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30 de Noviembre de 2008

El cobarde señor Cofré

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Lo de mi padre no fue al azar. A Fernando Olivares Mori lo detuvieron por ser del MIR. Su militancia cobraba forma en un campamento llamado Nueva Habana en la zona oriente la capital, al cual llegó por intermedio de un compañero de trabajo. No fue mucho el tiempo que tuvo para sus planes de construir una sociedad justa; corrió la misma suerte que el campamento, que el MIR, que el país.

En 1973 el miedo invadió a los ricos de mi país porque vieron a una mayoría rebelada. Palos de ciego y palos de vidente se repartieron de norte a sur y las heridas abiertas en sus pomposos bolsillos, en sus fundos y fábricas se sanaron a punta de picana. Luego, todo se haría relativo.

Pero del orgullo por haber derrotado el cáncer marxista, los mastines fueron relegados a sus cuarteles, a algunas cárceles Vip o al anonimato. De seguro hay más torturadores “desaparecidos” que identificados… nuestros familiares tienen rostro, sus asesinos sólo uniformes.

Los detenidos que a posteriori serían desaparecidos eran para los aparatos represivos de la dictadura un listado y ante todo un objetivo militar, para los gobiernos de la Concertación “una piedra en el zapato”. La basura debajo de la alfombra, y así se instaló la mentira en toda la sociedad como forma de resolver uno de los puntos negros más escabrosos de nuestra historia.

Mi padre no era un dirigente, era un militante… De no ser por la película de Silvio Caiozzi, Fernando Olivares Mori sólo sería para el Estado, hoy democratizado, un número, un montón de papeles en algún juzgado o una conmovedora cifra reparatoria.

Nunca se ha dicho toda la verdad, no se dijo en la mesa de diálogo; en esa ocasión, generales, almirantes y coroneles -con cara de torturados más que de torturadores-entregaron un listado falso de detenidos arrojados al mar. Luego vendría el numerito del Instituto Médico Legal donde se conocería por primera vez el nombre del triste y célebre Sr. Cofré, cuando apareció muerto junto con mi supuesto padre y otros desaparecidos mal identificados. Poco quedó para la fantasía de que viviese, por el contrario, siempre lo hemos buscado para volverlo a enterrar.

“Nunca más” se repitió en Chile, mientras la doctora Patricia Hernández (SML) sentenciaba: “tenemos 100% de certeza”. “Nunca más”, redundó un acongojado general Cheyre, mientras José Antonio Gómez -ministro de Justicia de la época- escondió en el 2002 un lapidario informe sobre los errores cometidos en el Servicio Médico Legal. “Nunca más comunistas”, replicaron los empresarios. “Nunca más hasta que haga falta”, se comentó en los cuarteles.

De tanto enumerar el horror y sus mecanismos, de tanto detenido todavía ausente y tan poco victimario preso, no puede salir otra cosa que lo peor de lo nuestro… nada tiene que ver en esto el señor Cofré, que a lo más podríamos achacarle la cobardía de abandonar a su familia o a su mujer que, de forma muy poco decorosa decidió sacarle partido a su ausencia.

La pillería que desnuda lo poco riguroso que ha sido el Estado de Chile no es tan grave si se dimensiona quién engaña y a quién se engaña… es verdad que juega con la dignidad de la lucha encabezada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y que se enloda una verdad tan grande como los estadios que se llenaron de presos políticos. Sin embargo, si miramos las cifras, si vemos cuanto “beneficio” sacó la familia del ausente Sr. Cofré, veremos que es mínimo al lado de las fortunas hechas fraudulentamente por res y empresarios durante la dictadura; muy poca plata si comparamos con los escándalos de Ferrocarriles del Estado o el propio Transantiago.

En estricto rigor es poco el “beneficio” que se tiene por ser hijo, madre o esposo de un detenido desaparecido, es poco porque a todos nos gusta estar cerca de nuestros seres queridos y vivir en el país en el que se nació… es poco porque a la mutilación no se puede responder con una cifra reparatoria. Quizás sólo la justicia, sólo la verdad, puedan hacer algo.

Claro que pude estudiar gratis, que desde 1991 hasta la fecha se me entregó en cuotas la suculenta suma de diez millones de pesos y el derecho a ser indigente en Fonasa. Pero haciendo memoria reviso mi propia historia y la de mi familia, la del barrio donde hoy vivo, y con crudeza compruebo que mi padre y los de su generación estudiaron gratis, que uno a uno mis “beneficios”, esos que me dan por ser huérfano, antes eran propios de la sociedad toda. Lamentable el costo que debo pagar, lamentables los “beneficios” porque representan con claridad el triunfo de quienes apostaron por la barbarie y por un país donde reina la desigualdad.

Lamentablemente, los desaparecidos no aparecen, sólo aparecerían si los carniceros del régimen pasado dijeran dónde están…Con nosotros quedó la vocación y la fantasía de verlos en el mundo de los vivos, ya no portando sus huesos y sus pieles, sino que montados en las nuevas y dignas luchas por la justicia y la igualdad.

* Mauricio es hijo de Fernando Olivares Mori, detenido desaparecido del MIR, cuya historia fue retratada en el documental “Fernando ha vuelto” de Silvio Caiozzi. Los restos de su padre, sin embargo, pertenecen a los 48 cuerpos exhumados desde el patio 29 del Cementerio General que fueron mal identificados. En en esa misma lista que reveló los errores del Servicio Médico Legal -el escándalo se conoció en 2006-se encontraban las supuestas osamentas de Germán Cofré.

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