Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

9 de Febrero de 2025
Cónclave
Cónclave

“Cónclave”, nominada a 8 premios Oscar y protagonizada por Ralph Fiennes: Un cine ritual

Foto autor Cristián Briones Por Cristián Briones

El columnista de The Clinic, Cristián Briones, escribe sobre "Cónclave", película dirigida por Edward Berger y nominada a Mejor Película en los Premios Óscar. "Berger usa a sus personajes para hablar de algo bastante más grande que el protocolo en la elección de un Pontífice: aquello que nos han hecho las certezas derivados en dogmas", escribe Briones sobre la cinta protagonizada por Ralph Fiennes, que ya está en la cartelera chilena.

Compartir

El Papa ha muerto y es deber del Cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) el organizar el proceso que concluirá con el humo blanco en la sede vaticana. El Rey ha muerto y los Príncipes de la Iglesia deben elegir al sucesor: John Lithgow, Sergio Castellitto, Stanley Tucci e Isabella Rossellini, en el rol de la Madre Superiora que debe atenderlos durante el encierro hasta finalizar el proceso.

Un estupendo reparto que empuja una trama bastante predecible tanto en la construcción de los personajes como en sus decisiones, haciendo siempre justamente lo que esperamos de ellos. Y en dónde el pulso del relato pareciera no despegar nunca.

Entonces, ¿Qué hace que Cónclave (Conclave, 2024) se haya convertido en una de las películas más destacadas del año pasado? La respuesta pareciera ser la eficiencia de su director, Edward Berger, quien ha conseguido una de esos productos muy escasos en Hollywood, uno en dónde todos los aspectos exceden con creces lo que se le pide a los elementos por separado: excelentes interpretaciones, un guión con tintes teatrales, diseño de producción, vestuario, montaje, música, fotografía, etc. Todas las artes individuales al servicio de una amalgama que resulta lo suficientemente atractiva, a pesar de no tener momentos especialmente descollantes. Y puede que ese sea justamente su más frustrante mérito. Porque su guión destila una cualidad específica: lograr que el giro argumental no sea la clave. Abrir el regalo es satisfactorio incluso más allá de que intuimos el contenido. Podemos saber de antemano qué y quién (excepto quizás en uno de los giros), e incluso con ello, las revelaciones resultan peldaños que van intrigando a cada paso. O que al menos sostienen el camino.

Berger pareciera construir su película en torno a un tema: la duda. No de la forma evidente de uno de los mejores monólogos puestos en la pantalla, sino, directamente, en el género al que adscribe: el “procedural”, como armazón para el fondo temático. Esta revisión en tono detectivesco de un ámbito en específico, en este caso, los recovecos del poder en la Iglesia Católica. Tal como en un caso policial, cada descubrimiento pareciera acercarnos más a la verdad, pero en realidad lo que hacen es sembrar más incertidumbre. Y esta idea fluye hacia los personajes en todo matiz. El cómo van mostrando sus intenciones o cómo descubren las de sus pares. Todo devela, todo hace tambalear. Todo construye tensión sobre la monotonía del rito.

Y esto además, se convierte en una cualidad temática. Berger usa a sus personajes para hablar de algo bastante más grande que el protocolo en la elección de un Pontífice: aquello que nos han hecho las certezas derivados en dogmas. Más allá del sermón del cierre, Cónclave se vale de las personalidades de sus protagonistas para establecer un punto, que nos hemos entregado en cuerpo y alma a nuestras propias verdades y perdimos la curiosidad para descubrir verdades nuevas. El Cardenal progresista que ambiciona el poder para impulsar la Iglesia desde su superioridad moral. El Cardenal reaccionario que usa el miedo al mundo exterior para impulsar su llegada al poder. El que ocupa su puesto para enriquecerse. El que lo ocupa para ocultar un  desliz. Todos y cada uno se aferran a que lo que ellos son es lo correcto y que la autoridad entregada por la Iglesia lo valida y lo impulsa. Nadie se cuestiona a sí mismo. Nadie duda, hasta que los misterios son develados. Cabe la pregunta sobre si Berger pudo ahondar más en la corrupción vaticana, pero aparentemente su interés no está en cuestionar a una sola institución, si no en cómo las costumbres que nos han ido consumiendo como sociedad, son las que han validado esa corrupción. Quizás por eso la atención al rito, a la ceremonia, como fundamentos ya perdidos en su propia monotonía.

Es casi imposible no notar esto en la cualidad pictórica, en donde cada pieza del ritual parece tan lejana como humana. El cierre de las cortinas, la llegada de las vans, la Hermana Agnes recostada en un muro, la entrega de los informes, la postura de los ropajes cardenales, y un muy detallista etc, todo pensado en ahondar nuestro propio encierro en el secuestro y decorar una película que no quiere dejar al azar ninguno de sus mal llamados aspectos técnicos. Todos son su propio arte. Todos sirven al propósito narrativo. El dejar caer el peso de cada escena sobre sus personajes y sobre las audiencias. Que el trabajo de Stéphane Fontaine no terminara siendo reconocido por la Academia este año, es algo frustrante, considerando que sí lo fue la música, el diseño de vestuario, de producción y su montaje.

Y un punto aparte, y fuertísimo además, son las interpretaciones. Más allá del cuestionamiento a la nominación de Isabella Rossellini por su escaso tiempo en pantalla, lo cierto es que su presencia se hace sentir fuera de su participación. Es una espectadora que transmite eso a la audiencia. Sergio Castellitto tremendo en sus gestos radicales, Stanley Tucci en sus cambios de temperamento. Y algunos secundarios cuyos aportes aplaudo, pero es mejor reservar. Y con cierta ventaja sobre todos ellos, Ralph Fiennes, quien entrega una actuación magnífica encarnando el tema de la película. Una duda constante que le asedia desde todos los flancos y que logra manejar con sutilezas y elegancia por sobre todo.  

Cónclave ha resultado ser un ejemplo de la narración cinematográfica en su estado más refinado. De las virtudes de la alquimia fílmica. No es lo qué se relata. O el tema de fondo a tratar. Es el cómo está contado. Incluso cuando no tengamos un momento en que nos maravillemos. La construcción de tensión gracias a personajes en apariencia predecibles, pero que funcionan como engranajes perfectamente lubricados. Un ritual de principio a fin. Muy probablemente no una obra de arte mayor, pero sin duda una gran ejecución del arte en sí mismo.

Temas relevantes

##PremioOscar

Comentarios

Notas relacionadas