Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

14 de Febrero de 2022

FOTOS. El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos

Son de distintas generaciones, se sumergieron en sus propios archivos y escogieron una imagen que proyectara para ellos el amor en cualquiera de sus formas. Desde históricas y conmovedoras escenas del Chile de otra época a propuestas más autorales y confesionales. Aparecieron también retratos de artistas, parejas y amantes secretos, madres e hijos e incluso mascotas. Aquí, sus autoras y autores cuentan las historias detrás de cada una de estas imágenes.

Por

Luis Poirot (1940) / Fernanda

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Luis Poirot

“Bucalemu, diciembre 2011. En estos días se cumplen diez años de esta fotografía, invitación enviada a nuestro matrimonio en la casa de campo familiar de Fernanda (Larraín, su pareja, también fotógrafa y citada a este artículo). Los viejos árboles han sido el entorno escogido muchas veces para algunos de los cientos o más bien miles de retratos que le he tomado a Fernanda en los más de veinte años juntos. ¿Cómo escoger una imagen que hable de este amor? Quizás por eso aquí aparece y desaparece fantasmalmente, pero es presencia permanente y no se entiende mi vida sin la suya”.

Marcelo Montecino (1943) / La Internacional en el funeral de Neruda

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Marcelo Montecino

“24 de septiembre de 1973. Cuando llegué a la entrada del cementerio por avenida La Paz, ya había algo así como 600 personas esperando a la entrada. Era un día muy triste, muy nublado, y había bastante ansiedad. Esperamos y lentamente empezó a llegar el cortejo. Pasaron enfrente de la morgue, donde aún había listas larguísimas de personas. Y a medida que los dos grupos se juntaron, empezaron lentamente a cantar La Internacional. Fue desgarrador, pero también una canción de amor. De amor por Neruda, Allende, y por Chile. Creo que fue una forma de expiación, de purificación, de catarsis. Me acuerdo que me llamó la atención que tanta gente se hubiese arriesgado. Fue la primera vez que protestaban contra el Golpe y lo hicieron con La Internacional y en el funeral del poeta”.

Paz Errázuriz (1944) / Fabiola Campillai y su esposo

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Cr´édito: Paz Errázuriz

“Esta fotografía de Fabiola Campillai con su esposo Marcos es la más importante que hice durante el año pasado. La tomé poco tiempo antes de que ella fuera elegida senadora de la República y es la que más me ha conmovido desde hace mucho tiempo”.

Juan Domingo Marinello (1948) / Un abuelo y su nieto

Crédito: Juan Domingo Marinello

“Esta fotografía data de 1972. Un abuelo y su nieto, espectadores de la Parada Militar. Si se observa con cuidado, podemos advertir una maravillosa transmutación de amor y ternura. El nieto protege y cuida de su abuelo mientras éste regresa a su infancia con una sonrisa infantil y un globito desinflado. Aún hoy día me vuelve a conmover como ayer”.

Jorge Brantmayer (1954) / Dos amantes en París

Crédito: Jorge Brantmayer

“Hice esta foto a fines de los 90 en la ciudad de París, en algún lugar en la rivera del Sena.  Me impactó mucho el momento e inmediatamente supe que se trataba de un amor ilícito, una escena algo dramática de una junta de amantes. Aprovechó ella el momento de ir de compras a algunas tiendas para encontrarse con él al finalizar el día. En París siempre verás escenas de amantes, sufrientes, escondidos, culposos, amores que duelen al ser secretos e imposibles. Ese abrazo, ese refugio de un momento breve, me dejó un poco triste pero tuve la fortuna de coincidir con mi cámara y el momento de la luz. No sé si será una despedida, pero la escena es sugerente y cinematográfica. En ese abrazo y en ese beso se pierde la noción de lugar y tiempo, el vértigo del amor”.

Álvaro Hoppe (1956) / Cita a Magritte

Crédito: Álvaro Hoppe

“El contexto de esta foto fue el movimiento estudiantil de 2011. Habían convocado a una besatón en el centro y elegí ir a cubrir esa pauta. Siempre me ha interesado el surrealismo, y esto me pareció muy surrealista sin haberlo visto aún. Cuando tuve enfrente a esta pareja, inconscientemente vino a mi cabeza el cuadro Los amantes de Magritte, el gran artista surrealista. Esta foto es una clara cita a esa obra y representa para mí el amor secreto, clandestino, y la imposibilidad de oler, de tocar y de besar incluso. Fue muy potente toparme con esta imagen en una manifestación social.”

“En las protestas de los 80 había pancartas pero no esta teatralidad que hemos visto desde entonces, y hasta el estallido. En medio de una manifestación, que surja una imagen como ésta, me habla del amor, de conectarse con el otro, de buscar el encuentro y la unión con otros. Tenía varias otras fotografías de besos, siempre me parecen interesantes, pero ésta en particular. Mi pareja la tiene enmarcada. Le gusta mucho y a mí también. Me recuerda además una cita de Cortázar: “Tengo tu foto; no para acordarme de ti cuando la miro, sino para mirarla cuando me acuerdo de ti”.

Jorge Sánchez (1957) / El último regalo de Andrés Pérez

Crédito: Jorge Sánchez

“La última entrevista que dio Andrés Pérez se publicó el 16 de agosto de 2001 en El Mercurio. Esta foto se la tomé dos días antes, para esa misma sesión. El motivo de la entrevista era la disolución del Gran Circo Teatro, el desalojo de Matucana 100 y su avanzada enfermedad. Además, él tenía problemas económicos por deudas de la compañía”.

“Yo conocí a Andrés años antes, al poco tiempo de su llegada de Francia. En ese tiempo yo trabajaba en el diario La Época y tuve la suerte de asistir a unos ensayos de La Negra Ester que se presentaba en el cerro Santa Lucía. Me quedé maravillado y sorprendido por la puesta en escena de las décimas de amor de Roberto Parra, y con la forma en que él se comunicaba con su compañía. Con los años seguí cubriendo cultura y espectáculos, y ya nos ubicábamos. Teníamos muy buena onda, una relación de fotógrafo-director, además de una complicidad y reciprocidad profesional”.

“Ese día que hicimos la última entrevista, me acuerdo que salimos de su departamento en Bellavista y que caminamos un par de cuadras. Él estaba muy débil físicamente, había que hacer rápido todo. Encontré esa cortina metálica brillante y cálida para esos días fríos de agosto. Andrés era muy coqueto, me decía Negro, y ese día, muy coqueto como siempre, me dijo: ‘Te voy a regalar una foto pero no la voy a repetir’. Después de tomar varias en el mismo lugar y jugando un poco con su bufanda roja, él cerró los ojos por un instante y disparé. Los abrió y me dijo: listo. Escogí este retrato suyo por su entrega total. Él transmitía y daba mucho amor. Se estaba yendo, era una despedida, y este regalo, quizás una de sus últimas fotos, fue un gesto de amor suyo. Un ‘nos vemos’”.

Matías Recart (1967) / Mantis Religiosa (parte de su serie “Perdido en el paraíso”, Valparaíso, 2018)

Crédito: Matías Recart

“El amor, al igual que la Mantis Religiosa, devora una parte del otro. El mimetismo nos transforma, la independencia sucumbe ante el canibalismo sexual. Nos confundimos entre sí, nos vamos transformando en el otro, nuestro interior poco a poco desaparece y ya no es nuestro. Nuestra oscuridad es su luz, nos toma, nos devora, nos ama, nos apaga”.

María Gracia Subercaseaux (1970) / Niña madre

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: María Gracia Subercaseaux

“Esta foto es del año 2009 y la tomé en la Isla Ibo, en Mozambique, África. La elijo porque creo que no existe en la vida un amor y entrega mayores que la maternidad, y a una edad tan temprana más encima. Esta imagen retrata a una chica que debe abandonar su niñez para convertirse en madre y cuidar a ese otro niño que es su hijo, sin saber lo que le espera, intentando dar lo mejor de sí misma”.

Javiera Eyzaguirre (1975) / Mi hijo menor Salvador

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Javiera Eyzaguirre

“Mis hijos son la representación más absoluta que tengo del amor. Y la llegada de Salvador, el menor, fue una gran sorpresa y una oportunidad de volver a lo realmente importante, a lo esencial de la vida. Salvador representa el cuestionamiento incesante, la reflexión, el asombro, la sensibilidad y la gratitud. Y esta fotografía suya representa para mí el amor, el nacimiento de las segundas, terceras e infinitas oportunidades que la vida te da para vivirla de forma diferente. Una cabeza saliendo del agua, como si viéramos dentro del útero, al origen de todo”.

Zaida González (1977) / “La venganza”

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Zaida González

“La última vez”

Le escribí por quinta vez una nueva carta para decirle lo mal que me sentía, que no me buscara más y que sé que de nuevo no entendería ni una sola palabra de lo que allí le decía. Le vuelvo a repetir que no me enamoré de él, que nunca me he enamorado y que soy consciente de que boicoteo las cosas sanas y me aferro a lo que me hace mal, con el sin sentido de querer frustrantemente de que me quieran, personas que nunca lo harán.  Le dije también que cambié su nombre, que los nombres pesan y que Juan José me hace mal. Escribí esa última carta sabiendo que jamás tendría una respuesta, hasta pasar unos 7 a 10 días en que automáticamente se disolverían y confundirían las letras con un indolente chispear de dedos, volviéndose ridículas, cursis e innecesarias…

Estuve toda la tarde pensando y queriendo que viniera mi NoJuan, contradiciendo todo lo que le había transparentado por escrito.

Me llamó a la 1:00 am para preguntar qué hacía, mandándome esos monos insoportables de pendejo que odio y que sólo en él quedan detestablemente bien. Le dije que viniera, insistía en que si acaso de verdad quería eso. Me ponía una vez más a prueba, pero le volví a asentir que sí, que viniera pero altiro, no dos horas después como siempre… Siempre me pilla volando bajo o parece que siempre vuelo bajo para él.

Llegó todo curao, encorvado, estaba pálido, más bien amarillo, ojos hundidos, no tenía hecha su trenza, sino que un tomate muy alborotado, no logramos conversar algo con sentido. Me empezó a correr mano desagradable y torpemente altiro, sabiendo que hace conmigo lo que quiere y que es lo mismo que yo quiero al fin. Sabe que me puede mandar, no así como le pasa afuera, con su familia, con su trabajo o con sus amigos, donde se le ve solo y se arma de chistes para hacerse valer como un personaje resuelto y feliz, pero que lo agobia y presiona una rutina insoportablemente tediosa (según yo), tal vez así no sea y realmente es muy feliz.

“Llegó todo curao, encorvado, estaba pálido, más bien amarillo, ojos hundidos, no tenía hecha su trenza, sino que un tomate muy alborotado, no logramos conversar algo con sentido. Me empezó a correr mano desagradable y torpemente altiro, sabiendo que hace conmigo lo que quiere y que es lo mismo que yo quiero al fin”

Ese día hacía calor, andaba con una polera con encaje entero atrás y calzones, le expliqué que no podía culiar, pero no me permitía explicar el por qué y tenía tantas ganas de contárselo. Era mi primera no-vez, aunque también me había reservado el no hacerlo y culié igual, a pelo y con sus vestigios de guagua deforme aún saliendo de la zorra muerta que me tenía enferma, patética, agobiada

Me monté sobre él, lo besé fuerte mordiéndole los labios, sin importarme el dejarle marcas que tanto le preocupaban cuando estaba algo más lúcido. Sólo me preocupé de dejarlo loco, aunque sé que no lo lograba porque ya venía entero loco, hasta que me da vuelta y termina como siempre, como si mi caja fuera un basurero de semen; tal como le dije en esa carta; que me había aburrido de culiar así, como una prótesis de aliexpress, ordinaria y barata… No importa, lo dejé y no disfruté en mí, pero sí en él y esa sutil y silenciosa forma que tiene de irse dentro mío, sin preguntar ni pedir permiso. A mí me basta y vuelve loca hasta sólo justo ese ahí y no más que ese ahí.  

         … terminamos… terminó… yo nunca termino… yo me aburro… yo no sé….

Cabeceaba en el sillón, quedándose dormido, disminuido como un niño. Le dije que se acostara y se quedara conmigo, algo desagradable en mal tono balbuceó, se paró, se puso apenas tambaleante la mochila olvidando su sagrada gorra que estaba en el piso, se la pasé de buena que soy. Me dio unos besos desabridos en los brazos y se fue.

Antes de que atravesara la puerta le pregunté: ¿viniste a puro culiarme? Pero estaba tan cosío que no hilaba palabra, mirada, gestos, ni menos frases. ¿Qué drama inútil de señora barroca pensaba en enrostrarle?, si el culebrón me lo inventé yo sola desde que se convirtió en una figura obsesiva y compulsiva desde que junto a Esther nos encontramos borrachos en ese bar de Portugal en agosto del 2021, en toque de queda.

Se fue… tira y afloja, tira y afloja… se fue.

Cierro la puerta

Me quedo peor que antes… Me hago la víctima.

Luego río, luego lloro y luego río nuevamente, ni a los gatos me creen…

Mi NoAmor es ridículo.. no estoy venciendo… lo sé”.

(Carta escrita por la autora en “casi febrero covid 2022”).

Gabriela Rivera (1977) / “Pelos y un bigote de mi gato Marduk”

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Gabriela Rivera

“Le tengo mucho apego a un cúmulo de pelos y un bigote de mi gato Marduk. Los conservo en una cajita que custodio cual reliquia. Marduk, a quien recogí de la calle el año 2007, viajó conmigo desde Chile a España el año 2018, y en septiembre de 2020 fue su deceso en la ciudad de Valencia. Conservar fragmentos de su corporalidad, residuos de su cuerpo que antes podría haber barrido y eran objeto de limpieza, hoy lo son de veneración, nostalgia y melancolía de los días vividos juntos que no regresarán, pero también de la dicha del amor compartido”.

Fernanda Larraín (1979) / “La vida junta por el final”

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Fernanda Larraín

“Esta imagen fue tomada el año 2003 en Miami, luego que Luis (Poirot) pasara por una operación de cáncer en su ojo izquierdo y durante los meses posteriores de radiación. De día era difícil salir, ya que la luz irritaba sus ojos y los médicos le habían advertido evitar el sol ya que la piel irradiada era muy sensible. Vivíamos en un departamento prestado, al frente de la playa que mirábamos con envidia y durante esas mañanas, encerrados los dos, mientras aplicaba aloe-vera en la cicatriz, íbamos imaginando el futuro de un día a la vez, con miedo a una posible recaída, pero esperanza de una rehabilitación completa, entregándonos el amor y cariño de una pareja que comienza la vida junta por el final, como si la novela se leyera al revés, que tuvo un comienzo apedreado pero un buen desenlace”.

Diego Argote (1991) / Madre y yo

Especial: El amor retratado por 14 fotógrafos chilenos
Crédito: Diego Argote

“Quisiera contarte que esta fotografía es una superposición de dos imágenes del pasado, mi madre y yo. Ella de joven y yo de niñe. Hice la unión en el 2018 de dos fotografías pequeñas tamaño carnet que yacían en la cartera de ella. Estas me hicieron pensar en la palabra fulminación, palabra que devino en un proyecto sobre memoria, dolor y enfermedad. La imagen combinada es la herida insistente que vino después de aquellos años de un supuesto amor irrompible”.

“Hice el tejido visual para pensar siempre en aquel momento. Que no se rompiera el vínculo. Al mismo tiempo, en mi mente, el sismo no cesaba. Más bien me remueve todo el tiempo, tiempos de adultez. Aquel vínculo se rompió. En la imagen hay un texto poético escrito con mi puño y letra, donde pronuncio fisuras constantes e insistentes en torno a mi madre y yo. Siempre es ella y yo, es un círculo que no tiene corte, sino vibraciones incómodas en todos sus niveles. Siento amor, sí, mucho amor a mi madre. Pero siento aquel amor que está hundiéndose en la profundidad de mi cuerpa; que va desapareciendo de a poco entre órganos y sangre.

Lloro todo el tiempo, porque nací bajo un signo de agua y muerte. El amor es profundo en sus múltiples devenires, el amor no es consistente, es tejido y destejido, y a veces, me cuestiono la palabra y otras tantas cavilo que, hablar de amor es resistencia y colectividad. Retomo e insisto, amo a mi madre, pero me alejo del amor. Tampoco he amado a otra persona. No sé amar. La inseguridad me envuelve, el trauma me punza. No nací para amar, quizás no es mi tiempo. ¿Por qué hablar siempre del tiempo? Habitar el desamor. A pesar de todo lo mencionado, el amor que siento hacia mi madre, que ha ido eclipsándose en la profundidad del océano, seguirá allí, adentro mío, latiendo, amándola”.

Lee también: A corazón abierto: Las locuras que se hacen por amor


amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos amor fotógrafos

Notas relacionadas

Deja tu comentario