Tiempo Libre
1 de Noviembre de 2024Princesa Alba, Álex Anwandter, Francisca Valenzuela, Grammy’s y un nuevo disco: el silencioso camino de Francisco Victoria
A sus 28 años, el solista y productor chileno radicado en México se consolida como uno de los referentes emergentes del pop latino. En esta entrevista, el artista, que se presentará en el festival Primavera Fauna el próximo viernes 8 de noviembre, analiza su nuevo disco La Necesidad, una obra influenciada por el sonido guitarrero y el brit pop. Además, se declara queer y afirma que la música chilena es actualmente la más interesante en español. Sus colegas relatan un encuentro casual con Thom Yorke, líder de Radiohead, y destacan su potencial para convertirse en una figura esencial de la música latina.
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Desde que se fue de Chile, hace tres años, para radicarse en Ciudad de México, que Francisco Victoria no pasaba un 18 de septiembre en el país. El reencuentro con su tierra natal, Victoria, y su familia, fue un paréntesis nostálgico en su ajetreo artístico.
Esos días, dice desde una videollamada desde la capital mexicana, sirvieron para desconectarse de su trabajo y engancharse con el camino recorrido desde que partió de su pueblo, cuando tenía menos de veinte años, con la fantasía de dedicarse a la música. Como el hijo pródigo, en su retorno se tomó decenas de fotos y recibió abrazos de sus coterráneos. Fueron sensaciones de alegría genuina que lo hicieron comprender que, a sus 28 años, las decisiones artísticas fueron las correctas.
“Vivir una celebración como el ’18’ en Chile es bien bacán. Estaba un poco mareado porque era ’18’ y recordé que extrañaba varias cosas. Cuando uno sale del país, por ejemplo, extraña las comidas. No es que sea mejor o peor que la de otros países porque es imposible compararlas, pero me crié con unas pantrucas o un pollo arvejado. Y, más que comidas, son momentos de tu vida. Como también echo de menos el pan y las papas. Aunque comí todo lo que tenía que comer. Hasta pastel de choclo”, cuenta.
Septiembre no fue un mes cualquiera para Victoria. Estrenó su tercer disco, “La Necesidad”, que dejó aparcado los sintetizadores, se volcó a las guitarras con inspiración brit pop y recibió, mientras estaba con su familia, una noticia magnífica: su doble nominación a los Grammys Latino junto a Francisca Valenzuela.
La nominación es como coproductor y coletrista del álbum, “Adentro” (2023), de la intérprete de “Muérdete la Lengua” y el single, “Déjalo ir”, del mismo trabajo.
“Estoy muy feliz. Estar en el lugar donde crecí y recibir esa noticia fue muy lindo. Es confirmar que era el camino que debía seguir”, señala.
“Yo era el freak”
La vida de Francisco Victoria siempre estuvo ligada a la música. Y, también, a dos mujeres que son su referencia: su madre y su abuela. Ambas son profesoras de música y lo incentivaron con instrumentos, para fomentarle la creatividad. En su casa, se escuchaba a Víctor Jara, Violeta Parra e Inti Illimani. Y muy pequeño se sumó a un coro de música andina. Aprendió a tocar zampoña, flauta traversa y estudió guitarra clásica. Luego, en la pubertad tocaba canciones de Los Jaivas. Creció con la influencia de los discos chilenos. Y siempre quería aprender más.
“Tanto en su carrera solista y como productor, Francisco no deja detalles al azar. Siempre fue un viejo chico. Partimos en la misma generación, cuando teníamos unos 20, y trabajaba como una persona de más de treinta años. Se llevaba bien con ingenieros de 50 años porque comprendía el slang de la producción musical”, cuenta Princesa Alba, quien trabajó junto al solista en singles como “Convéncete” que, a la fecha, tiene más de ochenta millones de reproducciones en Spotify.
Por otro lado, asomaba el conflicto. Estudió en un colegio católico y se reconoció queer. Allí se sintió un inadaptado. Un bicho raro de pocos amigos, que no jugaba fútbol como la mayoría y que recibía la mala onda gratuita de sus compañeros.
“Hubo resistencia de algunos que no entendían de qué iba la vida y no tenían empatía, lo que devino en malos tratos. Era constante. Y si te crías así, creces con cuero de chancho. Dedicarme a la música viene de una necesidad de descomprimir qué es lo que pasa con mis emociones. Para mí, es importante decirlo porque hay jóvenes queer que pueden estar leyendo esto en un pueblo pequeño. La vida es más larga que la adolescencia y debes superar adversidades”.
—¿Cuán diferente es la sensibilidad entre un heterosexual vs un gay o queer para enfrentar el arte?
—Al principio, para los queer es más difícil porque no encajas ni se supone que actúas como se piensa. En mi caso, yo era el freak. Pero no sería la persona que soy, si no fuera parte de la disidencia sexual. Aprendes a lidiar con el cuestionamiento y a ponerte en sintonía con uno mismo. Como te toca más complicado, puedes empatizar de otra manera. Hay varias cosas que en la adolescencia pueden parecer desventajas y, cuando te lanzas a la vida, se han convertido en fortalezas.
La carrera del artista sureño ha sido precoz, vertiginosa. A los 15 años, grabó un álbum -todavía desconocido- junto a Francisco Valenzuela, el fallecido vocalista de La Rue Morgue, tras ganar un concurso nacional de música. “Era muy amigo de mi familia”, indica. Él fue responsable de darle las primeras directrices en un estudio. Luego, conoció a Alex Anwandter, quien lo adoptó como su ayudante y lo sumó a su banda. Junto al ex Teleradio Donoso, progresó en conocimientos y desarrolló habilidades. Atravesando sus canciones por un sentimiento muy chileno: la melancolía.
“Sus temas tienen sonoridades más menores, tristonas. Y yo empatizo con ellas. Es un romántico explosivo, pero a la vez, íntimo”, sostiene Francisca Stroube, alias Rubio, también radicada en México y una de las amigas cercanas de Victoria en ese país.
Esa tristeza congénita en su música, reconoce el solista, no es solo propiedad suya. Sino que abarca a la música chilena como sello distintivo.
“Creo que Violeta Parra nos influyó a todos. La melancolía chilena me fascina en todos sus géneros porque es bien impresionante. Somos una isla entre cordillera, desierto y océano y estamos aislados. Lejos de todo. Eso también, a nivel latino, nos hace ser más alternativos”, afirma.
Benjamín Walker junto a Francisco Victoria. Foto: Archivo Benjamín Walker.
Thom Yorke y el team Chile
En “La Necesidad”, hay aspectos que no cambian de la arquitectura sonora de Victoria. Como en sus dos álbumes anteriores, contiene ocho canciones que no sobrepasan los treinta minutos. Dice que se debe a la casualidad, aunque también es un voto de apoyo a un podcast de Norah Jones que escuchó hace unos meses. La cantante decía que crear 800 canciones no tenía ningún sentido. Y que lo mejor era ser preciso, crear solo canciones que tengan que ver con el disco.
“Me interesa mucho el relato y como las canciones se comunican entre sí en estilo y letra. Y dejar solo los temas que tienen que quedar. Mi próximo álbum también tendrá ocho canciones”, asegura.
A diferencia de sus antecesores, en su nuevo disco casi no hay música bailable. Con la guitarra como instrumento principal, hay homenajes al George Harrison de “All Things Must Pass” (1970) en “Tuyo” y una tendencia permanente al brit pop más clásico, con una sonoridad tan etérea como evocativa.
Aunque desestima que estuviera escuchando mucha música durante la gestación de su álbum, se focalizó en obras y sonidos específicos.
“Lo más lindo del proceso fue que tuviera un disco en la mente. Sabía lo que quería. Hay harto de “In Rainbows” (2007), de Radiohead, y de “Meds” (2006), de Placebo. Como productor, uno de mis referentes es Nigel Godrich -histórico colaborador de Radiohead-. He estudiado todo lo que hace. Su filosofía de trabajo, cómo graba. Me encanta su poca exposición pública, como maneja los límites entre lo público y lo privado”, plantea.
El dato Radiohead es curioso. Hace algunos meses, Victoria y su colega Benjamín Walker fueron a Londres a grabar con un productor chileno. Una de sus primeras actividades en la capital inglesa fue ir al centro a una tienda de ropa y se encontraron con Thom Yorke, el líder de Radiohead. Justo a su lado, probándose distintas prendas.
“Estuvimos 25 minutos junto a él. Llegó alguien a saludarlo y nos ignoró completamente. Pero podemos decir que compartimos 25 minutos en el mismo metro cuadrado con Thom Yorke. Es un highlight de nuestras vidas”, bromea Walker, otro compañero artístico de larga data de Victoria.
El intérprete de “Quiero Verte Hoy” es uno de los músicos que, como Victoria, están radicados en Ciudad de México. En su mayoría ligados al pop, el número de artistas chilenos es amplio. Ahí viven Rubio, Cancamusa, Dulce y Agraz y Fármacos, entre otros. Todos persiguen la misma ambición: lograr ser tan reconocidos como Lucho Gatica, Los Ángeles Negros, La Ley, Los Bunkers y, ahora, 31 Minutos. Por las actividades personales, se reúnen cuando tienen tiempo. Toman vino tinto y hablan con chilenismos.
Victoria, creador de “Herida” (2022), está constantemente trabajando con sus compatriotas. Dice que ha aprendido de los hermanos Durán de Los Bunkers y que busca ser un continuador de su actitud colaborativa. “Ellos son súper acogedores. Personas y artistas maravillosos. Nunca dudan en darte el consejo que les pides ni tampoco en prestarte equipos si lo necesitas. Tienen una generosidad en lo material e intelectual que es bacán para cualquier artista. Lo sentí así cuando llevaba poco tiempo en México”, comenta.
Para los músicos chilenos radicados en ese país, hay una sensación de gran familia. Existe una vibra muy positiva entre todos porque se reconocen del mismo lugar.
“Con los chilenos nos apañamos harto en México y nos gustaría vernos más seguido. Puedo decir que Francisco es la persona con que tengo más cercanía y amistad. Nos hemos unido harto. Me veo reflejada en él porque siento que es un artista sin ansiedad. Que solo está enfocado en su arte. En demostrar autenticidad. Me encanta la gente que es así”, sostiene Rubio.
En la foto Francisco Victoria en la elaboración del disco de Benjamín Walker. Foto: Archivo Benjamín Walker.
“Talento sobra en Chile”
Hay una característica de Francisco Victoria en que todos los que han trabajado con él coinciden: su exigencia, su capacidad por pulir detalles.
“Cuando recién llegó a Santiago, Francisco arrendaba una pieza e hizo un pequeño estudio. Ahí nos juntamos a componer “Summer Love” y “Convéncete”. Compramos unos doritos y una champaña y nos poníamos a escribir. Siempre tuvo una meticulosidad profunda en las letras, que cada verso narrara una historia. Algo que yo no sabía en ese momento”, explica Princesa Alba.
Una idea en que coincide Benjamín Walker. Dice que vio lo mismo durante las sesiones de su álbum “Libre” (2024). “Aprendí muchísimo del compromiso con el arte de Francisco. No me dio permiso de dejar ningún verso sin una intención clara. Me empujó al límite. Debía evitar eufemismos y lugares comunes para pasar el filtro y lograr una buena canción. Por eso, creo que ‘Libre’ es mi disco más directo”, asegura.
Una de las situaciones que más disfruta Francisco Victoria es aprender de otros músicos. Es, asegura, un camino de autoconocimiento porque descubre los talentos de otro artista y también va conociendo aspectos impensados de su personalidad. “He aprendido de Princesa Alba, cómo maneja la presión, la exposición pública. De Benja Walker, que experimenta con el uso de instrumentos. Es como estar en la universidad. Me gusta que la música chilena tenga puntos de encuentro. Como el tema entre Pablo Chill-E e Inti Illimani, por ejemplo”.
—¿Te gusta la música que se está haciendo en Chile?
—Talento sobra en Chile. Me parece que la música más interesante en español es chilena. Es bien potente lo que tenemos que entregar, aunque falta un desarrollo industrial. En Chile, además, se evalúa duramente a los artistas en lo público. Los mexicanos son súper apañadores con sus artistas. Nosotros tenemos una alta vara de calidad del arte. Las personas no se dejan engañar. El estándar es muy alto.
Ese modelo de exigencia permanente cree que le ha ayudado en su nuevo disco. Al entrar al estudio, se propuso pasarlo bien y salir de su zona de confort. “No tenía el desafío de hacer el mejor disco de la historia, sino que mi lenguaje artístico fuera propio y cada vez más depurado”, plantea.
El énfasis de generar un lenguaje artístico personal es la que ha llevado a las grandes ligas a Mon Laferte. Un fenómeno que no sorprende a Victoria.
“Ella es gigante. Una vez, iba en un Uber y le pregunté al conductor que me recomendara música mexicana. “¿Has escuchado a Lafuerte?”. “No”, le respondí. “Mon Lafuerte”, me dijo. Es una artista tan grande y con una carrera tan increíble que no tiene nacionalidad. Es como Juan Gabriel o Luis Miguel. Una artista del mundo”.
Ser reconocido en el mundo es una de las metas que, según compañeros con los que ha trabajado, es lo que debería venir para Victoria.
“Le tengo demasiada fe a Francisco porque su música viene de sus ganas de hacer cosas más que de lograr números. Sus canciones son atemporales. Las puedes escuchar en cinco años más y serán igual de buenas”, indica Akriila. Mientras Princesa Alba vaticina un futuro esplendor. “No quiero ser yeta, pero lo veo ganando este año el Grammy Latino y después ganando más Grammys, tocando en festivales como Coachella y otros lugares similares”.
Entre los proyectos del músico dice que, en algún momento, le gustaría producir a Myriam Hernández –“en mi casa se escucha siempre”, señala-, que le encantan Asia Menor y Akriila y que está muy nervioso porque en su próximo show en Chile, en noviembre en el Primavera Fauna, compartirá escenario con Air y Smashing Pumpkins.
“Tocaremos todo el disco nuevo. Necesito tocar en vivo, aunque soy una rata de laboratorio. Me encanta estar con el computador todo el año, aunque me trae problemas de espalda. Estoy muy nervioso porque soy fan de Air, de su disco de ‘Las Vírgenes Suicidas’ (1999)”, asegura.
—Pero tocarán “Moon Safari” (1997)…
—Sí, es otro de mis discos favoritos. Voy a intentar sacar mi mejor francés cuando me encuentre con ellos. No lo sé hablar, pero lo intentaré.