Entrevistas
1 de Diciembre de 2024Gloria Münchmeyer: “Creer ciegamente en todas las denuncias de acoso y abuso sexual ha generado un terreno peligroso”
La intérprete de 86 años pasa del drama existencialista a la comedia masiva en las obras “Danza Delhi” y la exitosa “Viejas de mierda”. En 2025 celebrará seis décadas sobre las tablas con nuevos proyectos en teatro y cine. Retirarse no está en sus planes. “Yo sería muy distinta si no me hubiese convertido en actriz”, reflexiona. Menos católica, convertida al materialismo y desencantada de la política, dejó de ver noticias y de opinar sobre la contingencia. Aquí hace una excepción: “Masacrar al presidente de turno se volvió un vicio absurdo de nuestros ‘honorables’”, comenta. Repasa también la acusación de plagio que enfrenta la productora Fábula por la película “El conde”: “Es una locura culpar a dos mentes brillantes (Larraín y Calderón) de ser unos ladrones de ideas”.
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Sin cábalas ni entrenamiento previo de ningún tipo, Gloria Münchmeyer (Valparaíso, 1938) está lista para salir a escena. Quedan poco más de dos horas para que comience una nueva función de la obra “Danza Delhi”, del dramaturgo ruso Ivan Viripaev, que hasta este sábado se presenta en el Teatro UC, y el elenco comienza de a poco a llegar. La experimentada actriz se adelantó esta vez: ya está vestida, maquillada y ubicada en la primera fila de butacas, con un resfriado pasajero y un vaso de café entre sus manos.
“Tantas décadas haciendo teatro y fíjate que nunca he tenido una cábala. Soy lo menos supersticiosa que hay y tampoco me preparo corporal o vocalmente. Llego no más, me relajo como ahora, y ya cuando estoy en el camarín me concentro en lo que tengo que hacer. Soy súper práctica y para nada apegada a los ritos del teatro”, dice la intérprete de 86 años.
Presentada en siete actos, “Danza Delhi” pone a Münchmeyer en el complejo rol de una mujer que está desahuciada y desencantada de la vida. Una madre implacable, que además mantiene una tormentosa relación con su hija. Esta última –interpretada por Claudia Cabezas– es una bailarina famosa y cultora de una danza liberadora y terapéutica que atraviesa las desdichadas historias de seis personajes. Una situación se repite en cada escena: cada personaje se entera de la muerte de un ser querido en la sala de espera de un hospital.
La actriz aceptó de inmediato la invitación de la directora Millaray Lobos, quien además tradujo la obra y forma parte del elenco. Ambas se conocieron en el año 2000, cuando trabajaron en una adaptación de “La gaviota” de Alejandro “Chato” Moreno, junto a Willy Semler y Benjamín Vicuña. “Cuando Millaray me convocó para esta nueva obra, acepté al tiro. ‘Si la diriges tú, seguro es buena’, le dije”, cuenta.
“Después, cuando la leí, me arrepentí mucho. La encontré súper difícil de hacer y tampoco me resonaba tanto personalmente. Decidí entregarme a las manos de ella y del equipo, y en los ensayos todo empezó a tener sentido. La recepción de la gente, creo, ha sido similar: algunos conectan más con la dimensión intelectual del texto, y otros con la parte más espiritual y emocional. Como mi hijo Jorge, que se la lloró a mares”.
–¿Cómo conectó con su personaje?
–Lo que más me hace entender el rol y el estado emocional de esta madre no es la muerte que la ronda a ella y a los demás personajes, sino el hecho de que se niega a ver el dolor que está experimentando su hija, quien incluso llega a tocar fondo. Empatizo con ese miedo porque como madres nos cerramos muchas veces a las experiencias dolorosas de nuestros hijos. Preferimos que no nos cuenten nada malo, pero la vida también tiene bastante de eso. Es una de las tantas crisis por las que atravesamos los padres.
“Danza Delhi” debutó con buenas críticas el año pasado en la sala La Comedia del Ictus. Allí surgió el boca a boca que provocó el regreso del montaje a la cartelera. Escenario emblemático del teatro nacional, la sala ubicada en calle Merced fue particularmente significativa en los inicios de la carrera de la intérprete, quien integró el exitoso grupo de “La manivela” a contar de 1965 y hasta mediados de los 70.
Jaime Celedón, Claudio Di Girolamo y el dramaturgo Jorge Díaz –piedras angulares del colectivo en sus primeros años– la vieron actuar en un festival de teatro aficionado en Viña del Mar. Días después le ofrecieron trabajar para la compañía, que muy pronto acabó convirtiéndose en su primera escuela.
60 años después, Gloria Münchmeyer aún lo recuerda con emoción: “Era como que te dijeran: ‘¿te iríai a vivir y a trabajar a Nueva York?’ Un verdadero sueño. Aún creo que todo este tiempo ha sido un poco así, como un sueño”.
En ese entonces, tenía poco menos de 30 años y estudiaba en el Palacio Bellas Artes de la Ciudad Jardín, donde se crió y aún vivía junto a su familia. El dibujo era lo que más le interesaba, recuerda, aunque también pintaba y tenía habilidad para la escultura y el molde en arcilla. Aceptar la oferta del Ictus implicó dejar todo eso atrás, dar vuelta la página y venirse a Santiago.
–¿Siguió dibujando?
–No. Nunca más hice nada de eso y admiro mucho a quienes se dedican al arte. Yo no podría convivir con la imagen aterradora del lienzo en blanco. Le tengo mucho respeto.
Una actriz se prepara
Una de las primeras labores que Gloria Münchmeyer asumió en la compañía dirigida por Jaime Celedón fue asistir a Víctor Jara en la dirección de “La maña” (1965), de la inglesa Ann Jellicoe, protagonizada, entre otros, por Jaime Vadell, Delfina Guzmán y Nelson Villagra. “Ellos eran dioses para mí, imagínate. Yo tomaba notas a su lado, fascinada”, relata.
“Yo sería muy distinta si no me hubiese convertido en actriz. La creación colectiva que aprendí del Ictus fue tan marcadora en mi formación que cuando me fui del grupo y trabajé con otros directores de la época, como Eugenio Guzmán y Sergio Aguirre, me di cuenta de que yo no sabía actuar. Era muy despaturrada, al lote, improvisada, y ahí recién aprendí a regirme a los textos, a las indicaciones del director y a trabajar con mi cuerpo. ¡Mírate como estás parada!, me gritaban. Fue una limpieza formal, como partir nuevamente de cero”.
Gracias al teatro conoció también a Jorge Guerra, el actor de “Pin Pon”, con quien se casó y tuvo a sus dos hijos –Catalina, también actriz, y Jorge, biólogo–. El matrimonio fue breve: en 1974, en el periodo más oscuro de la dictadura, Guerra fue exiliado y no volvió a Chile hasta 1990. Como muchas otras mujeres, Gloria Münchmeyer tuvo que criar a sus hijos sola. “Fuimos siempre una familia de tres, con un padre que nunca existió”, dice hoy con firmeza.
Mientras los hijos crecían, Münchmeyer se consagró en las tablas, en montajes como “Tres noches de un sábado” (1972) y “Un tranvía llamado deseo” (1978), de Tennessee Williams, y también en cine, donde trabajó junto a algunos renombrados directores como Helvio Soto (“Voto + fusil”, 1971), Silvio Caiozzi (“Julio comienza en julio”, 1977) y Cristián Sánchez (“Los deseos concebidos”, 1982).
En paralelo, se convirtió además en un reconocido y cotizado rostro de televisión. Desde comienzos de los 80, la actriz protagonizó producciones dramáticas emblemáticas de Canal 13, como “La madrastra” (1981), “Los títeres” (1984) y “Ángel malo” (1986), pero fue probablemente su faceta de comediante innata la que conquistó a la gran audiencia televisiva. Su recordado sketch “La Vicky y la Gaby”, junto a la fallecida actriz Rebeca Ghigliotto, es memorabilia televisiva pura y dura que circula actualmente en reels de Tik Tok e Instagram.
“Siempre me he sentido más cómoda haciendo comedia, y en general eso era lo que la televisión quería de mí: que fuera muy cómica o una señora muy pesada. Era, y lo recalco, porque hace tiempo dejaron de llamarme de la tele”, comenta la actriz.
–Después de hacer tanto teatro y cine, ¿qué le parecía el trabajo en televisión?
–Una lata, en muchos casos. A mí me incomodaba sobre todo que los personajes fuesen tan clichés y la falta de trabajo a nivel actoral. La tele es una industria en la que se trabaja rápido, donde te repiten solo dos palabras, “apúrate” y “espera”, y en la que se profundiza y se apuesta muy poco, por no decir nada. Sin embargo, al mismo tiempo era un medio muy rentable y a mí en lo personal me sirvió como antesala para mi trabajo posterior en cine.
Reconocida con el Premio Nacional de Humor Jorge “Coke” Délano 2021, otorgado por el Instituto de Estudios Humorísticos de la UDP, Gloria Münchmeyer nunca ha dejado la senda de la comedia: este mismo domingo se presentará a tablero vuelto en la sala Ceina con la exitosa obra “Viejas de mierda” de Rodrigo Bastidas, donde comparte el escenario junto a Gloria Benavides y Gabriela Hernández.
Los tickets se agotaron hace un par de semanas y el espacio tuvo que programar una segunda función para el día 22 de diciembre, a las 18.30 horas.
Tras cuatro años de funciones y giras de Arica a Magallanes, el montaje acumula la exorbitante cifra de más de 3 millones de espectadores, hito apenas comparable con su obra hermana, “Viejos de mierda”. Estrenada en 2016, el montaje dejó de presentarse abruptamente tras la muerte del actor Tomás Vidiella, en 2021. Más de 5 millones alcanzaron a ver el montaje en salas, según la producción.
“Gracias a las ‘Viejas de mierda’ conocí todo Chile y siempre estamos teniendo funciones, por aquí y por allá. Yo nunca había estado en Punta Arenas, por ejemplo, o en Arica, donde fue un fenómeno total”, cuenta la actriz.
–¿Cómo se explica el éxito esa obra?
–El gran acierto es de Bastidas y de la obra misma, que convocan a un público transversal y popular. Los jóvenes llevan a sus madres, las madres a sus propias madres, a sus maridos, y así se fue corriendo la voz. El boca a boca funciona así. En provincia la gente nos espera hasta una hora después de las funciones, con frío, con lluvia, y solo para saludarnos. Al comienzo no sabíamos qué reacción iba a provocar la obra, pero lo que sea que haya sido es impresionante y yo agradezco infinitamente la posibilidad de vivirlo.
La actriz protagonizó años atrás otro hit protagonizado por un singular grupo de adultas mayores: el remake de la serie “Los años dorados” (2016), transmitida por UCV y disponible actualmente en Prime Video. Münchmeyer considera que ambos casos son excepcionales y que no necesariamente reflejan un aumento de las historias y ópticas de las personas de avanzada edad en las nuevas producciones de televisión y el streaming.
“Siguen siendo muy pocos los actores mayores que están en la tele o en las series que vemos actualmente. Las que antes eran mis hijas, ahora son abuelas, lo cual me parece un criterio absurdo y anticuado. Quieren mostrar una parte de realidad y quieren hacerlo excluyendo a una parte importante. Insólito, ¿no?”, ironiza.
“En las películas y series de otros países, que son las que yo más veo, la mayoría de los actores son adultos e interpretan a personajes interesantes y de una gama mucho más amplia que los que veo yo al menos acá. Y eso debería ser un hecho, porque así es el mundo y somos también parte de él. Entonces, ¿le da más espacio el cine o las series chilenas a la gente mayor? Yo no lo veo”, dice la intérprete, quien ya tiene proyectos andando en cine y teatro para el 2025. De ninguno puede hablar por ahora.
–¿Persiguió alguna vez un personaje en particular?
–No, nunca he tenido esas ínfulas que muchos actores y actrices tienen. Quieren ser Hamlet, Lady Macbeth… yo nunca soñé con ninguno de ellos. Estoy feliz con lo que me ha tocado hacer, que no ha sido poco. He sido una mujer y una actriz con bastante suerte. Lo sigo siendo.
Gloria Münchmeyer y la acusación de plagio por “El conde”: “Los denunciantes tendrán que probarlo”
En 1990, Gloria Münchmeyer se convirtió en la primera intérprete chilena en recibir la Copa Volpi a la Mejor actriz en el Festival de Cine de Venecia por su entrañable rol de Lucrecia en la película de Silvio Caiozzi “La luna en el espejo”.
Era también la primera vez que una producción nacional debutaba como parte de la selección oficial de un certamen internacional de clase A, en las grandes ligas del cine. Estrellas e ídolas de su juventud, como Ingrid Bergman y Sophia Loren, lo habían obtenido años antes que ella. El selecto listado de ganadores se escribe hasta nuestros días: Tilda Swinton, Cate Blanchett y Julianne Moore están entre las más recientes. Un dato curioso: Meryl Streep, una de las actrices más premiadas de todos los tiempos, no figura en él.
Su estelar paso por Venecia dejó algunas anécdotas de culto: Gloria Münchmeyer recibió la Copa Volpi de manos del actor Dennis Quaid, durante el festival se codeó con figuras como Fellini, Scorsese, De Niro y Omar Shariff, y tuvo que pagar 300 dólares adicionales por sobrecarga en el vuelo de regreso a Chile.
“Éramos unos guasamacos con Caiozzi, viviendo un sueño, viéndonos rodeado de toda esa gente. Yo llegué a Santiago y aún no me lo podía creer”, recuerda la actriz, quien hasta hoy atesora el galardón en un rincón de su departamento, en la comuna de Providencia.
A su regreso al país, fue invitada al programa “Lo mejor es conversar” de Canal 13. Era finales de 1990. Allí fue entrevistada por un panel variado integrado, entre otros, por Javier Miranda, Andrés Rillón y el exfutbolista Alberto Fouillioux. Le preguntaron si sentía que en Chile no se le daba el mismo reconocimiento que en el extranjero. Münchmeyer vuelve ahora a contestar esta pregunta.
“Yo nunca he buscado reconocimiento por mi trabajo. Lo que buscaba realmente era apoyar al cine chileno y hacer que fuese cada vez más conocido y considerado culturalmente valioso e imprescindible por la gente. Pero, como este país está lleno de chaqueteros, volviendo de Venecia con lo que me encontré fue con comentarios de compañeros actores que decían que mi premio era un ‘premio político’, porque estábamos en los primeros años de democracia y porque el Ministro de Educación era Ricardo Lagos”, recuerda.
–Viéndolo con la distancia del tiempo, ¿qué efecto provocó la Copa Volpi en su carrera?
–Creo que fue más importante para el cine chileno, que aún no existía en el mapa del cine mundial. En ese sentido, el premio abrió una ventana que no existía hasta ese momento y que hizo que muchos directores y productores nacionales empezaron a atinar y a moverse.
“El efecto que pudo tener en mi carrera fue distinto. Cuando ya estaba de vuelta en Chile, me preguntaban: ¿y cómo no te quedaste en Europa? ¿por qué no hiciste carrera allá? En esa época yo tenía contrato con Canal 13 y debía llegar el lunes a grabar. Con suerte me habían dado permiso para ir a Venecia. Eran otros tiempos, no existían las posibilidades de hoy”.
En 2023, la actriz regresó después de casi 30 años al Festival de Venecia, ahora tomada del brazo del director Pablo Larraín y como una de las flamantes protagonistas de “El conde”, donde encarnó a Lucía Hiriart.
“Volver a Venecia fue completamente distinto la segunda vez. La ciudad es la misma, huele igual, pero antes había algo más selecto que hacía que el festival fuese realmente de categoría. Ahora me pareció todo cada vez más comercial, menos glamoroso”, comenta.
La galardonada película chilena –que además obtuvo el premio al Mejor guión en el mismo certamen y que retrata al dictador Augusto Pinochet reencarnado en un vampiro de 250 años– volvió a hacer noticia la semana pasada tras conocerse una demanda recibida a fines de julio en la productora Fábula en la que se acusa a Larraín y al guionista y dramaturgo Guillermo Calderón de plagiar la obra teatral “Ya no sueño contigo Augusto”, de Sebastián Venegas Novakovic.
El texto correspondería al año 2004 y estaría protagonizado por otro Pinochet chupasangre, tan cansado y hundido en un dilema existencialistacomo como el que interpreta Jaime Vadell en la cinta de Larraín. Posibles similitudes entre ambas historias motivaron la querella impulsada por familiares del fallecido autor. Fábula echó a correr un comunicado negando las acusaciones de plagio y asegurando que el guión del filme es original.
Gloria Münchmeyer se pronuncia ahora ante la denuncia y defiende la inocencia del director de “No” y “Tony Manero”. “De ser como ellos dicen, los denunciantes van a tener que probar lo que dicen y para eso se tiene que investigar a fondo. Ahora, honestamente, me parece que es una locura culpar a dos mentes brillantes de ser unos ladrones de ideas. Por eso ninguno de los dos vive en Chile, saben que no tienen nada que hacer acá”, opina.
Gloria Münchmeyer: “La derecha masacró políticamente al Presidente Boric”
Hace tiempo que Gloria Münchmeyer dejó de ver y escuchar noticias en su hogar. La radio y el televisor se encienden cada vez menos y casi siempre es para ver series y películas internacionales en plataformas. A su edad, Gloria Münchmeyer confiesa que casi no ve películas chilenas, mucho menos teleseries, matinales ni noticieros. A veces se cuelga de los resúmenes, que rápidamente la ponen al tanto de “las buenas y malas nuevas”.
“Ya no tengo la fuerza, la cabeza ni el tiempo para cuestionar lo que está pasando. Yo ya hice lo mío. Fíjate que ahora lo veo todo con más distancia, pero tampoco soy indiferente”, dice la actriz, cuya historia de militancia comenzó cuando tenía 15 años y militó en la DC. Luego apoyó al gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, fue “facilitadora del MIR” durante la dictadura (“los alojaba, los trasladaba y los adoraba”, revela) y en el 2000, con el “fin de la transición” y el cambio de siglo, se sumó públicamente a la campaña de Ricardo Lagos que lo llevó a La Moneda como el primer Presidente socialista después de Allende.
“Fui lo más Laguista que hay”, recuerda. En la actualidad, en cambio, Gloria Münchmeyer se autodefine como una desencantada de la política. Y no hay vuelta con eso, dice.
“Hace más de 20 años que no me siento identificada con un partido político. Ni siquiera entiendo la mentalidad de la política de hoy. No puedo entender lo que pasa en el Congreso, donde masacrar al presidente de turno se volvió un vicio absurdo de nuestros ‘honorables’. Y emplean sus tácticas más deleznables para imponerse e imponer sus ideas en lugar de ser racionales e ir por la vía del diálogo. La política es un juego sucio y del que elegí no seguir siendo espectadora”, opina la intérprete.
“Yo voté por Boric pensando que podía haber una salida, pero se lo cagaron a la primera. La derecha masacró políticamente al Presidente Boric por su inexperiencia y por su juventud. Hoy, el Presidente no puede levantar cabeza, y eso me da mucha pena, porque él sí es de los políticos que este país necesita”, agrega.
—¿Recuerda algún otro momento en que la cultura haya estado tan al centro del debate público, como lo ha estado en el actual gobierno?
—En el gobierno de Allende sí tenía un lugar importante por la sencilla razón de que a Allende lo seguía la intelectualidad chilena e influyó en que realmente se le diera la importancia y el lugar que la cultura merece. Pero los tiempos cambian; hoy lo único que importa es la plata. Todos los padres les dicen a sus hijos que cuando salgan del colegio estudien una carrera que les dé plata y para sobrevivir. Por esa razón, las universidades están llenas de gente frustrada que se recibe, que hace magíster, doctorados, todo para cumplir. Y en sus espacios libres, hacen teatro, toman talleres de danza, escriben, pintan. Necesitamos de esas sensibilidades y que formen parte de la vida cotidiana de las personas.
La actriz comenta también las recientes denuncias de acoso, abuso e incluso violación que han remecido no solo a su entorno, el mundo de los actores sino también a autoridades de gobierno y exfutbolistas.
“Hay casos que pareciera que están siendo debidamente investigados y otros que a mí me merecen dudas. No quiero echarme encima a las feministas, porque esto no pasa solo con las mujeres. Hoy en día, cualquiera puede decir que fue acosado o abusado y eso no llega a ninguna parte porque es la palabra de uno contra la de otro”, apunta la actriz.
“Creer ciegamente en todas las denuncias de acoso y abuso sexual ha generado un terreno peligroso, sobre todo conociendo desde hace tantos años a personas que hoy están acusadas y te sigues preguntando cómo. Lo único que uno puede hacer es quedarse al margen, porque no manejamos antecedentes, pero evidentemente hay un problema de legislación al respecto. No puede ser que te culpen de un supuesto abuso o lo que sea de hace 20 o 30 años, porque ya no se puede comprobar o descartar porque no hay evidencias. Se ve oscuro el panorama”.
—Salgamos de ahí. ¿Piensa usted en el futuro?
—¿Cuál futuro? (ríe). No, estoy cada día más cortoplacista. Pero, fíjate, que trato de no pensar mucho en la muerte. Me espanta la muerte, porque no sabemos ni sabremos nunca qué pasa después. Era un gran consuelo ser católica porque uno se iba al lado de Dios, pasaba rápidamente por el purgatorio y llegaba al cielo, pero ahora no me compro el cuento de la vida eterna,
—¿En qué cree ahora entonces?
—Soy cada vez más materialista. Se acabó y se acabo no más. Es difícil de aceptar y a la vez es un misterio. Entonces, ya que estoy más cerca intento apartarla de mí cuanto más pueda. Aunque, en realidad, la muerte no es por orden de llegada. Mañana te podrías morir tú, que eres un pendejo al lado mío. Si todo sigue su curso, seguiré intentando vivir y disfrutar el día a día. Hoy estoy bien, mañana no sé. Ahora mismo tengo función.