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Opinión

17 de Marzo de 2022

Columna de Hernán Hochschild: Políticos, a aprender de las hormigas

La imagen muestra al autor frente a una serie de globos de conversación

La evolución que nos toca no es seguir colaborando dentro de un grupo, como las hormigas, sino que entre grupos. Aunque esos grupos se vean, sientan y piensen de forma distinta.

Por Hernán Hochschild

Uno de los principales aprendizajes que tuvimos en Tenemos que Hablar de Chile fue la conexión entre cambio y estabilidad: frente al malestar social, hay anhelos de cambio. También, vimos que ese malestar tiene una dimensión material, como la inseguridad de los proyectos de vida; y otra dimensión inmaterial, que va más de la mano del trato y el abuso de poder. Por ello, frente al malestar se anhela el cambio. Pero no es ni un cambio moderado, ni uno revolucionario. Es un cambio estabilizador de la vida material e inmaterial.

No sé si hay novedad en nuestro aprendizaje de cambio y estabilidad. Quizás Darwin diría que los anhelos de la ciudadanía de Chile son los naturales de todo ser vivo: llegar a fin de mes, que nos traten bien en un ambiente más estable, con más certezas que incertezas. Pero ya no llueve como antes, ya no crecemos como antes, los niños no mueren como antes, pero tampoco nacen tantos niños como antes. Tampoco somos tan pobres como antes, pero tenemos que mantener lo que no teníamos antes. La información viaja más rápido que antes y la desinformación también. 

Chile va a cambiar y las personas quieren cambios, pero la pregunta central debe ser cómo hacemos para que esos cambios le den seguridad y estabilidad a la vida de quienes vivimos en esta tierra y también a los que vendrán. Ese debe ser el cuestionamiento principal para la política actual: qué cambios le darán estabilidad y seguridad a la vida, y cuáles no. 

Claramente, al igual que en cualquier sociedad compleja, seremos múltiples las voces que busquen dar respuesta a esa pregunta. Y las respuestas serán muchas y muy distintas. Por ello, hay que sumar una segunda pregunta incluso más importante:¿cómo generamos una buena respuesta?

Frente al malestar se anhela el cambio. Pero no es ni un cambio moderado, ni uno revolucionario. Es un cambio estabilizador de la vida material e inmaterial.

Parte de la llave para resolver esa pregunta está, en gran medida, en la Convención Constitucional. Ella debe escribir las bases de la institucionalidad, las normas basales de nuestra convivencia y las formas de construir cambios estabilizadores. Pero de eso ya se ha hablado mucho. De lo que no se ha hablado es sobre las otras normas de convivencia, aquellas que no están escritas y que importan mucho para construir buenas respuestas. Un ejemplo de ello podemos verlo en las hormigas. Sí, en las hormigas.

Las hormigas representan un tercio de toda la masa de insectos de la Tierra y han sido de los seres más exitosos sorteando la selección natural. El entomólogo Edward O. Wilson, padre del concepto de biodiversidad, estudió las hormigas como nunca nadie lo había hecho, desde su forma de vivir en sociedad hasta su lenguaje químico.

Al parecer las hormigas tienen dos leyes escritas en sus genes, pero no en una Constitución: colaboración dentro del grupo, y destrucción o dominación total a otros grupos. Son colaborativas y hegemónicas. Para dentro del grupo, funcionan en equipo; mientras que para afuera, están listas para la guerra.

Esas dos leyes también parecen vivir en nosotros. Lo gregario del ser humano y su forma de colaborar en grupos toman cada vez más fuerza, tanto así que las formas de hacer grupos se han acelerado, sean éstos un movimiento, una tribu, un grupo de WhatsApp o una concentración en la plaza de una ciudad. Los grupos representan identidades, impulsan la colaboración por orígenes, territorios, edades, anhelos y más.

Al parecer las hormigas tienen dos leyes escritas en sus genes, pero no en una Constitución: colaboración dentro del grupo, y destrucción o dominación total a otros grupos. Son colaborativas y hegemónicas. Para dentro del grupo, funcionan en equipo; mientras que para afuera, están listas para la guerra.

El problema es que si esos grupos quieren vivir sin importar el resto o solo quieren impulsar la hegemonía de sus ideas, no vamos a superar las grandes crisis que vivimos. Ni el cambio climático, ni los problemas sociales. Por ende, la evolución que nos toca no es seguir colaborando dentro de un grupo, como las hormigas, sino que entre grupos. Aunque esos grupos se vean, sientan y piensen de forma distinta. Los cambios estabilizadores dependen de dejar de trabajar como hormigas.

*Hernán Hochschild es ingeniero civil industrial y licenciado en filosofía de la Universidad Católica, magíster en Filosofía de las Ciencias Sociales de la London School of Economics y candidato a doctor en Ciencias de la Computación de la Universidad Católica. Actualmente es director ejecutivo de Tenemos que Hablar de Chile, la plataforma de participación y diálogo ciudadano impulsada por las universidades Católica y de Chile.

También puedes leer: Columna Luis Eugenio García-Huidobro: La estrategia constitucional del vicepresidente de la Convención


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