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Opinión

23 de Julio de 2022

Defensa de lo gris

En el artículo en que Aicha Liviana Messina responde al perfil que le hice a Elisa Loncon, se le escapa el sentido de una metáfora que seguramente expliqué mal. En ese perfil decía que la democracia debía ser gris y no multicolor como está de moda. Pero no lo decía en el sentido de que fuese aburrida, funcionaria, moderada, o elitaria, como parece sugerir Messina, sino que tiene que ser gris porque las mayorías son grises, como puede comprobar cualquiera que dé una vuelta por el Paseo Ahumada.

Rafael Gumucio
Rafael Gumucio
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Con Aïcha Liviana Messina nos une el placer de estar en desacuerdo. Es un honor estarlo porque sabe como nadie que las palabras y menos las metáforas no son transparentes. En el artículo en que responde al perfil que le hice alguna vez a Elisa Loncon, se le escapa sin embargo el sentido de una metáfora que seguramente expliqué mal. En este articulo decía que la democracia debía ser gris y no multicolor como está de moda que sea. Pero no lo decía en el sentido de que fuese aburrida, o funcionaria, o moderada, o elitaria, como parece sugerir Messina, sino que tiene que ser gris porque las mayorías son grises, que es algo que puede comprobar cualquiera que de una vuelta por el paseo Ahumada.

El gris es por lo demás la mezcla de todos los colores que convergen en él. Y claro el gris es también el color de la rutina y de la normalidad. Rutina y normalidad que una democracia debe proveerles a los que están cansado de los colores maravilloso del fuego, el brillo de las balas y las maravillas del hambre. Porque nada hay más colorido que la pobreza y nada más diverso, nada más mágico, nada más bello que la desigualdad. Lo sabe Aïcha tanto como yo por provenir los dos del mismo país en que el gris es la tónica dominante. El país que inventó, junto a los Estados Unidos, donde el gris se azuleó en blue jeans, la democracia representativa moderna.

Se dijo hasta el cansancio de que la Convención se parecía como ningún parlamento al Chile real. Los rostros y los atuendos no dejaban duda que se veía algo que no habíamos visto nunca. Pero ¿era el Chile real? Los empleos y ocupaciones más comunes en Chile son los de vendedores de tienda, empleados domésticos y peones de labranza, todas profesiones que no exigen estudios superiores de los que la mayoría de los chilenos carecen. En la Convención estos oficios tenían apenas representantes (sólo un buzo). En la Convención, y era lógico que así fuera, la mayoría eran abogados y estudiantes de Derecho, seguidos de los profesores, los ingenieros y los periodistas. Una composición que no se diferencia demasiado de la de la Cámara Diputados. Con una diferencia: los diputados vienen en su mayoría de partidos políticos. La Convención estaba llena de independientes que, supimos luego, eran activistas de alguna causa ecológica, de género o étnica. Gente que vino por un capítulo o un artículo de la Constitución, pero que descubrieron tarde que tenían que escribir todo el libro.

La Convención estaba llena de independientes que, supimos luego, eran activistas de alguna causa ecológica, de género o étnica. Gente que vino por un capítulo o un artículo de la Constitución, pero que descubrieron tarde que tenían que escribir todo el libro”.

Algo de eso simboliza Elisa Loncon, perfectamente preparada en su tema de estudio (el bilingüismo y los derechos culturales del pueblo mapuche) y capaz al mismo tiempo de declarar que la expropiación es siempre voluntaria y que las fortunas de las diez familias se van a repartir de modo igualitario en todas las regiones del país. Contraste entre conocimiento especializado en su tema e ignorancia en los otros, que no ocurría de manera tan pasmosa en la vieja política porque militar en un partido es ser parte de una idea general del país que permite al diputado de Arica votar por leyes que tienen que ver con Chiloé y viceversa, sólo siguiendo la orden del partido. Las órdenes de partido, eso que todos odian de la vieja política pero que es lo que hace posible la política misma, es la entrega de tu voto a un colectivo mayor que piensa por ti en los temas que no te es dable pensar.

La política de la identidad plantea al revés: que sólo puede se hablar y legislar sobre lo que has vivido personalmente. El homosexual sabe lo que es la discriminación sexual, la mujer la perspectiva de género y los pueblos originarios su cosmovisión. Claro, desde el punto vista estético, que parece ser el único que los defensores de la Convención son capaces de esgrimir, es bello que Domínguez o Loncon o Quintero recurran una y otra vez a su biografía para explicarnos lo que hacen o dejan de hacer. Es cierto que la propia biografía es un buen lugar para empezar a pensar, pero temo que en muchos casos nunca salen de ese punto de partida. En gran parte sucede porque esas biografías se asumen sin las contradicciones ni fisuras que toda biografía contiene. Se cuenta a sí mismas como historias de dolor y superación personal, historias de maltrato y heroísmo personal donde todos los apoyos y aportes del Chile de los últimos treinta años no existen.

Claro, desde el punto vista estético, que parece ser el único que los defensores de la Convención son capaces de esgrimir, es bello que Domínguez o Loncon o Quintero recurran una y otra vez a su biografía para explicarnos lo que hacen o dejan de hacer. Es cierto que la propia biografía es un buen lugar para empezar a pensar, pero temo que en muchos casos nunca salen de ese punto de partida”.

Historias de identidades unívocas que, al simplificarse de manera maniqueas, no pueden esconder sus roturas. Que Elisa Loncon haga clase en la Católica, el alma mater de la elite, no debería tener ninguna importancia (o que Jaime Bassa haya estudiado también ahí, o que Atria y Stingo hayan sido boyscout), si la pureza biográfica no se hubiese puesto en el centro de la legitimidad de la Convención. Que en 155 convencionales haya un mitómano, un payador, un hombre que se ducha mientras legisla o dos que se disfrazan de corpóreo, no es ni raro ni escandaloso de por sí. Lo que indigna a la gente gris no es que los convencionales tengan a bien mostrarnos sus excentricidades, sino el hecho de que no sean mucho más que esas excentricidades: Rojas Vade elegido sólo por su enfermedad, Giovanna Grandon por ser la tía Pikachu, y Logan y Stingo por su calidad de abogados de matinales. Como decía Debord, la sociedad del espectáculo que ya no mediatiza nuestra relación con el mundo, sino que es nuestra relación con el mundo.

Lo que indigna a la gente gris no es que los convencionales tengan a bien mostrarnos sus excentricidades, sino el hecho de que no sean mucho más que esas excentricidades: Rojas Vade elegido sólo por su enfermedad, Giovanna Grandon por ser la tía Pikachu, y Logan y Stingo por su calidad de abogados de matinales”.

Elisa Loncon es quizás la parte más digna de este intento de reemplazar el pueblo no sólo por una representación de él (que era lo esperable), sino por una versión espectacular de él. Un pueblo más pueblo que el pueblo. Mapuches más mapuches que los mapuches, fachos más fachos que los fachos, profetas más proféticos que los de la Biblia. No un parlamento sino un casting. No un circo, que es lo esperable que todo parlamento sea, sino un reality show.

El texto que surgió de esta asamblea es otro tema sobre el que espero seguir polemizando con Aicha. Lo que me resulta a mi evidente es que las suposiciones bajo la cual la presidencia Loncon-Bassa dieron el vamos a la Convención resultaron al menos endebles, por de no decir impracticables a la hora de volver a encantar a los chilenos con la democracia. Me parece que de ese fracaso al menos parcial se puede extraer lecciones, a no ser que uno quiera empeñarse en pensar que en algún lugar simbólico al que mi condición de simple plumífero no puede acceder, todo esto ha sido un perfecto éxito.

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