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1 de Septiembre de 2022

Alfredo Castro y la sensación de inseguridad: “Me molesta cuando atribuyen a Boric esta violencia. ¡Viene de hace muchos años!”

Crédito: Sergio Armstrong

Como protagonista en la película “Inmersión”, próxima a estrenarse en salas de cine, el actor Alfredo Castro interpreta a un chileno de clase alta, carcomido por el miedo y la desconfianza hacia el otro, en un país marcado por la creciente sensación de inseguridad. Sobre estos tópicos, y su relación con la política, conversa con The Clinic. “Uno también se siente vulnerable de esta violencia”, afirma sin tapujos.

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El escenario es el lago Lanalhue, en la provincia de Arauco. Entre cerros definidos por el verdor de los árboles y aguas calmas, el personaje que interpreta Alfredo Castro pasea en yate junto a sus dos hijas. Viajaron al sur con un objetivo: sacarle fotos a una vieja casa familiar que hace tiempo está a la venta, pero sin compradores potenciales, debido a su ubicación en una zona “conflictiva”.

De pronto, el silencio se ve interrumpido por unos gritos de auxilio que llegan de la lejanía. Son tres jóvenes en una embarcación a punto de hundirse, que piden ayuda. Castro, entonces, debe tomar una decisión: o asistir a estas personas, de las cuales desconfía por su apariencia -que relaciona con el pueblo Mapuche-, y sospecha pueden tener intenciones criminales; o ignorar los alaridos, como si fuesen una molesta música de fondo, para salvarse a sí mismo y sus hijas de una posible desgracia.

El miedo ante la sensación de inseguridad. Ese es el centro de la trama de “Inmersión” (2021), el largometraje dirigido por Nicolás Postiglione que este 29 de septiembre llega a las salas de cine chilenas, y que tiene a Alfredo Castro como protagonista.

Alfredo Castro y la sensación de inseguridad: “Uno también se siente vulnerable de esta violencia”
Captura de “Inmersión”. Crédito: Sergio Armstrong.

Es una temática contingente. Múltiples sondeos –como la encuesta CEP de junio de 2022– colocan la seguridad y la delincuencia como la mayor preocupación de los chilenos.

Buscando cruzar la ficción de la cinta con la realidad, The Clinic conversó con el reconocido actor. Aquí, reflexiona acerca del temor, de los prejuicios, del racismo. De la desconfianza hacia el otro. De la violencia. De su relación con la política. Y, por qué no, del plebiscito del 4 de septiembre, donde todos estos factores también parecen entrar en juego.

“El elemento de terror hacia otra etnia, hacia la pobreza, hacia la diferencia, es lo que a mí me hizo aceptar ese guion”, cuenta Castro, entre otras cosas.

-Según tu experiencia, ¿a qué le temen los chilenos?

-Creo que le temen a la prensa de derecha que se encarga solamente de manifestar los actos terribles de delincuencia, como si no hubiera otras noticias. Eso en primer lugar. No negando que evidentemente hay delincuencia, que hay violencia. Pero si la publicas todos los días, con miles de noticias sobre la violencia, obviamente que la gente tiene un terror de eso. 

-Y tu personaje en la película, ¿a qué le teme?

-El terror que siente es frente a una etnia, a una raza, y a una clase social. No es un miedo a cualquier cosa. La película cuenta súper bien cómo el tipo se aterra cuando ve que son dos chicos posiblemente originarios del pueblo Mapuche, o de otros pueblos originarios. Y la desconfianza y el terror le surge a él de ahí, de esa verdad. 

-Entendiendo que son prejuicios también asentados en la realidad, ¿qué opera al interior de esa desconfianza? ¿Es racismo? ¿Clasismo? ¿Xenofobia?

-Hay racismo. Durante la película, en la filmación, a mí el Nico (director) me pidió que improvisara un poco sobre el lugar. Donde estábamos filmando es un lugar de mucho acontecimiento de la CAM y las madereras. Por lo tanto, si uno miraba alrededor, veía banderas rojas con zonas recuperadas. Tierras recuperadas. Entonces, mi improvisación fue en torno a que yo (su personaje), cuando era chico, hace 50 años atrás, iba a ese lugar, jugaba con otros compañeros Mapuche…

-Él mismo dice que todo cambió.

-Todo era muy distinto hace 50 años. Y ahora (en la película), estos Mapuche eran pura violencia, la gente ya no venía (al lago), era muy difícil vender la casa… Entonces, hay evidentemente un racismo, y también, no sé cómo se llamará, un miedo irreflexivo hacia la pobreza y hacia el otro. La desconfianza en el otro. También hay una desconfianza social: el tipo tiene plata, y ve a estos muchachos ahí. Lo que yo trabajé en torno a eso es precisamente el tema racial; me importó mucho. 

Donde estábamos filmando es un lugar de mucho acontecimiento de la CAM y las madereras. Por lo tanto, si uno miraba alrededor, veía banderas rojas con zonas recuperadas. Tierras recuperadas.

-En medio de la provincia de Arauco, tu personaje afirma que “los Mapuche tiene la cagada acá”. Siento que, por los ataques incendiarios y algunos hechos de violencia, sumado al contexto mediático del que hablábamos antes, existen sectores de la sociedad que habita la zona que viven con miedo hacia el pueblo Mapuche. De alguna manera, ¿está justificado ese miedo?

-Mmm.

Alfredo Castro se toma un momento para pensar su respuesta. Menciona cómo recientemente vio, en un programa de Via X, a un experto que recapitulaba la historia contemporánea entre el Estado chileno y el pueblo Mapuche. “Decía que esto viene de años. ¡De años!”, confirma el actor, que luego habla de la reforma agraria, de las operaciones de compraventa de terrenos “a precio huevo” por parte de la CORFO, los despojos de la dictadura, las plantaciones de pinos, y el monopolio maderero de las familias pudientes que sacaron ventaja de todo esto.

Luego de la introducción historiográfica, retoma la pregunta inicial: “No justificando la violencia por ningún motivo de mi parte, me parece que toda la gente que vive en la zona debe estar con mucho miedo. También los Mapuche. También la gente que tiene las tierras. También la gente que sabe que tiene tierras que no les pertenecen. Es un clima que hay que solucionar desde el punto de vista, primero, legal. De quién son las tierras. Me imagino que por ahí habría que empezar”.

-Alfredo, ¿crees que el chileno es desconfiado por naturaleza?

-A mí no me gusta hablar en general de “los chilenos”. Hay de todo. Es un pueblo muy solidario. La gente más humilde… En fin. No quiero yo ponerme en el lugar de estar cuestionando a otras personas. Pero hablar de “los y las chilenas”… Hay de todo, en todas partes. Gente muy desconfiada, gente ladrona, violenta… 

-Pero en términos de tus sensaciones, ¿ha crecido la desconfianza en el ambiente? 

-Solamente quiero decir que esto no tiene cinco meses de vida. Esto tiene muchos años. La violencia empezó hace muchos años, y especialmente con Piñera fue el acabose de la violencia, y ahora eso continúa. Entonces, a mí me molesta mucho cuando atribuyen a Boric o a su gobierno esta violencia. ¡Si viene de hace muchos años! Es cuestión de mirar los diarios. No es de ahora. 

-¿Por qué se ha instalado esta idea, entonces?

-Lo que pasa, creo yo, es que se junta con una pandemia tremenda, con miles de muertos, con encierros… Entonces, atribuyo el temor generalizado que hay, que yo también siento, el temor al otro, a razones múltiples. Porque efectivamente hay mucho robo, y hay violencia, de todas partes. Y uno también se siente vulnerable de esta violencia. 

-En este escenario donde, como dices, existe una suerte de temor generalizado, con la imagen subyacente de que la violencia se extiende, ¿qué rol cumplen ficciones como la película “Inmersión”? ¿Son una suerte de espejo para que la sociedad chilena pueda mirarse a sí misma? 

-Yo creo. Creo que eso es en general en el cine, sea el formato que sea, sea el estilo o género que sea… Pero “Inmersión” es un thriller. Un thriller que se cuenta solo, digamos. Pero no hay referencia específica, más allá de esa especie de reflexión que yo hago (como personaje) en torno al pueblo Mapuche, que es muy propia de una clase. De hecho, creo que en Lo Barnechea se construyó un muro para separar a una población de la gente rica. 

-Efectivamente…

-Entonces, es cuestión de ver las reacciones de la gente frente a lo diverso, a lo otro, a la pobreza. Es así. La detención, el control de identidad, se hace a personas con características físicas muy determinadas… Entonces, hay un racismo muy fuerte en Chile. La película es un thriller de principio a fin, con todas las leyes del thriller, del género, y se cuenta muy bien. Y tiene este elemento también, que me parece súper importante, porque si no sería una película más, dentro de los miles de thriller que hay. El elemento de terror hacia otra etnia, hacia la pobreza, hacia la diferencia, es lo que a mí me hizo aceptar ese guion. 

-Antes me decías que no te gusta generalizar con “los chilenos”. Es algo que comprendo, y que forma parte de las típicas preguntas capciosas que uno como periodista hace… 

-Jajaja. Las conozco. 

-¡Me imagino! Por lo mismo, ahora particularmente, te pregunto: ¿De qué desconfía Alfredo Castro? 

-De la derecha, por supuesto. 

Alfredo Castro y la sensación de inseguridad: “Uno también se siente vulnerable de esta violencia”
Captura de “Inmersión”. Crédito: Sergio Armstrong.

No es fácil analizar el tema de la migración así de un plumazo

Alfredo Castro es un hombre vinculado a la política. Al quehacer público. La contingencia no le resbala, y esgrime opiniones en múltiples materias. Es activo en redes sociales y, cuando puede, dispara sus dardos hacia las autoridades y representantes, sobre todo de sectores conservadores.

-Decías que el fenómeno de la violencia venía desde hace tiempo, y mencionaste a Piñera. Más allá de lo que pasa en el sur, y en vistas de que las encuestas muestran cómo los chilenos están preocupados por la seguridad, ¿qué postura debiese tomar la clase política para apaciguar esta sensación de miedo en la población?

-Opino que los políticos no tienen nada que hacer con eso. Es un tema que tiene que tratar la policía, que es la encargada de esto.

Considera que “no hay que ser ingenuos”. Que es real el auge de la violencia. Por otro lado, menciona la migración irregular. “También han entrado personas con problemas legales. Pero eso lo tienen que solucionar las autoridades”, agrega.

Y reflexionando acerca del fenómeno migratorio, cada vez más visible en Chile, vuelve a la carga contra el expresidente: “Me pareció muy triste el espectáculo del gobierno de Piñera con la gente vestida de overoles blancos, esposada, caminando a los aviones…”. Se refiere a esas imágenes, tomadas en el período anterior a Boric, de decenas de migrantes vestidos de overol, avanzando en fila y lentamente hacia las aeronaves chilenas para ser deportados.

“Eso me parece que la derecha lo maneja muy bien. Ese espectáculo miserable de atropello al otro”, dice Castro. “Porque por muy delincuente que sea, es un ser humano. Tendrá que salir del país expulsado, perfecto. Con la PDI, perfecto. Me parece bien. Pero no corresponde hacer un espectáculo. Un show de falta de humanidad y falta de respeto hacia las personas”, sentencia.  

La violencia empezó hace muchos años, y especialmente con Piñera, fue el acabose de la violencia, y ahora eso continúa. Entonces, a mí me molesta mucho cuando atribuyen a Boric o a su gobierno esta violencia.

-No sé si recuerdas ese episodio registrado en Iquique en 2021, con las quemas de pertenencias de migrantes en el espacio público. ¿Cómo se puede leer ese fenómeno en el contexto de lo que estamos conversando? 

-Como lo que es: un país pobre al que llega más gente pobre. La reacción es violenta. Es fuerte. Pero, como te digo, insisto en no generalizar. Hay una población migrante que está trabajando bien, en trabajos que los chilenos y chilenas no quieren hacer. Es lo que ha pasado con la migración en todo el mundo. Los árabes en Europa también llegaron como mano de obra barata, y después les dijeron “ya, ahora váyanse”. Y respondieron que no. Que sus hijos estudiaron ahí, que tienen nacionalidad, y “no nos vamos a ir”. No es fácil analizar el tema de la migración así de un plumazo. Es una cuestión muy contundente, muy fuerte, y que obviamente hay que manejar con discreción, con humanidad y con el rigor de la ley. Eso está clarísimo. 

-Relacionado a los temas políticos que estamos tratando, ¿tienes alguna postura respecto del estado de excepción constitucional que rige en la Macrozona Sur? Este nuevo gobierno ha solicitado extenderlo, varias veces, en el Congreso… 

-Bueno, evidentemente no es la solución (…). El estado de emergencia o excepción es un “mientras tanto”, antes de que se logre una comunicación o una reflexión con el pueblo Mapuche

Asimismo, Castro se detiene a pensar acerca del estado de excepción que ha regido en el pasado en la Macrozona Norte, ante la masiva llegada de migrantes y la porosidad de las fronteras. Un instrumento que el gobierno de Boric no ha descartado volver a aplicar de ser necesario.

“Por el momento, parece que es lo que hay que hacer, pero la solución es buscar una cohesión social con los migrantes, en lo cual el arte, el cine, el teatro, todas las artes, son fundamentales. Es lo que se ha hecho en todo el mundo, en que el teatro y el cine han logrado integrar a los migrantes de muchas maneras. En primer lugar, a través de esos mecanismos, el migrante, por ejemplo, haitiano, puede conocer o empezar a hablar español. Es lo que se ha hecho en Francia y todas partes del mundo. No se ha tratado a patadas y a golpes al migrante. Se le ha acogido, y se le ha enseñado, y se le ha integrado a la sociedad”, resume.

“El Rechazo es un mecanismo, una promoción y propaganda del odio impactante”

-Has sido un público y férreo defensor de la opción Apruebo en el plebiscito de este 4 de septiembre. Hay mucha gente del Rechazo que dice tener “miedo” a lo que pueda pasar si esta Constitución es promulgada, mi abuelita incluida…

-Jajaja.

-¿Qué les dirías a ellos? 

-Que tengan más miedo a que gane el Rechazo. 

¿Por qué?

-Porque el Rechazo es un mecanismo, y una promoción y propaganda del odio impactante. Es cuestión de mirar la franja, de mirar las mentiras asquerosas que esta gente está tirando, sin pudor alguno. ¡Sin ningún pudor! Leyendo la Constitución entre líneas, inventando cosas que no están en la Constitución. A eso hay que tenerle miedo. Y de eso es capaz la derecha. 

-¿A qué te refieres?

-La derecha es capaz de organizar un golpe de Estado y que un país cambie de un día para otro, de tener un Estadio Nacional lleno de presos, matar y torturar gente… Eso sucedió en un día. Entre el 10 y el 11 de septiembre (de 1973) este país cambió y cambió hasta el día de hoy. Lo sé porque yo lo viví. Me dormí un día 10 de septiembre siendo un adolescente que iba al liceo, y me desperté al otro día con un bando de la Junta Militar, llamando a la gente a presentarse para ser tomada presa, para ser exiliada o muerta. Lo que fuera. Entonces, le tendría más miedo a la derecha que a una nueva Constitución, que fue elegida democráticamente. No hay ningún artículo de la Constitución que no tenga 2/3 de votación. Es absolutamente democrática. 

-Me comentabas el tema de la franja. Me imagino que estuviste al tanto de la última polémica, con el relato de este trabajador sexual que decía que un cliente le había disparado un escopetazo a la hora de cobrar por sus servicios, y que finalmente decidió no denunciar el hecho “por amor”… ¿Qué te provoca eso?

-Muéstraselo a tu abuelita, porque de eso sí que hay que tener miedo. Eso es macabro. Que alguien le pague a una persona vulnerable, como este chico, para que dé un testimonio falso… Y además, un testimonio éticamente completamente reprochable. La gente que hace esa franja, ¿dónde está su educación? ¿Dónde está su ética? De pagarle a la gente para que dé testimonios falsos. Eso es gravísimo. Por eso tengo más miedo al Rechazo: porque esa gente es capaz de cualquier cosa, ¡de cualquier cosa!, por mantener sus privilegios. 

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