Opinión
7 de Octubre de 2024El affaire Cubillos y el campo académico
La reciente polémica sobre el rol de Marcela Cubillos en la Universidad San Sebastián abre un profundo debate sobre la politización de ciertas instituciones académicas. Javier Corvalán sostiene que, aunque legalmente es un acuerdo entre privados, la sobrevaloración de figuras políticas ajenas al rigor académico afecta la esencia de lo que significa ser un académico. "El affaire Cubillos es una alerta sobre un mundo universitario cooptado por el campo y las redes políticas proselitistas. Lo contrario del oficio y la práctica académica. Lo peor es que ello parece no solo ocurrir en la USS", señala.
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Tiene razón Marcela Cubillos cuando dice que su pago por hacer clases en la Universidad San Sebastián (USS) es un asunto entre agentes privados. También tiene razón cuando dice que esa universidad puede sobrevalorar a quien quiera por sobre el resto de sus académicos. Sus críticos tendrán que resistir una vez más el modo agresivo de Cubillos, tan propio de quienes están seguros de ser elite y de que quienes les critican nunca lo serán. El análisis que hay que hacer, me parece, es otro.
Claramente Marcela Cubillos no es una académica en el sentido propio del término. Dictaba clases en una universidad y coordinó libros de divulgación sobre política contingente, pero el mundo académico a nivel mundial entiende por académicos a quienes hacen bastante más que eso, o a quienes definitivamente hacen otras cosas.
Actualmente, para ser considerado como académico(a) hay que habitar las facultades universitarias; tener temas específicos de docencia y, sobre todo, hacer investigación que tenga una forma validada en ese campo: artículos indexados y libros revisados por jueces imparciales, además de presentaciones en seminarios nacionales e internacionales sobre los temas investigados, y por último, haber realizado labores de gestión universitaria.
Esas son, grosso modo, las prácticas propias del oficio académico y quienes lo ejercen se reconocen entre sí por su cultivo. Son las reglas de campo. Ello no es ni ha sido el oficio de Marcela Cubillos: es una política, no una intelectual; una activista de su sector político, no una habitante de Facultades.
¿Qué hacía entonces Marcela Cubillos en una universidad con un contrato de media jornada que supera con creces las horas de docencia que dictaba?
La respuesta requiere preguntarse qué tipo de instituciones son aquellas que, como su empleadora y otras, contratan y sobrevaloran a personajes que no deberían serle propios. Estas universidades tienen partes o funciones de ellas que no son académicas: se trata de parte del campo universitario que hace rato está colonizado por activistas políticos en su interior y que trabajan para difundir ideologías sin preocuparse por escudriñar mayormente su fundamento académico.
Esto tal vez no sería preocupante si estas actividades y activistas ocuparan un rol y recursos marginales en el mundo universitario, pero la USS y el affaire Cubillos nos da cuenta de que, en algunas casas de estudio, ello no es así. El affaire Cubillos es una alerta sobre un mundo universitario cooptado por el campo y las redes políticas proselitistas. Lo contrario del oficio y la práctica académica. Lo peor es que ello parece no solo ocurrir en la USS.