Opinión
7 de Junio de 2025

Monumento a Baquedano: el invitado de piedra

En esta columna Rita Cox analiza la decisión presidencial, comunicada en la última Cuenta Pública, de regresar la estatua del general Baquedano a Plaza Italia y además agregar un homenaje a Gabriela Mistral. "Lo cierto es que se construye una atractiva lógica al tener a Baquedano y Mistral juntos", comenta. Pero también plantea sobre la escultura de Baquedano: "Antes de octubre de 2019, ¿su figura los inspiraba, irritaba, inquietaba, perturbaba de alguna forma? En mi caso fue inexistente. Una presencia obvia, tan obvia que invisible".
Compartir
No uno, sino dos monumentos tendrá la renovada zona del nudo Plaza Italia, de lo que nos enteramos a goteo, en dos capítulos, en esta extensa trama de más de cinco años protagonizada, muy a su pesar, por el general Manuel Baquedano González.
El 1 de junio, en su última cuenta pública, el Presidente Gabriel Boric confirmó que como parte de su legado quedará encargada una escultura en homenaje a la poeta Gabriela Mistral, palabras que coronan el 80° aniversario de que recibiera el Premio Nobel de Literatura y marcara el hito de ser la primera mujer en obtenerlo (el primero se entregó en 1901).
En diciembre de 2022 Boric había dejado entrever la posibilidad de instalar un monumento que la tributara y en marzo de este año La Segunda publicó con portada que el Gobierno sondeaba reemplazar a Baquedano por la escritora. La idea, se leía, había sido testeada informalmente a través de conversaciones lideradas por la entonces ministra del Interior, Carolina Tohá.
En definitiva, la obra de Virgilio Arias volverá a la zona en que estuvo desde 1927 y, por razones de seguridad, y para su restauración, fue removida en un espectacular operativo en marzo de 2021 para luego, en septiembre de 2022, ser trasladada al Museo Histórico y Militar. La determinación no la informó el presidente, sino la vocera Aisén Etcheverry en entrevista con Cooperativa el lunes 2.
El monumento es, para ser precisos, un conjunto escultórico que incluye el plinto, la escultura principal y las que la acompañaban: el “Soldado desconocido” y “Gloria”. También una placa conmemorativa en su parte frontal y los dos bajorrelieves laterales que representan escenas de las batallas de Chorrillos y Miraflores. De todo esto me enteré tras el estallido, que puso como punching ball a Baquedano, del que jamás reparé en mis 50 años de vida en Santiago.
¿Ustedes sí? ¿Antes de octubre de 2019, su figura los inspiraba, irritaba, inquietaba, perturbaba de alguna forma? En mi caso fue inexistente. Una presencia obvia, tan obvia que invisible. Incluso a través de las palabras, jamás mencioné la plaza “Baquedano” para referirme a la plaza –siempre fue Plaza Italia- y “Baquedano” siempre lo asocié a la estación de metro. Es más, su ausencia, con ese dramático plinto vacío, en ese terral, primero, y luego rodeado de pastito y flores después, hacían del monumento una presencia por ausencia. “Algo falta. No me es significativo, pero un plinto vacío es una pieza inconclusa”, pensaba cada vez que pasaba por allí, antes de que las obras del eje Alameda- Providencia impidieran ver lo que no había.
Tal vez como pecado de santiaguina demasiado habituada a su hábitat eterno, tampoco había reparado antes de 2019 en los otros hitos que se encuentran en el nudo: los monumentos al Presidente José Manuel Balmaceda y Manuel Rodríguez, y la obra “El genio de la libertad”.
Así es la indiferencia.
Como era de esperarse, la noticia del regreso de Baquedano ha generado más interés y roces que el de Gabriela Mistral. Y aquí vale detenerse en las palabras de Boric del 3 de junio en Mesa Central, de Tele13 Radio, suerte de cierre de su viaje narrativo.
“Me parece razonable que Chile esté permanentemente aprendiendo y cuestionando su historia. En el caso del monumento al General Baquedano, uno de los principales líderes militares de la Guerra del Pacífico, efectivamente se provoca una controversia por el lugar en el marco del estallido social y yo creo que la recuperación del espacio requiere que no haya ganadores ni perdedores, sino que puntos de encuentro. Y eso lo conversamos largamente con el alcalde de Providencia, Jaime Bellolio, y la mejor manera de resolver las legítimas demandas que estaba detrás del estallido social es haciendo buenas políticas públicas como, por ejemplo, la reforma de pensiones, no sacado un monumento que representa parte de la historia de Chile”, dijo el Mandatario.
¿Controversia? El monumento de Baquedano no fue retirado de su lugar por una controversia, sino para rescatarlo de los ataques, algunos incendiarios, que amenazaban un bien patrimonial protegido por ley y que desde 2005 tipifica como un delito el daño y apropiación de monumentos nacionales con multas y sanciones asociadas. ¿Habrá algún contrincante del general recibido una multa?

Descontado eso, lo cierto es que se construye una atractiva lógica al tener a Baquedano y Mistral juntos. Y aquí le robo las palabras a Luis Valentín Ferrada, en una lúcida carta publicada en El Mercurio a principios de esta semana. Titulada “Mal-pagados”, allí califica de “ocurrencia genial” que ambos personajes convivan en la misma zona y argumenta que ambos recibieron lo que Vicuña Mackenna bautizó como “el pago de Chile”, los dos “por diferentes motivos, pero igual resultado, resultaron ser personalidades de diferentes ámbitos y tiempos que, en sus días, recibieron la incomprensión y el menosprecio ciudadano, a pesar de sus aportes extraordinarios a nuestra comunidad nacional”.
Podríamos agregar otra “genialidad”, incómoda probablemente para unos cuantos: la masculinidad militar de Baquedano conviviendo con la diversidad sexual que representa Mistral.
-Símbolo del mundo militar.
-Símbolo de un sector conservador.
-Símbolo del estallido.
-Un símbolo del patrimonio y la ciudad deteriorados.
-Símbolo, su regreso, de una “provocación con los movimientos sociales y culturales que se manifestaron en las movilizaciones masivas durante 2019 y 2022”, para el colectivo Delight Lab y sus seguidores en Instagram.
-Un símbolo del viaje de Boric desde sus tiempos de oposición hasta su recta final como Presidente.
-Una postal de un ‘nuevo Santiago’, que ya no tiene la rotonda que lo caracterizó e inmortalizó en cientos de fotografías, sino una nueva fórmula en forma de explanada.
El monumento al General Baquedano es todo eso, claramente varias cosas más, pero también es una imagen icónica pop de Chile, como lo es para Estados Unidos la secuencia del asesinato de Kennedy. Pasa cuando las imágenes trascienden los terrenos de la historia, de la política y de la crisis y alcanzan el imaginario colectivo, los productos de consumo y el arte. Bien lo supo Warhol.
En 2023, el artista visual Carlos Altamirano Valenzuela (1954), parte de la llamada Escena de Avanzada, montó en lo que había sido el teatro del antiguo Hospital San José, en Independencia, la exposición “Panorama de Santiago”. Entre las obras se distinguían dos: en ambas se veía el caballo de Baquedano sobre su respectivo plinto, pero sin el general montándolo.
En el texto que acompañaba la muestra, Altamirano relata su relación con el monumento, nacida de sus viajes de niño de provincia a la capital junto a su familia, el inolvidable auto de su padre. “Me gustaba mucho el caballo. Yo sabía cómo era un caballo de verdad y este parecía un caballo de verdad, nada que ver con los grotescos caballos con músculos hipertrofiados y belfos tronadores de las estatuas que aparecen en los libros; incluso el sujeto que lo montaba parecía relajado, sin intención aparente de arremeter contra el prójimo. Pero cuando veía la estatua al pasar, desde la ventanilla trasera del Impala, no era al tipo a quien miraba, sino al caballo, y pensaba que me gustaría montarlo”.
Altamirano continúa recordando que dejó de ser provinciano después del Golpe, momento en que se reencontró con el caballo. “Lo he fotografiado muchas veces y lo he incluido en mis obras de distintas maneras. He vivido y trabajado la mayor parte del tiempo cerca de él y lo he visto convertirse, a su pesar probablemente, si pudiera opinar, en un catalizador de emociones ciudadanas. Las esculturas, y principalmente los monumentos, viven una vida prestada. Durante un tiempo indefinido pueden ser lo que físicamente son: por ejemplo, un caballo de bronce con la vista fija en alguna parte, montado por un sujeto inmóvil vestido de soldado, hasta que un día un grupo lo suficientemente grande como para ser multitud descubre en su identidad primaria un rasgo enervante”, señala.
Luego prosigue: “Entonces el monumento comienza a ser lo que la autoridad que lo encargó pretendía que fuera: un símbolo, el recordatorio visible de algo que a su juicio era memorable. Pero la multitud opina que recordar los actos del individuo que monta mi caballo es insultante. Cegada por su justa furia, la multitud, como los aborígenes ancestrales, no distingue al caballo del jinete; nadie lo hace, en realidad, excepto yo. Mi caballo no tiene más alternativa que asumir su condición de cómplice de los actos del sujeto que lo monta, que ahora tiene, merecido y para siempre, a juzgar por lo que se dice, un nombre y un prontuario infames”.
En su texto, titulado “Caballo”, Carlos Altamirano Valenzuela cierra con una propuesta, más bien una fantasía, como elaborada arriba del Impala de su papá: desmontar al jinete. “Mi sugerencia es que sean separados con delicadeza por un profesional, que luego tendría que reconstruir la dignidad individual de cada uno. No me hago cargo del destino del jinete, lo dejo en manos de la imponderable sanción social”.
Nadie ha atendido a su sugerencia, pero las dos obras – las del caballo sin Baquedano y sin la carga de todo juicio- serán parte de la próxima exposición que ya comienza a planificar.
De todo esto, el héroe, el villano, el invitado de piedra Baquedano en sus más extremas divagaciones jamás se podría haber siquiera acercado. Nadie.