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Opinión

8 de Marzo de 2022

Columna de Isabel Contrucci: En guerra o en paz, las que cuidan son las mujeres

La imagen muestra a Isabel Contrucci frente a una fotografía que muestra una labor de cuidado

En Chile, a más de 13 mil kilómetros de distancia de la guerra en Ucrania, estas imágenes de mujeres cuidando, criando o acompañando a otros, no nos son ajenas. En guerra o en paz, una profunda inequidad de género atraviesa el cuidado. Las que cuidan son las mujeres.

Isabel Contrucci
Isabel Contrucci
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La Segunda Guerra Mundial dejó más de 8 millones de personas desplazadas, el conflicto en Siria desplazó a más de 12 millones y, en las últimas dos semanas, más de 660 mil personas han dejado Ucrania. Las estimaciones de Naciones Unidas pronostican que esta cifra pueda superar los cinco millones de personas.

Quienes cruzan la frontera son principalmente mujeres, niños y personas mayores. Ya sea por mandato del gobierno o porque se alistan como voluntarios, gran proporción de hombres de entre 18 y 60 años se están quedando en Ucrania para combatir a las tropas rusas, compuestas también mayoritariamente por hombres.

Aunque a lo largo de la historia las mujeres han tenido importantes roles en las guerras (como relató la escritora ganadora del Nobel, Svetlana Alexiévich), hoy vemos que el desplazamiento tiene rostro de mujer cuidadora: es un desplazamiento de mujeres y, sobretodo, de mujeres que acompañan a niños, niñas y personas mayores.

Así, las imágenes de la guerra en Ucrania nos muestran a mujeres con sus hijos cruzando fronteras a pie, mujeres calmando el hambre o el frío de un bebé recién nacido, o ayudando a caminar a su abuelo con movilidad reducida. En Rusia son también las mujeres las que quedan a cargo de hogares monoparentales, resignificando la división de tareas de cuidado.

En Chile, a más de 13 mil kilómetros de distancia, estas imágenes de mujeres cuidando, criando o acompañando a otros, no nos son ajenas. En guerra o en paz, una profunda inequidad de género atraviesa el cuidado. Las que cuidan son las mujeres.

Según datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional 2017 (CASEN), en Chile hay 672.084 personas que necesitan la asistencia de otras y existen, al menos, 470 mil personas que cuidan a personas dependientes. La inmensa mayoría son mujeres que cuidan de manera informal, sin remuneración ni capacitación, llevando todo el peso de necesidades que no cuentan con apoyo de ningún organismo ni institución.

Así, las imágenes de la guerra en Ucrania nos muestran a mujeres con sus hijos cruzando fronteras a pie, mujeres calmando el hambre o el frío de un bebé recién nacido, o ayudando a caminar a su abuelo con movilidad reducida. En Rusia son también las mujeres las que quedan a cargo de hogares monoparentales, resignificando la división de tareas de cuidado.

Se suele (mal) decir que las mujeres en postnatal, que cuidan hijos en edad preescolar, o que acompañan a personas adultas con algún tipo de dependencia, “no trabajan”. La falacia es que el cuidado mismo es un trabajo 24/7, sin descanso ni vacaciones, pero que no se reconoce ni se remunera como tal.  De hecho, obligadas a retirarse del mercado laboral para trabajar como cuidadora sin sueldo, miles de mujeres acumulan vulnerabilidades para su desarrollo personal, profesional y de independencia económica a corto, mediano y largo plazo.

Sin ir más lejos, en el último Informe de Política Monetaria (IPOM), el propio Banco Central estima que el trabajo doméstico y de cuidados equivale a un 26% del PIB de Chile, siendo la industria que más aporta económicamente al país. A pesar de eso, hoy los cuidados están lejos de ser reconocidos y remunerados. Estamos lejos también de ver esfuerzos reales por redistribuir el cuidado entre hombres, mujeres, Estado y comunidad.

De hecho, los cuidados ni siquiera están medidos: no sabemos cuántas personas cuidadoras existen en Chile, quiénes son, cómo son ni en qué condiciones cuidan. Solo tenemos estimaciones gruesas, acotadas y ya obsoletas. Tampoco contamos con una definición explícita de persona cuidadora, ni con un marco o catastro que reconozca a quienes ejercen esta labor.

En guerra o en paz, una profunda inequidad de género atraviesa el cuidado. Las que cuidan son las mujeres.

Además, enfrentamos importantes diferencias territoriales en torno al alcance de las políticas y programas, haciendo que la respuesta pública al cuidado sea deficiente y relegue, en la práctica, esta responsabilidad en las propias familias.  Hay comunas que cuentan con Centros de Día, Establecimientos de Larga Estadía (ELEAMS), programas de respiro, subsidios económicos a cuidadores, y otros servicios que apoyan el cuidado, mientras otras comunas no tienen ninguno de los anteriores. El actual programa “Chile Cuida” no tiene la cobertura necesaria para la magnitud del desafío que enfrentamos.

En pocos días más asumirá un nuevo gobierno que ha puesto énfasis en el rol del Estado por apoyar y reconocer el trabajo de quienes cuidan, avanzando en corresponsabilidad. El presidente electo hizo de este punto uno central en su programa: “Hay que cuidar a quienes cuidan, atenderlos en salud mental, darles mayor visibilización, socialización y valorización a quienes son cuidadores y cuidadoras en nuestro país”. El desafío debe ser enfrentado multisectorialmente, en base a evidencia, teniendo en cuenta las experiencias y aprendizajes de quienes viven día a día el cuidado, y de la sociedad civil que lleva años trabajando en estos temas y que tiene mucho que aportar.

Tal como hoy miramos la guerra a kilómetros de distancia, miremos de frente el rostro del cuidado en las mujeres de nuestro país. Es urgente que el Estado reconozca estos rostros, escuche sus voces, redistribuya y remunere su labor. Así podremos avanzar decididamente hacia el Sistema Nacional de Cuidados que tanto necesitamos.

*Isabel Contrucci es Directora Ejecutiva del MICARE. Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado.

También puedes leer: Entre el cuidado y la Convención: cinco historias de constituyentes y sus demandas por un Estado social cuidador


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