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Reportajes

17 de Mayo de 2022

Cineasta Valeria Sarmiento sobre su película que estaba perdida: “Las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando”

Valeria Sarmiento

Su primera película, "Un sueño como de colores", cuenta las historias de mujeres que hacían striptease a comienzos de los 70. Estuvo perdida por 50 años, pero fue recuperada, digitalizada y se exhibió hace unas semanas. En entrevista con The Clinic, la cineasta Valeria Sarmiento, viuda de Raúl Ruiz, recuerda la filmación, comenta el significado del cortometraje y repasa su obra.

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“Tengo un clóset mágico en que aparecen cosas”. Así, con una pizca de ironía, muy propia de ella, la cineasta Valeria Sarmiento (1948) relata el último gran rescate patrimonial del cine chileno. Ahí, en su departamento de Belleville, en ese barrio de inmigrantes de París, el mismo que compartió por décadas junto a su marido, el director Raúl Ruiz, estaba guardada su primera película, Un sueño como de colores (1972). Un documental en que la cineasta entrevistaba a mujeres que hacían striptease en los cabarés más populares de la época, como el Bim Bam Bum y el Mon Bijou, y que tras el golpe de Estado se creyó perdido.

Hasta se pensó que los militares lo habían destruido porque creían que era una película porno, pero hace unos meses la directora tuvo la intuición de haberlo encontrado y en su último viaje a Chile, en la primavera pasada, viajó con el material. Sarmiento, que estuvo de cabeza haciendo entrevistas para su último documental, Huellas, en que indaga sobre los traumas de las violaciones a los derechos humanos en las nuevas generaciones, le pidió ayuda al productor de esa primera película, Jaime Morera, para iniciar el rescate. 

Un sueño como de colores (1972) es un documental en que la cineasta entrevistaba a mujeres que hacían striptease en los cabarés más populares de la época, como el Bim Bam Bum y el Mon Bijou, y que tras el golpe de Estado se creyó perdido.

Morera se contactó con la Cineteca de la Universidad de Chile y lo que encontraron fue una sorpresa. Tal vez como había intuido Sarmiento, era Un sueño como de colores. Pero no sólo eso: lo que se encontró fueron los negativos originales de la película, que estuvieron guardados durante 50 años. “La matriz estaba en buenas condiciones, sin rayas ni ningún grado de descomposición química. Pocas veces pasa eso”, cuenta Luis Horta, coordinador de la Cineteca.

La Cineteca de la Universidad de Chile digitalizó la película, tras limpiar el sonido y arreglar el color, y hace un par de semanas la estrenó en un ciclo del Cineclub Sala Sazié en la Casa Central de la U. de Chile, que continúa este martes 17 de mayo, a las 19 horas, con la exhibición de El hombre cuando es hombre (1982), uno de los documentales más elogiados de Sarmiento, que filmó en Costa Rica y que ofrece un retrato mordaz sobre el machismo. 

Cineasta Valeria Sarmiento sobre su película que estaba perdida: "Las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando"
Valeria Sarmiento en Valparaíso. Crédito: Pepe Guzmán / Gentileza: Poetastros.

Es el comienzo de una larga itinerancia, que contempla la exhibición de Un sueño como de colores en festivales y cineclubes, para luego quedar disponible, en los próximos meses, en el sitio de la Cineteca (cinetecavirtual.uchile.cl). El día del estreno, varios llegaron dos horas antes de la función y otros tantos quedaron fuera por temas de aforo. “50 años después, la película se reencontró con su público”, fue la conclusión de Jaime Morera, el productor. “La gente joven enganchó, es un patrimonio audiovisual vivo”, dice Horta.

En pleno montaje de Huellas, Valeria Sarmiento hace un alto para conversar por Zoom desde París y, pese a su bajo perfil y mesura, no oculta su alegría por este rescate: “¡Se salvó! Una película del año 72. Verla ahora es sorprendente”.

Sobre cómo apareció la película, especula: “Lo que pasa es que eso tiene que haber llegado en algún material que trajeron de Chile, yo supongo que fue Marilú Mallet (otra cineasta chilena), cuando ella vino el 75, me pasó un material, yo lo guardé y no lo miré. Y se trasladó, mudanza tras mudanza, con material de Raúl”.

La cineasta cuenta que es una película que se hizo con restos de película, “puchos se les dice, que le habían sobrado a Raúl de Nadie dijo nada (1971), imagínate, por eso habían puchos de blanco y negro, y película a color, y con eso hice la película”. En el  equipo técnico destacan colaboradores y amigos de Ruiz de esos años. Darío Pulgar prestó la cámara, Jorge Müller se encargó de la fotografía, Pepe de la Vega hizo el sonido y Carlos Piaggio realizó el montaje, durante sus ratos libres en Chile Films. Al final de la película aparece un texto del poeta Waldo Rojas, que luego inspiraría su poema “Ojo furtivo”.

Cineasta Valeria Sarmiento sobre su película que estaba perdida: "Las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando"
Escena de “Un sueño como de colores”.

La carrera de Valeria Sarmiento, una de las cineastas chilenas más importantes, ha tomado un nuevo empuje en el último tiempo. El año pasado se publicó un primer libro dedicado a su obra, Una mirada oblicua. El cine de Valeria Sarmiento (UAH Ediciones) y su próximo largometraje de ficción, Detrás de la lluvia, inspirado en su infancia en Valparaíso, se adjudicó uno de los fondos más altos del Fondo Audiovisual 2022.

Desde los estudios de género se ha valorado su trabajo, aunque siempre fue una adelantada y una feminista por derecho propio, con películas en que el rol de la mujer siempre estuvo en el centro, ya sea en una adaptación de Corín Tellado, como en Mi boda contigo (1984), o en una película histórica, como Las líneas de Wellington (2012).

Un sueño como de colores es otro ejemplo de esa mirada oblicua de su cine. La película parte con el relato en off de un sueño, en que una mujer cuenta que a los 12 años tuvo una revelación, que salía a un escenario y se desnudaba. Corte, vemos a una mujer en un escenario, vestida con un traje carmesí y capa, estampado con flores doradas. De sus pechos cuelgan unos adornos brillantes y comienza un striptease, pero luego la vemos completamente vestida y más tarde con el torso desnudo, y así, en un juego del montaje que se repite varias veces. En apenas diez minutos, el documental se interna en los sueños de dos mujeres que se ganan la vida haciendo striptease y que en los créditos aparecen con sus nombres artísticos, Eva Link y Julie Montrake.

-¿Cómo fue reencontrarse con ese material?

-Imagínate, una película de hace 50 años. No sé, yo tenía otro recuerdo, tenía la sensación de que era más larga, pero es cortita. Y lo bonito es que el montaje de Carlitos Piaggio es bien ágil, es enérgico, para una película de 10 minutos ayuda mucho, porque podría haber sido un plano de 10 minutos, pero no. Además tan lindas las chicas, a mí me emociona, ellas quieren liberarse y ser fuertes y todo lo demás gracias al desnudo, es maravilloso.

-Es una película muy Valeria Sarmiento.

-Ya estaban en ciernes todas mis obsesiones.

Y lo bonito es que el montaje de Carlitos Piaggio es bien ágil, es enérgico, para una película de 10 minutos ayuda mucho, porque podría haber sido un plano de 10 minutos, pero no. Además tan lindas las chicas, a mí me emociona, ellas quieren liberarse y ser fuertes y todo lo demás gracias al desnudo, es maravilloso”.

-En tu cine, eso implica poner el ojo donde otros no lo ponen, en este caso, en las vidas de estas chicas anónimas. ¿Cómo fue verte desde un inicio con tus obsesiones?

-Lo que pasó fue lo siguiente, nosotros cuando éramos jóvenes, en el año 72, íbamos a terminar la noche a esos lugares, ibas a comer y después íbamos al Tap Room a tomarnos un trago, o al Mon Bijou o al Bim Bam Bum. Era parte de una bohemia santiaguina.

-No era sólo un panorama de hombres.

-No, íbamos en grupo, y ahí yo empecé a pensar, estas chicas tienen un mundo, una vida, me encantaría conversar con ellas y así fue como dije, mi primer corto va a ser sobre ellas.

-¿Y cómo te ganaste la confianza de ellas?

-Nadie tenía miedo a la cámara en la época. No era como ahora, a las chicas les gustaba que las filmaran. Me acuerdo que fui al Mon Bijou, a la primera (Julie) que encontré, y después me llevó a su casa. Estuve con la otra chica (Eva) que hacía striptease en el Tap Room también, pero la filmé en el Mon Bijou, no era problemático encontrarse con ellas. Ellas estaban contentas de hacerlo. Y como ellas dicen, para ellas era un arte.

Cineasta Valeria Sarmiento sobre su película que estaba perdida: "Las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando"
Escena de “Un sueño como de colores”.

-Es bonito el orgullo que sienten por su trabajo.

-No hay ningún pudor. Ellas se ganan la vida haciendo esto y eso es lo que me gustaba de ellas. O sea, ellas son feministas, ¿por qué no? Esto de mostrar las tetas, no es problema para ellas. “Por qué, si yo me gano la vida haciendo eso, por qué, cuando me ha permitido comprar todas las cosas para mi casa, permite mantener a mi familia. Puedo comprar un refrigerador, puedo comprar esto, puedo comprar lo otro, me pagan bien”, eso dicen. Esa chica indudablemente mantenía a la mamá y a las dos hijas que tenía. Era un gran orgullo.

-¿Y qué edad tenían?

-Mi edad en esa época, veintitantos años.

Deconstruir el striptease

-Es tu primera película. ¿Qué recuerdos tienes de la filmación?

-Fue muy bonito. Habían ciertos movimientos de cámara que lo hacíamos con un carrito de supermercado, ese tipo de cosas, o con una silla de ruedas, siempre uno se inventaba cosas en esa época, pero lo mejor que me pasó a mí, que lo he contado varias veces, es que Miklós Jancsó (director húngaro) vio la película y fue el que dijo “ésta es la única película que me gusta”, de todos los documentales que le habían mostrado en Chile Films, que eran documentales heroicos, políticos. Él venía de un país socialista y ¡estaba hasta aquí de películas sobre socialismo y los obreros!, y esto fue, ¡ah!, por primera vez una película sobre algo distinto. Y eso me ayudó muchísimo.

-¿Te ayudó para ganar confianza?

-Para sentirme que yo estaba bien en lo mío, y un poco me hizo sentirme bien con los amigos, con toda la gente de Chile Films. Entonces uno iba de otra forma a presentarse a Chile Films. Igual después vino el golpe y cagamos.

No hay ningún pudor. Ellas se ganan la vida haciendo esto y eso es lo que me gustaba de ellas. O sea, ellas son feministas, ¿por qué no? Esto de mostrar las tetas, no es problema para ellas. ‘Por qué, si yo me gano la vida haciendo eso, por qué, cuando me ha permitido comprar todas las cosas para mi casa, permite mantener a mi familia. Puedo comprar un refrigerador, puedo comprar esto, puedo comprar lo otro, me pagan bien’, eso dicen”.

-La película parte con un montaje del striptease bien audaz y arriesgado.

-Eso fue pura intuición mía, que era la forma de deconstruir el striptease, vestida, desvestida. En el fondo, era un juego, pero esa idea de la deconstrucción fue mía y creo que fue la idea más interesante de la película.

 -Ahora que la viste de nuevo, ¿te acordabas de ese montaje?

-Yo sabía que estaba en la película, porque me habían dicho, “qué interesante”. Ahora fue bonito verla, me enternecieron las chicas, me dio ternura verlas, pienso que ahora deben ser unas viejitas, si es que no están muertas.

-Lo otro sorprendente son los créditos, en que aparece el dibujo de la silueta de una mujer con un bikini rosado.

-Es de los Larrea. Yo conocía al Vicho (Vicente) Larrea, él me había ayudado con una foto que hicimos para Nadie dijo nada, cuando yo la estaba produciendo. Se lo tengo que haber pedido a él. Siempre se recurría a las amistades, todo era, “¿me ayudai?”. Había una especie de buena onda en la época de ayudar a todas las personas que comenzaban. Y hay un poema de Waldo (Rojas) al final.

Cineasta Valeria Sarmiento sobre su película que estaba perdida: "Las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando"

-Para mi generación que no vivió esa época, es una película que muestra otro Chile de la UP.

-Íbamos al Mon Bijou, al Tap Room, a La Sirena, donde habían striptease completos, todo el tiempo, y tú ibas con un grupo de amigos y veías los striptease como la cosa más normal del mundo.

-No había un morbo.

-Nada, era un espectáculo, después se bailaba, todo era así. Lo impresionante es que cuando llevábamos a los amigos extranjeros, todo se sorprendían de que en Chile se hacía el striptease integral, se mostraba el vello, el sexo.

-Uno conoce el trabajo de los hermanos Vicente y Antonio Larrea porque hicieron muchas afiches en esa época, pero esto tiene otro look, más provocativo, hippie.

-Cuando vino la Operación Verdad, en que vinieron extranjeros para decir que en Chile no había persercusión política, todos terminaban bailando en La Sirena y viendo striptease, y siempre en un momento los mismos músicos de la orquesta Huambaly, que tocaban ahí, decían “el que no salta es momio”, y todos se ponían a saltar. Así que toda la Unidad Popular estaba de fiesta. Había mucha onda festiva.

Lo impresionante es que cuando llevábamos a los amigos extranjeros, todo se sorprendían de que en Chile se hacía el striptease integral, se mostraba el vello, el sexo”.

-No se habla tanto de eso.

-Pero para nosotros fue una época muy feliz.

-Más allá de esta proyección en Chile Films, ¿Un sueño como de colores alcanzó a ser mostrada en otra oportunidad?

-No, porque después todo el mundo se subió al carro de que había que defender a la Unidad Popular. La filmé el 72, la debo haber terminado el 73 y luego viene el golpe.

“No soy la única”

-El año pasado se publicó un primer libro sobre tu trabajo. El hombre cuando es hombre es un documental que se enseña en las universidades estadounidenses para hablar del machismo. ¿Qué te parece este creciente interés por tu cine?

-Yo estoy feliz que se dé El hombre cuando es hombre, me gusta mucho ese documental, creo que está hecho con bastante humor. Es raro que empiecen a darme pelota a esta edad, pero nunca es tarde. Yo sigo haciendo cosas, ahora estoy terminando un documental, y quiero seguir trabajando mientras pueda y si esto permite que me den boleto y seguir trabajando, fantástico.

-¿Cómo vas con el plan de comenzar a filmar Detrás de la lluvia en primavera, con el que te ganaste uno de los fondos más altos del Fondo Audiovisual este año?

-Es un largometraje cuesta mucha plata, y filmar y trasladar un equipo a Valparaíso es caro. Hay que conseguir un poco más de financiamiento, y en eso está Chamila Rodríguez (de la productora Poetastros).

Pre-producción “Detrás de la lluvia”. Crédito: Pepe Guzmán / Gentileza: Poetastros.

-Hace poco en una entrevista contaste que esa película se inspira en un episodio de abuso que sufriste cuando niña. Me sorprendió que contaras eso, porque siempre eres muy bajo perfil y reservada.

-Lo que pasa es que me insistieron tanto en contar y la historia tiene que ver con eso. Pero te digo no soy la única, en mi generación a todas mis amigas, de una u otra forma, le habían pasado cosas. Es muy, muy chileno eso, había una miseria sexual muy grande.

¿La idea de Detrás de la lluvia entonces es cerrar ese círculo también?

-Es un guion que ha tenido 10 mil versiones. Traté de hacerlo en Bretaña, en Suiza, en Lisboa, y como que nunca se dio la posibilidad, y ahora se dio en Valparaíso, y perfecto, voy a cerrar un ciclo de un tema que a mí me daba vuelta por experiencia propia, y porque he fantaseado mucho con eso.

-¿En qué sentido has fantaseado?

-Es un personaje (el abusador) que nunca más lo vi, no tengo idea de qué pasó con esa persona, pero yo fantaseé con que se convertía en un predador. Ese es un poco el tema de la película. Yo le doy una historia a ese personaje.

Pero te digo no soy la única, en mi generación a todas mis amigas, de una u otra forma, le habían pasado cosas. Es muy, muy chileno eso, había una miseria sexual muy grande”.

La intuición

-¿En qué etapa está tu último documental, Huellas?

-Ya terminé un primer montaje, falta todavía todo el trabajo, Bruno Cuneo me va a ayudar en la voz en off, es uno de los pocos documentales que necesita voz en off.

-Generalmente no usas la voz en off.

-Pero en este caso se necesita para ligar, porque el tema es muy delicado y hay que apoyarlo un poco, imagínate, son las huellas de los campos de concentración, hablo con una chica que sus papás fueron exilados y su tío fue un siniestro personaje, la película necesita ir ligando todas esas cosas, porque para mí es una intuición, en el fondo. Tengo la sensación de que en el proceso chileno quedan huellas solamente. Por ejemplo, parte de las huellas es el informe Valech, las huellas de todas las torturas, eso queda también en los hijos, en los descendientes, pero la pregunta es qué pasa en la cabeza de los chilenos, cómo se han transmitido los traumas a las nuevas generaciones. Y en esa pregunta hay que insistir, por eso necesito la voz en off.

-Estuviste varios meses en Chile haciendo entrevistas, tienes alguna respuesta a esa pregunta.

-En los documentales que yo hago no soy yo la que tengo que dar la respuesta, yo entrego los elementos y es el público el que tiene que reflexionar. He estado bastante shockeada con las entrevistas, lo que dice la gente es bien duro.

Tengo la sensación de que en el proceso chileno quedan huellas solamente. Por ejemplo, parte de las huellas es el informe Valech, las huellas de todas las torturas, eso queda también en los hijos, en los descendientes, pero la pregunta es qué pasa en la cabeza de los chilenos, cómo se han transmitido los traumas a las nuevas generaciones”.

-¿Es muy fuerte el trauma?

-Cuando te dicen que en el Cajón del Maipo empezaron a encontrar cadáveres sin nariz y sin huellas dactilares, para no que los reconocieran. O que tiraban a las personas a los cráteres de los volcanes. Tú te das cuenta, ¡qué horror! Y esas huellas, ¿qué es lo que queda en los descendientes? Estoy trabajando en eso y ha sido duro hacer este documental, pero para mí era necesario hacerlo.

-¿Por qué?

-Porque uno empieza a pensar, “ya serán los últimos documentales que podré hacer”, por la edad y muchas cosas. Y éste lo hice a pulso, lo hice porque vendí libros de la colección de Raúl, y con eso logré financiar una parte. Después conseguí en Francia un productor que me está pagando las terminaciones y así. Es una película que se está haciendo a pulso.

-Pero necesaria para ti.

-Necesaria porque cuando uno tiene una intuición, tiene que seguirla.

-¿Y hace mucho tenías la intuición de indagar en esto?

-Sí, porque yo llegaba a Chile y yo me decía: qué pasa con el papá que torturaron, qué pasa con el hijo, qué pasa con el nieto, en qué se trauma. Y eso existe, la epigenética lo ha estudiado. Entrevisté a una científica suiza, Ariane Giacobino, que hizo todo un trabajo en Ruanda con las personas que habían estado cercanas al genocidio para saber qué había pasado y los hijos han tenido problemas. Yo creo que hay poca reflexión en Chile respecto a qué ha pasado con las generaciones nuevas. ¿Quién te dice que toda la violencia actual en Chile no tenga que ver con eso? Yo solamente hago un filme en que muestro, no pretendo dar ninguna solución ni nada.

-Pero sí te interesa instalar la pregunta.

-Ese es el trabajo del documentalista. Un verdadero documentalista trabaja con intuiciones, el resto son reportajes, constataciones de la realidad. Yo creo que los documentales tiene que ser intuiciones.

-Y volviendo a Un sueño como de colores, ¿cuál fue tu intuición en ese caso?

-Mi intuición es que las mujeres en la época de la UP ya estaban despertando. Estas mujeres, que parecían marginales, eran mujeres que estaban tratando de defender lo que hacían, de ganarse la vida, de ser independientes.

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