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Opinión

21 de Octubre de 2023

Columna de Hernán Rodríguez Matte | Juegos Panamericanos: Espectators

Errores en Juegos Panamericanos Santiago 2023 Ilustración: Camila Cruz

El escritor y guionista Hernán Rodríguez Matte escribe esta semana sobre la seguidilla de problemas que tuvo el arranque de los Juegos Panamericanos Santiago 2023. Entre ellos las filtraciones de agua, el robo de los equipos, las 1.300 llaves sin identificación y, por supuesto, nuestra célebre frase “Espectators Access”, que a estas alturas, dice Rodríguez Matte, es el “Ecce Homo” local y se inscribe junto a otras frases célebres chilenas como “La fama es emífera”, de Bam Bam Zamorano, “Abel mató a Caín”, de Sebastián Piñera, y la inolvidable “Estando en Austria me siento un australiano más”, de Murci Rojas.

Por Hernán Rodríguez Matte

La reciente inauguración de los Juegos Panamericanos en Chile ha capturado el interés local no solo por el despliegue deportivo y cultural, sino también por el bombo y la resonancia que han tenido algunos de sus errores.

Errores que, en gran parte, ya han sido solucionados. Entre ellos las filtraciones de agua, el robo de los equipos, las 1.300 llaves sin identificación y, por supuesto, nuestra célebre frase “Espectator Access”, que a estas alturas es el “Ecce Homo” local y se inscribe junto a otras frases célebres chilenas como “La fama es emífera”, de Bam Bam Zamorano, “Abel mató a Caín”, de Sebastián Piñera, y la inolvidable “Estando en Austria me siento un australiano más”, de Murci Rojas.

Pero esos fueron otros tiempos en los que uno se podía reír con esas frases, pero parece que hoy las cosas no están para la risa. 

Haber perdido el espacio en la Bienal de Venecia, o no haber inscrito a la atleta olímpica Martina Weil en el Mundial de Atletismo o el humilde stand de Chile en la feria de turismo de París. ¿Qué nos está pasando? ¿Cuál es el origen de estos errores? Porque de repente nos vemos rodeados de este tipo de equivocaciones. Es evidente que tenemos un grave problema para planificar por adelantado. Se está volviendo parte de la “cultura chilensis” dejar todo para última hora, como esos alumnos que dejan las tareas para el último día y después tienen que hacerlas a la rápida y contra el tiempo.  

Si bien la incapacidad de programar las cosas con antelación puede ser un factor, surge la pregunta: ¿Por qué nadie da explicaciones más detalladas de los errores? ¿Dónde, en la cadena de mando, se produjo la falla? ¿Quiénes fueron los responsables? ¿Cuáles fueron los controles internos que fallaron?

No es solo una cuestión de ética o responsabilidad, sino también una manera inteligente para construir confianza y garantizar la seriedad y profesionalismo para el futuro.

He visto todo tipo de reacciones frente a este tipo de errores. La mayoría de ellos hablan de sentir “vergüenza ajena” o decir que esto es “típico chileno”. Pero, ¿es realmente “típico chileno” cometer errores de esta naturaleza? Decir que algo es “típico chileno”, cuando nos referimos a un error, no solo es una simplificación, sino que también es una forma de perpetuar un estereotipo negativo. Si continuamos asociando los errores con ser “típicamente chilenos”, corremos el riesgo de creer que es algo innato y, por ende, insuperable. Al final, se convierte en una etiqueta que alimenta una mentalidad de derrota.

Tengo que confesar que, cuando vi el letrero “espectator access” en los Panamericanos, me imaginé a la prensa internacional exponiendo nuestros errores en una sección imaginaria llamada “anécdotas del tercer mundo”. 

Muchas personas se ríen de lo que ocurre y lo agregan al anecdotario popular que aparece en los matinales. Como el hotel que tenía en la mesa de desayuno un letrero que decía “Calameños Melon” y “Mold Bread”.

Y es verdad que algunos pueden distanciarse de estos problemas diciendo que todo este asunto les da vergüenza ajena. Pero quizás la vergüenza ajena refleja más sobre nosotros mismos que sobre la situación que la provoca. Al sentir vergüenza por los errores de otros, podemos distanciarnos y pensar que es “problema de alguien más”. Hay cierta superioridad solapada cuando uno dice que siente vergüenza ajena por el error que “otro cometió”. Como si uno lo hubiera hecho mejor en una situación similar. O, quizás, no es vergüenza ajena sino más bien ese morbo y placer que produce reírse de los errores ajenos, algo que los alemanes llaman “Schadenfreude”. Espero haberlo escrito bien y no pegarme un “espectortazo”. 

En cualquiera de los casos, en lugar de reírnos o avergonzarnos o decir que esto es “tipicamente chileno”, quizás deberíamos reflexionar y entender qué está pasando realmente. Siguiendo con las palabras en inglés, está claro que nuestro “output” está arrojando cada vez más errores y quizás ya es hora de “abrir la maquina” y entender qué demonios está pasando. 

Sin embargo, se hace difícil entender lo que está pasando si los responsables de los errores no explican con detalle lo ocurrido. Esto pasa en todo ámbito de cosas y en Chile somos expertos en evadir la responsabilidad, en “pasar piola”, en “hacerla corta” para que los errores se diluyan en el silencio.

En el caso de la Villa Panamericana, las empresas constructoras DLP y Mena y Ovalle, a cargo del proyecto, no han dicho una palabra. En el Centro Acuático del Estadio Nacional, los errores parecen ser aún más graves entre el Instituto Nacional de Deportes (IND) y la empresa constructora Flesan. Se estimó un costo inicial de $17 mil millones, pero ahora por “problemas de planificación” va por sobre los $50 mil millones. Y en el Centro del Tenis, la constructora Sudamericana, que entregó la obra fuera de plazo, y no se le exigió la multa por retraso. 

Es raro que ocurran estas fallas en los Panamericanos y ninguna de las partes involucradas dé una explicación seria y formal de lo que pasó. Por qué pasó. Por qué fallaron los controles internos, quiénes estaban a cargo de la planificación, etc. Ignorar o eludir la responsabilidad puede servir en el corto plazo para “pasar piola”, pero a largo plazo solo sirve para debilitar la confianza y la reputación. No saber el origen y la razón por la que ocurren estos problemas erosiona la confianza y la seriedad con la que se percibe no solo las instituciones, sino todo el país.  

Chile ha sido cuna de deportistas de élite que han sido ovacionados en el mundo entero, poetas y escritores laureados, científicos y emprendedores de primera línea, y muchos otros talentos que han brillado en la escena mundial. Cuando un chileno brilla afuera, todos brillamos aquí adentro. Por eso el impacto de estos fallos va más allá del humor o la vergüenza momentánea. Son eventos que nos hacen cuestionar nuestra propia autoestima y el valor que tenemos como país.

En lugar de simplemente aceptar que “nos condoreamos otra vez”, es importante que pongamos estos errores bajo la lupa y los examinemos sistemáticamente, entendiendo que no son simplemente anécdotas para reír en Twitter o en un programa de televisión, sino síntomas que debemos atender.

Quizás ya está bueno que cambiemos la mentalidad y dejar de “pasar piola” y entender que es mejor enfrentar y explicar con seriedad este tipo de fallas, para que no vuelvan a ocurrir y sentirnos orgullosos de nuestro país y evitar que nos convirtamos en objeto de burlas. No podemos seguir siendo unos simples “espectators”.

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