, se toma los genitales, vibrando, sacudiendo la hombría ante un atónito reportero, y exclama:

-¡Hay que tener así unos huevos! ¡Así unos huevos!

-Ufa…

-¿Qué? Si esto hay que decirlo, viejo, hay que decirlo…

-Impactante…

-¡Qué!

-Se tomó los huevos, Rodrigo.

-Así es. Perdóname, viejo, pero yo no me puedo controlar. Tú me vas a entender.

-Me parece que es uno de sus gestos más emblemáticos…

-¡Puede ser! Yo, como te digo, soy tal cual me ves. Aquí y en la quebrada del ají. Soy el mismo que jugaba con la pelota de plástico en calle Echeñique, en La Reina. Y cuando algo me molesta, yo lo digo…¡Lo digo y ya! 

-¿Usted cree, como dicen en algunas partes, que la mayoría del periodismo es de izquierda?- sorprendemos de modo abrupto. 

-No lo sé. Sólo sé que el periodismo está escuchando más al pueblo.

-¿Cuál es su ideología, Rodrigo?

-Mira, te prometo que no tengo una inclinación política. Sí tengo ideales de vida.

“¡Puede ser! Yo, como te digo, soy tal cual me ves. Aquí y en la quebrada del ají. Soy el mismo que jugaba con la pelota de plástico en calle Echeñique, en La Reina. Y cuando algo me molesta, yo lo digo…¡Lo digo y ya!”.

-¿Qué sueña?

Y da la impresión que a Rodrigo se le empañan los ojos.

-Sueño con igualdad de oportunidades para todos. Sueño con una educación justa. Sueño con que se acaben las filas en los hospitales…

Y su emoción es verídica.

Pero, según señala, no por ser sentimental le temblará el pulso ante un entrevistado. Y si Putin se parara ante él, no tendría pánico. Es más, alzando la voz, le preguntaría:

-¿Por qué se quiere apernar en el poder, señor Putin? ¿Ah?

Y si tuviera en frente a Joe Biden le preguntaría directamente:

-¿Por qué no le pone un poco más de pasión, señor Biden? ¿Ah?

Y así. 

TRANQUILO, PAPÁ

Viajó por el mundo. Entrevistó a los ídolos del fútbol. Abrazó a Maradona, lloró con su muerte. Entrevistó a su ídolo máximo, a Pelé, El Rey. Una vez, sin cámaras, se tomó un café con Pelé. Y otra vez, Pelé le regaló esto:

-Mira- y muestra.

Es una pelota de fútbol santificada por la firma del Rey. 

Y hace poco su hija Renata le dijo: “¿Veamos la serie sobre Pelé, papá?”. Y en la primera escena, Rodrigo vio a Pelé caminando encorvado, con una muleta. A Sepu, a esta estrella humana de Mega, de inmediato se le descolgó una lágrima.

-Hija- le dijo- no puedo ver eso… espero me entiendas.

Y Sepu se quebró. Una vez más. Es un llorón sin remordimiento. Y su hija le trajó los kleenex y le dijo, empática: “Eres tierno”. Y Sepu apagó la televisión. Es un artista lleno de piel, es el sentimiento.

-¿Y cómo te marcó Bonvallet?- le recuerda el reportero. 

-Uf. Él llega a Radio Nacional como jefe de deportes y me dice: “Tú tienes vuelo propio”. Y me dejó trabajando en la radio. Yo ganaba 30 lucas y me ofreció 200 mil. Fue un día inolvidable. Después me llevó a La Red. Sólo tengo admiración y agradecimientos hacia él.

Da la sensación de que jamás lanzará una ofensa. Si uno le pregunta si ha sentido miradas reprobatorias en el departamento de prensa, si Astorga u Onetto han criticado su estilo emotivo, él sólo responde con elogios. Son puros crack, dice. Son todos genios. Y si se menciona a los conductores de otros canales, serán genios de todos modos. Distintos, mostros, geniales. 

-Y, en fin, entonces …usted es libre…

-Soy libre.

-¿No busca el aplauso en las redes sociales?

-Jamás. Sé que muchos lo hacen. Son los que conviven con su ego. A mí eso no me interesa.

Dice que a veces, ante las injusticias que debe comentar, le dan ganas de gritar a los que han sido responsables:

-¡Váyanse un ratito a la chucha!

Pero se controla.

Y dice que una vez, a principios del siglo 21, una enfermedad lo tiró al suelo. Y sobrevivió. Y hoy, a sus 47 años, goza la vida tranquilamente. Con Paula, con sus hijas, en televisión, gritando, llorando. 

“Da la sensación de que jamás lanzará una ofensa. Si uno le pregunta si ha sentido miradas reprobatorias en el departamento de prensa, si Astorga u Onetto han criticado su estilo emotivo, él sólo responde con elogios. Son puros crack, dice. Son todos genios”.

-Y, bueno, discúlpeme… pero tenía una duda- le dice el reportero.

-¿Si?

-¿De qué porte son sus huevos?

-Ja. Mis huevos son grandes. Sí, mis huevos son grandes…- cierra Rodrigo, sonriendo, serenamente conmovido. Y, por un segundo, da la sensación que sus ojos otra vez han empezado a brillar.

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