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Opinión

9 de Diciembre de 2023

Columna de cine de Cristián Briones | Wonka: El ingenio y la ingenuidad

Wonka

El columnista de The Clinic Cristián Briones, "Fílmico", escribe sobre la película protagonizada por Timothée Chalamet, de quien asegura que "crea un muy buen Willy Wonka, pero le falta justamente el ingenio para entregarle ese gramo extra que la receta requiere". Sobre la cinta, recién estrenada en Chile, plantea: "Es una historia que hemos visto antes, pero eso no implica que no pueda resultar otra vez. Pero hay muchas otras cosas que no funcionan".

Por Cristián Briones

Es curiosa la contradicción entre la forma en que “Wonka” ha sido promocionada y la película que realmente es. Por una parte, entiende que no puede salir a venderse como una obra con números musicales, algo que puede ser interpretado como una deshonestidad. Y por otra, el hecho de que esto es, de una manera, lo más revelador que puede tener.

‘Wonka’ depende de una narrativa de códigos añejos para apelar a una temática de ideas obsoletas, pero muy probablemente demasiado necesarias en estos días. Déjenme intentar plantear este argumento con tres de los involucrados: Roald Dahl, Paul King y Timothée Chalamet.

En algún punto tenemos que asumir que el impacto cultural de Roald Dahl ha quedado más circunscrito a su aporte literario al entretenimiento y menos al hecho de que fue uno de los últimos “hombres renacentistas”. Desde ser piloto en la II Guerra Mundial hasta desarrollar tecnologías médicas, Dahl fue un personaje de ideas firmes y palabras directas con una premisa autoral bastante clara. La libertad para desarrollarnos como seres humanos sólo existirá si la avaricia y la laxitud moral es superada. Sus villanos y sus héroes están definidos por esa dualidad.

Pero vivimos en tiempos en que la ambición y acumulación de riqueza son méritos en sí mismos, y la libertad es reducida a poder elegir qué consumir. Por lo tanto, las potentísimas ideas de Dahl no tienen una audiencia muy amplia en dónde encontrar eco.

Y lo mismo pasa con Paul King, director que ya tiene ganado un rinconcito en los corazones de quienes vemos películas, incluso en el más profundo de los cinismos. ‘Paddington 2’ es una obra conmovedora en toda su sencillez y simpleza narrativa. Sin embargo, cuenta con la cualidad de entibiar hasta las pieles más curtidas.

Pero, otra vez, estos no son tiempos para esa inocencia. Por mucho que la necesitemos, las narrativas hoy piden más la satisfacción del consumo rápido en la butaca que la persecución de una propuesta de mirada del mundo. Por muy elegante que sea la forma del director, estos son tiempos de herramientas romas, pero directas.

Y luego está el hecho de que no podemos asumir si Timothée Chalamet es una estrella de cine y tiene la cualidad de poder entregar todas esas ideas y planteamientos en la pantalla. Esta parte es interesante, porque nuestra concepción de “estrella” data de la vieja guardia, gente como Kirk Douglas, que frenaba una película como ‘Spartacus’ para contratar a Trumbo y Kubrick, porque los guionistas y director previo no le parecían que fueran a llevar a buen puerto la película. Hoy en día la última estrella de cine, capaz de levantar proyectos por sí mismo, elegir reparto, cineastas y ser financiado, es Tom Cruise.

Timothée Chalamet

Pero quizás nuestra idea del estrellato también esté obsoleta. Y Chalamet si representa una nueva idea de ello. Para una nueva generación, por lo demás. Si quienes pagaron su entrada para ir a verle a la función que asistí son una muestra de ello, entonces caben pocas dudas. Esto va más allá de su talento, que es excepcional y que lo tiene reconocido como uno de los mejores actores bajo los 30 años. Quizás solo en la escasa compañía de nombres como Barry Keoghan o el extrañado Lucas Hedges. Y en algo le suma que es un actor que deja entrever en sus declaraciones, que su preocupación está en si las historias que protagonizará valen la pena ser contadas o si solo serán “cínicos productos para hacer caja”.

Y al respecto de ‘Wonka’, Chalamet tiene razón: no es un producto cínico para hacer caja. Es un producto optimista para hacer caja. Y esto es porque más allá de las ideas de Dahl, plasmadas en la película; o la ejecución de King, que en ningún momento sacrifica la temática por el ritmo de la narración; o la disposición de Chalamet a hacer que su Willy Wonka no sea el “cómo” llegó a ser el personaje, si no que derechamente ya lo sea (una enorme virtud en estos tiempos de precuelitis que explican hasta el origen de los nombres).

‘Wonka’ no puede dejar de ser una película que existe porque WB puede aprovechar una marca a la cual tiene acceso y que pretende volver a instalar (y vender) a una nueva audiencia. Y muy probablemente por ello, el esfuerzo de marketing de no instaurar este producto como una película musical añeja.

Por esto mismo, se agradece tanto el esfuerzo de los participantes a huir en la otra dirección y hacer lo que ‘Wonka’ debía ser: la historia de un hombre con talento que persiguió un sueño sin otra ambición que compartirlo con el mundo. De su lucha contra la avaricia y el descubrimiento de que el auténtico sabor de la vida está en compartirla. King logra algo poco común en la actualidad, que es conseguir que la ingenuidad puesta en pantalla haga funcionar la coincidencia constante en ella. Obviamente esto requiere de una candidez partícipe por parte de la audiencia, pero esa es la esperanza que alberga su narrativa.

Ojalá que eso lograra por sí solo que ‘Wonka’ fuera una gran película. Pero no lo es. No es un defecto la sencillez de su trama. Un joven talentoso y lleno de sueños llega a la ciudad y su emprendimiento se ve frustrado por los avaros que la habitan. Es una historia que hemos visto antes, pero eso no implica que no pueda resultar otra vez. Pero hay muchas otras cosas que no funcionan. Los números musicales carecen demasiadas veces de dinamismo, lo que es muy singular, considerando el frenesí de los tiempos a nivel audiovisual.

Chalamet crea un muy buen Willy Wonka, pero le falta justamente el ingenio para entregarle ese gramo extra que la receta requiere. De hecho, los mejores números musicales, en ejecución y ritmo, son aquellos en los que no está, lo cual puede ser un argumento en contra en la tesis de su rango de estrella. A Chalamet le falta el desparpajo que si exhiben otros secundarios que hacen gala de talento.

Dios salve a la Reina Olivia Colman que invade la pantalla con una villana de la caricatura más impúdica. Y que se mantenga siempre la británica tradición de que Hugh Grant debe preparar cócteles en alguna escena allí donde aparezca. Sally Hawkins, fugaz pero encantadora. El querido Jim Carter (‘Downton Abbey’) sacándose límites como buen actor de cuño. Y Calah Lane, una co-protagonista que es a la vez, la encarnación y la traición al espíritu de los personajes de Dahl.

Hugh Grant

Pero tal como a la interpretación del “joven” Timothée, ‘Wonka’ carece de esa cuota indispensable de ingenio. Quizás no el suficiente para mantener el ritmo de forma absoluta en una historia simple, pero sí tiene el encanto suficiente para no caer en la definición de “simplona”. Y el encanto, tanto en una obra como en un protagonista, es algo que hoy necesita recibir aprecio. Más allá de si no todo cuaja en la misma película.

Quizás es que su optimismo choca demasiado con nuestro cinismo como audiencia. Tal vez ya no queremos ver a amadas corporaciones ser representadas como viles acaparadores. A lo mejor es un ejemplo de cómo esas añejas ideas sobre la avaricia, el talento y su difusión, pueden ser una excelente película familiar. Pero nos cuesta mucho que el pie de entrada a ello sea “un bolsillo con unas pocas monedas y una cabeza con un montón de ilusiones”.

Pero Paul King decidió inspirarse lo más posible en Roald Dahl para su ‘Wonka’. Y más allá de si no le bastó el ingenio y podamos tildarle de ingenuo en su intento, “Todo lo bueno en este Mundo, comenzó como un sueño”, debiera ser razón suficiente para apreciarla.

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