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Entrevistas

15 de Abril de 2021

Mariane Krause, psicóloga: “Existe una sensación de agobio. Es el agobio de no ver la luz al final del túnel”

No estamos bien. Hay una crisis de salud mental en curso. Las cifras de estrés, agobio y depresión han ido al alza. También la constatación de que la pandemia no ha golpeado a todos por igual. Los más afectados son los jóvenes, las mujeres y las sectores más vulnerables. “Mientras más pobre, más solo te sientes”, advierte esta psicóloga experta en depresión.

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Este no es un asunto personal. Los problemas de salud mental ya aparecen como una grave consecuencia de la pandemia. Cansancio, estrés, desánimo, irritabilidad, vacío. Esas son algunas de las emociones que están en el aire.  

En ese escenario, Chile no tiene buenas cifras que mostrar: somos el segundo país del mundo con más transtornos del ánimo y donde la angustia y la depresión han ido al alza. Según acaba de mostrar la consultora internacional Ipsos, un 56% de los chilenos y chilenas afirma que en el último año su salud mental ha empeorado. 

La psicóloga Mariane Krause, consejera de Instituto Milenio para la investigación en Depresión y Personalidad, viene estudiando el deterioro anímico desde hace ya muchos años. Ha sido parte de investigaciones que, al menos en el último año, muestran que las mujeres han sido las más golpeadas. Y que, contra todo pronóstico, los adultos mayores han capeado mejor la ola de temor que el coronavirus ha traído. Los más golpeados, dice, han sido los jóvenes.   

Para Krause, decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UC, tenemos que transitar hacia un punto en que la salud mental sea un derecho. “Aquí se responsabiliza al individuo. Eso estigmatiza a la persona. Se transmite un mensaje en que si tienes problemas de salud mental, es porque no supiste arreglártela. Es un mensaje horrible. Debemos hacer un cambio de switch porque éste es un problema social”, señala

-¿Nos estamos haciendo cargo de las emociones que están dando vueltas? Da la impresión de que hemos entrado en un discurso de cifras y con poca contención emocional.  ¿Cómo lo estás viendo?

-Hay bastantes estudios que muestran que la salud mental ha empeorado con la pandemia. Las cifras de agobio emocional, estrés, han aumentado. También los problemas de salud mental que ya veníamos acarreando desde antes. Me refiero a cuadros de depresión, sobre todo en las mujeres, que es súper alta en Chile en comparación con otras partes del mundo. Y esto se ha visto exacerbado por esta situación.

“Aquí se responsabiliza al individuo. Eso estigmatiza a la persona. Se transmite un mensaje en que si tienes problemas de salud mental, es porque no supiste arreglártela. Es un mensaje horrible. Debemos hacer un cambio de switch porque éste es un problema social”.

-¿Cuánto afectan las cuarentenas, el encierro?

-Las cuarentenas tienen un impacto importante. “El Termómetro de la Salud Mental” hizo un levantamiento de datos en junio-julio del año pasado y otro en noviembre. Ahí se muestra claramente que el período en que estuvimos todos encerrados en la RM, el agobio fue mayor. Pero a fines del 2020, la diferencia de percepción era mejor. Es decir, las reacciones más inmediatas de estrés, angustia o baja de ánimo estaban mejor.

-Ya llevamos poco más de un año en pandemia. ¿Dirías que hay más cuadros depresivos? 

-Está la gente que ya venía con depresiones y eso se ha mantenido. Especialmente, mujeres de entre 45 y 55 años. Pero también hay grupos etarios que han presentado síntomas. A diferencia de lo que se creía al inicio de la pandemia, en que se pensaba que serían los adultos mayores, los estudios han mostrado que el grupo que más síntomas depresivos ha tenido con la pandemia es el grupo de los jóvenes. Con jóvenes me estoy refiriendo a adolescentes y adultos jóvenes, entre los 15 y los 25 años. 

– ¿Y es posible hurgar en cuáles son las emociones que están en juego?

-Lo peor es la sensación de incertidumbre. Y ésa es una emoción compleja, porque es una mezcla. Hay mucho miedo. Miedo al contagio, miedo en términos económicos, de su subsistencia. De hecho hay una relación directa entre la sintomatología, en términos de salud mental, y la caída del ingreso en las familias, o el hecho de estar con deudas o haber perdido el trabajo. Sin duda, la incertidumbre, el miedo son las emociones predominantes. Al final, nadie sabe cómo va a evolucionar esto. 

“A diferencia de lo que se creía al inicio de la pandemia, en que se pensaba que serían los adultos mayores, los estudios han mostrado que el grupo que más síntomas depresivos ha tenido con la pandemia es el grupo de los jóvenes. Con jóvenes me estoy refiriendo a adolescentes y adultos jóvenes, entre los 15 y los 25 años”. 

-¿La falta de claridad, de proyecciones es lo que más afecta?

-Claro. Estamos en un contexto incierto, con un futuro incierto, pero además -y aquí se suma otro factor- es algo que no depende de la capacidad de control propia. Es muy poco lo que uno puede hacer. Las decisiones son tomadas por los gobiernos, lo cual está bien. Pero desde un punto de vista del individuo, uno queda doblemente desarmado. 

-¿Porque quedas como congelado? 

-Porque por una parte, estás desarmado frente al virus que se mantiene ahí como una amenaza. Y por otro, no tienes control sobre nada. Otros deciden lo que tú tienes que hacer. Es lo que las autoridades deben hacer, pero desde punto de vista individual, es un atentado contra la libertad personal, que se siente y se resiente. 

-¿Y eso se traduce en qué: en hastío, en rebeldía?

-Si a esta sensación de falta de poder personal frente a esta situación, le sumas el claro debilitamiento de los vínculos –porque las relaciones se nutren de los presencial- ahí aparece otro factor emocional que es la soledad. Puedes hablar con otros, pero la percepción no es completa si no es presencial. Entonces, aumenta fuertemente el sentimiento de soledad. Ese es otro de los síntomas fuertes gatillados por la pandemia. 

-¿La soledad entendida como aislamiento?

-No. No necesariamente el sentimiento de soledad está tan vinculado a vivir solo ni tampoco a los adultos mayores. Lo terrible es que tiene una relación súper directa con el nivel de ingresos, con el nivel educacional.

Puedes hablar con otros, pero la percepción no es completa si no es presencial. Entonces, aumenta fuertemente el sentimiento de soledad. Ese es otro de los síntomas fuertes gatillados por la pandemia. 

Para decirlo en una frase: “Mientras más pobre, más solo te sientes”. Y eso es algo que en Chile sabíamos, pero no había estado en titulares. Hace varios años que el PNUD y otras organizaciones han mostrado que los sentimientos de soledad, y también la depresión, tienen una correlación directa con el nivel de ingreso. 

Al comienzo se decía que este virus era demorático porque atacaba a ricos y pobres sin distinción. Hoy vemos  que no le pega a todos por igual… 

-Nos pega muy, muy distinto. Mientras más pobre, te pega más fuerte en términos psicológicos y sociales. De hecho, las cuarentena impactan más en quienes viven en situaciones precarias. Los datos muestran también que la pandemia le pega más en las mujeres que a los hombres por la superposición de roles. La verdad es que todas las cifras muestras que los índices de problemas emocionales o socio-emocionales con la pandemia, son más malos en sectores de menores ingresos. Eso es bien dramático.

LA RESIGNACIÓN

Más allá de los estudios, ¿qué pasa en la mente cuando tienes una amenaza tanto  tiempo?

-En la mente pasan varias cosas. Hay una resignación, pero que también va de la mano de cierta desobediencia. Es como decir: “Da lo mismo. Total esta cuestión no la puedo controlar. El virus sigue adelante”. Por eso hay menos disposición a cumplir las normas. 

¿Cambió la percepción de miedo?

-Probablemente, el miedo era más grande en la primera ola. Era el temor a lo desconocido. Ahora existe una sensación de agobio. Es el agobio de no ver la luz al final del túnel. 

-¿Pero ya no es el miedo a contagiarse y morir? Aparecen otros…

-Claro. El miedo tiene una estrecha relación con la situación laboral y de ingresos. Las cuarentenas, claro, pueden ser una forma de mitigar la ola de contagios, pero a la vez son una atentado contra los ingresos de los grupos más vulnerables. Es un miedo distinto. Ya no es solo el temor al contagio. Es el miedo de la sobrevivencia. 

“Probablemente, el miedo era más grande en la primera ola. Era el temor a lo desconocido. Ahora existe una sensación de agobio. Es el agobio de no ver la luz al final del túnel”. 

– Y en el caso de los jóvenes que tú pones como grupo más afectado. ¿Habrá más negación que miedo?

-Es angustia, rebeldía también. Los jóvenes no llegan tan rápidamente a un cuadro clínico, pero sí de ansiedad. Para ellos es muy importante su grupo de pares y también tener una voz en la sociedad. Probablemente, tendríamos que partir por darles más voz. En este minuto, los jóvenes han sido criticados porque son los que menos siguen las normas en cuarentenas, pero quizá habría que escucharlos, darles un rol y que empiecen a contar cómo se vive esta situación desde su ángulo. Otra de las cosas también atentatorias para ellos, es que a esa edad uno define un poco el camino hacia delante: lo que quieres ser o hacer en la vida. Es un momento así, ¿cómo te proyectas? Entonces, si uno pudiera inventaría dispositivos para ayudarle a los jóvenes a proyectarse y hacerlos participar para que reconstruyamos una sociedad distinta. Porque vamos a vivir distinto…

Foto: Agencia Uno

En una dimensión psicológica, el encierro, la soledad, ¿cómo nos podría configurar cuando salgamos de esto? 

-No lo sabemos bien. Pero habría que verlo de acuerdo a los grupos etarios y según niveles de ingreso. Pienso que los adultos mayores van a salir menos dañados. Venían con un arsenal de herramientas previas y, además, aprendimos la importancia de los vínculos. Probablemente, vamos a estar pendientes de reconstruirlos. Los jóvenes y los niños simplemente se van a haber saltado una etapa de su desarrollo, y ahí es mucho más complejo. Han estado muy restringidos para cultivar sus vínculos y les va a costar más reconstruirse. La sociedad va a tener que preocuparse especialmente de esos grupos.

LO QUE NOS QUITÓ LA PANDEMIA

Se habla mucho del efecto post traumático. Pero ¿qué significa eso en lo concreto?

-Una de las cosas que tiene el estrés post traumático es que, al comienzo, no te das cuenta del daño que te hizo una cierta situación. Pero de repente te das cuenta que andas irritable, te das cuenta de que no tienes ánimo para hacer nada. De a poco empieza a cristalizar una sensación y te empiezas a percatar del trauma que has vivido. Al principio es como una sintomatología. Pero luego tienes que empezar a hacer el duelo de lo que perdiste. 

-Familia, amigos, rutinas, libertad…

-Claro, hacer el duelo de lo que perdiste en términos de relaciones interpersonales. Todos tenemos que pasar por una toma de conciencia de qué nos generó la pandemia a cada uno y a nuestras familias. En el fondo, ver qué nos ha significado la pandemia y que nos está significando todavía. Tenemos que hacer esa elaboración y ver lo que ha significado vivir con un miedo extendido por más de un año. 

“Los jóvenes y los niños simplemente se van a haber saltado una etapa de su desarrollo, y ahí es mucho más complejo. Han estado muy restringidos para cultivar sus vínculos y les va a costar más reconstruirse. La sociedad va a tener que preocuparse especialmente de esos grupos”.

-Además, el miedo a un enemigo invisible.

-Claro. Y que uno empieza a incorporar en sus sueños… Por eso, para recuperarse de este trauma, uno tiene que empezar a elaborar, a asumir las pérdidas de lo que ya te quitó la pandemia y de cuánto te afectó.

-Hasta ahora, hemos seguido funcionando. ¿Eso será resiliencia? ¿Será negación?

-Es una mezcla. Durante el estrés, o durante el trauma, uno funciona igual. Es un mecanismo de defensa psicológico y, claro, tiene un componente de cierta negación. La negación también te hace exponerte más al contagio, obviamente, pero de otra forma no podemos funcionar psicológicamente. Cuando pase la negación, cuando se debilite, recién ahí aflora lo que igual hemos estado viviendo, pero a un nivel más inconsciente. 

-¿Y cómo opera la resiliencia?

-Hay un tema increíble en relación a eso. Las mujeres han sido más afectadas por la pandemia en términos de impacto de la doble o triple carga, pero hay un estudio del año pasado que mostró los niveles de estrés, angustia y presión, eran muy altos al principio, pero después empezaron a declinar. Los hombres, en cambio, empezaban a manifestar más  irritabilidad, problemas con sus hijos, con sus relaciones. La conclusión del estudio, es que las mujeres tenemos hartas herramientas para ser más resilientes. Probablemente, eso está relacionado con nuestras múltiples tareas históricas. Sólo para remarcarlo: la pandemia ha demostrado mayor resiliencia en mujeres y en adultos mayores. O sea, la experiencia de vida te da un terreno más firme para enfrentar la crisis de mejor manera. En esos grupos hay más resiliencia que negación. 

-Hay otros grupos: los muertos, sus familiares y aquellas personas que lograron sobrevivir el Covid. Ahí hay trauma y secuelas. ¿Cómo nos hacemos cargo?

-Ahí sí que estamos con una gran negación todavía. No es un tema del que estemos hablando públicamente. Son los heridos de esa guerra. Desde ya podríamos tener medidas paliativas para las familias y para quienes han sobrevivido. Me refiero a ayudarlos a reincorporarse en la vida normal entre comillas. Pero para eso hay que rehabilitarlos, no solo físicamente. Las personas que estuvieron mucho tiempo intubadas, quedan en mal estado físicamente y muy afectadas emocionalmente.

“La conclusión del estudio, es que las mujeres tenemos hartas herramientas para ser más resilientes. Probablemente, eso está relacionado con nuestras múltiples tareas históricas. Sólo para remarcarlo: la pandemia ha demostrado mayor resiliencia en mujeres y en adultos mayores”.

-¿Faltan gestos de reparación?

-Claro. Falta un gesto reparar a las familias y honrar a nuestros muertos. Falta que, como país, nos hagamos cargo de esta situación. Ahí nos queda un trabajo muy importante por hacer.

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