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14 de Mayo de 2025El camino de Luisa Marabolí, actriz de “Denominación de Origen”: su paso por el circo travesti de Fabiola Taylor, su rol como dirigenta social y jugadora de fútbol
Luisa Marabolí dice que tuvo una infancia difícil en colegios de hombres, no encontró su lugar en Valparaíso y decidió emprender rumbo a Santiago, donde incluso tuvo que prostituirse. Durante cinco años trabajó en el conocido circo de Fabiola Taylor, y allí soñó con algún día rozar la fama. Ese momento llegó con Denominación de Origen, la película chilena que ya ha llevado a más de 40 mil personas a los cines, todo un éxito para la escena local. "Yo no soy transgénero, yo soy travesti, porque las travestis somos las pobres, las que no tenemos las lucas suficientes para poder tratar de arreglar nuestras disforias que tenemos con nosotras mismas, con nuestro cuerpo", dice Luisa, o como también la conocen, "La Luchita".
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Luisa Marabolí dice que su próximo sueño es desfilar por la alfombra roja en los Premios Oscar junto al elenco de Denominación de Origen, la película chilena de moda que retrata la lucha de una comunidad en San Carlos por defender un producto típico de su zona: la longaniza. “Es una película que es de Chile, que es del pueblo. ¿Por qué no pensar en grande?”, dice Luisa.
La mujer, que forma parte del elenco espontáneo de la película de Tomás Alzamora (ninguno es actor profesional), responde desde la población Montedónico, un popular sector de Playa Ancha en la ciudad de Valparaíso, el mismo lugar donde nació y creció. La cinta ha sido vista por más de 40 mil personas en todo Chile, y su personaje ha generado una conexión con el público por su rol de dirigenta social, algo que también ejerce en su vida cotidiana.
El camino antes de protagonizar la cinta fue largo. Luisa nació el 22 de octubre de 1976 a las 7:10 de la mañana. “Mi mamá dice que se vino desde acá, de Playa Ancha, Montedónico, al hospital a pie, y justo cuando le dio un dolor, miró al suelo y se encontró 500 pesos. Dijo que ya yo venía con suerte”.
Su padre tenía un carrito de leche Soprole en la ciudad puerto, y desde niña Luisa lo ayudaba. De primero a octavo básico estudió en la Escuela República de Siria, luego pasó al Liceo Marítimo. En ese tiempo no terminó cuarto medio y se dedicó a empacar en supermercados.
Una de las razones por las que no terminó el colegio fue que su madre siempre la inscribía en escuelas de hombres. “Fue difícil vivir la infancia, porque igual yo desde chica fui muy femenina, y chuta, en realidad costaba que tus papás también lo aceptaran”, dice Luisa, quien asegura que no le gusta quedar encasillada como mujer travesti. “Lo que se ve no se pregunta”. Y agrega: “Estoy aburrida de tantas siglas. ¿Por qué? Por lo mismo, porque en realidad cada vez nos separamos más y nunca vemos al ser humano bueno y al ser humano malo”.
Sin embargo, entiendo que su decisión es parte de un complejidad social-económica mucho más arraigada. “Yo no soy transgénero, yo soy travesti, porque las travestis somos las pobres, las que no tenemos las lucas suficientes para poder tratar de arreglar nuestras disforias que tenemos con nosotras mismas, con nuestro cuerpo”, dice Luisa.
Luisa cuenta que “de vieja” cambió su género en el carnet de identidad porque su mamá pensaba que era una moda. “Ella como que me estaba protegiendo. En realidad, yo misma oculté todos estos años para poder ser feliz, para poder ser en realidad yo misma”. Durante cinco años, Luisa sí pudo ser ella.
A los 18 años, y sin terminar cuarto medio, se fue a Santiago. Luego entró a trabajar en el circo de Fabiola Taylor, histórica activista trans del puerto, dueña del lugar donde llegaron a trabajar hasta 36 travestis y donde compartían un espacio para vivir.
Allí fue Kiara, conoció a su pareja —con la cual ya lleva 27 años— y encontró una red de apoyo. Luego, tras la baja de la popularidad del circo, tuvo que volver a Valparaíso a trabajar.

“Era como difícil poder estar como Kiara en Valparaíso, así que tuve que volver de nuevo a lo mismo para poder conseguir trabajo. Si no, tendría que haberme prostituido. Si bien en Santiago, igual yo cuando fui chica me tuve que prostituir. ¿Por qué? Por lo mismo, porque en realidad era lo único que una podía hacer en ese tiempo, para poder tener trabajo y poder tener plata”.
De vuelta en la ciudad puerto, trabajó de planchera, en restaurantes y en la construcción. Con el tiempo, ahorró dinero y pudo comprar un terreno en la población Montedónico. Más adelante, logró terminar la enseñanza media en un 2×1. Aunque las cosas empezaban a tomar un rumbo claro, Luisa reconoce que en esa época su crecimiento era egoísta, que solo pensaba en su metro cuadrado y en ella misma.
Esto cambió en 2016, cuando, gracias a la gratuidad, se matriculó en el INACAP para estudiar Técnico en Gastronomía. “Terminé en 2018 y me cuestioné: ¿Cómo puedo ayudar a esta sociedad y devolver lo que han hecho por mí? Porque, al final, logré estudiar y, gracias a eso, pude tener más recursos”.
Luisa comenzó a hacer repostería. Dice que tenía harta clientela. Le seguía dando vueltas la idea de ayudar a la comunidad, hasta que vio un video de una abuelita de la población Montedónico, la señora Flora. “La vi flaquita, fui a su casa y le hice un en vivo. Ahí me di cuenta de que mucha gente en Facebook me decía: ‘Chuta, yo la quiero ayudar, yo la quiero ayudar’, y así entendí que estaba empezando a ser un puente para poder ayudar a la gente. De ahí se me ocurrió la idea de hacer un comedor”.
El comedor popular se mantiene hasta hoy, con 20 personas trabajando a diario. Luisa, además, se convirtió en presidenta de la junta de vecinos y ha impulsado otras mejoras sociales como la refacción del colegio de esa zona de Playa Ancha, el cual se encontraba en franco deterioro.
A pesar de estas ayudas, Luisa dice que aún vive momentos que le parten el corazón. Hace poco, una vecina estuvo tres días sin ser atendida, postrada y sin luz porque se reventó la ampolleta. Nadie se dio cuenta.
“¿Cómo podemos estar viviendo como animalitos? Imagínate, Montedónico todavía no tiene basureros. Es una población que tiene más de 60, 70 años, es una población icónica de acá de Valparaíso. No tenemos letreros que indiquen los nombres de las calles —esta calle se llama tanto, esta otra se llama tanto—, ¿cachai? Igual te hacen vivir como animalitos, como en un campamento, y esa huevada me dio como dolor”.
La única actriz que no es de San Carlos
La primera vez que Luisa vio a Tomás Alzamora fue cuando el director llegó a la población haciendo un programa de TVN. “Tomás fue a grabar como camarógrafo. Y me dice: ‘A ver, saluda como que hay un vecino por allá’. Y yo le digo: ‘Ah, hola vecina, ¿cómo está? Bien, ah, qué bueno’. Después, por el rabillo del ojo, caminando, haciéndome la loca, yo pensé: A lo mejor esto es para el programa o algo. Pero él ya me estaba casteando”.
Luego de ese casting improvisado, el director la llamó y le dijo: “¿De dónde es la longaniza?”. Y yo le digo: “De Chillán, po”. Y él me dice: “No, po, es de San Carlos”. Me cuenta el problema de los cabros, ¿cachái? Y me dice: “Me gustó la personalidad que tú tienes. Igual eres avasalladora, me gusta cómo luchas por la población”.

Luisa es la única persona del elenco que no es de San Carlos. Eso sí, llegó con su rol escrito en piedra: que había nacido en San Carlos, había partido hace años al puerto y ahora volvía con una misión, darle a la longaniza la denominación de origen de la comuna. Solo los personajes principales sabían que ella no era de la zona.
Tomás decidió que no fuera una historia de victimización ni que se dijera que una era una mujer travesti. “Aquí la protagonista ni siquiera soy yo. Acá es la gente, es la conciencia, es San Carlos, es su longaniza”.
Luego del éxito de la película, Luisa dice que está abierta a cualquier opción, ya sea en la televisión o en otra película. Por mientras, está dispuesta a participar en todos los conversatorios o foros que se realicen sobre la cinta. Algunos días va al Cine Insomnia, de Valparaíso, donde se exhibe la película y comparte con los asistentes.
“Siempre soñé con hacer algo. Igual, algunas veces lo intenté. Una vez me llamaron y tuve que ir a Santiago, cuando fue lo de Mundos Opuestos. Me llamaron para un casting, pero no quedé. Como dice DJ Fuego, siempre me ha gustado la tele”.
Mientras llega ese oportunidad, Luisa sigue desplegando sus habilidades en post de la comunidad. Sigue con el comedor popular, hace talleres de gastronomía a adultos mayores en la municipalidad y además juega de 9 en club de fútbol Placeres.