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28 de Septiembre de 2021

“Nunca he tenido contacto con un paciente”: el efecto de la pandemia en las prácticas de estudiantes de Medicina

Javier Middleton

En el contexto de la crisis sanitaria, muchas de las prácticas clínicas presenciales para estudiantes de Medicina en pregrado fueron reemplazadas por cursos en modalidad online. “Hay que palpar, y eso no se puede hacer por internet”, dice uno de los afectados. The Clinic preguntó a alumnos y formadores: ¿Podría verse comprometida la formación profesional de los futuros doctores del país?

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Santiago Ferriere (21) está en su tercer año del programa de Medicina de la Universidad de Chile. En 2022, cuando comience su séptimo semestre de carrera, él y su generación emprenderán el curso de cirugía. Pero algo lo distingue de otras camadas de futuros doctores, que han hecho el mismo recorrido en el pasado, en la misma casa de estudios: Santiago dice que nunca ha tenido contacto directo con un paciente. “Hay que tocar, percutir, escuchar. Hay que palpar, y eso no se puede hacer por internet”, afirma.

La Educación Superior no se salvó del impacto de la pandemia. El aula se trasladó al mundo online, y el intercambio entre estudiantes y profesores estuvo —y, en muchos casos, sigue estando— mediado por la pantalla. En ciertas disciplinas, esto no significó necesariamente un problema. Sin embargo, en otras, las dinámicas de enseñanza dieron un vuelco que, según algunas voces, podría golpear la formación de futuros profesionales.

Esta preocupación es particularmente intensa en los alumnos de Medicina. En Chile, la carrera tiene una duración de siete años: cinco de pregrado, y dos de internado. Estos dos últimos equivalen a una práctica profesional, y se realiza en hospitales, clínicas u otros centros asistenciales, basándose en un modelo de mentoría donde el doctor actúa, y el aprendiz replica.

Aunque los programas difieren según la universidad, en la fase de pregrado suelen incluirse prácticas clínicas, ya sea en centros de simulación —con equipamiento técnico real, maniquíes y actores—, centros asistenciales, o ambos. En los centros asistenciales, los estudiantes se sumergen en el quehacer médico, y observan en primera persona cómo opera la relación con el paciente. Pero en muchos casos, con la crisis sanitaria y la sobrecarga del sistema de salud nacional como telón de fondo, esta instancia fue eliminada.

Santiago calcula que, en los últimos tres semestres, ha perdido “cientos” de horas de actividades prácticas en comparación a las que habría tenido en un año normal. “Dos años perdidos” que, opina, no se podrán recuperar, porque “no hay tiempo”.

Javiera Caro, estudiante de Medicina de quinto año de la Universidad de Talca, habla por su parte de 450 horas prácticas perdidas desde 2020. “Es un salto muy brusco, desde lo que fue la formación online que estamos teniendo, a la entrada al internado, que es 100% clínico. Van a ser generaciones que no están lo suficientemente preparadas para ingresar al internado”, comenta la también presidenta del centro de alumnos de Medicina, que organizó una manifestación a mediados de septiembre, a las afueras de su facultad, para visibilizar el problema.

“Hay que tocar, percutir, escuchar. Hay que palpar, y eso no se puede hacer por internet”, afirma Santiago.

Otro alumno, de la Universidad Andrés Bello, que actualmente cursa su segundo año de Medicina, dice que pasará a tercero sin nunca haber tomado siquiera una jeringa. Agrega que les han recortado una gran cantidad de actividades prácticas en la facultad—no en centros asistenciales—, apuntando  a que ve una “injusticia”, sobre todo por los casi ocho millones de pesos que, afirma, corresponden al arancel anual. Esto “considerando que es una universidad privada, y que en la práctica somos clientes que pagamos por un servicio”, relata el estudiante, quien solicitó aparecer sin su nombre.

“Nosotros los que estudiamos Medicina nos ponemos la camiseta todos los días. Imagínate lo que es levantarse a estudiar 12 horas diarias, seis días a la semana… Después, me daría mucha desilusión darme cuenta, en unos años más, que, aunque le puse todo de mí a la carrera, no soy el médico que debería haber sido, porque estudié mal”, puntualiza Santiago. 

“Si te soy sincero, más allá de la desilusión de los estudiantes, esto es un problema nacional. Tener médicos que estudiaron cirugía, o urgencias online, más importante de lo que nos cause a nosotros, es lo que le va a causar al país”, asegura.

Estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile protestaron el pasado 24 de septiembre. Crédito: Javier Middleton

Entrenar “habilidades blandas”

¿Qué tanto afecta la falta de prácticas clínicas presenciales, en pregrado, a la formación médica? ¿Es irrecuperable para un futuro doctor la falta de contacto temprano con pacientes? Al menos entre los estudiantes consultados por The Clinic, las opiniones varían.

“Personalmente, creo que afecta mucho, porque las carreras de salud son carreras prácticas”, señala Constanza Gutiérrez (21), alumna de cuarto año de la Universidad de Chile y coordinadora externa del centro de estudiantes de Medicina. Aquí, Constanza recalca la importancia de la interacción. “Un profesional de la salud que no sabe decir ‘hola, buenos días, cómo estás, cómo te puedo ayudar’, no cumple con las características básicas que debe tener. Y si no hay acercamientos con pacientes de verdad (…), podemos saber toda la teoría, pero al momento de ejercer, van a faltar muchas habilidades blandas”, explica.

“Imagínate lo que es levantarse a estudiar 12 horas diarias, seis días a la semana… Después, me daría mucha desilusión darme cuenta, en unos años más, que, aunque le puse todo de mí a la carrera, no soy el médico que debería haber sido, porque estudié mal”, puntualiza Santiago. 

En la misma línea corre el argumento de Juan Antonio Oliva, alumno de sexto de la Universidad Autónoma sede Talca, y presidente de la Asociación de Estudiantes de Medicina de Chile (ASEMECH). “(La falta de instancias prácticas) de todas maneras termina afectando. Porque no es lo mismo llegar al internado a aprender una competencia a tener alguna noción antes”, dice. Juan Antonio cuenta que en las prácticas “tempranas uno no interviene mucho como estudiante”, pero que igualmente se entrenan “habilidades blandas”: “el asunto de las entrevistas, del cómo yo me acerco al paciente”.

Estudiantes de la Universidad de Chile el 24 de septiembre, frente a Casa Central. Crédito: Javier Middleton

Para Joaquín Landerretche (24), estudiante de quinto de la Universidad Austral y presidente del centro de alumnos de Medicina, la discusión es distinta si se trata de realizar procedimientos. Basándose en el testimonio de sus compañeros, dice que “aprender a auscultar un par de pulmones no es difícil, o auscultar un corazón”. “Uno lo aprende en una o dos semanas, y para eso en el internado hay bastante tiempo, porque nos tienen encerrados (en los centros asistenciales) todo el día”, opina.

“Muchas veces, las prácticas clínicas que se hacían en tercero, cuarto y quinto se reducían a estar pegados a la pared, siguiendo a un doctor y viendo qué hacía este doctor”, agrega Joaquín, fijándose que en pocas ocasiones un estudiante practicaba directamente, por ejemplo, un examen físico.

El diagnóstico de los formadores

Boris Marinkovic es cirujano y tiene un magíster en educación quirúrgica del Imperial College de Londres. Desde octubre de 2020 ocupa el cargo de subdirector de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, llevándolo a la primera línea del debate por la falta de prácticas presenciales.

En primer lugar, el Dr. Marinkovic aclara que son los centros asistenciales los que definen “las normas de aforo, de cantidad de personas que puedan llegar”, y que estas varían significativamente. Hasta ahora, los alumnos de pregrado de la Universidad de Chile no han sido recibidos en los centros.

Luego, el subdirector explica que, por lo inédito de la contingencia, no está en conocimiento de evidencia científica que “demuestre que, si uno estudia Medicina una cierta cantidad de tiempo sin pacientes, se compromete la educación médica, o en el fondo se forman peores médicos. Eso es algo de lo que no hay papers (todavía)”. No obstante, detalla que esto es “siempre y cuando exista este internado o práctica profesional”.

La visión del Dr. José Peralta, presidente del Departamento de Formación y Acreditación del Colegio Médico (COLMED), es similar. “Los impactos, sobre todo en una carrera como Medicina, que es muy extensa, son muy difíciles de evidenciar en el corto plazo. Hoy no hay cómo tener la certeza de cómo se va a impactar en cinco años a los egresados que ahora están en segundo o tercer año (…). Es muy apresurado dar una respuesta hoy. En el mundo no existen respuestas todavía”, plantea.

“Muchas veces, las prácticas clínicas que se hacían en tercero, cuarto y quinto se reducían a estar pegados a la pared, siguiendo a un doctor y viendo qué hacía este doctor”, agrega Joaquín, fijándose que en pocas ocasiones un estudiante practicaba directamente, por ejemplo, un examen físico.

De todas formas, el Dr. Peralta cree que la suspensión de actividades presenciales sí “genera un impacto en el proceso formativo, pero eso instala el desafío en las instituciones de educación superior, en las universidades, de generar mecanismos que puedan reparar y lograr enmendar ese impacto”. Por lo mismo, las repercusiones dependerían del manejo que tenga cada institución, afirma.

En la Universidad de Chile, y ejemplificando con su especialidad, el Dr. Marinkovic comenta cómo “reorientamos el curso (de cirugía), pensando en la toma de decisiones y el razonamiento clínico, y los resultados fueron buenos. Y esto lo medimos por impresión personal, y lo medimos también por datos duros, que son el rendimiento en las evaluaciones finales y en actividades que son evaluadas”.

Crédito: Javier Middleton

Por su parte, la Dra. Patricia Muñoz, decana de la Facultad de Medicina de la Universidad Diego Portales y presidenta de la Asociación de Facultades de Medicina de Chile (ASOFAMECH), destaca cómo “han existido numerosas maneras de enfrentar esta situación, y ha sido un gran desafío para todas las escuelas de Medicina”. Señala que en la UDP, entre otras medidas, se implementó la “atención virtual de pacientes reales”, además de ampliar las prácticas presenciales en centros de simulación, cuando el contexto de la pandemia lo permitía.

“Si bien esto ha sido muy importante y un buen complemento, porque los prepara en un ambiente seguro y protegido, no reemplaza a la atención presencial real de los pacientes. Sin embargo, al estar en niveles previos al internado, tienen tiempo aún para tener actividades clínicas en sus prácticas profesionales, por lo que no saldrían menos preparados al mundo profesional”, dice la Dra. Muñoz.

Salud mental y vocación

“Hay algo que no tiene que ver con el currículum, y es la salud mental de los estudiantes”, dice el Dr. Marinkovic. “Y ahí creo que es el impacto más grande. Porque el hecho de no estar en los hospitales les da la percepción de que no están aprendiendo Medicina (…). Eso genera mucha ansiedad en los estudiantes. Y te diría que es lo más difícil de manejar. Como dirección de escuela, no consideramos esto inocuo (…). Porque el hecho de estar ansiosos significa que van a tener una peor experiencia en la carrera y eso significa que se puede ver, por ejemplo, comprometida su vocación”, explica el educador.

Fueron cerca de 50 los estudiantes que marcharon por la Alameda, vistiendo la inconfundible bata blanca del profesional de la salud, hasta instalarse frente a la Casa Central de la Universidad de Chile. La protesta, coordinada por el centro de alumnos de Medicina de esa casa de estudios el pasado 24 de septiembre, tenía un objetivo claro: presionar a las autoridades universitarias para concretar el retorno a las prácticas presenciales.

Entre los carteles con mensajes ingeniosos y el lienzo con la consigna #meduchsinprácticas se paseaba Braulio Pérez (25), estudiante de quinto. En una breve conversación, mencionó cómo esa falta de contacto con pacientes resultaba un factor desmotivante en una carrera que implica tanto esfuerzo, y que, a priori, se caracteriza por esa conexión humana.

Braulio no es el único con esa sensación. Javiera Caro, de la Universidad de Talca, también lo insinúa al afirmar que, sin las prácticas, “se pierde cierta humanidad”.

“Hay algo que no tiene que ver con el currículum, y es la salud mental de los estudiantes”, dice el Dr. Marinkovic. “Y ahí creo que es el impacto más grande. Porque el hecho de no estar en los hospitales les da la percepción de que no están aprendiendo Medicina (…)”.

“A mí me pasa que, si voy al hospital y vuelvo después a mi casa, llego con muchas más ganas de estudiar. En cambio, si estoy todo el día en mi casa, aunque vea a un paciente simulado y aprenda mucho, no es lo mismo”, sostiene Sebastián Espinosa, estudiante de tercer año de Medicina en la Universidad Católica, y vicepresidente externo del centro de alumnos.

“Yo te puedo decir a ciencia cierta que ellos están aprendiendo. Pero ellos te pueden decir que no, y eso les provoca mucha angustia, que es un sentimiento que yo valido, porque me habría pasado como estudiante”, dice el Dr. Marinkovic.

Un dilema de la formación en salud

El problema no es solo de los estudiantes de Medicina. Pedro Rojas (22), alumno de tercer año de Obstetricia en la Universidad de Chile, señala que se detuvieron las prácticas presenciales para todas las generaciones de su carrera. Incluso en internado, que corresponde al quinto y último año.

“Mucha gente piensa que no está aprendiendo realmente, y esto ha costado y dificultado bastante el aprendizaje (…). Yo lo he visto en compañeros que han egresado y que me han comentado, gente que ya está trabajando desde antes de la pandemia, que llega gente interna muy poco preparada, que están egresando estudiantes que están muy poco preparados (…). Que les falta el trabajo presencial en un hospital”, agrega Pedro.

Por la falta de este tipo de instancias, niveles completos han visto sus estudios congelados, en una decisión conjunta tomada por la dirección de escuela, en conversación con el centro de alumnos —del que Pedro es parte— y los mismos estudiantes. “Se ha llegado a acuerdos para resguardar la formación y para resguardar los beneficios. Porque los beneficios, como la gratuidad, las becas, siguen corriendo, aunque no estemos recibiendo la formación”, comenta el futuro matrón.  

En tanto, Emilia Vergara (22), quien hoy cursa su tercer año de enfermería en la UC, cuenta que el año pasado realizó “tres visitas domiciliarias, y eso ha sido casi toda mi práctica”. “Puedo, por ejemplo, saber en la teoría cómo sacar sangre, pero si yo nunca he punzonado una vena, jamás podré aplicarlo”, opina, mientras explica que ahora se están ofreciendo talleres para recuperar las actividades prácticas en ramos ya aprobados, aunque “no es lo mismo que cuando uno va aprendiendo y aplicando”.

Retorno dispar

Según un catastro elaborado por ASEMECH, publicado el 1 de julio de 2021, a esa altura 11 de las 28 facultades de Medicina que forman parte de la organización habían retomado las prácticas clínicas para estudiantes de pregrado en centros de salud. En tanto, en 16 de 28 (42,9%) se estaban realizando prácticas en centros de simulación. Por entonces, generaciones de estudiantes de Medicina en la Universidad Católica del Norte, la Universidad Andrés Bello en su sede Santiago y Concepción, la Universidad de Talca y Universidad Católica de la Santísima Concepción estaban en paro para exigir el retorno a las prácticas, de acuerdo con ASEMECH.

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La presión rindió frutos, al menos en el papel. El 19 de julio, en el ordinario n° 5565, dirigido a “directores/as de servicios de salud” y “centros formadores del país”, firmado por el subsecretario de redes asistenciales y el subsecretario de educación, se solicitó que se tomaran “las medidas que sean necesarias para que se reanuden decididamente las actividades docentes de forma presencial”.

El Dr. Peralta opina que “en algunos espacios, este documento logró destrabar la discusión y encauzar la energía, pero hay algunas universidades, servicios de salud y centros asistenciales donde eso no ha pasado”.

Un lugar dónde sí se comenzaron a mover las piezas es el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, el “Jota Aguirre”. Así lo explica su director académico, el Dr. Cristián Miranda, quien afirma que, en poco tiempo, habrá una reinserción, aunque acotada: si antes los grupos eran de diez personas, “ahora van a venir de a tres”. “Hay que ir creando formas para que reciban la presencialidad y que disfruten de la enseñanza con el paciente, pero que estén seguros”, agrega.

Consultado sobre si esto significa que finalmente tendrán menos horas de prácticas presenciales que las generaciones pre pandemia, el Dr. Miranda responde “sí, pero vamos compensando de alguna forma. Porque, por ejemplo, se supone que ofreceremos actividades voluntarias durante el tiempo de las vacaciones, sábados y domingos”.

En la Universidad Católica, relata una estudiante de quinto que prefirió mantener el anonimato, se aplicó un mecanismo parecido: condensaron en 2021 muchas de las prácticas que no se habían realizado. Un esfuerzo que implicó recortar vacaciones, y que, a fin de cuentas, supuso aún más carga académica para una carrera de por sí exigente.

“No van a salir mermados en su formación profesional. Van a salir marcados”, dice el Dr. Miranda, quien expresa que a los estudiantes “les debemos dos cosas: la actividad docente práctica verdadera, y les debemos la vida universitaria (…). Nos preocupa reinsertarlos, darles la actividad práctica”.

Desde ASEMECH afirman que repetirán, de aquí a fin de año, el catastro nacional sobre las prácticas clínicas.

“Nosotros (en el COLMED) creemos que es necesario que el ministerio entienda que la formación de recursos humanos médicos es fundamental para el país. Y en ese contexto, es una prioridad para los centros asistenciales, en conjunto con responder a la demanda asistencial, el permitir que podamos continuar formando profesionales, y en el fondo, dar renovación al recurso”, sugiere el Dr. Peralta.

Fijándose en el presente, la estudiante Constanza Gutiérrez es tajante en su análisis: “Nos sentimos abandonados por la Universidad de Chile, cuando muchas otras universidades del país ya están haciendo prácticas clínicas”.

Y tomándose de esas palabras, el Dr. Marinkovic remata con que el “abandono” es de la “sociedad”. “Porque la sociedad no consideró que era importante la formación médica en hospitales. Desde el ministro para abajo. O se demoró tres semestres en acordarse, incluso en los medios de comunicación. Es algo que a todos nos sorprende, y todos estamos reaccionando tardíamente”, concluye.

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