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Fotos: Felipe Figueroa/The Clinic

Entrevistas

21 de Septiembre de 2024

Francisco Pérez-Bannen: “No tengo idea si voy a volver a hacer teleseries, pero sí sé que quiero ser terapeuta”

Actor reconocido gracias a telenovelas de TVN y Canal 13, a Francisco Pérez-Bannen la pandemia le cambió la vida. Después de años de búsqueda e incomodidad, encontró el camino de la terapia Gestalt y hoy está transformado en un acompañador de lo que él define como procesos evolutivos o de desarrollo personal. También descubrió el mundo de la metafísica y, además, profundizó en su veta empresarial. Creó -junto a socios- una agencia de viajes con sentido, que en este momento lo tiene guiando un tour por Egipto, y participa en un emprendimiento de suplementos alimenticios hechos en Chile.

Por Jimena Villegas
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Un repaso rápido de encuentros periodísticos del año da cuenta de que, si no es en sus propias casas, los actores chilenos eligen una cafetería para los encuentros periodísticos. Pero Francisco Javier Pérez-Bannen, no. Él escoge juntarse en el Parque Intercomunal de la Reina, también conocido como Padre Hurtado, porque -afirma- es garantía de naturaleza y tranquilidad. Pero son las 16:30 del día 11 de septiembre de 2024 y el recinto, que ya está en preparación para los festejos del 18, ha cerrado las puertas por precaución, para que los funcionarios puedan regresar temprano a sus hogares frente a cualquier posible contratiempo. 

Un enorme castaño, que vive en el bandejón central de la avenida Bilbao, justo frente al parque, terminará acogiendo este encuentro periodístico. Mientras los vecinos pasan trotando o pasean a sus perros, él beberá litros de té chai y mirará directo a los ojos. Sentado sobre una manta de picnic en damero se reirá ampliamente muchas veces y dirá, entre otras cosas, que una de las claves esenciales de este momento en su vida es que él escoge a qué le presta -o no- atención. En su caso, esa selección -de ser posible- es segundo a segundo y tiene un norte claro: aquello escogido debe ser nutritivo para él. Si no lo es, sencillamente se descarta.

Actor afamado gracias a telenovelas del TVN ya más clásico, como “Aquelarre” o “Amores de mercado”, ha hecho en los últimos años un tránsito que en estos días lo tiene un poco lejos de las pantallas y las tablas, aunque no tanto. Su última teleserie fue “Demente” (2021), de Mega, donde interpretó a un subcomisario y compartió elenco con Benjamín Vicuña y Paz Bascuñán. Antes, entre muchas otras, protagonizó “Dama y obrero” (2012) en TVN, y “20añero a los 40” (2015), en Canal 13. La lista indica que ha formado parte de unos 26 elencos en casi 30 años de ejercicio. 

Durante la pandemia participó, además, en una serie de piezas teatrales por Zoom. Una de ellas fue “La voz humana”, de Jean Cocteau, junto a Amparo Noguera. En 2022 estrenó, a través de la señal de cable 13C, la tercera temporada de “Cuarta Revolución”, un programa de corte científico que aborda temas de ciencia y sociedad; entre ellos la escasez hídrica, la migración climática o la inteligencia artificial.

Francisco Pérez-Bannen dice hoy no descartar en modo alguno su faceta televisiva más pop, pero -de nuevo- debe pasar por un tamiz: “Es igual que en todo. ¿Cuál es la historia? ¿Cuál es el personaje? ¿Me nutre? ¿Me hace sentido? ¿Es coherente con lo que yo hoy día quiero expresar y con lo que yo resueno? Si es así, entonces voy. Pero, si eso no pasa, entonces no voy. Muchas gracias”.

–¿Y con qué resuena hoy?

–La esencia de todo para mí es ponerme al servicio. Quiero acompañar procesos de crecimiento, de evolución, de desarrollo personal. 

***

Sí, Francisco Pérez-Bannen (53), como se lee, está transformado en terapeuta. Su propósito de vida hoy es el servicio a los demás. Eso implica que hizo el programa completo que propone la Escuela Gestalt Viva, fundada por el psiquiatra y escritor chileno Claudio Naranjo, uno de los mayores referentes de la psicología transpersonal en el mundo y uno de los cuatro discípulos del creador de la Terapia Gestalt, el alemán Fritz Perls. 

Desde esa vereda desarrolla acompañamientos terapéuticos grupales para empresas, realiza lo que él y su socio en la compañía R3Viajar definen como “viajes con sentido” y promociona los productos de VianiNutrition, una línea de suplementos creados en Chile por el bioquímico Hugo Viani y cuya filosofía puede resumirse en la idea de “morir joven lo más tarde posible”. Todo está alineado, todo es coherente: “Lo que une esas tres actividades es que las tres están al servicio de propiciar procesos de desarrollo personal o evolutivo de las personas. Es muy bonito”, afirma Francisco Pérez-Bannen.

En lo que a la escuela de Gestalt refiere, la propuesta de Claudio Naranjo, fallecido en 2019 en Berkeley (Estados Unidos), incluye -entre otros- conceptos como el autoconocimiento, la presencia, la benevolencia y una dimensión espiritual. Son cuatro nociones que se oyen insistentemente en estos tiempos como un camino de vida completo. Permite a quienes lo escogen trabajar en sí mismos, para ir dejando atrás la polaridad y no dejarse llevar por el miedo y la desesperanza que cunden en las sociedades contemporáneas del siglo XXI. 

Francisco Pérez-Bannen dice que llegó ahí por sincronías de la vida, por pura magia. Llevaba años buscando, con una espina en el cuerpo. Así y todo, cuando lo encontró, no fue fácil lanzarse a la piscina del cambio: “Sentía un impulso muy potente desde que supe que existía Claudio Naranjo, porque además su escuela está en Chile. Pero estaba siempre con: Pancho, viene la teleserie. Y yo pensaba: Ya, la voy a hacer y lo dejo para el próximo año. Pero llegaba el próximo año y venía de nuevo otra teleserie. Hasta que llegó la pandemia”.

—Se le apareció una pandemia.

–Y llevaba cinco años pateando la pelota. En el engaño de que: “Ya, ahora sí”. Ahí, subido en la torre, protegido, pero con todo mi ser diciéndome: “Anda”. En la pandemia no hubo espacio para arrancar y el salto fue brutal. Salté de la torre y llegó el momento en que la pregunta era única: ¿Crees en este camino? No es que solamente crea, lo he experimentado. ¿Y confías? Plenamente. ¿Sientes que ese es tu camino de realización? Sí. ¿Y qué estás esperando? 

—¿Qué estaba esperando?

—Parece que tenía miedo (risas). Parece que tenía mucho miedo. Y ahí empieza ese camino hermoso de enfrentar los miedos. 

—Y de empezar otra vez. 

—La primera prueba es fuertísima. En el viaje del héroe, después de empezar a mirar el ego, es enfrentar el miedo. Para ese proceso de transformación hay que dejarlo todo y hay personas que, literalmente, lo dejan todo. En mi caso era enfrentar el miedo a decir: “Ya, entonces dejo todo esto que hago y estudio para ser terapeuta gestáltico a los 49 años”. Y la respuesta interior era: “Sí”. Pero con la cabeza haciendo todo su juego de temores, dudas e incertidumbres. Y esto es muy bonito de ver: mientras el cambio y la transformación estuvieron empujados por la mente, ése era el límite.

—¿Ganaba lo racional? 

—Si, ganaba la lógica: “Oye, pero tú llevas 30 años en esto, ganas plata, no te vayas a poner huevón”. Empezar otra cosa podía implicar la debacle. Había que tener sentido común, pensar que eso no se hace o que hay que hacerlo de a poquito, que hay que prepararse y planificar. Y no, no es así. Para mí, igual que cuando me cambié de derecho a teatro, fue doblar la esquina y tirarme al vacío, de espalda. Dije: “Voy a terminar esta teleserie”. 

—¿Hablamos de “Demente”?

—Sí, “Demente”. Justo en pandemia se suspendió y después la retomé. Lo decidí en ese momento, sin tener en ese minuto, ni hasta el día de hoy, nada en contra de las teleseries ni de esa vida de teleseries. Al contrario, ha sido todo maravilloso. Tengo pura gratitud. Pero esto tenía que ver con hacia dónde quería yo caminar y mi punto de inflexión era que quería formarme como terapeuta. No tengo idea si voy a volver a hacer teleseries, pero sí sé que quiero ser terapeuta. Sé que eso está en coherencia con mi ser.

—Usted se cambió de derecho a teatro, ¿cómo se le ocurrió dejar el camino seguro?

—Mirado desde mis 53 años, y en lo que estoy ahora, me doy cuenta de que, en el fondo, en ese minuto, fui muy leal a mí. He sido muy leal a mis procesos de transformación y he tenido también el coraje para hacerlos. Los he hecho sin titubear. Es algo que honro y valoro de mi camino hoy. En ese minuto, lo que sentí fue que había entrado al derecho con una necesidad muy grande de justicia. Yo quería colaborar en un momento muy difícil, cuando personas con opiniones distintas eran perseguidas, muertas, desaparecidas, torturadas. Ya a los 14 o 15 años eso me empezó a doler profundamente. No podía entender ni quería entender que, en un país, un sector no pudiera expresar sus ideas. Me empezó a enfermar. En la adolescencia, cuando uno está en una búsqueda de su identidad, sentía impotencia, rabia, resentimiento.

—Y el derecho no le sirvió.

—No fue lo que esperaba, y al poco rato me di cuenta. Mi papá es abogado y me empezó a llevar y a explicarme un poco el sistema. Esto fue antes de la reforma procesal y me di cuenta de que era pura carpeta. Trae la carpeta para acá y toma esta carpeta y entrégamela para allá. Y yo decía: “¿Y los juicios? ¿Y en qué momento uno a va juicio?

“He sido muy leal a mis procesos de transformación”, sintetiza Francisco Pérez-Bannen.

—Como en las películas.

—Claro. Pero eso no existía en ninguna instancia y me empecé a agobiar más. Sentí que esta necesidad mía tenía que postergarse mucho tiempo, y yo no podía esperar. Empecé a pensar qué iba a hacer, entre la literatura o el periodismo, y llegué el teatro. Me parecía que reunía todo y que, sobre todo, me daba un espacio de expresión ahora ya. El teatro iba a ser mi trinchera y, de hecho, fue así. La primera obra que dirigí, “Calígula”, fue terapéutica total. Y “El Misántropo” fue otra terapia. Ahora veo que el teatro tuvo una dimensión terapéutica para mí, porque a partir de eso me fui sanado. 

—¿Ya no es un ser humano rabioso e impotente?

—Siento que infinitamente menos. No es que no sea rabioso, porque la rabia es una energía y siempre está disponible. Pero mi gestión de la rabia hoy día es abismantemente distinta a ese tiempo en que yo reaccionaba a todo lo que me parecía injusto. Y hoy día, cuando noto esa energía en mí, soy capaz de conscientemente decidir cómo gestionarla y qué hacer con ella. En ese tiempo no tenía las herramientas ni el estudio, pero el teatro me empezó a sanar desde el arte, la creación y la expresión.

—Usted considera que el sistema educativo está caduco. Tiene tres hijos, ¿se están educando en el sistema caduco?

—Los dos más grandes se educaron en el sistema caduco y la chica está en un sistema Montessori. Está en segundo básico y, hasta ahora, me parece que es un camino mucho más esencial para la educación del ser. Para que desde el ser venga un hacer y del hacer un tener, y no un qué voy a hacer para tener y de ahí, cuando esté a punto de jubilarme, empezar recién a preocuparme del ser. Ese es el camino que propone la educación formal, sobre todo con las herramientas que no nos entrega. Porque lo que la educación formal nos entrega es para competir, para el éxito, para cosas que, a mi parecer, si no están ancladas desde una realización para el ser, van generando sufrimiento.

***

El sufrimiento del ser humano parece ser algo que ha ocupado a Francisco Pérez-Bannen casi toda la vida. Desde su sufrimiento personal de adolescente, hasta el sufrimiento esencial que se experimenta solo por existir en esta Tierra o en interacción con un otro. Cuenta que, tempranamente, encontró en la meditación budista un modo de abordarlo. Pero ese recurso, para él, tuvo un techo: el de la mente y el ego. Ese tope, lo supo después, estaba atado a que no había dado con una dimensión esencial, la dimensión espiritual.

Francisco Pérez-Bannen cuenta que su búsqueda más consistente de respuestas partió en la década de sus 30. Entonces, a pesar del éxito televisivo, estaba incómodo consigo mismo y en particular con el papel de padre: “Yo estaba en una especie de primer peak de fama. Podía decir la estoy haciendo, porque lo que vino cuando me cambié de leyes a teatro, en un entorno cercano, fue te pegaste en la cabeza. Me dijeron que venían la penuria, la precariedad y la pobreza. Pero, en ese momento, yo no solamente hacía teatro y tenía nuestra compañía, que era Impasse. Además, hacía cine y televisión”.

—O sea, tenía éxito. 

—Sí, empecé a sentir que mi tiempo en la televisión iba a ser estable, que en el fondo era parte de un equipo, que mis contratos ya empezaban a ser anuales. Venía la abundancia en todo sentido. Pensaba puedo hacer teatro, puedo hacer cine, puedo hacer televisión, gano plata, tengo fama, tengo reconocimiento, tengo buena onda, porque la gente siempre ha sido muy cariñosa conmigo. O sea, está todo muy bien.

—Pero vino la paternidad.

—Y en el proceso de la paternidad, en el acompañamiento que involucra lo afectivo y lo más íntimo, que es tener un hijo, empiezo a sentirme falto de herramientas. Y me siento con limitaciones para poder estar, para poder priorizar, para ser más generoso, para tener más paciencia. Cosas que yo decía que deberían estar así, naturalmente. Pero en mí no estaban y empezó a ser un conflicto. 

—¿Qué edad tenía? Era joven.

—Sí, era joven. Tenía 31 y estaba en este fervor de comerme el mundo, realizándome vocacionalmente. Lo podía hacer todo. Iba a grabar todo el día, a ensayar hasta las doce de la noche y a tener funciones de jueves a domingo. “Calígula” la ensayamos un año y medio, de lunes a lunes. 

Francisco Pérez-Bannen recuerda cuando cambió el derecho por la actuación.

—Y, claro, en ese modelo no cabe mucho una familia.

—Eso empecé a ver. Tenía poco tiempo para ellos y ni siquiera de calidad. Y ahí se me empieza a mover algo más profundo. En el fondo, ellos me devuelven esta mirada de decir quién soy, que creo que estoy muy bien, que creo que va todo muy bien y que aquí, en mi casa, con mis hijos, tengo esta sensación de precariedad emocional.

—¿Y qué hizo? ¿Fue a terapia?

—No. Pero sí empiezo a entrar en una crisis personal y en un camino de búsqueda. Partió con observar que tenía este problema. Empecé a sentir una especie de vacío, algo me faltaba. Y empecé a salir de un mundo más intelectual, racional, muy político, muy de creación, del arte, para ir al camino del desarrollo personal. Me encontré con otras lecturas, buscando nutrirme un poco.

—¿Y se transformó en un “raro” dentro del mundo del teatro?

—No todavía. Era muy íntimo, muy privado, muy personal. Pero la inquietud estaba ahí muy fuerte. La búsqueda me fue llevando al budismo y un día me encontré con un libro, que es el Shambhala. Lo leí y por primera vez sentí que había una dimensión de lo espiritual que no tenía que ver con la religión, de la cual yo había huido tempranamente. Empecé a mirar esta visión abierta y contenedora, esta posibilidad de un autoconocimiento amoroso, lejos de los paradigmas del sacrificio, la culpa o el sufrimiento.

—Y bien lejos del cristianismo.

—¡Del catolicismo, del catolicismo! Yo lo había rechazado muy tempranamente por intuición. Me alejé completamente y ahí hice un camino de un ateísmo o más bien un agnosticismo. Pero me encontré con esta visión de la espiritualidad, lejos de la religión. Ya no hay jerarquía, ni personas que te vengan a abrir las puertas de nada. Aquí es tu camino, en lo divino que eres y en conexión con la Divinidad. 

—¿Usted estaba sufriendo, a pesar del éxito?

–Sí, a pesar de las luces, de los aplausos. A pesar de que podía decir que en el papel estaba todo bien. Y, bueno, éste es el camino de liberación del sufrimiento y de cómo hacer este camino, que es hacia adentro. Y una parte de mi ser se despertó y empieza el viaje del héroe, y digo: “Voy con todo lo que trae, voy a fondo”.

—Porque el viaje del héroe siempre implica mucho terremoto. 

—Primero implica salir de tu lugar de comodidad y del lugar donde tienes todo armadito. Te mueves. Dejas eso para iniciar una aventura que no tenemos idea qué nos va a deparar. Vamos a ir a enfrentar nuestras propias sombras, nuestros propios demonios, nuestras propias carencias, nuestra propia neurosis y nuestro ego.

—¿A lo Luke Skywalker en el bosque oscuro?

—Sí, es perfecta esa película. El enemigo siempre somos nosotros mismos y no es teoría. Siempre es así. Y esa película es avizorante de lo que puede ser el viaje, con el lado oscuro y el lado luminoso de la fuerza. Es elegir desde el libre albedrío y transitar. Ver de qué manera uno va pasando todas las pruebas que eso te trae, para llegar a tocar fondo y en ese tocar fondo verte transformado por completo. Volver a tu comunidad con una nueva verdad para ti.

—¿Y la suya fue la Gestalt?

—Antes había empezado a meditar y se produjeron cambios muy importantes en mí, a nivel de autoconocimiento y de mirarme realmente sin la autoindulgencia. Con la meditación descubrí el potencial de mi mente, de llevar las cosas más allá. Empecé a sentir que podía todo mentalmente, lo que se me ocurriera. Correr una maratón, un triatlón, lo que fuera. Era la mente al servicio de la prueba del faquir. Pero en un minuto sentí el techo. Me di cuenta de que el ego estaba también infiltrado en este poder de la mente. Yo estaba enfocado en cuál iba a ser mi próximo logro otra vez.

—Usted dice que algo lo hizo despertar de eso. ¿Qué fue?

—Un día, en una meditación, me pasó algo muy poderoso, una epifanía. Recibí información, vi que estaba todavía metido en los poderes del ego, de la mente y del cuerpo, que no había despertado espiritualmente.

—¿Cómo recibió esa información?

—Es muy irracional, difícil de explicar y personal. Se puede recibir información de otros planos, de planos superiores, y yo lo experimenté. Yo sé que, en el universo, todo está disponible para todo ser humano que auténticamente pida información al universo. Esa información le va a llegar, sobre todo si está en una línea proactiva. En ese caso le va a llegar con mayor razón, porque esa información viaja a la velocidad de la luz. Yo pedí en mis meditaciones, con mucha humildad, que se encendiera el fuego de mi espíritu en mí.

—¿Y eso fue lo que pasó?

—Ese fuego se encendió. Y ahí ya empieza otra etapa, que no es desde la mente, sino desde el espíritu comandando los controles o el timón del barco. Apareció un grupo, porque yo necesitaba comunidad y no seguir solo en mi casa. Y empezaron los milagros, uno tras otro. Hay una cadena de cosas virtuosas, luminosas, que no paran hasta el día de hoy. 

“Había empezado a meditar y se produjeron cambios muy importantes en mí”, cuenta Francisco Pérez-Bannen sobre la nueva etapa de su vida.

***
El sábado 14 de septiembre, Francisco Pérez-Bannen tomó un avión hacia Madrid. La capital española era la escala que lo esperaba antes de seguir a su destino definitivo, El Cairo. Durante doce días, él y su socio iban a llevar a un grupo de unas 30 personas a un recorrido por la cuna de la civilización Occidental. En recorridos previos han ido a ver auroras boreales y también han visitado Tierra Santa, en un periplo que incluye Jericó, Galilea, Belén y Jerusalén.

En el caso de Egipto, el itinerario considera los hitos clásicos de un viaje a ese país, incluida la navegación por el Nilo. La diferencia está —explica Pérez-Bannen— en el concepto de tres R, que son responsabilidad, respeto y relax, además en su propio aporte terapéutico. Él lo describe así: “Hago acompañamiento gestáltico en los viajes, que son siempre grupales. Hay unas dinámicas que se pueden propiciar y que hay que atender. Es muy bonito, porque se generan naturalmente en un viaje”.

En su viaje personal de estos años hay -añade- “una patita que no es menor, porque completa el cuadro”. Esa “patita” se llama Alkymia y es un método de autosanación y autorrealización creado por la psicóloga clínica y psicóloga transpersonal Lita Donoso. Pérez Bannen explica: “Todo ese mundo me presenta al Maestro Saint Germain y sus enseñanzas, y ahí mi camino espiritual toma una dirección. Hoy día, para mí, lo permanente es un influjo que se mueve entre terapia y alquimia. Y me siento como en esa carta del Tarot, que tiene a ese personaje con dos pelotas”.

—Ese es el dos de oros. 

—Yo me siento hoy día así. Jugando muy gozosamente como un niño con estas dos áreas recreacionales, la terapia y la alquimia.

—Usted está hablando de lo que se conoce como metafísica.

—Sí, tiene esa dimensión y ha sido un regalo para mí. Desde lo terapéutico he podido comprobar y experimentar con las personas a las que me ha tocado acompañar cómo todos tienen ese poder alquímico de transmutación. Está en nosotros. Tenemos un poder de auto sanarnos. 

—Es muy difícil convencer a un ser humano de esto. 

—Mira lo que te voy a decir. No tenemos que convencer a nadie. Yo no me permitiría intentar convencer a nadie de lo que te estoy diciendo. No se me pasa por la cabeza ni un segundo. 

—Esta frase hace que personas que dudan o que no creen duden más. Parece una frase muy egoísta. 

—Es que el camino de la realización personal o de la evolución es personal e intransferible. El recorrido, desde una mirada más sociológica o psicológica, es primero mi desarrollo personal, después mis vínculos, primero la familia y después la sociedad. ¿Cómo voy a ir a salvar la sociedad si mis vínculos son una mierda? ¿Cómo voy a ir a salvar a mi familia si yo mismo estoy en un proceso de autodestrucción permanente? Es igual que en el avión. Bajan las mascarillas y te lo dicen clarito. Toma la mascarilla, te la pones tú y cuando tú tengas oxígeno le pones oxígeno a tu hijo. No antes.

—Usted, hace unos 10 años, llamó a un cambio de Constitución. ¿Qué le pasó cuando vio que fracasaron dos proyectos?

—Mira, hay una tentación enorme desde la conciencia humana a entrar en todos los juicios que eso pudiera generar. A mí no me interesa detenerme ahí. Lo único que sí me interesa decir es que yo tomo responsabilidad sobre cada segundo de mi vida y cómo elijo vivir y que en eso está puesta mi atención. Hay leyes cuánticas: como es adentro es afuera y como es arriba es abajo. ¿Por qué voy a exigir yo cambios y transformaciones afuera de mí, si yo no he sido capaz de tenerlas adentro? Si yo no logro ser una persona con probidad, por qué voy a exigir probidad. Si yo no logro tener principios de justicia, por qué voy a exigir justicia. Por qué, si yo no logro ser una persona a favor de la paz y de la armonía, porque voy a exigir que haya armonía. O sea, esto parte por casa.

—Mirando en su pasado, ¿hay algún personaje o teleserie que no haría? 

—No. Cada teleserie, en el momento que la hice, la disfruté. Cada uno de los personajes que hice me sirvió para poder ser malo, perverso, caliente, pavo y pasar en la ficción por muchas vidas. En un minuto vi que era un regalo demasiado grande poder acercarme a la naturaleza humana que soy, entendiendo que todo eso es y todo vive en mí. Soy potencialmente el mayor horror criminal y el mayor y más luminoso amor incondicional. Todo eso está en mí y en todos los seres humanos.

—En televisión vivió los mejores años de TVN. ¿Qué sentimiento le provoca ver que esa área dramática ya no existe?

—Honestamente, ninguno. Es un ciclo que se cumplió muy virtuosamente y que fue muy bonito. Lo agradezco mucho, porque en ese tiempo vi lo que producía en las personas. Cuando las teleseries empezaron a salir a regiones, a conectar con la gente en un momento donde se estaba reactivando la cultura desde lo más pop. Hoy día estamos exactamente en el punto donde tenemos que estar, para elegir si seguimos mirando con nostalgia ese pasado de éxitos que ya fue o si elegimos, con los recursos hoy que tenemos, construir otros puentes de comunicación y de conexión.

—Desde TVN se fue a Canal 13. Ahí fue dirigido por Herval Abreu y compartió elenco con sus acusadoras. ¿Cómo fue?

—Fue un duro momento. Constatar que personas que estaban muy cercanas habían sido víctimas de estos abusos y que lo habían pasado muy mal ya era emocionalmente fuerte. Y después intentar estar ahí y dar espacio a que hubiera expresión de eso. Empiezan a saberse y hay una o dos. Te preguntas, ¿cuántas son? Empezó un movimiento muy necesario. 

—¿Lo cree así?

—Sí. Fue muy necesario para revisarnos, para ir instalando protocolos, para que todos tomáramos una conciencia de nuestras propias conductas. Lo veo como un momento que nos permitió revisar. Yo fui a ese lugar de auto observación. Ya en ese tiempo meditaba y dije: “¿Cómo tomo yo responsabilidad?”. Revisé mis propios hábitos de conducta al respecto. En qué momento yo podría estar incurriendo y cómo mejorar.

—¿Y encontró al propio abusador que usted tenía?

—¡Sí, claro! Pero eso lo había encontrado antes. La poesía me permitió llegar al abusador, al torturador, al violento. Pude observarme en todos esos movimientos. En este espectro que todos tenemos y poder elegir al momento de ver. Decir: “Nunca más en mí. Esto fuera”. Y poder hacer esa transformación.

—Volvamos a la dimensión del mundo. Desde lo que conoce hoy, ¿puede un colectivo realmente hacer elecciones que beneficien a la sociedad? 

—Mi visión personal hoy es que, en la medida que más personas tengan un despertar de conciencia, elijan auto observarse y auto corregir cosas que podrían estar mejor para ellos, para su entorno y para su comunidad, se puede. En la medida que esa masa crítica empieza a crecer, sí podemos llegar a ese número que se llama “el Mono 100”, que hace que la conciencia se expanda a mucho más rápido. Toda la externalidad nos da indicios de otra cosa y es muy fácil derrotarse. Es muy fácil entrar en el mood de estamos cagados, la humanidad no tiene vuelta. Pero esa es una de las grandes trampas de la conciencia humana.

—Igual da la impresión de que la conciencia humana no está.

—Porque la tenemos hipotecada, en los medios de comunicación, en las personas que escuchamos y que nos cuentan ese cuento. No les creo nada. Le creo mi experiencia corazón a corazón con cada ser humano. Yo vivo en Chile y me encuentro día a día con personas muy lindas en su generosidad. No me detengo cuando la externalidad me trae otros relatos. Me interesa lo que me nutre y ¿en qué me nutre estar enterado al dedillo de todo el caso que está destapando el tema Hermosilla?

—En saber que hay corrupción. 

—Eso ha estado ahí desde siempre, en todo. Entonces, me hago la pregunta de en qué yo hoy día puedo ser corrupto y en qué puedo dejar de serlo. Y si encuentro la corrupción en mí, la elimino. Yo no robo. No robo un peso ni un candy desde hace muchos años. Lo elegí. Esas son decisiones que uno puede hacer. 

—Usted está en pareja con la actriz y dramaturga Manuela Oyarzún. ¿Cómo mira ella este cambio suyo?

—Ella es una compañera maravillosa. Siempre ha sido incondicionalmente apoyadora de cualquier proceso que implique un desarrollo personal hacia la felicidad y la realización. Eso siempre ha sido así. Ella es muy respetuosa y muy apañadora. 

—Porque digamos que este camino es muy solitario.

—Al viaje entramos solos y vamos encontrando mensajeros, aliados, comunidad. Ella empezó a ver esto y, como yo soy de doblar la esquina, en un minuto me dijo: “Amo tus procesos de evolución y todo está todo bien, nunca voy a meterme ahí, pero siento que te fuiste a una velocidad en la que no sé dónde estoy”. Y ahí dije: “Claro”. Mi vehemencia me tenía allá, lejos, con todo revolucionado y ella tenía toda la razón. 

—En que usted se había ido muy lejos.

—Pasé por ese movimiento y fue muy bueno para mí. Pero salí disparado, en un impulso bien neurótico. Me monté en esa energía y de repente, ¡pum! Me fui a ese mix de noches terapia y vida espiritual y a incrementar los espacios de meditación. Entonces me ella dijo: “Cuéntame, vamos a compartir esto”. Por eso la amo, porque me permite darme cuenta. Ella tiene esa generosidad de tener ese diálogo y, a través de este diálogo, darnos una oportunidad de ecualizar. Nos sintonizamos y hoy día estamos caminando súper juntos en esto. Ella entró a estudiar astrología y ya terminó. Puntualmente estamos co-creando y diseñando un taller que combine terapia, astrología y alquimia. Todas las cosas se van se van uniendo. 

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