El reputado músico argentino se alista para celebrar 50 años de carrera con seis conciertos en Chile. En conversación con The Clinic, repasa su extensa trayectoria aunque sin perder de vista el presente. Critica al gobierno de Milei, cuenta por qué apoyó públicamente a Boric antes de la elección presidencial, da su aguda opinión sobre la Inteligencia Artificial y relata cómo fue reencontrarse en el estudio con Charly García. “Somos compinches musicales y poéticos”, dice.
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50 años de carrera pueden parecer una eternidad, pero sirven apenas para contener el desbordante curriculum de Pedro Aznar. En 1974, con 14 años, lo convocaron para que formara parte de la banda Madre Atómica y a partir de ahí comenzó su impresionante recorrido. Por esos años también pasó por las formaciones de Alter Ego y Alas y solo con 18 años integró Serú Girán, junto a Charly García, David Lebón y Oscar Moro. Paralelamente tocó con Luis Alberto Spinetta y, a los 23 años, Pat Metheny le pidió que formara parte de su banda.
Luego de esas experiencias, se enfocó en su carrera solista, aunque siempre con un pie en diversos proyectos. Ha hecho exposiciones con fotografías suyas, publicado dos libros de poesía, creado la banda sonora de más de una docena de películas y musicalizado poemas de Jorge Luis Borges, Atahualpa Yupanqui y Pablo Neruda. Su conexión con Chile va más allá de eso, porque en 2003 produjo un disco para Cecilia Echenique, en 2019 hizo un álbum con Manuel García y también tiene colaboraciones con Nano Stern y Congreso, que se suman a sus versiones de temas de Violeta Parra, Víctor Jara y Elizabeth Morris.
Por todo esto, no ha sido menor el desafío que se impuso Aznar este año: condensar sus cinco décadas de carrera en un concierto. “Es una ocasión única y muy conmovedora. Los shows están siendo hermosísimos en todas partes, terminamos todos con lágrimas en los ojos. Es un show que recorre estos 50 años de música de manera muy cabal, porque hay música de todos y cada uno de mis discos, de todos los grupos donde toqué. El show es en orden cronológico así que es como un viaje en el tiempo. Es precioso”, cuenta Aznar, que entre el 29 de noviembre y el 8 de diciembre se presentará en Santiago, Colchagua, Viña del Mar, Los Andes, Frutillar y Concepción.
En el contexto de ese orden temporal, el concierto abre con “El grito de dolor de la muerte es el silencio”, la primera canción que escribió. “Es una especie de tango milonga y es como un homenaje de un quinceañero a Astor Piazzolla. No tenía, por supuesto, los elementos técnicos para estar a su altura, pero la intención era un poco un homenaje a su música. Ya desde aquel momento era la expresión más elevada que yo encontraba en el lenguaje del tango, que era un lenguaje que estaba muy cerca mío porque mi padre había sido músico de tango y escuchaba tango todo el día”, explica.
—Más allá de lo musical, el título de la canción da cuenta de inquietudes poéticas que no dejan de ser sorpresivas en un adolescente de 15 años. ¿Ya tenía esa sensibilidad con la poesía?
—Sin duda. De hecho, la poesía diría que precede en mí a la música, o el poeta precede al músico, por lo menos en cuanto al hecho concreto de tocar un instrumento o de componer una canción. Empecé a escribir poesía en el primer año de la escuela, cuando tenía cinco o seis años. Y recuerdo que, no sé cómo fue que llegó a manos de la maestra y me llevó a la dirección. Y pensé que me iban a regañar. Pensé que había hecho algo malo porque nunca te llevan a la dirección para algo bueno. Siempre era cuando habías hecho algún lío. Y para mi sorpresa, el director lo leyó y se vio muy asombrado y como enternecido con que un niño tan pequeño escribiera una poesía. Y, entonces, me anunció que lo querían publicar en la revista, en un pequeño periódico que hacía la escuela cada mes. Así que esa fue mi primera publicación, como poeta y no como músico.
—Mirando hacía atrás, ¿qué cree que queda del Pedro de hace 50 años?
—Creo que quedan cosas esenciales como el respeto por el que me escucha, jamás subestimar al público. También una sensación feliz del juego de hacer música, de que hacer música tiene que pasar por el juego, por lo lúdico, por dejar expresarse al inconsciente, por ir más allá del fenómeno matemático que en principio parece ser la música. Cuando me tocó revisitar toda esta música y en muchos casos volver a aprender las canciones, me encontré con que siempre la apuesta fue alta y fue al límite de mis posibilidades cada vez. Y eso habla de este respeto, de jugarse el todo por el todo. Y desde muy jovencito yo sentí que la música era no solamente una pasión por lo estético del arte, por así decirlo, sino que además una responsabilidad, en el buen sentido de la palabra, de tratar de reflejar el momento histórico que me tocaba vivir. Creo que eso ha sido una constante en mi carrera.
—Durante su carrera ha existido un vínculo importante con Chile. ¿De dónde nació eso?
—Empezó muy temprano. Tenía apenas 17 años cuando fui a tocar a Chile por primera vez con el grupo Alas, que hicimos un par de conciertos compartidos con el grupo Congreso, con quienes nos hicimos muy amigos. Así que es una relación que está desde hace mucho tiempo, y la música chilena también está en mí desde hace muchísimo tiempo. Y especialmente en estos últimos 25 años, esa relación con el público chileno se ha consolidado muchísimo y he estado yendo durante estos años todos los años y con una presencia constante y colaborando con artistas chilenos. Es una relación muy fluida y muy concreta.
Hambre por crear
La trayectoria de Aznar permite que su anecdotario personal esté plagado de historias junto a leyendas de la música. Una de ellas es cuando en 2008 estuvo unos días en Nueva York junto a Gustavo Cerati y Roger Waters, creando una canción para la fundación Alas. Buena parte del trabajo sucedió en los estudios de Philip Glass, famoso compositor nominado tres veces al Oscar por su trabajo para películas.
Ahí, a Aznar le llamó la atención que en la muralla había enmarcado un cómic que tenía como protagonista a un gásfiter. El argentino empezó a preguntar por el significado de esa decoración y uno de los colaboradores de Glass le contó que ese había sido el oficio del compositor antes de que pudiera vivir de la música, algo que no pudo concretar hasta pasados sus 40 años. Esa tardía dedicación plena a su pasión hacía que siempre que le preguntasen a Glass por qué era tan trabajólico, él respondiera que estaba “en una batalla contra el tiempo”.
“Me conmovió mucho eso”, recuerda Aznar, que aunque pudo dedicarse completamente a la música desde su adolescencia, comparte con Glass cierto sentido de urgencia por seguir creando. Por lo mismo, aunque su actual gira se enfoca más en el pasado, Aznar sigue empujando su creatividad en el presente y, de hecho, adelanta que el cierre del show es con un tema inédito que podría ser parte de un nuevo proyecto discográfico.
“Una constante en toda esa trayectoria fue el cambio y la renovación perpetua. Y la vida es eso. Es cambio continuo, así que en realidad uno no se puede ni se debe arrepentir nunca del cambio. El cambio siempre es renovación y trae algo distinto. Y como tal, en líneas generales, es algo nuevo y bueno, porque se está incorporando lo que hasta hace cinco minutos no existía”, señala.
Esa inquietud también convierte a Aznar en un público curioso y atento a las novedades. Aunque en su último disco incluyó “No voy a cantarle a tu culo”, un reggaetón que ironizaba con las temáticas habituales del género, admite que disfruta de algunas de las propuestas urbanas que han mantenido mayor conexión con el rap, como las de sus compatriotas Wos y Trueno.
“El uso de la palabra poética que están haciendo estas nuevas generaciones, lo hacen en algunos casos de una manera extraordinaria, incluso en estas batallas de improvisación que se hacen. Me parece asombroso que tengan esa capacidad de sacar tanta magia en el instante. Son cosas que me llaman poderosamente la atención y, en algunos casos, que he incorporado a mi música también”, dice.
La curiosidad artística de Aznar se combina también con una búsqueda personal que se refleja en la regular práctica del psicoanálisis y la meditación. El primero, lo define como “un modo de conocerse a uno mismo, en el sentido del funcionamiento de la mente, del inconsciente y de cómo destrabar cosas que uno ha aprendido y que lo limitan, y de cómo liberarse, en un sentido profundo”. Lo segundo, lo explica como “una herramienta que va mucho más allá, que conecta con lo que somos antes de la mente” y que le ha permitido “una laguna de calma, de paz y de habitarse en amistad con uno mismo”.
—¿Cómo es su rutina creativa en el día a día?
—Escribo poesía toda vez que el cuerpo me lo pide. No es siempre, pero en realidad yo creo que hay un estado poético, se podría decir, que es como un estado constante de contemplación y de prestar atención al mundo. Y eso después va dejando un sedimento. Es como un polen que va cayendo. Y en determinado momento aparece el poema. Muchas veces no me deja dormir. Me doy cuenta que estoy inquieto, no sé por qué y de golpe es algo que quiere salir a la luz o en el medio de la noche me despiertan unas palabras y me pongo a escribir porque siento que lo tengo que hacer, porque si no se va a perder y porque además no me va a dejar dormir si no lo hago. Entonces muchas veces me pongo a escribir a la madrugada. Con la música me pasa un poco lo mismo pero creo que es la poesía la principal culpable de mis insomnios. Creo que esa es la que más me golpea el hombro y me dice, ‘quiero decir esto’. Y después el músico acompaña y muchas veces musicaliza esa poesía.
—¿Cuál cree que es el combustible detrás de esa energía creativa que mantiene?
—Hay algo en mí que es un hambre, una inquietud constante de encontrar cosas nuevas. Y es algo que yo no lo puedo controlar ni lo puedo dominar porque es parte de mi personalidad. Soy un tipo curioso y el futuro me causa, entre otras cosas, curiosidad. Entonces me dan ganas de ver qué es lo que va a pasar de aquí en más. ¿Cómo sigue? Es una pregunta que me he hecho toda la vida. ¿Hacia dónde voy ahora? Y eso ha sido una constante en mi música. Ha sido lo que me ha impulsado hacia adelante siempre.
—Relacionado a su presente creativo, hace unas semanas salió el nuevo disco de Charly García, donde colaboró en la canción “América”. ¿Qué significó volver a trabajar con él?
—Siempre es un placer. Somos compinches musicales y poéticos y nos tenemos un enorme cariño, admiración y respeto mutuos. Y creo que esas son piezas fundamentales para que cuando trabajamos juntos haya esa confianza ciega de decir, ‘vos podés terminar lo que yo empecé’ o ‘te dejo esto a medio hacer para que lo completes’. Hay una espontaneidad en el juego musical y en el juego poético. Y en este caso la canción “América” fue tal cual así. Entramos al estudio sin tener ninguna idea preconcebida y a lo largo de una tarde lo escribimos, lo compusimos y lo grabamos.
“Estamos sufriendo a la ultraderecha”
“Valle del futuro es un oscuro callejón. Tierra del mañana, vende el alma en un billón” canta Aznar en su reciente colaboración con Charly García. La canción comparte un tono alarmista que puede encontrarse en varias letras más recientes del argentino. “Surgió espontáneamente pero habla un poco sobre la Inteligencia Artificial, sobre la tecnificación acelerada del mundo, sobre los riesgos que eso implica, sobre la potencial pérdida de la empatía entre humanos y de una carrera hacia una tecnificación que nos deje a nosotros obsoletos, por así decirlo, y que esa tecnología se chupe el mundo. Que es una posibilidad certera”, advierte el argentino.
Mucho antes de la explosión de la IA, Aznar ya estaba bastante informado sobre esta tecnología y de hecho hay entrevistas de hace 10 años donde hablaba al respecto. En “Caballo de fuego” una canción del 2016, también aborda el tema y canta: “Inteligencia que no es corazón traerá tormenta en su aceleración”.
“Es un peligro potencial. En cuanto herramienta de los humanos va muy bien, pero pronto se va a convertir en una nueva especie consciente y eso conlleva riesgos. Esta tecnología va a pasar a ser la especie más inteligente en el planeta, lo cual nos pone a los humanos en una situación de vulnerabilidad”, opina al respecto y agrega: “El que llegue primero a la Inteligencia Artificial que equipare la inteligencia humana, domina el mundo. Entonces es una tecnología que es potencialmente más peligrosa que las armas atómicas. Y eso se está desarrollando de una manera no democrática y no bajo el escrutinio público, como debería haber sido”.
Las opiniones contingentes de Aznar también se extienden a la actualidad política de Latinoamérica. Aunque la mayoría del contenido de sus redes sociales es promocional, también ha utilizado esas plataformas para pronunciarse sobre ciertos temas, como la defensa de la salud y educación pública en Argentina.
—¿Cómo está viviendo ser un ciudadano argentino en tiempos de Milei?
—Con angustia y con mucha tristeza. Todos los días hay malas noticias, todos los días hay motivos para preocuparse pero creo que en estos tiempos es cuando la empatía debe primar y donde no se debe perder la alegría, porque un pueblo triste es fácil de dominar, es fácil torcerle el brazo a un pueblo triste. A un pueblo alegre, no tanto. Y los artistas somos un canal para la alegría y somos un canal para la conciencia, hay que hacer uso de eso.
—En una entrevista, hablando sobre el debut de Serú Girán en plena dictadura, decía que “cuando la realidad es adversa te está mojando la oreja y te está invitando al desafío”. ¿Se está respirando hoy día un ambiente similar?
—Sí, absolutamente. En Argentina estamos en un momento distópico y eso está requiriendo de toda nuestra inteligencia y de toda nuestra empatía para salir de esta pesadilla.
—¿Siente que el mundo artístico está tan abanderado con las causas políticas como en aquella época? Salvo excepciones, la mayoría de los cantantes argentinos que hoy tienen más visibilidad no han cambiado significativamente el contenido de sus letras ni se han pronunciado públicamente sobre las cosas que están pasando.
—Creo que la diferencia es que hay un mayor nivel de confusión en el aire. Y las circunstancias políticas son otras, porque en este momento estamos en un gobierno elegido democráticamente. Entonces también yo creo que hay en muchos artistas como un compás de espera a que la gente se despierte de un mal sueño y que se dé cuenta de un error muy grave que han cometido. Creo que eso es lo que define en gran parte la diferencia. Si bien este es un gobierno de vocación autoritaria, es un gobierno que desprecia la democracia claramente, no es por lo menos por el momento una dictadura en el sentido puro y duro del concepto. Y en aquellos tiempos de plomo de los 70 sí.
—Antes de la última elección presidencial en Chile escribió una carta donde se entendía su apoyo a Gabriel Boric. ¿Qué análisis hace de su gestión?
-Siendo que en Argentina estamos con tiempos tan convulsionados, no me ha sido posible seguir el proceso político de Chile en estos tiempos, porque ha ocupado todo mi tiempo la escena local en realidad. Así que no estaría capacitado para hacer un análisis de lo que ha pasado en Chile. Yo creo que las ideas con las que el presidente Boric llegó al gobierno son ideas que a mí me parecen muy loables. No sé hasta qué punto él ha sido capaz de llevarlas a buen puerto.
—¿Y qué fue lo que lo motivó a escribir esa carta en aquel momento?
—Chile estaba en una encrucijada muy similar a la que tuvo la Argentina en las elecciones del año pasado. Era una opción entre la ultraderecha y otra cosa. Y bueno, la ultraderecha, nosotros la estamos sufriendo ahora. Creo que queda claro, hay 5 millones de nuevos pobres en apenas 10 meses de gobierno, pérdida de derechos por todos lados, pérdida de soberanía por todos lados, ataques constantes a la educación pública, a la salud pública. Esto es lo que es la ultraderecha. Yo espero que esto sirva de advertencia a otros pueblos de Latinoamérica para que no se dejen llevar por esos cantos de sirena. Porque así terminamos.