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23 de Junio de 2022

Fernanda Namur, la “Chancha Vegana”: “Todo lo que hacemos está situado en torno a tomar o comer algo, lo queramos o no”

Collage de Fernanda Namur, la Chancha Vegana, con la portada de su libro "No hay sabor que no me recuerde a ti" Patricio Vera / Editorial Planeta

Tiene 27 años, 189 mil seguidores y, ahora, un libro. Fernanda Namur, más conocida como la “Chancha Vegana”, acaba de publicar No hay sabor que no me recuerde a ti, un libro que recopila 14 cuentos y 14 recetas sobre la melancolía de la comida. En entrevista con The Clinic, la influencer y psicóloga repasa los sentimientos que asociamos a los alimentos, el proceso de convertirse en escritora y la inspiración para hablar de perritos, trastornos psicológicos y la muerte.

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“¿Cuántos platos hemos dejado de disfrutar sólo porque nos hacen volver a un momento en particular? ¿Cuántos comemos específicamente para retroceder el tiempo y vivir una experiencia?”. Esas preguntas son sólo parte de los cuestionamientos que Fernanda Namur, la “Chancha Vegana”, hace en el libro “No hay sabor que no me recuerde a ti” (Planeta, 2022).

Lanzado a la venta hace sólo dos semanas, ya está en reimpresión para su segunda edición. El texto, que es una recopilación de 14 cuentos y 14 recetas, es la primera publicación de Namur. A sus 27 años, se autodefine como psicóloga, vegana, feminista y queer, además de amargada profesional, mamá perruna y melancólica por default.

Sin embargo, Fernanda es más conocida por su rol de influencer de comida en Instagram y TikTok, donde bajo el nombre de la “Chancha Vegana” intenta, valga la redundancia, veganizar todas las recetas que puede. Con un humor ácido, una buena porción de activismo y una pluma liviana, cada posteo termina por ser un éxito entre sus más de 189 mil seguidores.

Aun así le costó dar el paso y convertirse en una escritora como tal. Y confiesa en conversación con The Clinic que, aunque le gustó la experiencia, “fue una tortura igual. Fue muy difícil porque sentía que era mi única oportunidad, había tanto en juego”. También asegura que es una “pésima madre de sus cuentos”, porque tiene favoritos, y dice que se identifica más con “Ana”, un cuento que habla sobre cómo la opinión de nuestros cuerpos depende de cómo nos ven otros.

-¿De dónde nace la idea y necesidad de escribir este libro?

-Me encanta que digas necesidad, porque creo que así fue un poco en mi caso. Mi sueño siempre ha sido escribir, desde chica. Yo quería ser escritora, siempre me pareció la cosa más fascinante del mundo desde que, en segundo básico creo, nos regalaron a mí y a mi hermana los primeros tres libros de Harry Potter. Yo lo leía y estaba tan atrapada en este mundo que decía ‘qué cosa increíble debe ser poder crear esto’.

“De ahí, bueno, las vueltas de la vida, la PSU, me llevaron por otro camino. Pero siempre tuve el sueño. Típica pregunta de ‘si te ganai el kino mañana, ¿qué hací?’, yo siempre dije que me dedicaría a escribir. Que nadie me lea, me da lo mismo, pero viviría mi vida de autora sin ser autora”.

-¿Pero te desconectaste de esa faceta escritora por un tiempo?

-Al principio, cuando Instagram era sólo foto y texto, encontré un poquito de este encaje entre cosas que me gustaban mucho, que era cocinar, el veganismo y, a través del texto, trataba de hacer un poquito mi sueño frustrado de ser escritora. Escribía cosas chistosas, medias anecdóticas, ocupando hartos garabatos y chistes, y la gente empezó a enganchar en eso. 

-¿Y el gran salto? ¿Cómo fue?

-Le escribí a un editor, diciendo ‘yo sé que esto quizás no hace mucho sentido y no es lo que a ustedes les gustaría hacer conmigo, pero déjenme intentarlo. Quiero escribir este libro’. Yo ya sabía de qué quería que fuera. Les mandé un cuento corto, les conté un poco de qué quería que se tratara el libro o cuál era la idea de relacionarlo a mi cuenta (@lachanchavegana), para darles la seguridad de que no se me iban a escapar tanto los tarros.

“Yo les pedí que apostaran por mí, porque quería escribir ficción, que es algo muy distinto a lo que yo hacía normalmente, pero que confiaran en que algo iba a salir de ahí. Fue el mes más largo de mi vida, esperar a que me dijeran si es que sí o que no, revisando el celular todo el día, con el potito a dos manos. Había tanto en juego y, al final, me dijeron que sí”.

-¿Por qué un libro de cuentos y no una narrativa de no ficción, como la mayoría de tus colegas influencers?

-Creo que era una forma más interesante. Tenía muy claro sobre qué quería escribir, sobre cómo la comida rodea nuestras vidas de una forma que no siempre nos damos cuenta. La única cosa que uno hace que es social y que no implica comida es subir un cerro. Y quién chucha quiere subir un cerro.

-O sea, era una narrativa de ficción, pero con el enfoque de la nostalgia real de la comida…

Todo lo que hacemos está situado en torno a tomar o comer algo, lo queramos o no. Pocas veces no nos juntamos alrededor de la comida, y sentía que quería escribir un poquito de eso. De cómo los sabores empapan nuestra vida, nuestra memoria y nuestros afectos. Ahí entra mi parte de psicóloga, yo creo, porque se nota que cuando escribo es difícil despegarme de esa formación profesional.

“Quería escribir eso y sentí que era más fácil dar a entender lo que quería contar con cuentos cortos, donde se pudiese identificar esta memoria, nostalgia, que sea feliz o sea triste, está amarrada a los sabores que, cuando los volvemos a probar, nos llevan de vuelta como si fuese una máquina del tiempo. Con los cuentos cortos pensé que era más fácil llegar a esa idea”.

La melancolía de la comida

-Los cuentos del libro están marcados por una melancolía latente. ¿Por qué es este sentimiento el que hila tus narraciones y qué tiene que ver con los recuerdos?

-Yo creo que porque soy una persona basalmente melancólica, soy una emo que se viste de rosado. No sé explicarlo de mejor forma. Siento que, por el tipo de libro que quería hacer, el recordar siempre tiene algo un poquito melancólico. Aunque sea una nostalgia feliz, aunque sea un buen recuerdo, siempre va a haber una gotita de melancolía ahí. Creo que hay cuentos que son bien felices, pero de todas formas, como son un recuerdo, caen en eso inevitablemente. 

El libro es súper amplio, trata desde el amor y los perritos, a la muerte y los Trastornos de Conducta Alimentaria. ¿De dónde nacieron estos cuentos? ¿Cuál fue su inspiración?

-Todos los cuentos son de ficción y moriré negando cualquier tipo de similitud con situaciones o personas de la vida real. Cualquier persona que se sienta aludida va a ser gaslighteada jajaja. Pero los cuentos nacen igual de vivencias, experiencias que he visto, sea en primera persona o como testigo. Son tan variados como la vida misma, por así decirlo. 

“Como quería poder transmitir esta conexión que tenemos con la comida, tenía que mostrar cómo envuelve un poquito todo. Desde las cosas felices hasta el duelo tienen un sabor. Quien ha pasado un duelo muy grande entiende lo que es el dejar de sentir, desconectarse. Cuando uno está de duelo come sin sabor o no puede meterse nada a la boca. Lo que comiste en ese momento queda manchado por ese duelo. Por eso hay un poco de todo en el libro, porque la vida misma pasa de esa forma”.

Escribir mezclando recetas

-¿Cómo fue el proceso de escritura de estos…?

-Terrible, un martirio, una tortura jajaja

-¿Pero tenías el cuento y buscabas después la receta, ibas al mismo tiempo construyendo ambas? 

-Iban un poquito en paralelo, pero primaba el cuento por sobre la receta. El libro, como tenía esta temática tan fuerte y yo tenía el concepto del libro, partí de lo grande a lo chico. Ya sabía de qué quería que se tratara, sabía hasta el título, sabía que iba a ser una colección de cuentos con recetas, que iba a estar inspirado en ‘Como agua para chocolate‘, pero en una versión distinta.

“El concepto ya lo tenía, me gustaba muchísimo y sabía lo que quería hacer, así que era ir buscando. En la pandemia tomé un curso de escritura con Camila Gutiérrez, la autora (de Joven y Alocada). Hay varios cuentos, de hecho, que llegaron al libro y fueron ejercicios que hice en su clase, que después fui desarrollando”.

-¿Cuál es tu cuento favorito?

-Tengo cuentos que me gustan más que otros y tengo cuentos que no me gustan tanto, lo tengo súper claro. Está el del Astronauta, que es el que a la gente más le ha gustado, y me llama mucho la atención, porque fue como un ejercicio de escritura. No era un cuento asociado a mí, hay ciertos sentimientos pero yo no soy un niño. Estaba muy alejado de mi experiencia, pero lo ocupé mucho como un ejercicio.

-¿Y tus “hijos” favoritos?

-Me gusta mucho Alicia, es uno de mis cuentos favoritos. También Emilio y César, que son estos cuentos  muy cortos pero que logran transmitir lo que yo buscaba en esas situaciones específicas.

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-Y más allá de tus favoritos, ¿con qué cuento te identificas más o que sientes que expusiste una parte de tu alma?

-En todos hay un pedacito mío y quienes me conocen han podido identificarme en los cuentos. Pero yo creo que en el que más me siento al desnudo es con Ana. No me gusta mucho contarlo ni desarrollar mucho ese contenido porque es un tema muy sensible y que hay que manejar con cuidado y responsabilidad.

“Ana trata de cómo la narradora se relaciona con su cuerpo desde, también, cómo otros perciben su cuerpo. Porque eso afecta, porque no es sólo cómo tú te ves, sino que cómo tú crees que los otros te ven a ti afecta cómo te ves. Es un círculo muy vicioso, los trastornos de la conducta alimentaria y la relación con la comida. Creo que en ese es donde me encuentro más expuesta como persona, porque son experiencias muy personales. Para quienes se sientan identificados, van a saber que es muy difícil conocer y saber sin haberlo vivido”. 

-Finalmente, viendo a Chile como está hoy, desde tu visión de escritora y psicóloga, ¿qué plato crees que nos representaría hoy?

-Qué difícil y qué buena pregunta… Mi primer pensamiento fue una cazuela. Creo que porque es un plato que a mí me da mucho alivio, por así decirlo. Es algo que siempre uno dio por sentado, quizás no es tu plato favorito y no es lo primero que vas a pedir, pero cuando lo necesitas te da alivio. Además, es un plato bondadoso, en el sentido que si no tení algo, le pones de lo otro. Es muy parchable.

“Estamos en un momento en el que estamos mirando hacia adentro y empezando a preguntarnos cómo podemos cuidarnos más. Por todo el proceso socio-políticamente histórico que estamos viviendo desde el 2019, siento que estamos en una posición en la que estamos mucho más atentos a lo que está pasando al lado. No estamos tan metidos cada uno en la suya”.

Una cazuela, un plato muy de casa…

– La pandemia como que fue como un ingrediente adicional para empezar a preocuparnos por las personas que están al lado. Empezar a hablar con nuestros vecinos, con la gente del barrio… Siento que estamos en un momento en el que nos estamos empezando a cuidar y mirar hacia dentro. Necesitamos este alivio que damos un poco por sentado, que no era nuestra primera opción, y al mismo tiempo parchando lo que hace falta, poniéndole más de lo otro.

“Otros países pasaron por su estallido social y las mismas crisis que estamos pasando todos al mismo tiempo. Pero la forma en la que lo estamos haciendo nosotros siento que es tan chileno que pienso en una cazuela. No podría ser un plato distinto”.

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