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Opinión

16 de Noviembre de 2021

Columna de Ernesto Águila: La regresión pinochetista y un final abierto

Agencia Uno

A pocos días de las elecciones del 21-N, los clivajes se han movido y las disyuntivas se han vuelto más dramáticas. El cambio fundamental lo constituye, sin duda, la irrupción de José Antonio Kast -de una muy débil comparecencia en el último debate-. La primera gran damnificada es la propia derecha: no deja de sorprender la súbita regresión autoritaria-conservadora que ha experimentado en estas semanas.

Ernesto Águila Z.
Ernesto Águila Z.
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La campaña presidencial se inició con un guion simple que no ofrecía mayores variaciones ni sobresaltos. Lo que estaba en juego a través de las candidaturas más fuertes, las de Boric y Sichel, era el dilema de cambio versus continuidad. Sichel era el candidato de Piñera y expresaba, por tanto, la continuidad. A pocos días de las elecciones del 21-N, el escenario es otro, los clivajes se han movido y las disyuntivas se han vuelto más dramáticas.

El cambio fundamental lo constituye, sin duda, la irrupción de José Antonio Kast -de una muy débil comparecencia en el último debate– como la opción principal de la derecha, lo que se refleja en las encuestas (bastante devaluadas, cabe advertir), pero también en lo que reportan quienes están en las calles haciendo campaña. Kast sería competitivo no sólo en primera vuelta (lo que podría explicarse por el desfonde de Sichel) sino también, sorprendentemente, en segunda vuelta.

La idea de cambio y transformaciones profundas se habría encontrado, así, con fuertes temores e incertidumbres ciudadanas y una demanda de orden. La emoción predominante se habría trasladado de la esperanza al miedo o, por lo menos, ambas estarían más balanceadas. ¿Podrá ser todo esto una lectura falsa, inducida por quienes buscan morigerar el programa de cambios de Boric? ¿Una simple y bien urdida confusión de deseos con la realidad de ciertas elites y poderes fácticos? No podemos descartar una respuesta afirmativa a estas preguntas, pero por ahora es mejor actuar “como si” los peores presagios sobre Kast fueran ciertos. Prevenir antes que intentar reparar cuando sea demasiado tarde. Cuál es la verdadera fuerza de Kast y la real amenaza que significa es algo que sólo comenzaremos a saber la noche del 21-N.

Pero ¿qué es Kast y qué representa? Si bien algunos rasgos lo emparentan con el ascenso de la ultraderecha en el mundo, es un producto bastante criollo, conocido y que se creía superado: el pinochetismo. No sólo porque no logra disimular su identificación con el dictador o porque niega o minimiza las violaciones a los derechos humanos, sino porque reivindica un programa neoliberal radical, de manual, en lo económico-social (la extrema derecha de otras latitudes es menos liberal y más estatista, en la línea del fascismo más clásico) y, a la vez, es muy conservador en lo moral. Esa combinación, ultraliberal en lo económico, ultraconservador en lo valórico y autoritario en lo político, es justamente el viejo pinochetismo.

La primera gran damnificada es la propia derecha: no deja de sorprender la súbita regresión autoritaria-conservadora que ha experimentado en estas semanas. Casi todos sus partidos han manifestado que apoyarán a Kast en segunda vuelta. Ni siquiera han puesto condiciones, lo cual resulta imperdonable cada vez que se conoce más de su programa. No parece conmoverlos ni el retroceso de las libertades individuales, ni la insolvencia de las propuestas económicas, ni el negacionismo en derechos humanos. ¿Sabrán que con este apoyo están cavando su tumba a mediano y largo plazo? Es cierto que los componentes liberales de la derecha chilena han sido históricamente débiles. También es cierto que su distancia de la dictadura se ha caracterizado siempre por una cierta ambigüedad, pero desde el 90 a la fecha había seguido una trayectoria de ruptura con esta y de creciente condena a las violaciones a los derechos humanos. Su apoyo a Kast implica una involución político-moral y devuelve a la derecha chilena a las cavernas pre-90.

Para la izquierda tener como adversario principal a Kast y leer el nuevo escenario político-electoral no ha sido fácil. Su propuesta de cambio ha debido mostrarse más concreta y accesible (las 53 medidas fueron un avance en esa dirección, pero su difusión ha sido débil) y, a su vez, ha debido multiplicar las señales de que esta propuesta representa un cambio seguro. El “sentido común” en disputa es si la paz y el orden que la ciudadanía parece estar buscando es el fruto de un programa de transformaciones o bien el resultado de una restauración autoritaria-conservadora. En ese vértice seguramente se decidirá la próxima contienda presidencial.

Pero ¿qué es Kast y qué representa? Si bien algunos rasgos lo emparentan con el ascenso de la ultraderecha en el mundo, es un producto bastante criollo, conocido y que se creía superado: el pinochetismo. No sólo porque no logra disimular su identificación con el dictador o porque niega o minimiza las violaciones a los derechos humanos, sino porque reivindica un programa neoliberal radical, de manual, en lo económico-social (la extrema derecha de otras latitudes es menos liberal y más estatista, en la línea del fascismo más clásico) y, a la vez, es muy conservador en lo moral.

El develamiento pinochetista de la candidatura de Kast –con la ayuda de la prensa internacional, más aguda e inquisidora que el periodismo local- posiblemente genere algunos movimientos electorales finales: un cierto repunte de Sichel -de muy buen desempeño en el último debate- a partir de alguna derecha liberal que vaya quedando de este naufragio; la movilización de un voto de izquierda y popular más anti Kast que pro Boric que estaba en la abstención o se disponía a entregar un voto testimonial a Artés; y un cálculo de un voto estratégico o “útil” que se desplace de Provoste a Boric, por considerar que este último es el candidato más competitivo frente a Kast y que no es para nada superfluo si Boric o Kast gana en primera vuelta y con qué diferencia lo hace.

La regresión pinochetista del proyecto de Kast -y su inesperada audiencia- ha puesto en juego y en riesgo los lentos avances en libertades individuales, derechos sociales y memoria histórica de estos años. Ha vuelto a poner en agenda el tema de la democracia como disyuntiva fundamental de nuestra sociedad, señal de que el “nunca más” no fue muy sólido ni profundo, y que sigue siendo una asignatura pendiente de nuestra transición democrática.

Puestos en la recta final ya son pocos los cambios de estrategia que se puedan realizar de aquí al 21-N. El último debate consolidó a un sólido Boric, significó un serio traspié para Kast, fue una gran jornada para Sichel, y Provoste supo mantenerse. La suerte está echada y ya comienzan a dibujarse los escenarios de segunda vuelta. Los discursos de la noche del 21-N de los candidatos triunfadores son el primer acto de campaña de la segunda vuelta. El contenido y el tono dependerá de los resultados, de quien pase primero y con qué diferencia. La segunda vuelta es otra elección y lo que es claro es que hay que sumar y convencer más allá de los propios partidarios. Se han visto elecciones ganadas en primera vuelta perderse por el tipo de campaña en segunda vuelta.

Puestos en la recta final ya son pocos los cambios de estrategia que se puedan realizar de aquí al 21-N. El último debate consolidó a un sólido Boric, significó un serio traspié para Kast, fue una gran jornada para Sichel, y Provoste supo mantenerse. La suerte está echada y ya comienzan a dibujarse los escenarios de segunda vuelta.

Todo indica que esta historia, la que comenzará a escribirse con la elección del próximo domingo, pero también la de más rango histórico que irrumpió el 18-O, se encuentra en pleno desarrollo y con un final abierto.

*Ernesto Águila es analista político y académico de la Universidad de Chile.

También puedes leer: Columna de Ernesto Águila: Presidenciales en su punto de partida


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