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26 de Enero de 2024

“Arquitectura hostil” en las calles de Santiago: la cuestionada solución contra el comercio ambulante

Metro de Santiago

En Santiago, ciertos mobiliarios urbanos como maceteros anti-ambulantes y bancas diseñadas para evitar la pernoctación, pueden caer en la categoría de lo que se conoce popularmente como "arquitectura hostil". Una práctica que genera debate en el área del urbanismo, tanto por su impacto estético como por su efectividad real para resolver los problemas del espacio público. The Clinic conversó con varios académicos expertos en diseño urbano para conocer su análisis.

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Maceteros de cemento anti-vendedores ambulantes. Barreras en los guardapolvos de los edificios. Bancas donde es imposible dormir sobre ellas. Estos son algunos ejemplos en Santiago de lo que popularmente se conoce como “arquitectura hostil”.

Este término -también conocido como “diseño desagradable”– tendría su concepción en la filosofía de “Prevención de la delincuencia mediante el diseño medioambiental” (CPTED, por sus siglas en inglés) originada en Estados Unidos. Así lo explica Daniel Schmidt, decano de la Facultad de Arquitectura de la U. Autónoma de Chile. El académico explica que “el concepto es contradictorio a lo que se busca transmitir en la formación de futuros arquitectos”.

“Habría que hacer una precisión: más que arquitectura hostil, es ´diseño urbano´ hostil”, indica Julio Nazar, académico de la Facultad de Arquitectura de la U. del Desarrollo. Bajo su punto de vista, uno de los mayores daños colaterales de esta práctica es la reducción en la capacidad de uso del mobiliario urbano.

¿”Hostil” contra quiénes?

Selena Savic, autora del libro “Unpleasant Design”, sostiene la tesis que el diseño desagradable “suele discriminar a determinados grupos sociales para permitir la existencia de otro”.

La modificación del espacio urbano en pos de evitar actividades desfavorables, se ha implementado principalmente para evitar el comercio ambulante. Al menos en la Región Metropolitana. El año 2022, por ejemplo, se realizó un operativo en la comuna de La Florida para despejar las salida de Metro Vicente Valdés e instalar grandes maceteros para evitar que los vendedores vuelvan a instalarse.

Nazar pone en duda la efectividad de este tipo de medidas urbanas. “Al final del día, esa actividad comercial ilegal va a reubicarse. Y no vas a arreglar el problema, simplemente lo desplazas. Entonces, si queremos trabajar la ciudad, justamente hay que ver los mecanismos para atacar estos problemas, pero entregando soluciones reales”.

Francisco Vergara, director de Centro Producción del Espacio UDLA, considera que uno de los casos de “arquitectura hostil” más emblemáticos en Santiago son las bancas que evitan acostarse en ellas mediante separadores. “Dentro de los elementos más crueles que hay es que una persona en situación de calle no pueda habitar en los espacios públicos”, señala Vergara.

“La base de esto sería tratar de preservar el espacio bajo un orden establecido. Lo cual tiene un problema de base, que es básicamente muy difícil que el espacio se utilice tal cual para lo que se diseñó. Sería un poco fascista esa concepción”, recalca.

Una solución temporal para un problema complejo en Santiago

Todos los expertos consultados coinciden en que el problema es multifactorial. Su solución requeriría un cambio mucho más profundo que simplemente modificar el diseño urbano. Partiendo por generar mayores fiscalizaciones y acuerdos, en el caso de los ambulantes.

Daniel Schmit considera que la arquitectura hostil “no contribuye a un buen uso del espacio público; más bien podrían generar el efecto contrario, imposibilitando los espacios de encuentro social y ahuyentando a los usuarios de estos espacios”.

Alberto Texido, académico de la Facultad de Arquitectura de la U. de Chile, explica que “es un problema que afecta lo común. Y cuando lo común está en crisis, una de sus principales manifestaciones se da en el espacio público, con actos de ocupación forzada o tomas”.

Asimismo, el arquitecto indica que el diseño urbano desagradable, en pos de resguardar la seguridad, podría “ser un remedio peor que la enfermedad”. Esto, debido a que el abandono de los espacios públicos, a la larga, podría generar mayor inseguridad en el entorno.

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