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Entrevistas

9 de Noviembre de 2023

Nelly León, capellana de la Cárcel de Mujeres: “Ver nacer a un bebé preso me angustia tremendamente”

Nelly León y mujer en el crimen organizado Mabel Maldonado

En conversación con The Clinic, la religiosa Nelly León -que trabaja en el Centro Penitenciario Femenino- sostiene que en Chile falta mucho "invertir más en reinserción", ya que eso generaría "una disminución del delito".

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A fines de octubre, las imágenes del asesinato a quemarropa de Sabrina Durán Montero, una influencer narco de 24 años, impactó al país. El homicidio, que ocurrió en la vía pública en una población en Padre Hurtado, evidenció una realidad oculta, pero real: la participación de la mujer en las redes del crimen organizado.

‘Ina’ -como era conocida en las redes sociales- estaba vinculada con el clan de Los Marchant, liderado por Antonella Marchant, su pareja. Esa misma banda fue la que, en junio pasado, derribó el mausoleo de ‘Dieguito’ en Lo Espejo y desafió al Gobierno del Presidente Gabriel Boric, a quien llamaron ‘Bukele de cartón”.

En conversación con The Clinic, la hermana Nelly León, capellana del Centro Penitenciario Femenino y creadora de la Fundación Mujer Levántate, apunta que la participación femenina en el crimen organizado es algo aislado. A su juicio, las mujeres siempre actúan en el mundo delictual “asociadas a un varón”.

–¿Cómo ha visto usted la inserción de la mujer en el crimen organizado? ¿Ha existido un aumento?

-Yo creo que la sensación de pánico en relación a las mujeres, socialmente y mediáticamente, es mucho más de lo que es en la realidad. Con esto no digo que no sea, que no haya. Pero son casos bien aislados. En el crimen organizado -como en el Tren de Aragua o el narcotráfico en gran escala- no está tan normalizado que haya mujeres involucradas. La población femenina ha aumentado bastante, es cierto, pero en el microtráfico, más que en el narcotráfico o el crimen organizado.

Es muy difícil encontrar a una mujer liderando una banda de narcotráfico o de crimen organizado. Siempre están asociadas a un varón. Ya sea su pareja, hermano, padre, padrastro. Un varón. Eso es lo más común.

–Están presentes, entonces, ¿pero en menor medida?

-Claro. Pero la sociedad en general, y la negación de beneficios o de medidas cautelares en la prisión, hacen al privado de libertad muchísimo más violento, porque hay una sensación de desesperación. Yo escucho mucho acá cosas como ‘yo lo hago todo bien, y no me dan el beneficio’. Entonces, es mucho más el costo de entrar en el proceso de guiar a una persona y que llegue a pensar que tiene que dejar de delinquir.

El desistimiento del delito y la justicia restaurativa, más que la punitiva, pasa por otra vereda. En este minuto, frente a una sociedad castigadora y una justicia punitiva, no nos estamos topando. Se están negando las libertades en forma exagerada. Podrían aplicarse muchísimas más medidas cautelares, especialmente en gente que es primeriza, que cae en el delito por primera vez.

–A su juicio, ¿qué factores podrían estar influyendo en el aumento del crimen organizado y la inserción de la mujer en él?

-Yo creo que hay una sensación mediática de satisfacción. Satisfacción que es a nivel personal -como pensando que ‘con la plata lo soluciono todo, lo tengo todo, soy feliz’-, y ha ido en una escalada en este último tiempo. Pero también lo asocio, aunque sin mucha evidencia, a la llegada de migrantes más violentos, sobre todo colombianos y venezolanos, que son mucho más violentos.

Hay algo que está arraigado en nuestro país y en otros de América Latina: la inequidad social. Hay muy pocos ricos y muchos pobres. No digo que todos los pobres sean delincuentes. Pero hay mucha falta laboral, mucha informalidad -eso se nota en el centro de Santiago-. Detrás de toda esa informalidad hay un tipo de delincuencia incluida.

–Y mucha pobreza… Usted se hizo conocida por la frase de que “en Chile se encarcela la pobreza”.

-Sí. Mucha pobreza, porque el nivel también ha ido subiendo. Antes se le decía pobre al que carecía de algunas cosas. Ya no es pobre quien no tiene un televisor. Hoy todos tienen una tele, pero muchos no tienen qué comer. Además, los precios han ido, paulatinamente, subiendo, y no nos damos cuenta.

“Ver nacer a un bebé en la cárcel me angustia tremendamente”

–Usted ha sido una de las impulsoras de una idea que busca que las mujeres privadas de libertad con hijos pequeños puedan cumplir su condena fuera de la cárcel. ¿Qué hay detrás de la propuesta? ¿Qué la motiva?

-Ver nacer a un bebé preso me angustia tremendamente. Un niño no tiene la culpa de que su madre haya cometido un delito. Entonces, ese niño nace preso y va creciendo preso. Las primeras voces que empieza a escuchar son otros códigos, otras formas de relacionarse. Los niños dejan la cárcel a los dos años. A esa edad ya saben dónde están y con quién están, y el desapego es muy potente.

Esos niños van con otras familias, pero no son su madre. Un niño necesita de su madre. Si no hubiera tantas mamás presas -de niños de ocho años para arriba-, no habría tanta delincuencia de menores. Ellos tienen mucho menos reflexión y menor conciencia.

A las mujeres primerizas, definitivamente, yo las dejaría con medidas cautelares, donde puedan hacerse responsables de la crianza de los hijos. La mayoría de las internas tienen más de tres hijos, y no siempre con una pareja estable. Generalmente, esas parejas también están o han estado privadas de libertad. Entonces, los niños quedan a la buena voluntad de las personas más cercanas. Obviamente, esto no es para las mujeres que han hecho su vida a partir del delito.

–Pero, ¿qué tan factible es esta medida?

-Hoy, el Estado no tiene las herramientas suficientes para arraigar el desistimiento del delito en el corazón de la mujer. Muchas veces no hay una convicción de que no pueden seguir cometiendo delitos. Hay un tema muy profundo que trabajar en las personas privadas de libertad, pero también en la sociedad y el Estado.

Ahora, en el caso de las primerizas, hay programas de Gendarmería, pero no son suficientes. Un delegado puede tener 50 casos. Ese delegado, con suerte, podrá acompañar cada 15 días cada caso. Pero si no hay un acompañamiento cercano, semanal, no se crean redes con los servicios sociales, no resulta mucho.

–Entonces, es muy difícil…

-Claro. Muy difícil. En el Centro Penitenciario Femenino tenemos tres profesionales para atender a 20 mujeres afuera. Hacen llamadas a diario, visitas dos veces por semana a lo menos -al trabajo o a la casa-, invitaciones a encuentros comunitarios una vez al mes, capacitaciones, celebraciones de Navidad con los niños. Estamos permanentemente en contacto con ellas. Es la única forma de poder crear ese lazo, que se crea adentro.

“En Chile hemos avanzado en el tema de la cárcel”

–¿Cómo ve usted la situación de las cárceles en Chile?

-En Chile hemos avanzado harto en el tema penitenciario. Se ha trabajado harto en los derechos humanos y hay mucho mejor trato con los internos. Hemos avanzado en mejoras en lo que tiene que ver con las mujeres con guaguas, que están bien. Lo que nos falta es invertir más en reinserción. Ahí habría una disminución del delito.

–En países de Latinoamérica, como El Salvador, se ha propuesto la cárcel como la gran solución al problema de la seguridad…

-Lo de Bukele es una violación a los derechos humanos. No resiste análisis. ¿Qué va a pasar con esa gente cuando salga en libertad? Eso de que la letra con sangre entra es una política atrasadísima. Esos hombres van a salir y se van a rebelar contra Bukele. No resiste análisis el maltrato con ninguna persona y en ningún país del mundo.

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