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Opinión

8 de Septiembre de 2022

El rechazo: ¿a la nueva Constitución?

nueva constitución rechazada Agencia UNO

Personas muy diferentes votaron en contra del proyecto de Constitución y sus razones son múltiples. Intentaré focalizarme en tres solamente.

Julieta Suárez-Cao
Julieta Suárez-Cao
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La mayoría abrumadora del rechazo a la nueva Constitución no puede ser explicada de manera simple. Esto es claramente multicausal. Y quien lea en esa mayoría un apoyo a determinada opción ideológica y a la Constitución del 80 está, como diría Elle Woods, severamente perturbado.

Personas muy diferentes votaron en contra del proyecto de Constitución y sus razones son múltiples. Intentaré focalizarme en tres solamente. La primera claramente está relacionada con el contenido de la propuesta. En un texto con casi 400 artículos, todos y todas podemos encontrar algo que no nos guste. Algunas disposiciones generaron desconfianza e incertidumbre, particularmente la transición de un estado mononacional a uno plurinacional en el que los pueblos indígenas gozarían de cierto grado de autonomía. Sin embargo, me atrevo a decir que no es esta la razón principal detrás de la amplia mayoría de quienes votaron Rechazo. La elección del domingo 4 de septiembre se convirtió en un referéndum sobre la Convención Constituyente y el gobierno.

En un texto con casi 400 artículos, todos y todas podemos encontrar algo que no nos guste.

La segunda razón se basa en que la Convención Constituyente no logró restaurar la confianza de la gente en las instituciones. En un contexto de profunda crisis de representación y de confianza, que antecede aún al estallido social, la apuesta por un órgano más representativo de la sociedad chilena hacía sentido para reconstruir la legitimidad en las instituciones. Sin embargo, no fue suficiente. En medio de un ambiente de profunda desconfianza, contribuyeron al desprestigio de la Convención Constitucional los errores amateurs, los comentarios divisivos, los desaires a los símbolos patrios y las propuestas inviables. Estas últimas nunca llegaron al pleno, pero sí a las columnas de los periódicos y fueron omnipresentes en las redes sociales.

Algunos y algunas convencionales se pusieron a la defensiva, se cerraron a los acuerdos y adoptaron una actitud contenciosa. Esto tampoco contribuyó a restaurar la confianza. Continuaron los comentarios divisivos y a veces directamente de menosprecio hacia quienes no comulgaban con sus ideas. Se convirtieron en el antagonismo encarnado. Y esto se vio tanto de parte de convencionales de izquierda como de derecha. Pero estas personas fueron claramente una minoría de la Convención.

La tercera razón es que el plebiscito también se convirtió en un referéndum sobre el gobierno de Gabriel Boric. Como dijo el constitucionalista Roberto Gargarella, cuando tienes un solo voto para decir sí o no a todo un texto de 400 artículos, “la consulta se convierte entonces en algo diferente: un modo de premiar o castigar al gobierno de turno”. No llama la atención entonces que el porcentaje de aprobación del gobierno esté cerca del porcentaje que sacó el voto a favor del proyecto de nueva Constitución. En esta elección, una gran cantidad de votantes nuevos se acercaron a las urnas gracias al voto obligatorio. Esto permite ensayar la hipótesis de que quizás muchas de estas personas estuvieran desafectadas de la política, que probablemente no hayan leído el texto ni se hayan expuesto siquiera a las campañas políticas. La literatura especializada establece que para reducir la carga cognitiva de tomar decisiones electorales complejas, el electorado suele ocupar “atajos de información”. El gusto o disgusto por el gobierno pudo haberse transformado en el atajo más directo para que muchas personas decidieran su voto.

Esta tercera razón cobra más plausibilidad porque estamos viviendo una era de desventaja de los incumbentes. Hemos hablado de un posible giro a la izquierda en América Latina con las victorias de Gabriel Boric y Gustavo Petro, pero ¿y si en vez de un giro ideológico estas victorias fueron causadas por un castigo a los gobiernos en funciones? Esto llevaría al electorado a elegir líderes de un signo político distinto sin que haya por detrás un cambio de convicción en las ideas. Esta visión pesimista apunta al éxito de la antipolítica, que es el terreno más fértil para que crezcan las autocracias.

En este contexto de desventaja de incumbentes, es muy fácil construir coaliciones negativas. Esta vez fue la derecha quien logró articular múltiples demandas, dolencias y enojos de la sociedad –muy comprensibles tras una pandemia y con altas tasas de inflación que hacen muy difícil la vida cotidiana– en una coalición contra la propuesta de nueva Constitución. Y lo hizo con éxito porque lograron no solo esconder sus rostros detrás de algunas figuras de centroizquierda que lideraron la campaña, sino que además lograron convertir el plebiscito entre la Constitución vigente y la propuesta de la Convención Constitucional, en una elección entre la propuesta de la Convención y otra nueva propuesta hipotética. La gran interrogante que se abre ahora es si esta nueva propuesta hipotética de Constitución se materializará realmente en la práctica y qué características tendrá.

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