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Opinión

3 de Mayo de 2022

El IVA, la lectura y la crisis

La lectura es importante, ¿pero lo es más que la comida y abrigo? ¿Es siquiera cierto que la compra de libros sea hoy de los obstáculos más relevantes a considerar? ¿Se traspasaría efectivamente tal reducción del impuesto a los compradores? ¿Resulta plausible imaginar que sea una reducción del IVA lo que estemos esperando para comenzar a leer?

Manfred Svensson
Manfred Svensson
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De un tiempo a esta parte, las discusiones sobre la promoción de la lectura se han vuelto un microcosmos que refleja a la perfección el precario estado de nuestro debate público. Nadie puede tener dudas sobre la gravedad del déficit de lectura en Chile, pero aquí –como en casi todo– nos hemos vuelto expertos en proponer los disparates más simplones como camino de salida tras el diagnóstico. Casi podría decirse que estamos ante una versión en miniatura de toda nuestra crisis.

El problema bien se puede ilustrar con los dichos de la presidenta de la Convención Constitucional, quien hace una semana declaraba que la inexpropiabilidad de los fondos de pensiones era un tema que “no tiene ningún sentido” constitucionalizar. Tal vez tenía razón en abstracto. Ese mismo día, sin embargo, su voto estuvo disponible para incluir en la Constitución las políticas de fomento a la lectura, incluyendo la eliminación del IVA en los libros. Fue un capítulo más de esa arbitrariedad según la cual lo que a algunos les gusta es materia constitucional y lo que no, materia de ley.

Nadie puede tener dudas sobre la gravedad del déficit de lectura en Chile, pero aquí –como en casi todo– nos hemos vuelto expertos en proponer los disparates más simplones como camino de salida tras el diagnóstico.

Al margen de la inconsistencia de turno, cabe levantar muchas preguntas sobre la pertinencia de semejante propuesta, aunque fuere como materia de ley. La lectura es importante, ¿pero lo es más que la comida y abrigo? ¿Es siquiera cierto que la compra de libros sea hoy de los obstáculos más relevantes a considerar? ¿Se traspasaría efectivamente tal reducción del impuesto a los compradores? ¿Resulta plausible imaginar que sea una reducción del IVA lo que estemos esperando para comenzar a leer? Todo esto, por decirlo de un modo mesurado, es poco probable. Los estudios publicados al respecto –varios, por ejemplo, de la Fundación la Fuente– muestran que muy pocas personas explican su escasa lectura aludiendo al IVA, mientras una amplia población considera la falta de tiempo como su principal obstáculo.

Pero lo más revelador es el hecho de que el reclamo por el IVA es una constante entre quienes ya son lectores. En sí mismo ese deseo no tiene nada de extraño. Lo que sí resulta extraño es que nuestros representantes no puedan tomar distancia de esas ansias, como si su función fuese replicar deseos ciudadanos en lugar de integrarlos en un todo más complejo. En la misma línea, recordemos que otra de las propuestas votadas por la Convención fue la creación de una editorial estatal. Y aunque fuera rechazada tal como la eliminación del IVA, las dos propuestas descansan sobre un mismo error: la presunción de que nuestro problema está en la falta de libros. Pero como bien lo formularan hace poco Pablo Chiuminatto y Pablo Dittborn, “no son libros lo que falta, son lectores”. Después de todo, también las bibliotecas son hoy lugares más bien desolados.

Que la carencia es ésa –de lectores– es lo que ignoran también quienes se apuran en señalar ejemplos de otros países para probar la sensatez de esta medida: la pregunta no es si hay países con una política semejante, sino si acaso se trata de un instrumento apto para generar lectores nuevos. Lo que necesitamos no son privilegios tributarios (elitistas y arbitrarios) para quienes ya gozan de los libros, sino modos de extender el hábito de la lectura a más personas.

En la misma línea, recordemos que otra de las propuestas votadas por la Convención fue la creación de una editorial estatal. Y aunque fuera rechazada tal como la eliminación del IVA, las dos propuestas descansan sobre un mismo error: la presunción de que nuestro problema está en la falta de libros. Pero como bien lo formularan hace poco Pablo Chiuminatto y Pablo Dittborn, “no son libros lo que falta, son lectores”. Después de todo, también las bibliotecas son hoy lugares más bien desolados.

Si ése es nuestro desafío, son otros los músculos que hay que ejercitar. No se trata primordialmente de imprimir más libros más baratos. Necesitamos, ante todo, ejemplos. Aludir a modelos puede no ser la medida más popular hoy en día, pero sólo lectores generan lectores. Necesitamos también revisar el modo en que se hace la apología de la lectura: tal vez habría que dar un lugar menor a las justificaciones utilitarias (y al status de lector) y harto más a la justificación hedonista y al simple despertar de la curiosidad intelectual. Y tal vez quepa decir también que necesitamos jerarquía: en lugar de la celebración santurrona de toda actividad cultural necesitamos reconocer que hay libros pésimos, obras que no merecen promoción alguna (y menos exenciones tributarias). Tal vez así, recuperando un poco la centralidad del juicio, se pueda notar cuán importantes son las habilidades que aquí están en juego.

Pero así llegamos también a la capa más básica de nuestro problema. Porque ejercer ese juicio –para incluso deshacerse de un libro tras la primera página– es el paso culminante tras un largo desarrollo de capacidades con las que tenemos una deuda colosal: no sólo estamos en un país cuyos adultos son en casi un 50% analfabetos funcionales, sino que privamos además por dos años a los niños de una experiencia escolar real. Algo nos debiera decir esto respecto de lo elementales que son hoy nuestros desafíos, y lo vergonzoso que es eludirlos en nombre de propuestas mediáticamente populares. Tal vez haya aquí, en este pequeño rincón de nuestra vida, una parábola que dé luces también sobre el resto de la crisis.

*Manfred Svensson es académico UAndes e investigador senior del IES.

También puedes leer: Fomentar la lectura: un desafío para las nuevas comunidades educativas


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