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Opinión

21 de Febrero de 2025

“Un completo desconocido”, el estreno de la película sobre Bob Dylan con Timothée Chalamet: Una máquina sin munición

Foto autor Cristián Briones Por Cristián Briones

El columnista de cine de The Clinic, Cristián Briones ("Fílmico"), escribe sobre el estreno en salas chilenas de la biopic sobre el músico y premio Nobel de Literatura. "Es una película impecable. Lo que psa es que debió ser implacable", señala. "Es una película que se ve bien, se escucha bien, está tremendamente bien actuada, su ritmo no afloja en ningún punto... una máquina que funciona perfecto. Y cuya munición no hace daño a nadie", añade el comentarista.

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No es de Bob Dylan, por cierto, pero “Esta máquina mata fascistas” es una de las frases que mejor define la música folk como empeño artístico en un momento aciago del Siglo XX. Salida de los obreros que fabricaban motores y piezas en el esfuerzo bélico norteamericano de los años 40, fue adoptada por Woody Guthrie, quien pegó ese sticker en su guitarra. Guthrie estaba convencido que frente a aquellos que pretendían uniformar a la fuerza, para así hacer funcionar su sistema como un mecanismo perfectamente engrasado, el acto de crear arte y difundirlo resultaba en una revolución en sí misma.

De más está decir que esto no necesariamente es cierto, es tan sólo lo que Guthrie pregonaba con su guitarra y armónica desde el escenario. Y decir que el autor de “This land is your land” es una influencia en Bob Dylan, es quedarse muy corto, porque Dylan también utilizó sus letras de la misma forma.

El director James Mangold abre Un completo desconocido (A complete unknown, 2024) rindiendo tributo a esa relación entre Guthrie (un siempre destacable Scoot McNairy) y Bob Dylan. Su conexión con el folk y de ahí el nacimiento de una leyenda que tomaría el peso específico al mundo y lo devolvería convertido en versos y música, dándole forma en un proceso sinérgico como pocos. Hablar del impacto cultural del premio Nobel de Literatura da para otros muchos y más extensos escritos. Acá tenemos que hablar de qué fue lo que hizo el director de Johnny & June: Pasión y Locura, Contra lo imposible y Logan con una figura así de trascendente.

La historia de Un completo desconocido está centrada en un periodo acotado de tiempo: entre 1961 y 1965. Desde la llegada de Bob Dylan a la escena musical neoyorquina a inicios de la década, hasta su presentación en el Festival Folk de Newport en 1965. Y recorre dos triángulos románticos: el primero, el del músico con la artista y activista Suze Rotolo (acá renombrada como Sylvie Russo), a cargo de una encantadora y potente Elle Fanning; y Joan Baez, en la exquisita interpretación de Monica Barbaro. Y por otra parte, el de Dylan entre el purismo del folk y la necesidad de seguir impulsándose musicalmente. Basado en el libro ‘Dylan Goes Electric’ de Elijah Wald, con guión del director y Jay Cocks (Silence, Gangs Of New York) y aprobado por el mismo Bob Dylan.

Y el resultado es intachable. Partiendo por su protagonista. Se habla mucho sobre si Timothée Chalamet ha alcanzado finalmente el estatus de estrella hollywoodense y esta era una prueba de fuego. Y hay que reconocerle que tomó una ruta poco usual en estos días, para llegar ahí, y que es desafiarse en su trabajo. Obvio que sólo está haciendo proyectos grandes, pero también es difícil negar que está en un momento de gracia. Una excelente selección de sus protagónicos del último par de años y una sorprendente ampliación de su rango actoral. Poco se parecen Paul Atreides, Willy Wonka y Bob Dylan, pero todos son sus propias personas en sus obras. Y todos son Timothée Chalamet. Y esto que pareciera olvidado, es clave en lograr un buen rol.

Chalamet interpreta a Bob Dylan, incluso a veces lo personifica. Pero evita a toda costa ser un mero imitador. Hay un mérito del cineasta tras las cámaras también. Saber justo cuando está capturando al personaje y dejándole el espacio a su actor para serlo. Esto mismo ocurre con Monica Barbaro, quien gracias a su Joan Baez, tiene el mundo por delante. Va más allá del registro vocal, o los muy buenos textos que tiene, es la forma en que su personaje enriquece y aporta a la historia. La selección de la estatuilla a mejor actriz de reparto este año, es simplemente imposible.

Y luego está Edward Norton. Quien se encara a sí mismo y se instala en un humilde secundario, aunque bien la película pudo ser sobre él. Pete Seeger fue otro individuo clave en la historia de Bob Dylan. Lo presentó en sociedad y le dió espacio en ese momento del folk. Y también fue quien más cuidó el legado de los que el folk significaba para los puristas en ese momento. Es la clave de ese triángulo entre la música con la cuál Dylan comenzó y en la que seguiría. Y Norton lo construye desde un personaje que personifica la humildad de un momento artístico de los EEUU, que se enfrentaba a una revolución cultural que el mismo Dylan personificó. Seeger es punto constante de inflexión en una historia que no pierde ritmo en ningún punto, gracias a los pivoteos provistos por las mismas letras de Bob Dylan y ejecutados milimétricamente por su director.

Un completo desconocido es una película impecable. Lo que pasa es que debió ser implacable.

Porque su temática es justamente esa. La de un artista que re-encendió los motores cuando sintió que no podía quedarse en donde estaba. Y en donde todos querían que estuviera. No podía jugar “a la segura”. No hubiera sido él mismo. Un subversivo. Un revolucionario. Contracultural por definición. Lo impulsaba su arte más allá de cualquier cosa. La imposibilidad de quedarse en los convencionalismos, cuando el mundo te está arrojando balas y fuego. Un personaje puede ser histórico porque define la historia o por su momento en ella. Bob Dylan es ambos. Creó su propia historia, detalle que Mangold aborda con un texto a propósito de que recordamos sólo lo que queremos, y se situó en el mundo porque simplemente era brillante y tenía algo que decir de la época y la sociedad que le tocó vivir.

¿Qué es el Bob Dylan de este biopic en el mundo? Nada subversivo. Mangold no empuja su película como el mismo Dylan postulara propulsar su arte. Ni siquiera como su propio personaje lo hace en la película. Bob Dylan se fue a lo eléctrico porque no iba a quedar encasillado. Su arte se lo impedía. Y toda la película camina en lo encasillado. Anécdotas musicales aquí y allá para complacer a su audiencia más conocedora. Pinceladas para los menos avezados. Imágenes en la TV por si se nos olvida lo que fue el primer lustro de los ‘60. Todo en un ritmo preciso. Todo bien hecho. Nada fuera de la caja. Todo girando en los compases minuciosamente cuidados. No hay mayor traición al espíritu de un revolucionario que convertirlo en un engranaje. Dylan fue un motor, jamás una pieza perfectamente engrasada.

Mangold juega a la segura, y consigue que todo funcione en ese escenario. Esta es una película que se ve bien, se escucha bien, está tremendamente bien actuada, su ritmo no afloja en ningún punto, y un extenso etcétera que hace que cada una de las nominaciones que tiene al Oscar sean merecidas y plausibles.

Una máquina que funciona perfecto. Y cuya munición no hace daño a nadie.

Pero bueno, es el 2025. Los tiempos están cambiando. Quizás lo mejor es no criticar aquello que no se entiende.

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