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25 de Julio de 2022

5 tips para vestirnos de forma más sostenible y evitar cementerios de ropa, según Sofía Calvo

Patricio Vera

La periodista de moda nos propone en su nuevo libro, “Cambiar el verbo” (RiL Editores), replantearnos cómo pensar y consumir la moda. El camino no es muy largo, y para poder lograrlo, Sofía Calvo le dio a The Clinic varios tips para vestirnos de forma más sostenible.

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La industria de la moda es de las más contaminantes del mundo, emitiendo el 8% de los gases de efecto invernadero, según datos de la ONU. Con el crecimiento de grandes multinacionales de venta de ropa, como Shein -que suele atraer a los consumidores por sus precios más baratos-, las alertas de los activistas se han disparado. 

Debido a las nuevas tendencias de fast-fashion y la rapidez en el cambio de las temporadas, la ropa que termina en la basura es cada vez mayor. Imágenes como el cementerio de ropa en Alto Hospicio, en el norte de Chile, son sólo una muestra de lo que ocurre en el resto del mundo.

Fue frente a este escenario que la reconocida periodista de moda Sofía Calvo  decidió hacer algo al respecto y escribió su nuevo libro, “Cambiar el verbo”. En el texto, la autora explora el desafío de buscar moda a buen precio, pero sin seguir dañando el medio ambiente. Así, propone medidas para cambiar nuestra relación con el vestir.

Como explica la experta en moda y creadora de Quinta Trends, lo esencial es cambiar el verbo: dejar de lado el verbo comprar. “El concepto de consumidor, que simplemente se vincula a tu capacidad de comprar cosas, no alberga tu compromiso como ciudadano. Por eso yo hablo de ciudadano consumidor, porque ahí hay una responsabilidad que tenemos como ciudadanía para contribuir para crear una sociedad que sea armónica”, afirma.

“Me di cuenta que había que empezar a articular ese lenguaje de una manera distinta”, dice Calvo. Esto, “porque cambiar las conductas de compra muchas veces se entiende que tienes que botar lo que ya tienes, que es ‘malo’, y empezar a comprar cosas ‘buenas’. Eso, al final, es caer en la misma trampa del sistema capitalista”, bajo la premisa de intentar vestirnos de forma más sostenible.

“Entonces dije ‘al final estoy cayendo en lo mismo, tiene que haber una respuesta distinta’. Y la encontré en acciones súper cotidianas, bastante banales y old fashion. Tiene que ver con todos los verbos que desarrollo en el libro, pero que nos remiten a conductas que hemos tenido toda la vida, pero que hemos olvidado”, cuenta la autora.

A continuación, The Clinic recogió parte de esos “cambios de verbos” que propone la autora, para aportar nuestro granito de arena en esta cruzada.

1. Ordenar para usar: una Narnia inexplorada

“La primera recomendación que les haría es que abran su closet, lo revisen y lo ordenen”, dice Sofía como primer consejo para vestirnos de forma más sostenible. Y, aunque parece “un acto súper banal y un poco de Perogrullo, no lo es”.

En palabras de la periodista, al pensar en nuestros roperos, cuando lo abrimos no es fácil “identificar cada prenda que tenemos y las posibilidades que tienen esas prendas de combinar entre sí”. Por eso, perdemos cientos de oportunidades de sacarle partido a nuestra ropa.

Por ello, “la gran transformación que tienen que hacer o el gran presupuesto que tienen que destinar a estos cambios es que abran el clóset que ya tienen y lo empiecen a explorar y ordenar. Porque al momento de ordenarlo, primero que todo se van a dar cuenta de que eso de ‘no tengo nada que ponerme’ es una ilusión y es un slogan que nos vende el sistema”, dice Calvo.

El primer desafío, entonces, es darse cuenta de que nuestro closet “es como una Narnia inexplorada. Está llena de recursos y posibilidades que nosotros no hemos vislumbrado, debido a la exigencia como sociocultural que nos está permanentemente machando en la cabeza con que necesitamos algo distinto”.

“Nos vamos a dar cuenta de que, realmente, tenemos más ropa de la que pensamos. Probablemente hay ropa que compramos de puro impulso, por una liquidación o lo que sea, y que ni siquiera le hemos sacado la etiqueta”, cuenta.

A quién no le ha pasado que se olvida de lo que tiene en el closet y lo vuelve a encontrar cada cierto tiempo. Como dice la periodista, “al final no solamente nos vamos a reencontrar con esas prendas, sino que también nos vamos a reencontrar con nuestra historia. Probablemente vamos a empezar a mirar más y a entender un poco quiénes somos”.

Porque, como relata Calvo, depende de quiénes somos el por qué “tomamos determinadas decisiones al momento de comprar ropa o de condenar al exilio otra”.

2. Reparar como revolución

Dentro de esas revisiones de closet, para la autora “lo primero es la toma de conciencia de lo que ya se tiene y, frente a eso, empezar a hacerse preguntas sobre qué hay ahí. Cuáles son los materiales, si tenemos vestuario que no utilizamos porque se le salió el botón o falló el cierre y no lo hemos reparado”.

Hace años dejamos de ver como el estándar el pegar las suelas de las zapatillas y pegarles una limpieza para que quedaran como nuevas. O zurcir los calcetines cuando se les hacían las famosas “papas”. La conducta general ahora es comprar una prenda nueva, con todo lo que implica eso en recursos, y que nos aleja de la idea de vestirnos de forma más sostenible.

“Una gran posibilidad es empezar a volver a esos hábitos que hacían que tú cuidaras más tu ropa. Y, al mismo tiempo, pudieras sacarle partido a la inversión que tú hacías en ese vestir, reparándola y haciendo que durara mucho más tiempo”, dice Calvo.

Como dice la Fundación Reparalab, “reparar es un acto revolucionario”. Y la periodista está completamente de acuerdo con esa idea. Al arreglar una prenda, dice, le estás “dando la posibilidad de sostener a un ecosistema que estaba detrás de ese acto”.

Esto, ya que cuando no hay tiempo o habilidades para hacerlo personalmente, se pide ayuda a un experto. “Esa otra persona, en el fondo, está desarrollando un oficio y está contribuyendo económicamente al país y al territorio. Lo que uno hace, al momento de retomar la opción de reparar, es restablecer un ecosistema productivo que hemos olvidado, anulado e invisibilizado”.

Por eso, para la autora el reparar “es muy revolucionario desde la perspectiva de que tú ya no necesitas cosas nuevas ni nuevos recursos. Los recursos son las personas que te ayudan a mantener estos otros materiales en circulación. Eso es totalmente contra-sistema, al menos contra el neoliberal, y es totalmente revolucionario para estos tiempos”.

Así, propone volver a poner en valor esas reparadoras de calzado, a las costureras y sastres. Aunque parecen ser del siglo pasado, están más vigentes que nunca.

3. Intercambiar ropa… e historias

El reencuentro con uno mismo y con nuestra ropa es también un reencuentro con nuestra historia. Sin embargo, como todo, las personas también evolucionamos con el tiempo, y lo que somos hoy dista de lo que fuimos hace algunos años.

No siempre necesitamos la misma ropa durante toda nuestra vida. Es por eso que, para evitar desechar ropa que puede seguir siendo usada, Sofía propone volver al trueque para vestirnos de forma más sostenible. O, como las llama ella, «Fiestas de Intercambio».

“Yo tengo amigas que tienen tallas muy distintas a la mía, pero otras que tienen tallas parecidas”, dice, agregando que “a veces, esas amigas o hermanas tienen ropa que a mí me gusta y que ya no usan, o viceversa”.

“Por qué no juntarnos un día con té, café, alcohol -a discreción de quienes sean los convocados-, a intercambiar esa ropa y a contar qué viviste con esa prenda. Hacer algo entretenido. En el fondo, es darle significancia a ese vestuario para que ese intercambio no sea sólo de objetos, sino también de relatos”, propone la periodista.

“Para una persona joven, qué entretenido sería juntarse con personas de otras generaciones, tener la oportunidad de escuchar esas historias y resignificar esa ropa”, señala Calvo.

Por supuesto, todo dependerá de las tallas, los estilos y las posibilidades, pero definitivamente las prendas pueden encontrar un nuevo hogar. En el caso de que tu familia o cercanos no puedan recibir tu ropa, siempre es una opción donarla. Hay fundaciones que reciben ropa en buen estado, como Coaniquem o María Ayuda. O ver si se puede reciclar, en caso de que no esté en buenas condiciones.

4. Transformar y embellecer

Para Sofía Calvo, en el proceso “de reencontrarse con uno mismo a través del vestuario, vamos a empezar a darnos cuenta de que, para lograr esta nueva relación con el vestir, lo primero que hay que hacer es ser creativo”.

Aunque la industria nos tenga un poco dormidos, dice, tenemos todavía escondida nuestra creatividad. Y esa inventiva nos puede ayudar en nuestra meta de vestirnos de forma más sostenible.

Dentro de esa revisión de los closet que propone la autora, más de alguna prenda nos gustará y quedará, pero ya no representará nuestro estilo. En ese caso, la periodista nos recomienda que echemos a volar nuestra imaginación y busquemos “personas que nos ayuden a customizarla, personalizarla o transformarla”.

Incluso, dentro de las mismas «Fiestas de Intercambio» “puede haber alguien que sea buena para las manualidades. Que no solamente se intercambien la ropa sino que también se intercambien posibilidades de transformación, de mejoras”.

Un bordado, una basta, unas hombreras o un corte de mangas puede cambiar completamente el look de una prenda. Y, por qué no, un teñido, un desgarrado o directamente un ajuste de la forma (cuando se pueda), con tal de darle nuevos aires.

“Hay un montón de opciones que van mucho antes de comprar y que están bastante más a la mano. Son bastante más económicas y las personas pueden empezar a experimentar sin tener que hacerse un lío y angustiarse por la falta de recursos económicos”, agrega Calvo.

5. Rehabilitarse de la adicción

La adicción a las compras tiene un nombre: oniomanía. Como dice la autora, lamentablemente la idea de la ropa sostenible no soluciona de fondo el consumo de recursos y no necesariamente nos permite vestirnos de forma más sostenible. ¿Por qué? Porque si estas prendas se consumen con la misma compulsión que la ropa nueva, no se hará ningún bien al medio ambiente.

“Creo que la ropa usada es una buena puerta de entrada. Eso, siempre en el entendido que, si vas a seguir consumiendo con la misma ferocidad que ahora, no importa el verbo que uses, siempre vas a tener un impacto grande en tu entorno”, explica. 

Sin embargo, la periodista hace un punto. “Sí me parece que es una buena puerta de entrada inicial para aquellas personas que están en una situación de consumo exorbitado. Aquellas que son como shopaholics, y necesitan un proceso de rehabilitación paulatino”, dice. 

El tema, para Calvo, es que este es un cambio de hábitos y enfoques culturales, por lo que debe ser paulatino. “Uno no puede aspirar a la radicalidad, porque se produce lo que yo hablo en mi libro del ‘efecto rebote’. Hay que hacer cambios paulatinos, que estén al alcance de la mano y de las circunstancias”, señala.

Y dice que hay que tratar de ser acogedores con todos los tipos de personas. “Lo peor que uno puede hacer es ponerle a la gente la vara demasiado alta. Eso lo único que genera es frustración, desánimo, inacción y rabia”.

Respecto de quienes necesitan sí o sí comprar ropa, la autora es un poco crítica. “Mi primera reacción sería ‘prefiere lo local, trata de buscar materiales que sean menos contaminantes, que tengan una menor huella ambiental. Algunos quizás tengan certificaciones, que aporten al territorio’. Pero no todas las personas tienen la posibilidad de hacer eso, independiente de que esa ropa le vaya a durar 20 años y que, más que un gasto, es una inversión”.

Como resume Sofía Calvo, “al final, el primer paso es esta toma de conciencia, este darse cuenta, que te va a llevar inevitablemente a hacerte un montón de preguntas. En la medida que tú empieces a buscar esas respuestas, vas a empezar a darte cuenta que no necesitas hacer grandes transformaciones. Más bien, tienes que hacer cambios que no son radicales, sino que progresivos, de hábitos cotidianos que te van a llevar a una transformación en tu relación con el vestir”.

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