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Cultura & Pop

16 de Noviembre de 2021

“Me siento renacido”: Pablo Ilabaca se atreve como solista

Valentina Palavecino

Ad portas de su primer concierto sin seudónimos -el próximo 25 de noviembre-, el artista conversa con The Clinic sobre las transformaciones y su carrera musical fuera de Chancho en Piedra. Su nuevo disco, “Canciones para conversar con la muerte”, "te abraza", sostiene Ilabaca, quien busca honrar el proceso de cambio, la vida y la muerte.

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Pablo Ilabaca es un torbellino de emociones. Y lo sabe. Cuando piensa en su próximo concierto, el próximo 25 de noviembre en el Teatro Nescafé de las Artes, solo tiene una expectativa: no llorar.

“Voy a tratar de no llorar en el escenario, ese es mi objetivo principal. Y pasarlo bien, darle un cariño gigante a la gente que me vaya a ver”, comenta.

Se tratará de un momento especial para el artista, conocido por los proyectos Chancho en Piedra, 31 minutos, Pillanes y Jaco Sánchez: ese 25 de noviembre lanzará su primer álbum solista, firmado con su nombre y apellido, sin seudónimos.

Canciones para conversar con la muerte”, dice, es un disco “para honrar el proceso de cambio, para honrar el proceso de trasformación, para honrar la vida y para honrar la muerte. Es súper metafórico”.

Al artista le gusta pensar que ese 25 de noviembre en el teatro no estarán solo los vivos, sino también “muchas almas que van a llegar por el sonido a ver el espectáculo”. “Eso es lo que espero. Me gusta mucho la frase que se la escuché a un cantante mexicano en un cementerio en noche de los muertos. Dice: ‘este aplauso es para los papás que ya no están con nosotros, pero que en estos momentos ya deben estar por llegar’. La encuentro maravillosa”, sostiene en conversación con The Clinic.

-Este es tu primer disco sin ningún seudónimo, ¿cómo te sientes siendo finalmente tú mismo al cien por cien con tu nombre y apellido?

-(Se ríe). La verdad es que me he sentido súper bien. Todos los ejercicios han sido bien raros, como bordeando la megalomanía (vuelve a reírse). Este es el primer disco que dice así “Pablo Ilabaca”… Me costó un poco ver mi nombre en una carátula.

-Pero ¿ya lo asumiste?

-Sí, ya me acostumbré. Ya estoy feliz, asumido. Ya salí del closet.

-¿Y cuál es la sensación de salir del closet?

-Maravillosa, buenísima. Es raro también. Tengo 45 años, y esto ha sido como renacer.

-Es curioso que utilices esa palabra, porque tu disco pasa por la muerte, pero también por la vida, un renacimiento, el viaje, la trascendencia. Siento este tu primer álbum solo, ¿por qué sentiste la necesidad de abordar todos estos fenómenos?

-Porque todo eso tiene que ver con la transformación. La muerte es solo una metáfora, como con Ingmar Bergman. Conversar con la muerte, enfrentarse a ella, y empezar a transformarse. Pero también es un canto a la vida… Hay una tonada que viene en el disco que se llama “Tonada para una guagüita recién nacida” (la última canción del disco), que está hecha para cuando nazca un bebé. Mi idea era que cuando nazca un bebé se ponga esa música…

Cr´´edito: Piedad Rivadeneria

-¿Qué otras transformaciones identificaste en ese álbum?

­-También hay una trasformación, como dice (el filósofo) Rudolf Steiner en la antroposofía, que las almas llegan y andan por ahí. Como pasa también en la película Soul, ¿no? Como que están por ahí las almas y llegan y se meten en un cuerpo. También está esa transformación, del día y la noche, de enamorarse y desenamorarse. Todo está relacionado con una transformación, con una metamorfosis constante, este flujo que llamamos vida. Yo le llamo presente, pero eso tiene que ver con el canon budista que tiene que ver con el presente, no con el pasado ni con el futuro. Tiene que ver con no pensarlo tanto, sino que tranquilizar la mente. Vivir ese proceso para empezar una transformación.

-¿Cómo ha sido hasta ahora la recepción del disco, considerando que trata de temáticas a las cuales nos hemos enfrentado frenéticamente durante la pandemia?

-Con la pandemia la muerte se anda paseando por los pasillos de las casas… Entonces creo que es mejor aún para mí y yo creo que para todos saber enfrentar este tema, conversarlo. Darse cuenta de que, si bien es cierto, la muerte de un familiar, de un ser querido, es algo tremendamente doloroso, ¿cómo podemos aceptar eso? Lo que pasa es que los seres humanos pensamos que somos invencibles, que somos infinitos y no es así. Por eso es que nos echamos cremas o no sé, hay una arruga y más menos como que es el fin del mundo, como que la gente quiere vivir hasta los 100 año…, ¿Para qué tanto? Yo estoy hablando desde, por así decirlo, una vista arriba de una ventana mirando hacia abajo, porque también cuando muera mi padre o mi madre o alguien más cercano, obviamente que va a ser súper doloroso. Pero quizás estos procesos, o estos pensamientos, o mirarlo de una forma más filosófica, me ayude a lidiar con eso cuando pase.

-Me llama la atención que hables tanto del proceso de transformación, porque en tu disco hay procesos de transformación de canciones que ya existían, como “Mi viejo” (Piero) o “Todo el mundo querrá partir” (Chancho en Piedra). ¿Cómo fue el proceso de replantear estas canciones que ya están en nuestro imaginario popular?

-Primero que todo, muy buena pregunta. Fue un proceso súper enriquecedor para mí y claro, como decías tú, tiene que ver con la transformación, son canciones que, metafóricamente, estaban en un ropero guardadas y salen a la vida nuevamente, salen de nuevo al carnaval, a la rueda. Salen de nuevo a transitar por ahí con una nueva ropa, con un nuevo peinado. Fue súper enriquecedor, especialmente la canción “Todo el mundo querrá partir” que yo la compuse hace 20 años con Chancho en Piedra. Para mí era un deber que estuviera presente en este disco porque esa canción habla de que la muerte te está cantando.

¿Y “Mi viejo”, de Piero? Esa sí que es un clásico…

-Mira, a pesar de ser un clásico, que uno pensaba que quizás no se podía tocar o transformarlo, logré hacerlo. Fue súper difícil cantar esa canción porque es súper emotiva. Me pasaba que las primeras veces, cuando la estaba incorporando dentro mío, era muy fácil ponerme a llorar o emocionarme y que no salieran las palabras… Fue un lindo proceso. Tuve la suerte también de mostrársela a Piero y le encantó. También, por otro lado, fue también súper impactante esa experiencia de conocer al maestro, un hombre muy humilde, muy capo y estaba fascinado con la versión. Entonces han pasado muy bonitas en estos procesos de transformación de canciones y el proceso de la grabación del disco.

-Es interesante que, en el disco, tanto esa canción, como “Teniente 1945” y “En el Melonal” se aborda directamente la familia. ¿Qué rol juega tu familia en tu trabajo en general y, en particular, en este disco, firmado con tu nombre y apellido?

-Nosotros somos un clan muy apretado. Somos muy familieros, nos encanta estar juntos. Somos cuatro hermanos, mis papás ahora cumplen 50 años de matrimonio y todavía están casados, están enamorados. Este disco también es un tributo a mi niñez, que también es una micro muerte, una muerte diminuta, porque es un espacio en mi vida que ya no está y que vive ahí en el recuerdo… Y “Teniente 1945” habla de mi abuelo y de mi abuela: es una canción que la hice a mi mamá porque ella siempre me dijo que nunca conoció a su padre. Su padre, mi abuelo Salvador murió en la mina El Teniente, el año 1945, en el desastre del humo que fue un incendio gigantesco en el que murieron cientos de personas. Mi abuelo murió ahí. Mi mamá tenía dos años, no se acuerda de su padre… Entonces, la canción habla de un tema muy bonito porque aproveché este vals fantasmagórico para contar una historia de amor entre mi abuelo y mi abuela. Él como fantasma va donde ella a contarle que murió y que la va a acompañar siempre y que siempre la va a amar.

Imagen del Clip “Teniente 1945”

-¿Se la mostraste a tu familia?

-Sí, y no te imaginas… Todos, todos llorando. Fue muy impactante, tiene una carga gigantesca de emociones la canción. Y con “En el Melonal” pasó lo mismo. Ahí hablo de mi tío Tito que era el hermano de mi mamá, que tenía un melonal. Entonces esa canción es una oda a la niñez, a los días vividos en el campo con barro y jugando.

-Hablando de tu hermano, una de las canciones que cantas con él (Guarisnaque) da la sensación de estar en un circo. Lo mismo con Casimiro… Quisiera entender ese proceso, porque este álbum completo no tiene ni rock, ni funk, ni ningún estilo musical que formó parte de tus proyectos anteriores en Chancho en Piedra o 31 minutos.

-Qué bueno que toques el tema, porque mira: yo siempre quise estudiar canto lirico. Ser cantante de ópera es mi sueño frustrado y me encanta, por ejemplo, Pavarotti o cantantes nuevos que no son muy conocidos. Y para este disco ya tenía hecha canciones como Teniente, por ejemplo, que son súper líricas, o “En el Melonal”, que es bien gutural. Y ya cachaba que era una música distinta… Y sabía que ese álbum me iba a cambiar también, me iba a transformar a mí en otro artista en ese sentido, ¿no? Como en la forma de interpretar. Yo no tocó casi ningún instrumento en el disco, por ejemplo. Y claro, están esos valsecitos, que tienen esta cosa del circo que es como alegre y triste, nostálgico. Y el Guarisnaque lo decidí incluir porque es un tema alegre, muy del gen chileno, que también estaba en este ropero del olvido. El Guarisnaque me vino a alegrar un poco la temperatura del disco. A mí me encanta, porque creo que también tiene que tener eso: el conversar con la muerte también tiene que ser alegre, no tiene que ser tan ceremonioso tampoco.

Crédito: Valentina Palavecino

-Como los mexicanos la ven…

-Exacto. De hecho, tuve la suerte de, hace un par de años, pasar el día de los muertos en Oaxaca, en un cementerio. Estábamos de gira con 31 minutos y pasamos la noche de los muertos ahí. Fue maravilloso. Adoptamos una tumba que estaba como huérfana, que nadie había ido y nos pusimos a contar historias, a mirar lo que pasaba en las otras tumbas. Fue muy bonito y alegre, una fiesta bien importante.

-Todo eso que dices me recuerda esa palabra del portugués que no tiene una traducción exacta, saudade, pero que Fernando Pessoa definió como “la presencia de lo que está ausente”. Puede ser un sentimiento, un momento, alguien que partió, etc. Pensando en todo eso, ¿qué es lo que te gustaría que fuera presente cuando el público escuche tu disco?

-Yo creo que serenidad, calma. Siento que este disco te abraza… Es raro, pero tenías razón en lo que decías antes, que yo siempre he hecho funk, rock, músicas más energéticas, como que dan un up. Pero esta música es súper reflexiva, es súper serena y creo que me gustaría que eso produjera. Yo siento que eso produce… Es un disco de alguien de 45 años, yo creo que este disco no se pudo haber hecho mejor, yo creo que tiene que ver con el hecho de tener esa edad.

-¿Estás en la crisis de la mediana edad?  Jajaja.

-(Se ríe) No, para nada. Estoy feliz. Realmente me siento renacido. Yo me fui de los Chanchos hace tres años y ha sido un proceso súper importante, porque realmente cambió mi vida. Ha sido muy bueno, me encanta el momento que estoy viviendo.

-Finalmente, ¿qué podemos esperar de Pablo Ilabaca de aquí en adelante?

-Más música, más discos. Voy a sacar otro disco el próximo año, una ópera rock, música, grabar, grabar, grabar…

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