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Opinión

23 de Febrero de 2025
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic

Perfil de Javiera Martínez, Directora de Presupuesto: La nueva obsesión de la oposición

Foto autor Kike Mujica Por Kike Mujica

La Directora de Presupuesto, Javiera Martínez, ha estado en el centro de las críticas por su gestión. La oposición ha pedido varias veces su salida y esta semana, luego de la revelación del traspaso millonario desde la Corfo a Hacienda, nuevamente ha estado en el ojo de la polémica. Sobre ella escribe hoy el columnista de The Clinic, Kike Mujica.

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Javiera Patricia Martínez Fariña (38 años) es la encargada de la bóveda del gobierno y del cuchillo que raciona la torta fiscal y la reparte en pedazos disímiles. Martínez es la nueva obsesión de la oposición. Por ese indeseado sitial -punching ball- han pasado, entre otros, el exsubsecretario José Miguel Ahumada, Giorgio Jackson, el embajador Javier Velasco y Miguel Crispi.

A Javiera Martínez le enrostran su incerteza a la hora de hacer las sumas y restas de las platas estatales. Los directores de presupuesto son seres cuya única razón de ser es la prolijidad y la gelidez

A ella le enrostran que no es ni lo uno ni lo otro.

“Del lote de Giorgio”

Es valdiviana Javiera Martínez. Estudió la complicada carrera de ingeniería civil industrial -con mención en minas- en la Universidad Católica. Luego partió a especializarse en ciencia política -economía política- en la Universidad de Nueva York.  

En la UC coincidió con el grupo de izquierda que emergió en 2008 para competir -con éxito ganaron cinco FEUC seguidas- contra el gremialismo: el NAU o Nueva Acción Universitaria.

“Nos concebimos como un movimiento político activo, propositivo, autónomo, tolerante, pluralista, progresista y profundamente democrático”, decía su primer manifiesto.

Tal como los gremialistas devenían pos-universidad en la UDI, los NAU aterrizaban en Revolución Democrática (RD). De esa camada -actores principales del movimiento estudiantil del 2011- son miembros fundadores, entre otros, Crispi, Jackson, Rodrigo Echecopar Diego Vela, Noam Titelman y Javiera Martínez.

RD era el movimiento frenteamplista más cercano a la izquierda concertacionista. Les decían los Mapu del siglo XXI. Fue Michelle Bachelet quien los definió con lucidez: “No vemos una gran irrupción de gente, por ejemplo, de clase media o gente de clase obrera. No he visto yo, a lo mejor existen. Más bien son los hijos de…, conozco muchos hijos que están todos mirando estas organizaciones, porque les parecen atractivas, más modernas”.

Martínez fue y es del lote de Giorgio Jackson, el tótem de RD. De hecho, fue su jefa de campaña cuando él se presentó a diputado. Son muy amigos.

Colaboradora crítica

Como cualquier frenteamplista que se precie de tal, Javiera Martínez pasó, non stop, de la academia al Estado. En la segunda administración de Bachelet formó parte del “grupo táctico” de Revolución Democrática que transó con la Nueva Mayoría, pese a los reparos de una generación que veía en la mandataria la encarnación de la transaca de los 90.

El coto de caza de los RD fue la diputación por Santiago de Giorgio Jackson -sin competencia- y el ministerio de Educación.

Fueron mirados con sospecha – desprecio también- por el resto de la izquierda novísima.

“Cualquier persona que responda políticamente al proyecto de la Nueva Mayoría a través de vínculos orgánicos u oportunistas no es alternativa para nosotros”, sentenciaba sin bemoles el entonces diputado Gabriel Boric.

Al ministerio que dirigía Nicolás Eyzaguirre -quien mejor que él para fusionar esa amalgama de antiguos socialdemócratas con culpa por los 90 con la nueva camada puntuda- llegaron, entre otros,  Miguel Crispi, Gonzalo Muñoz y Javiera Martínez.

Para sacudirse de las malas miradas de sus compañeros de ruta del movimiento estudiantil, inventaron el concepto de “estoy pero no estoy y si no me gusta me voy”: lo suyo sería una “colaboración crítica” con el gobierno de Bachelet.

“Martínez se integró al equipo de expertos que asesoraba a Eyzaguirre. Había seniors y juniors. Ella tenía menos de 30 años. Sabía harto del tema”, me dice un exasesor de la Nueva Mayoría.

“No tenía esos ademanes de superioridad de sus correligionarios. Muy trabajadora además”, me cuenta otro.

La estadía de los RD en el Mineduc terminó luego. Desde la socialdemocracia siempre han criticado que “la colaboración crítica” fue más bien una maroma -apenas un suspiro- para pagar los favores concedidos por hacerle fácil la diputación a Jackson.

Javiera Martínez entonces, en 2020, se concentró en dirigir Rumbo Colectivo, el think tank de RD. Su leit motiv es “enfocarse en la reflexión, investigación y el desarrollo de proyectos con mirada vanguardista para la profundización de la democracia en el quehacer político, económico y cultural del país”.

Ahí se comenzó a fraguar su rol dentro del frenteamplismo: ser un cuadro técnico enfocado en la gestión. Asesoró a parlamentarios de sus filas en políticas públicas y en temas de gasto fiscal.

Cuando, sorpresivamente, Boric se lanzó a la carrera presidencial, Javiera Martínez junto al ahora ministro de energía, Diego Pardow, fueron los encargados de coordinar la propuesta programática.

Recuerdo que la entrevisté en plena campaña presidencial. Llegó a la cita con el programa subrayado. Me llamó la atención lo joven que se veía, su cordialidad y su voz pausada. Era como una universitaria matea y muy ordenada. Poco estridente, a diferencia de muchos de sus camaradas en campaña.

Críticas a su gestión

Y pasó lo que nadie pensó que ocurriría. Boric, el inesperado, ganó la primaria y luego venció a Kast. Javiera Martínez y compañía, contra todo pronóstico, arribaban a La Moneda. Era como un parto prematuro.

Boric la nombró directora de Presupuesto. Su jefe sería una de las sorpresas virtuosas, según la política, del gabinete: Mario Marcel. La otra sorpresa, menos virtuosa a la luz de su performance, fue Izkia Siches. Pero esa es otra historia.

Por esos días de tempranos nombramientos reporteé qué opinaba el mundo político y económico de Javiera Martínez. Las opiniones no distan mucho de las que recabé ahora para escribir esta nota: inexperiencia, escasa capacidad de navegación en el intríngulis estatal y pocas redes políticas transversales.

“Ella tiene otros talentos. Muchos, por cierto. Hubiese sido, por ejemplo, un muy buen nombre para Desarrollo social o para la subsecretaria de educación. Pero no era ni es para la Dipres”, me dice un frenteamplista.

“En su origen este gobierno tuvo un mal: que a la hora de los nombramientos muchos eligieron ‘lo que querían hacer’, más que ‘lo que sabían hacer’”, señala un excolaborador del Gobierno.

Exautoridades de oposición que pasaron por Hacienda esgrimen que ella, por ejemplo, no ha sido suficientemente dura con los gobiernos regionales, “que suelen ser puntudos y por ello hay que mantenerlos cortito desde el minuto uno”.

“El mal de este gobierno, y en específico de la gestión de Martínez, que innecesariamente alargan los problemas más que solucionarlos de cuajo. Todos los expertos sabíamos de la sobreestimación de los ingresos: pero ella dale que dale con no sincerarlo”, agregan.

También le critican haber dejado ir a buenos cuadros de la Dipres. “No armó un equipo con experiencia”, señalan.

“El Corfazo”

Javiera Martínez es protagonista de una historia de déficit fiscal como pocas veces visto. Por ello se entiende que un cargo que generalmente debe habitar en las sombras del poder -muy poca o nula visibilidad- esté hoy tan expuesto.

La oposición pide su cabeza. Marcel la blinda. Una y otra vez. Fue en 2023, en medio del caso Democracia Viva, cuando el ministro lanzó la frase que para muchos fue un abrazo del oso: “Javiera Martínez es probablemente la mejor directora de Presupuestos que hemos tenido (…) y en esa comparación me incluyo”.

“Fue un exceso retórico. Mal para ella, porque el exceso llevó a mucha gente a pensar que ella necesitaba protección más que respaldo. La hizo ver débil. No era necesario tanto entusiasmo”, me dice un frenteamplista.

La revelación que hizo The Clinic esta semana -el traspaso de millonarias sumas desde la Corfo a Hacienda- la pilló como ministra subrogante.

No la ha pasado bien en la crisis. Quien las ofició de vocero, apenas conocido el reportaje, fue el ministro Nicolás Grau. Ella se explayó el jueves en una columna, no en una entrevista como se estila, en el Diario Financiero. La oposición pide que renuncie por la “suma de desprolijidades de su gestión”. Y Marcel terminó sus vacaciones.

Si Hacienda ha navegado en aguas turbulentas, los días que se avecinan se ven más complicados. Marcel está obligado a lo casi imposible: apretar el cinturón en año electoral y con la derecha con posibilidades de volver a La Moneda. No hay nada peor para un gobierno que los ajustes.

En medio de ese panorama, a Javiera Martínez no le perdonarán ni una. La oposición esta con el Excel cargado.

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