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Yo, madre

2 de Mayo de 2022

Yo, ¿madre de mi madre?

La imagen es un collage en el que se muestra a una niña, pastillas y una madre Patricio Vera

Para reflexionar sobre la maternidad, en The Clinic iniciamos esta semana el Especial "Yo, madre". Esta primera entrega cuenta la historia de una niña cuya madre padece de esquizofrenia. ¿Es por esto madre de su madre, como le han dicho tantas veces?

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Es un recuerdo recurrente. Yo, estirada en la cama de una plaza, ocupando todo el espacio posible. Estoy consciente de que mi dulce madre no puede acurrucarse conmigo ahí. Y eso es lo que busco. Quiero tenerla, en ese momento, lejos de mí. Siento en ella el olor a enfermedad, esa que escuché en la boca de mi padre y abuelos, esa cuyo nombre casi no logro pronunciar: esquizofrenia.

Tenía, en ese entonces, cuatro años. Hoy, con 29 -la edad en que mi mamá me tuvo-, solo pienso: “Niña mala, niña cruel. ¿Cómo pudiste hacer eso?”.

***

A muy temprana edad supe que mi mamá no era igual a las mamás de mis amigos. Y de que ciertas cosas que pasaban en mi casa no eran “normales”.

Quizás fue cuando mi madre me preguntó por mis cuatro hermanas, siendo yo hija única. Quizás fue cuando escuché a parientes y amigos de la familia diciéndole a mi padre: “No puede ser, ¿qué harás con ella?”. Quizás fue cuando, estando ella internada, en la clase de ballet por el Día de la Madre era la única estudiante acompañada por su papá. Quizás fue cuando -a su regreso de las hospitalizaciones- mi padre me pidió que le avisara si ella se estaba tomando los remedios. No lo sé.

A muy temprana edad supe que mi mamá no era igual a las mamás de mis amigos. Y de que ciertas cosas que pasaban en mi casa no eran “normales”.

Pero lo cierto es que desde muy chica me dicen “fuiste madre de tu madre”. Comentarios sentidos, a ratos condescendientes, en los que se transparenta la pena en la voz de mi interlocutor. No lo dice en voz alta, pero lo escucho pensar: “No tuviste una infancia de verdad”, “no viviste lo que es ser hija sin preocupaciones”, “tuviste que madurar muy joven”.

Y por un lado, puede que sí, que ese interlocutor tenga razón. 

Porque claro, una niña -o un menor de edad en general-, no debería estar pendiente de posibles señales que indiquen que su madre no está tomando los medicamentos. No debería acompañarla periódicamente y comentarle al psiquiatra cómo ella te está tratando o si ha notado algo “raro” en su comportamiento. No debería cuidar de no decir palabras que la podrían herir, como “loca”. No debería pensar, antes de arrendar una película -en la era pre streaming– si esta no tendrá imágenes muy fuertes, o si mostrará a alguien en un centro de salud mental, o si tendrá una serie de estereotipos asociados a la enfermedad de su madre. No debería pasar noches en vela preguntándose si algún día tendrá, como su mamá, esa palabra rara, esquizofrenia.

Pero, aún así, cuanto más pasa el tiempo, más sé que no fui -ni podría ser- madre de mi madre. Cuidarla o protegerla no es ser su mamá. Porque si yo acepto que fui madre de mi madre, estaría pasando por alto demasiadas cosas. Estaría siendo injusta. Con ella y con su mamá, mi abuelita.

***

Aunque con altos y bajos, la enfermedad de mi madre jamás le impidió educarme. Con ella aprendí a no juzgar a las personas, a leer compulsivamente, a enamorarme del Periodismo y de la Historia, a sensibilizarme frente a una injusticia, a escuchar, a intentar ser menos peleadora, a agradecer a todos por todo.

Lo cierto es que desde muy chica me dicen “fuiste madre de tu madre”. Comentarios sentidos, a ratos condescendientes, en los que se transparenta la pena en la voz de mi interlocutor. No lo dice en voz alta, pero lo escucho pensar: “No tuviste una infancia de verdad”, “no viviste lo que es ser hija sin preocupaciones”, “tuviste que madurar muy joven”.

Mi madre fue quien me enseñó la importancia de reconocer los errores. A perdonar. A no ser tan orgullosa. A cómo cuidar los cólicos menstruales. Ella estuvo a mi lado en mis muchas caídas y las veces que me levanté. Ella me advirtió cuando no le gustaba el comportamiento de algún amigo. Ella me abrazó tras una decepción amorosa. Ella celebró mis logros.

Con ella también me equivoqué. Choqué. Peleé. Tuve encontrones en la adolescencia. Llantos, gritos. Arrepentimientos. Con ella discutimos cuando siento que dice algo que no corresponde, que es retrógrado, que es feo, que es irrespetuoso. 

Todas, dinámicas comunes entre madres e hijas.

***

Por supuesto que a lo largo de los años he tenido que adaptarme a los cambios que mi mamá ha tenido por su enfermedad. Es que mi madre ha sido muchas -con distintos razonamientos, ideologías, comportamientos-. La ciencia dice que esto ocurre porque conforme avanza la enfermedad se pierden circuitos neuronales. Porque la esquizofrenia es crónica y es degenerativa.

Sin embargo: ¿Acaso no somos todos los hijos proclives a adaptar nuestras relaciones con nuestros papás según el paso del tiempo, de las experiencias, de la vida misma? ¿Acaso no cuidamos todos, en algún momento, de nuestros padres? ¿Eso nos hace ser padres de nuestros padres? No lo creo.

Mi madre fue quien me enseñó la importancia de reconocer los errores. A perdonar. A no ser tan orgullosa. A cómo cuidar los cólicos menstruales. Ella estuvo a mi lado en mis muchas caídas y las veces que me levanté. Ella me advirtió cuando no le gustaba el comportamiento de algún amigo. Ella me abrazó tras una decepción amorosa. Ella celebró mis logros.

En este Día de la Madre, a diferencia de otros, no pienso en los días en que mi mamá no estuvo presente -física o emocionalmente-. Hoy pienso y siento que ella sí estuvo y está aquí, con su exquisita manera de ser.

Hoy recuerdo esa frase que ella me dijo tantas veces: “Cuando seas madre, lo entenderás”. Es probable que así sea. Por ahora, a mis 29 años, solo entiendo lo que es ser hija.

Así que mamita, perdóname no haberte dejado estar conmigo en algunos momentos. Perdóname como solo una madre puede perdonar. No me importa el olor a la enfermedad. Ya no le tengo miedo a esa palabra. Acurrúcate aquí, conmigo. Sé mi madre.

PD: Coincidencia o no, nací la víspera del Día de la Madre. Tangencialmente a ese día. Como lo que yo he sido con mi mami hasta ahora. Su hija, pero casi madre a los ojos de los demás.

*Amanda Marton Ramaciotti es brasileña-chilena. Periodista y Magíster en Ciencia Política. Premio Suramericano de Periodismo en Migración (2021) y Premio Periodismo Sin Etiquetas (2021). Actualmente, es coordinadora editorial y periodista en The Clinic.


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