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Francisco Melo por The Clinic
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26 de Octubre de 2024

Francisco Melo: “Estamos viviendo una crisis de confianza más profunda de lo que imaginábamos”

El actor cumple 30 años trabajando en teleseries y no tiene intención de detenerse. "Al sur del corazón", donde comparte elenco con Paola Volpato sigue al aire y liderando en sintonía en Mega. Luego de eso, tendrá un rol protagónico en "Los hermanos casablanca", la nueva nocturna que ya se encuentra en rodaje. Sobre su lugar en la televisión chilena, Francisco Melo dice a The Clinic "Podría decir "no quiero trabajar más, denle espacio a otros", pero lo cierto es que sí quiero seguir trabajando. Y si me dan la oportunidad, la tomo".

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Francisco Melo habla por celular y planifica la jornada de grabación que tiene por delante. El actor es parte del elenco de la próxima teleserie nocturna de Mega, “Los hermanos Casablanca”. La producción narrará la disputa entre dos hermanos por la fortuna familiar. Francisco Melo interpreta a uno de los protagonistas de la historia, el otro es Francisco Reyes, con quien vuelve a trabajar luego de diez años.

Ambos actores compartieron elenco en grandes producciones de TVN, como Los Pincheira, Pampa Ilusión, Iorana y La fiera. Con “Los Hermanos Casablanca”, los actores se reencuentran en el único canal que sigue produciendo teleseries, lejos de los más de 30 puntos de rating que promediaban las teleseries del canal público o de Canal 13 a finales de los años 90 y principios de los 2000.

El actor ya suma 30 años trabajando en teleseries. En conversación con The Clinic, Francisco Melo reconoce que es un afortunado por mantenerse tanto tiempo con proyectos en la televisión chilena. Esto lo atribuye a su instinto para aprovechar las oportunidades que se le han presentado y a ser constantemente considerado por quienes arman los elencos.

Este 2024 estrenó la película “Oro amargo”, dirigida por Juan Francisco Olea y escrita por María Luisa Furché, Francisco Hervé y Moisés Sepúlveda. Este último también lidera “Que se acabe todo”, película sobre el escándalo de colusión de La Polar que está en etapa de financiamiento y en la cual Francisco Melo también participa.

—Usted ha logrado una estabilidad en la televisión. ¿Se siente privilegiado? ¿Cómo ve la realidad laboral para el resto de los actores?

Sí, siento que soy una excepción en cuanto a la situación general de los actores en Chile, especialmente en el periodo pospandemia, cuando fue muy difícil sobrevivir debido a la imposibilidad de generar proyectos, realizar encuentros en teatros o llevar a cabo proyectos audiovisuales.

Me siento afortunado. He tenido la suerte de aprovechar las oportunidades que me ha dado la vida, pero la situación está muy complicada. Creo que en Chile, especialmente en el ámbito audiovisual, las cosas han cambiado radicalmente. Hoy en día, solo hay un canal de televisión como fuente principal de ingresos para los actores. Han aparecido otras plataformas y nuevas formas de financiamiento o distribución, y la torta publicitaria ya no es tan fuerte en la televisión, ya que las redes sociales y otros medios han ganado terreno.

—¿Qué ha hecho Mega, a diferencia de los otros canales, para mantener consolidada un área dramática?

Hubo una combinación muy virtuosa entre el riesgo que asumió el canal y el talento que tiene María Eugenia Rencoret. Hay una unión importante allí porque el canal también asume riesgos. María Eugenia tiene una conexión con las audiencias impresionante. Es notable cómo ella es capaz de conectar con el público y también de asumir riesgos, generando los contenidos necesarios para que el canal siga interesado en producir. Esa combinación virtuosa creo que ha sido fundamental.

—”Al sur del corazón” también está disponible en Netflix. ¿Qué opina de que existan estas nuevas ventanas de distribución de contenidos hechos en Chile?

Al principio Netflix y otras plataformas representaron una amenaza para la televisión, pero con el tiempo se han generado alianzas. Las plataformas también están pasando por una crisis, porque todos hemos llegado a un punto en que no sabemos cuántos servicios de streaming más podemos tener. Además, los servicios de streaming necesitan mucho contenido, ya que se consume rápidamente. Esta alianza con Netflix creo que es una excelente oportunidad para los canales de televisión abierta en Chile.

Ahora, en cuanto a la televisión, sigue habiendo diferencias. Las series y películas en Chile, por problemas de costos, suelen durar solo un mes o dos, y no se trabaja todos los días. Eso hace que, laboral y económicamente, no sea tan rentable para los actores. Por eso la televisión sigue siendo muy relevante, ya que asegura ocho meses de trabajo.

—En “Los hermanos Casablanca” va a volver a trabajar con Francisco Reyes luego de diez años. ¿Cómo es volver a trabajar con él?

A mí me pasa que cuando me encuentro con Reyes, más allá de trabajar juntos, hay una historia que nos une desde hace muchos años, con experiencias compartidas, viajes, teatro, encuentros familiares. Nuestros hijos iban al mismo colegio, así que reencontrarme con él es reencontrarme con un amigo. Eso para mí, a esta altura de la vida, es fundamental. No solo el proyecto debe ser atractivo, sino también el ambiente, el entorno y con quién uno trabaja. Tener un espacio de confianza donde se puede opinar, atreverse en la dirección, en cámara y con tu compañero de escena es esencial. Con Reyes hay confianza, y eso es muy bueno para el trabajo. Tener esa libertad creativa, sin miedo a cometer errores, es clave.

—En la teleserie también actúa Sigrid Alegría, ¿cómo es compartir set con ella?

Con Sigrid me pasa exactamente lo mismo. Hay una confianza mutua, esos espacios de silencio que transmiten tranquilidad. Con Sigrid podemos estar esperando juntos con cara de aburrimiento y no hace falta decir nada. Trabajamos, ensayamos, criticamos, reímos y ajustamos la escena con total libertad. Esa confianza es fundamental en cualquier trabajo artístico.

—Hoy los ratings son diferentes. Una teleserie nocturna marca 10 puntos y aún así lidera. ¿Cómo ve esta nueva realidad en términos de medición?

Es un ajuste interesante. Con “Puertas Adentro” perdimos con “Machos” y nuestro promedio era de 27 puntos. Hoy en día, cualquier teleserie con 27 puntos sería motivo de celebración. Esa es nuestra nueva realidad.

—¿Hay una audiencia que no se está midiendo?

El consumo ha cambiado con el acceso a otras plataformas como YouTube, TikTok, etc. Todo está en todas partes, por lo que ya no se mide de la misma manera, sino desde otros enfoques. Eso refleja que la gente sigue consumiendo producción dramática, y creo que eso da cierta tranquilidad a todos los actores. Es como con los libros: no van a desaparecer, simplemente cambian de formato. Ahora leemos libros en el celular, el iPad, o el Kindle, pero siguen siendo libros. De la misma manera, la producción dramática sigue viva, porque a todos nos gusta que nos cuenten historias, especialmente a través de imágenes, y eso va a perdurar.

—”El señor de la querencia” lidera en su franja, pero no ha logrado posicionarse como un fenómeno. ¿La gente quiere ver remakes?

Me parece que es una apuesta interesante. Vuelvo a admirar a mi amiga Quena (Rencoret), porque creo que es un acto de valentía, de atreverse a arriesgarse por algo. Ella hizo la apuesta de crear El Señor de la Querencia, lo cual es interesante, ya que estos fenómenos están instalados en la memoria colectiva como algo extraordinario, pero quizá, si los viéramos hoy en día, no nos parecerían tan impresionantes. Tal vez, en las condiciones actuales, donde la gente ya no ve tanta televisión y la TV no es el único medio para consumir producciones dramáticas, ya no tendrían el mismo impacto. Fue potente porque ocurrió en una época determinada, por lo que sucedió en ese contexto, por quiénes actuaban y por cómo vivían esos actores en ese momento.

Este remake no fue explosivo, en parte por todo lo que hemos discutido antes: el lugar que ocupa la televisión hoy, y también porque, para bien o para mal, la gente tiene acceso a comparaciones constantes. Ese juego comparativo puede ser un tanto perverso. Mis amigos y colegas se enfrentaron a un juicio de comparación que considero bastante injusto y, en mi opinión, innecesario.

—Una crítica es que siempre aparecen los mismos actores. ¿Qué le diría a quienes dicen: “otra vez Francisco Melo”?

Si yo me llamara Carlos Gómez y me viera tanto en pantalla, diría lo mismo. Vuelvo a lo afortunado que soy, porque he logrado mantenerme en este espacio, porque me siguen ofreciendo trabajo. Claro, siempre somos los mismos. He tenido la suerte de estar en la mente de quienes generan los proyectos y prefieren trabajar conmigo. ¿Es injusto? A veces sí. Sería ideal que hubiera más oportunidades para otros, pero es una situación compleja. Podría decir “no quiero trabajar más, denle espacio a otros”, pero lo cierto es que sí quiero seguir trabajando. Y si me dan la oportunidad, la tomo.

Desde otra perspectiva, yo también podría decir “siempre son los mismos” en otros espacios, como en el cine o las series, donde no tengo tanto lugar. Es un poco injusto. Así como hay actores que desaparecen por completo, a pesar de que eran figuras importantes y luego regresan. La televisión y el mundo audiovisual pueden ser crueles. Es un medio piramidal, donde pocos deciden y tienen todo el derecho de hacerlo según sus gustos o las confianzas que tienen. No es justo, pero así es la vida.

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—Pasando a la película Oro Amargo, debutó en Festival de Cine de Warsovia. ¿Cómo fue la experiencia y la recepción?

La experiencia fue increíble, fue un viaje intenso. Tuve la suerte de que el canal me diera espacio para viajar, porque estaba grabando, y pude hacer un viaje de cuatro días a Polonia, algo que no es común. Hicimos todos los esfuerzos posibles, apoyados por la producción, el festival e incluso el Ministerio de Cultura, para asistir al estreno mundial. Le tenemos mucho cariño a esta película, porque ha sido un trabajo hecho con el corazón y mucho esfuerzo.

Lo que más me gustó fue el feedback que se generó con un mundo cinematográfico tan distante al nuestro. Aquí en Chile no es común ver películas croatas, israelíes, palestinas o griegas, así que es enriquecedor tener ese intercambio. Estos espacios de conversación son valiosos y pueden generar nexos que potencien el cine. Hacer una película es muy caro y complejo, por lo que estas oportunidades son cruciales.

—Ha participado en muchas teleseries, pero no en muchas películas. ¿Es porque no tiene tiempo o porque no lo llaman de ese mundo audiovisual?

—Yo desde esta vereda puedo decir: siempre los mismos en las películas. Me pasa un poco eso. Yo no he tenido tantos proyectos, no es que ando rechazando películas. Han sido pocas y esporádicas. De repente aparece un proyecto y luego no ves más. Además, por la teleserie, como he estado tanto tiempo en la televisión, he tenido menos oportunidades de participar en películas, y menos ahora. Ahora prefiero también valorar los espacios personales.

¿Y está todavía en marcha la película sobre el caso de La Polar, “Que se acabe todo”?

—Sí, sigue en marcha. Pero estamos en la lucha por el financiamiento. La protagonista es la Pali (García), nuestra estrella mundial, y hay que coordinar los tiempos. Queremos hacer la película lo mejor posible. En el cine sucede que a veces se consiguen inversionistas, y ya hay algunos involucrados, pero queremos hacer algo de calidad. Incluso estos festivales sirven para hablar de proyectos futuros, pero seguimos en la lucha. Se ha postergado hasta 2025, pero la idea es hacerla.

—¿Cómo ve la situación actual entre casos de corrupción como el Caso Hermosilla?

Tengo la sensación de que estamos viviendo una crisis de confianza más profunda de lo que imaginábamos. Como ciudadano común, es increíble ver cómo, gracias a las tecnologías y al nivel de comunicación que manejamos hoy en día, se han ido revelando muchos casos que evidencian esta crisis.

La famosa frase de “dejar que las instituciones funcionen”, que hemos escuchado hasta el cansancio, pierde sentido cuando las instituciones están formadas por personas en las que ya no tenemos confianza. Esto crea una situación muy compleja, sobre todo cuando miramos hacia las elecciones que se avecinan. La sensación que tengo es que la gente está bastante desconectada y desanimada.

—¿Considera que hay desesperanza en las ciudadanía?

Desesperanza es una palabra que me parece demasiado fuerte, pero sí puede aplicarse. Hay una especie de incertidumbre sobre dónde estamos parados. No hay confianza en el terreno que pisamos, y no lo sabemos con certeza. Más allá de las crisis de seguridad y otros temas, la pregunta es: ¿en quién podemos confiar? ¿Dónde nos apoyamos? Ahí es cuando uno empieza a cerrar el círculo.

Fue interesante lo que revelaron las últimas encuestas del CEP: el núcleo de confianza sigue recayendo en la familia. La familia es lo único seguro, nuestro refugio, nuestro cable a tierra. Es el único lugar donde uno puede sentirse protegido y decir “aquí estoy bien”. Pero fuera de ese círculo, cuando empezamos a depender de quienes tienen la responsabilidad de dirigir las líneas generales de la sociedad, ya sea en cumplir leyes, asumir responsabilidades o pagar impuestos, la confianza se ha perdido.

—¿Le interesan estas elecciones?

—El problema es que trato de hacer el esfuerzo de decir: “Ok, ¿cuáles son los planes? ¿Cuáles son las propuestas?” Constantemente reviso los foros de discusión, pero lo que uno ve es un festival de descalificaciones. ¿Cuál es el tono de la política hoy en día? Parece que todo se basa en cómo descalificar al otro para anularlo y resaltar uno mismo. Honestamente, eso no me parece interesante en lo más mínimo.

Siento que hace falta elevar el nivel de la discusión, ya sea a nivel cultural, político o emocional. Podemos hablar de los temas que nos preocupan a todos sin la necesidad de descalificar al otro. No se trata de atacar, sino de dialogar y lograr acuerdos para construir una mejor ciudadanía.

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—¿Haría campaña por algún político?

Por ningún motivo, precisamente por lo que te menciono. No me atrevo a respaldar a alguien, a ser responsable de recomendar a alguien cuando yo mismo estoy en una crisis de confianza.

—¿El gobierno ha estado al debe con las promesas de campaña en materia cultural?

Sigo pensando que estamos al debe. Creo que el tiempo se está agotando. Había una gran esperanza de un cambio interesante: un cambio de paradigma, de visión, de método, de lenguaje… y no sucedió. Todos teníamos expectativas; incluso creo que el propio gobierno las tenía. Pero creo que fue un golpe de realidad para ellos, y para todos nosotros. Hay una sensación general de que nos sentimos un poco defraudados respecto a lo que se esperaba.

Entre los actores se presentaron divisiones entre aquellos que exigían más apoyo del Estado y otros que no. ¿Qué opina usted?

—Creo que es totalmente comprensible, y hay que intentar ver la película completa, la imagen global. Es cierto que algunos pueden decir: “Yo nunca gano nada”, o que parece que siempre son los mismos, como Pancho Melo en la tele otra vez. Eso sucede. Cuando hago el análisis que hago, insisto, puede ser válido, pero tiene matices; no es blanco o negro.

Es completamente válido que algunos se sientan desplazados, no valorados, o no queridos, y que otros digan: “Bueno, así son las cosas”. Sí, eso también sucede, pero en lo grande estamos al debe.

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