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8 de Febrero de 2024

Vacaciones desiguales entre hombres y mujeres: ellos descansan más y duermen mejor, ellas duermen lo mismo y asumen más tareas domésticas

Son el 53% de las mujeres quienes participan del mercado laboral y luego llegan a casa con sus familias, las que están en "pobreza de tiempo2". De las que no están con trabajo el 20% está en "pobreza de tiempo", versus el 2% de los hombres. O sea, que si ambos no tuvieran nada más que hacer que dedicarse que la casa y el cuidado —exactamente como puede suceder en las vacaciones— las pobreza de tiempo persiste en más de 3.000 mujeres, versus 300 hombres. ¿Cómo ocupamos los datos para cambiar una realidad que afecta la salud y el uso del tiempo de las mujeres incluso cuando deberían estar descansando?

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Llegan las vacaciones. Un papá se lleva a los niños a la piscina para que la mamá salga con las amigas. Al llegar los niños piden el bloqueador, mamá dijo que es importante protegerse del sol. Pero papá no lo trajo. Casi siempre es la mamá la que lo hecha al bolso. “No importa, que se bañen igual”, piensa él. Después se da cuenta que la toalla tampoco está en el bolso. “Séquense al sol no más”, dice, pero los niños no quieren ponerse al sol, porque la mamá dice que se pueden quemar. Y no tienen bloqueador. Porque la mamá es la que la hecha al bolso y ahora está con las amigas. Es un círculo vicioso. 

El 42% de las mujeres en Chile se ve abrumada por los trabajos domésticos y de cuidado, incluso en sus vacaciones. El estudio que publicó la Mutual de Seguridad a principios de año revela que, incluso, el 50% de los hombres experimenta una mejora en sus hábitos de sueño. Mientras que el 33% de las mujeres continúa durmiendo lo mismo que cuando no está de vacaciones.

“Ocurre que las vacaciones debería ser el momento para recuperar el descanso perdido en el año. Pero las mujeres no estamos teniendo una desconexión del trabajo”, dice María Fernanda Silva, directora de capacitación de ODEGI. “Cuando llegan esos 15 días, no hay descanso de la segunda jornada: mantener una casa y una familia en pie”. 

Al mirar la distribución de tiempo de las y los chilenos en las vacaciones, gana el descansar y relajarse con un 31%, y pierde el hacer tareas domésticas con un 6,8%. “¿A quién no le gusta levantarse y que esté todo limpio, comprado y lavado?”, continúa Silva. El problema es que los hombres están en una posición de comodidad, porque aún no hemos valorizado un trabajo que ellos —y muchas veces también nosotras—seguimos dando por sentado”.   

Tan desagradable como enfermarse en vacaciones

Las consecuencias de la falta de descanso en las mujeres ha sido comprobada a nivel global. Problemas de dolor corporal que se vuelven crónicos, fatiga mental, ansiedad y sobre todo, pobreza de tiempo. Según el estudio 2020 de la Fundación Sol, alguien que trabaja remunerada y/o no remuneradamente ppr más de 67,5 horas a la semana —una jornada laboral y media legal en Chile—, sería una persona pobre de tiempo.

El 53% de las mujeres que participan del mercado laboral y luego llegan a casa con sus familias, están en pobreza de tiempo. De las que no están con trabajo, el 20% está en pobreza de tiempo, versus el 2% de los hombres. O sea, que si ambos no tuvieran nada más que hacer que dedicarse que la casa y el cuidado —exactamente como puede suceder en las vacaciones—, la pobreza de tiempo persiste en más de 3.000 mujeres. Versus 300 hombres. 

Más grave se tornan las cifras, si consideramos los efectos neurológicos y emocionales. Angélica Silva es neuróloga especialista en descanso y sueño de la Clínica Somno. Asegura que “no solo está comprobado que las mujeres se enferman más de artritis, colon irritable y dolor de cabeza crónico. Además, hay una diferencia entre el organismo femenino y el masculino en torno al descanso”.

“Es más fácil que el hombre descanse”, dice Angélica Silva. “Genéticamente, el hombre tiene más músculos. Después de trabajar, hacer ejercicio o moverse, tiene mayores grados de recompensa fisiológica y emocional. Ésta recompensa también se presenta en las mujeres, pero suelen ser menores a nivel corporal y, se disminuye con la carga mental del trabajo doméstico y de cuidado”. 

La cantidad de tiempo que se necesita para recuperar el descanso va a variar según cada persona. “Hay que tener siempre en cuenta la calidad de vida de la mujer, sus características psicológicas y biológicas, o cuánta resiliencia tiene de todos los embates que le toca vivir. Los 15 días hábiles solo son una cosa que está estipulada en la Ley, no la ciencia”, explica la neuróloga. Y por eso la importancia de analizar las variables involucradas en la pobreza del tiempo, datos que la Enut comenzó a actualizar para lanzar su segunda versión entre agosto y diciembre del 2023. 

10 años sin datos sobre el uso del tiempo en Chile

La encuesta sobre el uso del tiempo se canceló en 2020 por la pandemia. La primera versión fue en 2015, lo que significa que los datos con los que contamos hoy para crear y discutir soluciones de tiempo para las mujeres, tienen casi una década de antigüedad. La nueva versión debiese estar lista a finales de este año, “pero los datos probablemente no nos sorprendan mucho”, opina María Fernanda Silva. 

La ingeniera comercial se dedica al análisis de datos con perspectiva de género en ODEGI, con la misión de difundir y  valorizar económica y socialmente las cifras. “Estamos tratando de avanzar en la conciliación de la vida en familia, pero el trabajo de las mujeres para sostener esa familia, sigue dado por sentado. Por eso las cifras son nuestra herramienta para decir que esto es un aporte económico y emocional sin el cual la sociedad, las vacaciones, o la rutina que acostumbramos, no podría funcionar”, explica.

Cuantificar cuánto vale en monedas este trabajo es posible. El Banco Central dijo que el Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR) representaba el 25,6% del PIB ampliado del año 2020. O sea, casi 70 mil millones de pesos, de los cuales 50 mm —70%— son generados por las mujeres y 20 mm —28— , por los hombres. ¿Merecen vacaciones productivas las mujeres entonces?

“Hay que pensar en esos ejemplos cotidianos para darse cuenta”, continúa María Fernanda Silva. “¿Quién piensa si va a haber confort o no en el lugar al que vamos de vacaciones? ¿En las compras básicas? ¿Te acuerdas si tu propia mamá trabajaba para hacer todo esto? ¿Te hubiese gustado que tu mamá descansara más? Si es así, ojalá se pueda aplicar la misma sensación a la pareja”. Las respuestas concretas a esas preguntas pueden catalizar el involucramiento. Aunque cargarle más la mano a una parte de la pareja no sea la intensión, son los detalles que pasan desapercibidos los que hacen que la desigualdad, persista.

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