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11 de Febrero de 2022

A corazón abierto: Las locuras que se hacen por amor

A corazón abierto

El amor mueve montañas, dicen. Y de seguro también las desarma, las rearma, las inventa si es necesario. El amor lleva audacia, arrojo, emoción pura. ¿Qué es lo más loco que uno se ha atrevido a hacer por amor? Se lo preguntamos a un grupo variopinto de personajes. Estas fueron sus honestas respuestas.

Por

Andrés de León, cantante. Escapada de fin de semana

“La locura de amor más grande que he hecho en mi vida fue en 1999. Yo estaba recién firmado por Warner Music, trabajando con David Foster, Humberto Gatica, y en medio de las grabaciones me escapé. Me vine a Chile para estar presente en el examen de título de mi polola de ese tiempo, que hoy es mi mujer. Me vine a Chile, estuve en el examen de título, la acompañé y estuve con ella ese fin de semana. Luego volví a las grabaciones. Afortunadamente nadie se dio cuenta que me había escapado, así que la saqué barata en ese momento, pero hice esa locura”.

Catalina Velasco, bióloga marina. Sumergida en el Estrecho de Magallanes. 

“Si me preguntan de las cosas que he hecho por amor, lo primero que se me viene a la cabeza es Laika. Ella es mi perra, tiene 6 años. Es una quiltra. Es bacán, es el amor de mi vida. Nunca ha sido fanática de los juguetes, me cuesta encontrar alguno que le guste, pero uno de esos fue una pelota de tenis”.

“Lo primero que se me viene a la cabeza es Laika. Ella es mi perra, tiene 6 años. Es una quiltra. Es bacán, es el amor de mi vida”

“Una vez la llevé a pasear por el Estrecho de Magallanes, porque vivíamos en Punta Arenas. Yo le estaba tirando la pelota y ella la iba a buscar. En un momento la pelota se cayó al agua y se la empezó a llevar el pequeño oleaje. Laika ya no agarraba la pelota, sólo la miraba y empezó a llorar. Yo no la pensé: me saqué las zapatillas, pantalones y me metí en calzones al Estrecho de Magallanes a 9 grados y le agarré la pelota. Ella fue la más feliz del mundo y yo estaba muerta de frío. Es de esas cosas que uno hace por amor no más”. 

Marco Antonio De la Parra, psiquiatra y dramaturgo. La misma historia en diversas ediciones.

“La historia se repite: me arruino por amor. Llamadas al extranjero, incluso de Tokio a Chile, viajes en avión con una historia de fachada, regalos enviados por delivery de un país a otro, la aparición en la butaca de al lado cuando se supone estaba al otro lado del mundo. Cómo una mala canción de moda, me canto y me repito. Escribí libros de poemas que nunca publiqué, regalé una historieta, un fax eterno, lo arruinó todo Internet con su rapidez y su vértigo pero el amor definitivo no dejó de hacer fluir la imaginación”.

“Las flores siguen siendo lo máximo y fugarse a Roma algo inolvidable No hay una historia. Es la misma en diversas ediciones”.

Princesa Alba, cantante. El pololo camuflado.

“Yo estaba enamorada de un pololo y mis abuelas no lo podían ver porque tenía muchos tatuajes, las uñas pintadas y a ellas les caía pésimo. Me decían que cómo iba a pololear con ese ‘niñito’. Yo vivía con ellas, entonces claramente él no se podía quedar a dormir en mi casa. Yo vivía en un segundo piso y el pololo tenía que entrar cuando mis abuelas ya estaban tomando once o viendo tele. Yo las encerraba y les ponía la tele muy fuerte para que él pasara. Y en la mañana, cuando se tenía que ir, las encerraba también mientras desayunaban. Después me confesaron ellas que siempre cacharon que yo hacía eso”.

Rafael Gumucio, escritor y columnista. Fingir. 

“Fingí que dormía para que algún amor pensara que dormíamos también juntos”. 

“Tuve 2 hijas por amor, pero fue un regalo que me hice a mí mismo también”. 

Gepe, cantante. Siempre queda una canción de amor.

“Me ha sucedido que estoy en una relación amorosa y hago una canción. La hago, se termina la relación, sale la canción y le va más o menos bien, a la gente le gusta. Me ha sucedido eso tres veces. Hay algo ahí con la finalización de las relaciones y la popularidad de las canciones. Yo no sé si es ridículo o contradictorio, pero me ha sucedido más de una vez. Canciones por amor no es tan poco común, pero se han dado esas situaciones”.

Sofía Huaiquil (@quucho), tiktoker mapuche. Hasta con playa privada.

“Enamorarme de un mapuchón es lo más salvaje que he hecho, porque todo era un desafío a atreverme a hacer cosas, pues él vivía con mucha libertad. Cabe recalcar que yo era una niña de bien, tímida, tranquila y él también, pero juntos nos potenciamos. Fue mi primer amor y aún mantenemos un lindo contacto por el mapuche mogen (vida mapuche)”.

“Nosotrxs lxs mapuche tenemos otro concepto de propiedad privada, así que nos metimos a una casa patrona de una chiñurra, las cuales sus padres cuidaban,  y contaba con playa privada e imaginábamos que era nuestra casa. Disfrutábamos del equipamiento de aquella mansión: sus libros, su música, los kayac, las galletas de marcas que nunca había visto. Todo era de grandes lujos, inalcanzable para dos adolescentes mapuches experimentando el concepto de recuperación territorial y jamás fuimos descubiertxs”.

“Disfrutábamos del equipamiento de aquella mansión: sus libros, su música, los kayac, las galletas de marcas que nunca había visto. Todo era de grandes lujos, inalcanzable para dos adolescentes mapuches”

“Sabemos que algún día esas tierras con salida al lafken (lago) serán devueltas a las comunidades mapuche y ahí estaremos nosotrxs riendo en silencio por tanta cosa que hicimos ahí que… ustedes ya imaginarán”.

Javier Manríquez (@guororororoi), creador digital. Un piano en una caja de zapatos.

Una historia relacionada al mundo juvenil y de la ansiedad. Me gustaba una niña de la universidad y en ese tiempo uno joteaba por Facebook. Habíamos hablado por ahí y me había contado que tocaba piano y que no tenía piano. Después me contó que se iba de vacaciones fuera del país y yo en mi ansiedad e ímpetu, dije: ‘Necesito conquistarla antes de que se vaya'”.

·Descargué un piano de papel que recorté, doblé y pegué con mi stick fix. Viajé desde mi casa en La Florida hasta su trabajo, en el mall Parque Arauco, con una cajita de zapatos que tenía adentro el piano de papel para conquistarla. Llegué al mall y me escondí hasta que finalmente apareció, me puse adelante y fuimos caminando uno frente al otro. Ella me observó, entró en crisis y se alejó de mi persona, rompiendo mi corazón comprensiblemente porque era una locura intensa. Posteriormente comprendí mi error, nos encontramos en la universidad, le pedí disculpas y le deseé lo mejor en su vida”. 

Rodrigo Mayorga, historiador, académico y columnista. Disfrazado de delivery.

Vivía en Nueva York junto a mi pareja, los dos estábamos estudiando  doctorados allá. Yo tenía que devolverme a Santiago para hacer el terreno de mi tesis y ella se tenía que quedar porque tenía que concluir sus exámenes antes de poder volverse. Íbamos a estar separados medio año y coincidiría con la fecha de su cumpleaños. Nueve meses antes, cuando todavía estaba allá, me embalé y compré pasajes para regresar en mayo. La cosa es que lo mantuve en secreto“.

“Estuve planeando este viaje sorpresa durante 10 meses. Incluyó todo un plan para que ella no sospechara, lo cual también necesitó de mensajes, llamadas y hasta actividad durante el viaje para que ella pensara que yo estaba en Santiago todavía. Y también disfrazarme de delivery de Amazon, para llegar, tocar el timbre y llegar de sorpresa a la puerta del departamento. En lo que fallé fue que cuando llegué, ella estaba en la puerta del edificio y me vio bajar con esta ropa totalmente extraña. Pero la sorpresa fue ahí, de ver a alguien que pensaba que estaba todavía a 3 mil kilómetros de distancia”.

Javiera Ortega (@HOLAMIRONA), ilustradora. Entenderlo en inglés

“Cuando tenía 21 años y estudiaba Filosofía en la U, tuve la suerte de visitar Italia. En Roma me enamoré de un gringo de mi edad. Nos pusimos a pololear a larga distancia y él me visitó un par de veces en Chile, pero yo no hablaba mucho inglés y él menos español. A pesar de eso, nos entendíamos súper bien y se sentía como un romance de película”.

“En Roma me enamoré de un gringo de mi edad. Nos pusimos a pololear a larga distancia y él me visitó un par de veces en Chile, pero yo no hablaba mucho inglés y él menos español“.

“Estudié inglés a fondo para entenderlo. En volada de ‘¿cómo puedo hacer para que estemos juntos?’, me metí a un programa de intercambio en la universidad. Gané un cupo, me fui a EE.UU y terminé estudiando Filosofía en inglés. Fueron 6 meses estudiando Aristóteles, lógica matemática y filosofía de las ciencias en ese idioma ¡Casi me parto el cráneo tratando de aprender y pasar los cursos! Con los meses manejé el ingles; es decir, aprendí a debatir temas más profundos y ahí me di cuenta que con el gringo no nos entendíamos para nada. Mientras más comprendía su idioma, menos lo entendía a él y sus discursos políticos“.

“Ya full inglés discutíamos todo el tiempo: de política, de la cultura gringa, de Chile, hasta que nos mandamos a la chucha -en inglés-. Al final terminamos, pero yo me quedé en Estados Unidos e hice nuevos amigues. Viví casi 7 años en ese país. Por cierto, él nunca aprendió español“.

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