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Cultura & Pop

13 de Julio de 2021

El “drama en la casa de al lado”: la tormentosa relación entre Bélgica Castro y Alejandro Sieveking con su hijo Leonardo

Archivo personal de Leonardo Mihovilovic

El título de este reportaje es una cita de uno de los más de 20 diarios de vida que Bélgica Castro escribió por años. Allí retrató los claroscuros del vínculo con su hijo adoptivo Leonardo Mihovilovic, quien ahora demandó a dos actrices por apropiación de los bienes del matrimonio de Premios Nacionales fallecido en marzo de 2020. Su versión, recogida aquí, contrasta con los inéditos cuadernos de la actriz a los que The Clinic tuvo acceso, y también con las fuertes acusaciones de una de sus hijas y nieta de los artistas. Cercanos a la pareja denuncian intentos suyos además por declarar interdicta a su madre en sus últimos días.

Por

1. Niño callado

Se reencontraron después de cuatro años.

Eran días de calor y fructífero trabajo para Bélgica Castro y Alejandro Sieveking en San José: ella daba clases de actuación en la Universidad de Costa Rica, y el dramaturgo, que hacía poco había obtenido el Premio Casa de las Américas con la obra Pequeños animales abatidos, retomaba la dirección con un nuevo montaje de la refundada compañía Teatro del Ángel en el país centroamericano. La pareja se había autoexiliado allí en abril de 1974, rehacía sus vidas sobre las tablas e intentaba sanar el trauma del Golpe y la muerte de su amigo Víctor Jara. Fue a mediados de 1977 cuando recibieron la visita de Leonardo, hijo adoptivo del primer matrimonio de la actriz con el director Domingo Tessier.

Tenía entonces 23 años, recuerda hoy Leonardo Mihovilovic (67) -quien lleva el verdadero apellido de Tessier-: “Fui a visitarlos y estuve viviendo con ellos unos meses. Tenían mucho trabajo, como siempre. Lo pasamos bien y, bueno, pensé que me iba a poder quedar allá pero tampoco me lo pidieron. Yo no me fui con ellos cuando se fueron al autoexilio. Me dijeron que me quedara en Chile, porque la educación era mejor. Yo seguí estudiando acá, y además cuidaba y pagaba los departamentos de ellos dos. Esa era mi labor”.

Vivió más de 60 años junto al matrimonio de Premios Nacionales, primero todos bajo el mismo techo y después como vecinos. “Ellos eran los del 81 y nosotros los del 82. Nuestra relación fue la de una familia normal, con todo lo bueno y lo malo. Ellos eran muy singulares”, cuenta Mihovilovic en el living de su departamento, en el octavo piso del mismo antiguo edificio, frente al cerro Santa Lucía, donde los Sieveking Castro vivieron hasta la muerte de ambos, el 5 y 6 de marzo de 2020, respectivamente.

“Yo era el cabro chico entre adultos. O sea, callado. Yo era hijo único, así que me inventaba juegos. Nunca hubo televisión en la casa hasta que cumplí 17 años y me dio hepatitis. A mi mamá le cargaba la tele, pero la compró. Mi mamá era muy exigente, muy fregada sobre todo con los horarios. Siempre me mandaba castigado a la pieza. Me llevé varios retos suyos y uno de Alejandro. Yo tenía prohibido entrar a su escritorio, siempre lo dejaba con llave. Nunca le dije papá. Para mí siempre fue Alejandro. No porque no lo quisiera, de costumbre nomás. Vivíamos tranquilamente”, asegura.

Tras anular su primer matrimonio por una infidelidad de Tessier, Bélgica Castro se casó con Alejandro Sieveking en 1961. Gozaban del éxito y el respeto de sus pares, hacían clases y él escribía obras para que ella las protagonizara. Estrenaron títulos que se volvieron clásicos del teatro chileno, como Parecido a la felicidad (1959) y La Remolienda (1965), ambas dirigidas por Víctor Jara. Tocaron la fama, y con ella vinieron las giras por Chile y el extranjero, y la vida ausente en casa. Fue durante esos años movidos y de prolífica creación artística de la dupla en los que creció Leonardo.

Vivió más de 60 años junto al matrimonio de Premios Nacionales, primero todos bajo el mismo techo y después como vecinos. “Ellos eran los del 81 y nosotros los del 82. Nuestra relación fue la de una familia normal, con todo lo bueno y lo malo. Ellos eran muy singulares”, cuenta Mihovilovic en el living de su departamento.

Muchos de sus amigos del teatro sabían que Bélgica había adoptado un niño. Tomás Vidiella, Delfina Guzmán, Anita Klesky, Kerry Keller y varios otros de sus cercanos lo sabían. Ramón Núñez asegura que “era sabido, aunque nunca los oí hablar de él”. Héctor Noguera agrega: “Ellos eran sumamente discretos con su intimidad, pero los hijos siempre están y la verdad es que yo a él nunca lo vi”.

-Leonardo, ¿cómo fue para ti crecer con una madre artista y famosa?

-Mi mamá me nombró en apenas tres o cuatro entrevistas. Casi nunca decía que tenía un hijo, lo cual a mí me tenía sin cuidado. No era tema para mí. Ahora dicen que soy adoptado y no sé qué tiene que ver eso con mi situación de heredero. Yo sabía bien que Bélgica Castro era mi mamá y Alejandro Sieveking mi padrastro. Y aunque me hubieran recogido del Mapocho, da lo mismo, soy reconocido por ellos. Yo nunca había dado entrevistas hasta su muerte porque siempre se trató de ellos y su vida artística En general, yo nunca me metí.

-¿Cómo definirías tu relación con ellos dos?

-No nos llamábamos todos los días, pero estábamos pendientes siempre. Mi mamá venía a vernos más, sobre todo cuando estaba sana y Alejandro hacía su siesta. Yo trabajaba hasta tarde y no pasaba todos los días, pero tampoco era despreocupación. Con Marcela (su esposa) le ayudábamos a mi mamá. Ella (Bélgica) le pasaba 80 mil pesos de su Premio Nacional (que Castro obtuvo en 1995) a mi señora para que le lavara la ropa. Yo le compraba frutas y verduras en La Vega. Así fue hasta 2017, cuando ChileActores trajo a una segunda enfermera y le compraron lavadora. Años atrás compartíamos también el TV cable y el teléfono. Nos tomábamos los recados, imagínate lo cercanos. Ellos eran muy recelosos de su intimidad y su espacio. Yo siempre golpeaba la puerta a pesar de tener llaves. 

Tras ser despedido “abruptamente” -cuenta- y después de doce años a cargo del archivo de la Cineteca Nacional, en 2018, Mihovilovic trabaja actualmente como guardia de seguridad en el Ministerio del Interior. Se autodefine como solitario y de pocos amigos, ha estado casado tres veces -desde el 2001 y hasta hoy con Marcela Soto, quien permanece sentada a su lado durante toda la conversación-, y tuvo tres hijos con sus dos exesposas. No mantiene relación con ninguno de ellos.

“Nunca debí tener hijos. porque nunca me sentí cómodo. Tenía problemas. La chiquitita siempre se quedaba llorando cuando me veía, y para mí no fue agradable desde el principio. Fui un desastre como padre. Me porté mal y pedí disculpas. Reconozco errores en sus crianzas y en el trato. Yo era muy exigente, y de mala forma”, confiesa.

El 28 de junio pasado, un reportaje de CHV dio a conocer la querella penal que Leonardo Mihovilovic interpuso contra las actrices Catalina Saavedra y Esperanza Silva por supuesta “apropiación indebida”. Las acusó de haberse apropiado y vendido bienes y pertenencias del matrimonio, en particular el departamento del dramaturgo que fue vendido en $80 millones. El hijastro cuestionó además el destino del dinero de dicha venta, y denunció que las actrices cambiaron la chapa del departamento en 2018 y que no le permitieron ver a su madre antes de morir. También impugnó la validez del mandato de administración amplio que Sieveking le extendió a Saavedra días antes de morir, y que la facultaba para disponer de sus bienes según las últimas voluntades del autor.   

Una semana después, las actrices respondieron con un comunicado: “El deseo de Alejandro fue vender en vida su departamento para que su legado económico sirviera como aporte y continuidad a su legado artístico y al de Bélgica. (…) Su voluntad fue crear antes de su muerte una sociedad civil que trabajara en conjunto con la Fundación Víctor Jara para ayudar a jóvenes y nuevos dramaturgos. Así, el dinero de la venta de este inmueble está resguardado para el funcionamiento de Casa Dramaturgia, el espacio soñado por Alejandro como instancia de formación y apoyo a la nueva dramaturgia nacional”.

El viernes 9 de julio, en su única aparición en televisión, ambas aclararon que el dinero de la venta del departamento quedó provisionalmente en la cuenta de Fundación Gestionarte (Fundación Actores de Chile), entidad sin fines de lucro que apoya a artistas y socios en situaciones sociales y económicas, hasta que la sociedad Casa Dramaturgia se constituya como tal y abra su propia cuenta. Las actrices anunciaron además acciones legales en contra de Leonardo Mihovilovic por difamación, y aseguraron que durante los diez años que estuvieron cerca y al cuidado de los Sieveking Castro, Mihovilovic “brilló por su ausencia”.

“Nunca debí tener hijos. porque nunca me sentí cómodo. Tenía problemas. La chiquitita siempre se quedaba llorando cuando me veía, y para mí no fue agradable desde el principio. Fui un desastre como padre. Me porté mal y pedí disculpas. Reconozco errores en sus crianzas y en el trato. Yo era muy exigente, y de mala forma”, confiesa.

Mihovilovic da su versión: “Aquí hubo un plan siniestro de ellas, y es tiempo de que la justicia lo aclare. Su intromisión en la vida de Alejandro y mi madre no es de hace diez años, sino con suerte tres o cuatro. Su aporte fue que en un par de oportunidades Esperanza Silva hizo contactos con médicos por asuntos de salud de Alejandro, pero su cercanía era más bien de tipo laboral. Eso no les daba derecho a tomar acción por los bienes de Alejandro y menos sin consultarme. Yo soy el representante legal de Alejandro Sieveking”.

-¿Por qué cree se ha cuestionado su relación con Alejandro y Bélgica?

-Porque no tienen otros argumentos que esgrimir, y porque no tienen conocimiento de la vida de Alejandro y mi mamá. Siempre creen que uno está detrás de la plata y de los bienes. Es difícil creer y confiar en uno, porque el desconocido soy yo. Y dicen cualquier cosa. Me trataron de ladrón. También han dicho que mis padres fueron abandonados, y eso no fue así. Para mí lo de ellas no es más que una actuación. Yo tengo pruebas de que fui cercano a ellos. Tenemos muchas fotos juntos, compartíamos mucho.

Crédito: Archivo personal de Leonardo Mihovilovic

2. Los diarios de Bélgica

A su regreso a Chile en 1984, los Sieveking Castro se reinstalaron en uno de los dos departamentos que habían comprado en 1971, con vista al cerro Santa Lucía. La actriz retomó sus clases y ensayos, y el dramaturgo había firmado contrato como guionista para Televisión Nacional. El otro inmueble, Castro se lo dejó a Leonardo, que ya estaba casado por segunda vez y viviendo con dos de sus tres hijos, Víctor y Daniela. En 1996, la intérprete de Gatos viejos le traspasó legalmente el inmueble a Mihovilovic por medio de un contrato simulado de venta.

“Yo siempre viví en este departamento, que era de mi mamá, y arrendaba el otro para poder vivir mientras estaban en Costa Rica”, aclara Mihovilovic. “En ese tiempo mi mamá me había dejado su jubilación de profesora de la Universidad de Chile, que cobraba en la caja de empleados públicos del Colegio de Periodistas. Era un sueldo no menor, un equivalente a unos 900 mil pesos, y cuando ellos regresaron todo volvió a su lugar y yo me encargué de acomodarles el departamento. Yo era su maestro chasquilla”, agrega.

Por esos años, Bélgica le consiguió un trabajo a Leonardo en el Ministerio de Educación: “Nosotros estuvimos de gira dos años junto al Teatro Itinerante, ella como actriz y yo como sonidista. Fuimos con La Remolienda y Bodas de Sangre. Mi mamá era re chora. Acarreaba palos, y no de a uno. Fue una muy bonita experiencia para los dos, y tenemos varias fotos. Yo quería mucho a mi mamá. La apreciaba mucho”, cuenta.

Dicha gira se realizó entre 1987 y 1988. Silenciosamente, y durante varios años, incluido el periodo en que trabajaron juntos, Bélgica Castro escribió más de 20 diarios de vida en los que narra distintos episodios que arrojan luces sobre su vida como actriz y también familiar. En particular sobre su oculto vínculo con Leonardo, a quien retrata además como un hijo lejano, de carácter agresivo e inmerso en una tormentosa vida familiar. Mihovilovic sabía de su existencia, reconoce, pero no de su contenido.

“Drama en la casa de al lado”, anota Castro en sus cuadernos, que The Clinic revela en exclusiva, con la autorización de su nieta Daniela Mihovilovic, quien los tiene en su poder. Allí nota cosas como las siguientes:

“No creo que Leonardo esté muy bien. Nuestra relación durante la gira fue cordial y hasta cariñosa, pero distante. Sigue estando del mal genio en la casa, por lo que alcanzo a captar, ojalá siga yendo al siquiatra. Algo le ayudará, supongo”.

Crédito: Pedro Bahamondes

“Domingo 23 de agosto de 1987: Leonardo me tiene realmente desesperada. Dejó de ir al siquiatra, pero no está bien. Hoy, porque Víctor había botado plasticina o algo así al suelo, se la hizo comer. Se la hizo comer. Yo no podía creerlo. Lo tomé con filosofía y traté de decirle que no lo hiciera. Le hacía bromas sobre la Gestapo, etc. Pero él no entiende nada. Cree que así aprenden los chicos. Yo creo que no quiere a Víctor, y sobre todo creo que tiene una personalidad esquizoide que me tiene realmente desesperada. No quiero contarle a Alejandro para no ahondar la distancia que ya existe entre ellos. La verdad es que estoy muy desesperada. Me dan ganas de aclararle la situación a Leonardo en forma seria, decirle que vaya al médico y que diga que hace esas monstruosidades. No sé, es realmente mi cruz. Si no fuera por eso, yo sería una realmente una persona feliz”.   

“Domingo 10 de mayo. No dormí más de una hora. Una angustia tremenda porque conversé con Alejandro sobre la situación en que estábamos con Leonardo. Él recibe mi jubilación, y se había comprometido a pagar los dividendos de los departamentos, pero pagó solamente el 82. Y eso que Alejandro no sabía que el mes pasado tampoco lo pagó. Y en marzo no pagó ninguno. Decidimos hablar con él para adelantar todo. Y además decirle que cumpliera con el trabajo con mayor voluntad”.

Crédito: Pedro Bahamondes.

“Pasé un lunes 11 horrendo, una angustia mortal aunque por lo mismo pensaba que era exageración y que todo se iba a desarrollar en buena forma. Alejandro se pone a gritar. Leonardo se fue violentamente. Dijo en la puerta que nosotros lo habíamos dejado diez años solo. Alejandro se enojó más y le fue a decir a la puerta que no se había muerto de hambre los diez años, sino todo lo contrario. Yo sentí un tremendo golpe, y pensé que Alejandro había golpeado la puerta pero parece que Leonardo tiró algo, un florero o algo así, y rompió el vidrio lateral. Yo estuve llorando a gritos un buen rato. Le fui a decir que por qué esa violencia, por qué nos odiaba. Leonardo estaba encerrado en el baño. La Ada como siempre, serena, dijo que era solo un malentendido. Yo creo que le tiene a Leonardo más miedo que yo”. 

Dicha gira se realizó entre 1987 y 1988. Silenciosamente, y durante varios años, incluido el periodo en que trabajaron juntos, Bélgica Castro escribió más de 20 diarios de vida en los que narra distintos episodios que arrojan luces sobre su vida como actriz y también familiar. En particular sobre su oculto vínculo con Leonardo, a quien retrata además como un hijo lejano, de carácter agresivo e inmerso en una tormentosa vida familiar. Mihovilovic sabía de su existencia, reconoce, pero no de su contenido.

3. Secretos de familia

Mientras Alejandro Sieveking era velado en el Teatro Antonio Varas la mañana del viernes 6 de marzo de 2020, Bélgica Castro agonizaba en su departamento en el centro de Santiago. Ese mismo día la actriz cumplía 99 años, y la acompañaban un equipo médico, Esperanza Silva y algunos familiares, entre ellos su nieta, Daniela Mihovilovic, hija menor de Leonardo. Actualmente tiene 37 años y se dedica hace veinte al oficio de bartender. Vive en Santiago Centro, a unos diez minutos a pie del departamento donde vivían sus abuelos, con quienes recuerda haber tenido una relación cercana.

“Yo compartí toda mi vida con Alejandro y Bélgica hasta que mis viejos se separaron. Vivíamos en el departamento de al lado, por lo tanto íbamos mucho al cine y al teatro con ellos. Yo les ayudaba con las lecturas dramatizadas, la cabra chica que estaba metida en todo. Vi desde adentro su vida como artistas, hasta que el 30 de abril del 2000 salimos arrancando con mi mamá del departamento y no volvimos más. Yo tenía 17 años y él (su padre) me había matado a palos casi. Ese día le rogué a mi mamá que nos fuéramos”, dice.

No lo había visto en veinte años, cuenta Daniela, cuando esa misma mañana de marzo de 2020, Leonardo, su progenitor, tocó la puerta del departamento de la actriz. Él mismo recuerda el episodio: “Yo estaba esperando que me dejaran estar con mi madre en su agonía, se abrió la puerta y estaban mis dos exesposas y mis tres hijos. Ahí todos me encararon. Yo me quedé helado”.

Daniela recuerda exactamente las palabras que le dijo: “No vas a entrar a esta casa por ladrón y por abusador”. Hoy rompe el silencio:

“Fui yo quien no lo dejó ver a mi abuela. Este tipo es un abusador en el amplio aspecto de la palabra, que no te quede nada afuera. Todos los tipos de abuso que un hombre puede cometer los vivimos junto a él mientras vivíamos en el mismo departamento. Nunca nos dio pensión, a ninguno de sus tres hijos. Jamás se hizo cargo de su paternidad. Nos golpeaba a mí y a mi hermano, y también lo había hecho años antes con la mamá de mi hermana mayor. Yo fui una niña abusada sexualmente por él entre los 4 y 7 años, pero no lo conté hasta los veintitantos”.

Crédito: Archivo personal de Leonardo Mihovilovic.

“Siempre quise denunciarlo, y con mayor fuerza desde la muerte de mis abuelos”, dice Daniela, “pero no mientras ellos siguieran vivos. Ellos eran de una generación que solía guardar silencio y tener secretos. Ni siquiera hablaban de la adopción de Leonardo, y yo entendí que si sacaba a la luz mi caso de abuso y una denuncia contra el hijo de Bélgica Castro y el hijastro de Alejandro Sieveking, los iba a perjudicar a ellos y a manchar su intachable hoja de vida. Y me quedé callada. Fue un gesto de respeto hacia ellos, y lo asumí como otro secreto familiar. Yo estuve enojada un tiempo con mi abuela, por saberlo y no hacer nada al respecto. Y me costó mucho, pero logré entenderla y perdonarla. Ella sí escribió mucho de lo que vio y supo en sus diarios. Por eso deben darse a conocer”, afirma.

No lo había visto en veinte años, cuenta Daniela, cuando esa misma mañana de marzo de 2020, Leonardo, su progenitor, tocó la puerta del departamento de la actriz. Él mismo recuerda el episodio: “Yo estaba esperando que me dejaran estar con mi madre en su agonía, se abrió la puerta y estaban mis dos exesposas y mis tres hijos. Ahí todos me encararon. Yo me quedé helado”.

En ellos se lee: Daniela amaneció con 39° y el padre le pegó porque la Rebeca (“Mi nana”, dice Daniela) dejó que se resfriara por andar descalza y sin bata. (…) Supongo que todos esos horrores tendrían posteriormente algún resultado agradable. Me da lástima y me preocupa esa pobre familia”.

Otro extracto de 1987: “En la tarde le enseño algo de divisiones a la Daniela, que le tiene terror al padre. Es que Leonardo se porta pésimo con los niños. Trato de decirle, pero no entiende ni trata de entender. Evidentemente, a mí no me acepta nada, creo que a nadie”.

Una semana después de la muerte de sus abuelos, Daniela Mihovilovic tocó las puertas de Fundación para la Confianza, entidad creada por José Andrés Murillo en 2010 y que apoya y acompaña a personas que han sufrido abuso sexual. “Me evaluó una sicóloga de su equipo. Dijeron que el delito estaba prescrito y que no hay mucho por hacer. Lo único que podría conseguir es que sea declarado culpable, pero no va a pasar nada con él. Puede haber una demanda civil y no penal, y eso implica tiempo y sobre todo plata que no tengo. Ni siquiera tengo un abogado”, dice Daniela.

José Andrés Murillo confirma a través de un documento que en marzo de 2020 recibieron a Daniela Mihovilovic y que supervisaron su caso. “Manifestó necesitar orientación en virtud de una vivencia de abusos de carácter sexual de los que habría sido víctima. En el encuadre técnico, se le brindaron herramientas para enfrentar los hechos, y relevando sus recursos personales para este fin, la usuaria manifestó tener las intenciones de iniciar un proceso terapéutico especializado”. Su caso fue atendido también por la asistente social de ChileActores y una especialista de Fundación Humanas.

Consultado Leonardo Mihovilovic sobre de cada una de las denuncias de Daniela, responde: “Las descarto absolutamente. Nunca he recibido ninguna denuncia ni nada. ¿Por qué no denunciaron antes? Esta gentuza era capaz de llegar así de lejos. Ahora que hay una herencia en juego, lo usan a su favor. Lo van a tener que probar, y si no tendrán que atenerse a las consecuencias. Te lo vuelvo a decir: nunca se ha hecho una denuncia en mi contra porque yo no he hecho absolutamente nada. Yo me imagino que de haber sido así no habría tenido divorcios y separaciones de mutuo acuerdo, como las hubo”.

Daniela extrae de una caja plástica tres de los antiguos cuadernos escritos a mano por Bélgica Castro durante más de veinte años.

Crédito: Pedro Bahamondes.

“Fue de las pocas cosas suyas con las que logré quedarme”, cuenta. “Además de todo lo que fue testigo, en sus textos ella se muestra como una mujer que está trabajando todo el tiempo y que su vida nunca giró en torno a nadie más que el teatro y Alejandro. Siempre fueron sus únicos amores, y él (Leonardo) se sintió desplazado. Casi no lo hicieron parte de su vida, y él habla desde ese resentimiento. Si estoy denunciándolo ahora, es por la versión que él ha dado en los medios, y que es una farsa. Solo está buscando su propio beneficio, como siempre. Si mi historia y todos los horrores que vivimos como familia junto a Leonardo sirven para demostrar que este tipo es un mentiroso y que sea declarado ‘indigno’ para recibir su herencia, entonces que se sepa todo. Sería mi única razón para llevarlo a la justica”, asegura.

Daniela formó parte además del grupo de cercanos que ayudó a ordenar las pertenencias que permanecían en el departamento de sus abuelos, y por las que Leonardo Mihovilovic demandó a las dos actrices. Estaban también Esperanza Silva, Catalina Saavedra, Ernesto Meléndez, Casandra Day y otros actores cercanos a los Sieveking Castro, quienes separaron cientos de libros, cuadros, ropa, vestuarios teatrales y hasta su valiosa colección de crucifijos y máscaras antiguas, entre tantas otras piezas en cajas y bolsas.

Sobre el video que se volvió viral y en que Silva y Day cargan un jeep con bolsas, su nieta revela: “Contenían ropa personal de ellos que fue donada al hogar de ancianos El buen samaritano de Ñuñoa, junto a varios medicamentos e insumos médicos”.

Una fuente cercana a los artistas revela, además, que la mayoría de sus pertenencias fueron inventariadas y clasificadas por un equipo de expertos. Algunas fueron almacenadas y otras serán donadas a distintas instituciones: el Teatro Nacional Chileno, el Departamento de Conservación y Patrimonio de la Facultad de Artes de la UC y la Fundación Víctor Jara, entre otras. Los vestuarios teatrales, en tanto, fueron donados a la compañía La Originaria, que hace diez años monta las obras de Sieveking, otros a la bodega teatral de la Universidad Mayor y finalmente a Loreto Monsalve, diseñadora y amiga cercana de Sieveking.

Crédito: Marcelo Segura.

“Todo eso fue dispuesto por Alejandro en vida -asegura Daniela-. Siempre tuvimos plena consciencia de que todo lo que estaba en el departamento de ellos es un bien público. Su trabajo es un bien público. Alejandro lo tuvo claro hasta el final, y él quiso asegurarse de que nada suyo ni de Bélgica quedara en manos de Leonardo. Él sabía que este tipo durante toda su vida se había quedado con plata y cosas de ellos. Mi abuela también lo escribe en sus diarios: Leonardo no quiso devolverle la pensión durante años. Entonces, él abusó sistemáticamente de ellos toda la vida. Y lo hizo hasta el final”.

4. ¡Paren la música!

Julio, 2018. Estaba por cumplir 84 años, y Alejandro Sieveking había renovado las energías. Decía sentirse “redescubierto no sólo como autor, sino también como actor de cine y teatro”. Tenía pendiente la segunda parte de un rodaje en la Patagonia, y estaba entusiasmado revisando sus fotografías para un libro sobre su historia de amor con Bélgica. Todo parecía marchar bien, pero ese mes el dramaturgo fue internado durante dos días en la clínica Indisa por una descompensación cardíaca.

El actor Ernesto Meléndez, amigo y compañero de trabajo suyo, fue quien lo trasladó en auto a la clínica, cuenta que fue después de una discusión con Leonardo Mihovilovic. “Fue algunos días después de lo que le sucedió, que no fue un episodio más, fueron muchos los encontrones de Alejandro con Leonardo”, asegura. “Él contaba que cuando llegó de Costa Rica en los 80 le faltaban cuadros en su casa, además de unos collages suyos que le había entregado a Leonardo para que los tuviera en su casa y que Alejandro siempre pensó que él ya los había vendido. Discutían siempre por esto. Esa vez lo enfrentó, le pidió que se los devolviera y Leonardo trató de golpearlo. Nunca entendí si le alcanzó a pegar o no, Alejandro nunca me lo dijo, pero sí que se cayó durante la pelea”.

Crédito: Archivo personal de Leonardo Mihovilovic,

Willy Semler, cercano también al dramaturgo, se enteró del episodio dos semanas después, cuenta, durante un almuerzo en el departamento de Sieveking: “Lo noté muy para adentro mientras comíamos, le pregunté qué pasaba y dijo que habláramos después. Me llamó la atención que no quisiera contármelo delante de Bélgica, si eran siameses, y en la cocina me contó que había encarado a Leonardo por unos cuadros que él le había sacado. No sé si este tipo le dio un empujón o un combo, pero Alejandro se cayó. Tanto así que tuvo una subida de presión salvaje. Todos los problemas cardíacos que tuvo después fueron por esto”.

“Todo eso fue dispuesto por Alejandro en vida -asegura Daniela-. Siempre tuvimos plena consciencia de que todo lo que estaba en el departamento de ellos es un bien público. Su trabajo es un bien público. Alejandro lo tuvo claro hasta el final, y él quiso asegurarse de que nada suyo ni de Bélgica quedara en manos de Leonardo. Él sabía que este tipo durante toda su vida se había quedado con plata y cosas de ellos. Mi abuela también lo escribe en sus diarios: Leonardo no quiso devolverle la pensión durante años. Entonces, él abusó sistemáticamente de ellos toda la vida. Y lo hizo hasta el final”.

Según Semler, “Alejandro nunca tuvo buena relación con Leonardo. Desconfiaba de él y había siempre discusiones, a veces muy fuertes, pero esa fue la primera vez que me contó algo concreto y del calibre de esta anécdota. El resto de las veces, Alejandro decía sólo que no se llevaba bien con ellos y suavizaba las cosas. Él era un caballero”.

En una entrevista de enero de 2019 para ArteEscena, Alejandro Sieveking respondía sin tapujos acerca de las razones familiares que forzaron su autoexilio: “Nosotros no nos fuimos solamente por Pinochet. La Bélgica tenía un hijo que era un desastre, se acababa de casar a los 19 ó 18 años, la niña había tenido una guagua y él le pegó un puñetazo. Él a ella. Nosotros cuando íbamos en el avión decíamos: ‘Oye, ¿nosotros nos estamos escapando de Pinochet o de Leonardo?’ Estábamos choqueados por este niñito, que era mucho peor de lo que pensábamos”.

Leonardo Mihovilovic niega el episodio de la discusión con Alejandro Sieveking y cada uno de los detalles expuestos aquí: “Ni siquiera estaba viviendo en Santiago en ese entonces”, argumenta. “Me había ido a Valparaíso por una oportunidad de trabajo que nunca resultó y venía una vez al mes a Santiago. Casi no los vi durante ese tiempo”.

“Alejandro pidió que cambiaran la chapa de su departamento después de ese evento con Leonardo. Decía que le tenía miedo”, recuerda Meléndez. “No quería verlo más en su casa y dijo que no quería dejarle ni un alfiler. Alejandro vio más de cerca su muerte, y expresó muy claro que no quería morir y que todo fuera a heredarlo él. Alejandro siempre decía que tenía pendiente escribir su testamento, estaba preocupado por sus cosas. Yo trabajé con él en Helga y Flora antes y después de este episodio, y ya no era el mismo. Se sentía cada vez más la carga de su enfermedad”, agrega.

“Alejandro comenzó a preguntarse muy en serio qué iba a pasar cuando él muriera. No quería morir antes que Bélgica. Sentía terror por ella y su pequeño patrimonio”, comenta otra fuente cercana al actor y dramaturgo. “Les manifestó a todos su voluntad, le ayudamos a construir la figura de Casa Dramaturgia y él extendió un poder a Catalina Saavedra (“un mandato de administración amplio”, según explicó el abogado César Ramos) para que su voluntad se cumpliera al pie de la letra”, asegura.  

Hacia fines de 2019, Alejandro Sieveking fue nuevamente internado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Juan de Dios. Su cáncer había avanzado, y el autor pasó ahí el fin de año. Su amigo Luis Poirot fue a visitarlo los primeros días del 2020, tres meses antes de su muerte. “Estaba cansado, pero bien, muy lúcido. Hablamos incluso de proyectos pendientes que teníamos juntos”, recuerda. Fue la última vez que se vieron.

A mediados de ese enero, el dramaturgo retornó a su departamento, donde él y Bélgica estaban al cuidado de cuatro enfermeras, dos de día y otras dos en la noche. Alrededor de ambos había un grupo de actores y amigos de ChileActores que se dividían entre la compra de sus alimentos, idas al médico y el resto de sus necesidades. Por esos días de verano y previo a la pandemia, Sieveking conoció a Carmen Gloria Garcés, asistente social y encargada de bienestar de la misma entidad. Al actor le estaba costando cada vez más desplazarse y hacer trámites, y Garcés se convirtió desde entonces en su sombra. Lo acompañó en sus últimos trámites y fue testigo, revela, de los intentos de Leonardo Mihovilovic por inhabilitarlo como representante de los bienes de su esposa.

“A comienzos de febrero nos enteramos de que Leonardo estaba intentando obtener la huella de Bélgica para obtener su pensión”, afirma la profesional. “Una de las cuidadoras le comentó a Esperanza Silva que (Mihovilovic) había intentado entrar al departamento de Bélgica con un funcionario de Servicio de Impuestos Internos, y yo acompañé personalmente a Alejandro a hacer el trámite para que renovara el poder que le había dado Bélgica para cobrar su pensión, que estaba vencido. Fuimos a Banco Estado y a Chile Atiende, y ahí confirmamos que algunas semanas antes Leonardo había hecho esta maniobra para declarar interdicta a Bélgica y recibir su pensión”, agrega.

La profesional recuerda que ese mismo día, Sieveking le dijo a ella y a la funcionaria que los atendió: “Mis cosas y las de Bélgica no pueden quedar en manos de un abusador”, asegura.  

Leonardo Mihovilovic reconoce que intentó obtener la huella digital de la actriz a fines de 2019. “Si lo hice fue porque la enfermera que cuidaba a mi mamá se quejaba de que en la cuenta no había plata para sus gastos. Le pedí el carnet de mi mamá, nos lo negó y yo llevé a un funcionario del Servicio de Impuestos Internos que se negó a realizar el procedimiento porque mi mamá estaba con Alzheimer y había que hacer otro trámite para conseguir la interdicción. Lo dejé porque había puras trabas, y no insistí”, asegura; y concluye: “Yo nunca me aproveché de Alejandro ni de mi mamá. Siempre me las arreglé solo”.

Días después de la muerte de los artistas, los nuevos dueños del departamento fueron a hacer posesión del inmueble. Terminaba marzo del 2020 y en Santiago ya se había decretado cuarentena total por la pandemia. “Leonardo había cambiado la chapa del departamento”, revela la asistente social Carmen Gloria Garcés. Habían ido a buscar algunos implementos de los auxiliares médicos que aún estaban allí y que debían ser devueltos.

“Supuestamente nadie había entrado desde la muerte de Bélgica, y nos encontramos con que no se podía entrar porque habían cambiado la chapa y aún no se hacía la posesión efectiva”, recuerda otra fuente cercana al dramaturgo y que estuvo presente esa tarde. Llegaron la madre del nuevo dueño y la PDI. Efectivos golpearon la puerta número 82 del departamento de Leonardo Mihovilovic.

Este último reconoce el episodio, y aclara: “Yo hablé con mi abogada, Stephanie Márquez Granifo, y me señaló que, como había fallecido primero Alejandro y mi mamá quedó viva, todas sus cosas pasaban después de su muerte a mí. Me dijo que podía cambiar la chapa porque todo lo que estaba adentro era mío y eso hice”.

Garcés recuerda además que Mihovilovic sólo le entregó dos juegos de llaves del departamento, “cuando en general son cuatro. Dijo que no tenía más. Cuando logramos entrar, recuerdo perfecto, me impactó mucho ver que el refrigerador estaba vacío. Anterior al fallecimiento de ellos tenían sus cosas, pero ya no había nada”. La nieta de los Sieveking Castro se percató de que faltaban también pertenencias de sus abuelos. “El anillo matrimonial de mi abuela no estaba y nunca apareció. Se lo robaron. También desaparecieron otras joyas”, cuenta Daniela.

Consultado al respecto de las acusaciones de que faltaban cosas de Bélgica y Alejandro en el departamento, Leonardo Mihovilovic asesura que no se quedó con nada. “Con nada, ni con anillos de matrimonio ni relojes. Mi mamá tenía joyas, pero todo lo que había en ese departamento desapareció. Ellas lo vaciaron y nosotros fuimos testigos. Todo lo que tengo lo he comprado con 32 años de trabajo, salvo estos cuadros –son seis y cuelgan de las paredes de su living– que me los regalaron ellos (Sieveking y Castro), pero hace muchos años. No les gustaban. Fue cuando volvieron de Costa Rica y empezaron a seleccionar lo que tenían. Yo acá tenía un peladero, así que él me los regaló para que adornara un poco. Yo siempre recibía cosas que a ellos ya no les gustaban”.

Leonardo y Sieveking. Crédito: Archivo personal de Leonardo Mihovilovic

En su paso por el San Juan de Dios, Alejandro Sieveking encargó la escritura de una nueva obra que cerrara su trilogía de Todo pasajero debe descender (2013) y Todos mienten y se van (2019). Tenía claro el argumento y el título, y le pidió a su asistente, Paulina Moyano, que tomara nota y siguiera sus indicaciones. El montaje debutará en agosto próximo en el Teatro Nacional Chileno, y marcará el regreso póstumo del dramaturgo a los escenarios con un título que por estos días ha cobrado particular sentido para sus cercanos: ¡Paren la música!

Según Semler, “Alejandro nunca tuvo buena relación con Leonardo. Desconfiaba de él y había siempre discusiones, a veces muy fuertes, pero esa fue la primera vez que me contó algo concreto y del calibre de esta anécdota. El resto de las veces, Alejandro decía sólo que no se llevaba bien con ellos y suavizaba las cosas. Él era un caballero”.

En esta nueva historia reaparece Guillermo, el personaje que Alejandro Sieveking interpretó en las dos primeras partes. Y vuelve para reencontrarse después de muerto con Gregoria, uno de los últimos personajes que el dramaturgo escribió para su esposa Bélgica. Los imaginó en el mismo café donde años atrás los personajes se juntaban a desmenuzar la vida, y que ahora está siendo demolido a sus espaldas.

Una semana después de la muerte de ambos, las cenizas de Alejandro Sieveking y Bélgica Castro fueron lanzadas al mar en Valparaíso. Fue otro de sus últimos deseos en vida. De la íntima ceremonia participaron sus tres nietos y amigos del teatro cercanos a la pareja, entre ellos Anita Reeves y Gaby Hernández. Su nieta Daniela los despidió con una canción de La Remolienda:

Ay ayaiii adiós que

Adiós que se va segundo

Ay ayaiii en un bu

En buque navegando

Ay ayaii adiós que

Adiós que se va

Ay ayaiii las niñas

Las niñas que lo querían

Ayaiii se han muerto llorando

Déjenlo que se vaya

Déjenlo no lo sujeten

Déjenlo que navegue

Cinco o seis meses sí…

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