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Cultura

28 de Agosto de 2023

María Isabel Matamala, exmilitante del MIR, y obra en el GAM: “El patriarcado era demasiado fuerte en los partidos revolucionarios”

María Isabel Obra María Isabel / ©Daniel Corvillón

Durante la dictadura, un grupo de cerca de 100 mujeres participó en la investigación liderada por la médico María Isabel Matamala, que buscaba indagar en su experiencia dentro de uno de los principales partidos de la izquierda: el MIR. Sus conclusiones y experiencias inspiraron una obra teatral que se estrenará este jueves 31 de agosto en el Centro Cultural Gabriela Mistral. En conversación con The Clinic, la protagonista recuerda los orígenes del manifiesto y las principales problemáticas que detectó.

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Mientras estaban recluidas en Tres y Cuatro Álamos, luego de un paso por Villa Grimaldi, un grupo de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) comenzó a escribir un manifiesto feminista que buscaba indagar en la realidad discriminatoria de las mujeres dentro del partido.

El resultado de la investigación -repleta de datos, fechas, reflexiones y preguntas- se perdió dos veces y hasta hoy se desconoce su paradero. Primero, el documento fue sacado del centro de detención y enviado clandestinamente a Francia, y luego, al llegar a ese país y ser entregado al MIR vuelve a desaparecer.

Quien lideró la indagatoria en que participaron más de 100 mujeres fue la médico especialista en salud pública, María Isabel Matamala (83), militante del MIR entre 1967 y 1990, que en 2019 recibió el premio Eloísa Díaz en reconocimiento a su trayectoria profesional.

Su historia inspiró la obra de teatro “María Isabel”, del dramaturgo Juan Pablo Troncoso, que será estrenada este jueves 31 de agosto en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), bajo la dirección de Ana Luz Ormazábal y con la actuación de cuatro performers que representarán a más de 20 personajes.

En entrevista con The Clinic, Matamala revela cómo surgió el manifiesto feminista, sus principales conclusiones y la inserción actual de la mujer en los partidos políticos de izquierda. Además, reconoce estar tensa por lo que la obra pueda provocar pero asegura que “todo sea por los 50 años del Golpe”.

–¿Qué siente al ver que su historia está inspirando una obra de teatro, a 50 años del Golpe?

-Estoy contenta de poder contribuir en los 50 años del Golpe a que la memoria que podemos transmitir pueda ser parte de procesos de cambio que creo que son mucho más lentos que lo que quisiéramos, pero que una gota con ser gota con otra se hace aguacero.

Pero también estoy muy tensa porque la vida que tuvimos que llevar quienes estuvimos clandestinas durante la dictadura y retornamos clandestinas a Chile después del exilio, nos enseñó a vivir en forma lo más anónima posible, pasando desapercibidas. Esto de naturalizar cierto narcisismo del siglo XXI no va mucho con nosotras, porque hemos tendido más a entender los procesos como más colectivos que individuales. Pero todo vale, todo sea por los 50 años. Me trago toda mi tensión, y espero que pronto termine todo esto.

–¿Cómo nace este manifiesto feminista realizado al interior del MIR?

-Parte de la observación y de la experiencia que muchas de nosotras tuvimos durante nuestro paso por la Villa Grimaldi como por Tres y Cuatro Álamos. Nos dábamos cuenta de que muchas compañeras, sobre todo las más jóvenes, iban desarrollando a lo largo de su trayectoria dentro del MIR, tareas que estaban siempre subordinadas a sus parejas, a través de las cuales habían llegado al partido, o desde las jefaturas masculinas, que les asignaban tareas consideradas como ‘de mujer’, incluido el hacer el cafecito en las reuniones.

Eso nos llevó a preguntarnos si era tan verdad aquello que en las izquierdas latinoamericanas de esos tiempos se tenía por verdad absoluta, que era que la revolución socialista iba a terminar con todas las desigualdades. Nos preguntábamos cómo es posible que se vaya a terminar -casi mágicamente- con ellas cuando no ha habido un cambio cultural, que lleve a que las prácticas dentro del partido -el partido revolucionario, transformador- cambien. No podíamos hacer afirmaciones si no teníamos evidencia, y por eso se nos ocurrió hacer esta investigación que nos llevó a contar con evidencia. Era raro que en algún lugar de un partido revolucionario en esos tiempos pudiéramos reunirnos más de 100 mujeres para indagar qué pasaba con nosotras mismas.

–¿Cuáles fueron las conclusiones de esta investigación?

-A la distancia, y habiéndose perdido los documentos, lo más importante era el hecho de que las tareas de las mujeres siempre eran subordinadas. Había sólo una persona del comité central que era mujer. Había dos compañeras que habían integrado una dirección regional. Las otras que eran jefas de célula o de unidad eran mínimas, y el resto, casi todas, eran sólo militantes o simpatizantes.

©Daniel Corvillón

–¿Cuáles eran esas tareas?

Una de las tareas predominantes de las mujeres del MIR después del Golpe era ser el enlace con sus compañeros, que eran sus jefes. Ellas eran la vinculación con las personas que recibían sus mensajes o a las cuales se entregaban los mensajes de sus compañeros. Pero las tareas que tenían que ver con la dinámica del partido en términos políticos, en esos momentos, eran mínimas. La de la mujer era una tarea funcional a lo que era el mantenimiento y desarrollo de las tareas partidarias.

–¿Existía, por ejemplo, discriminación hacia las mujeres que optaban por la maternidad?

Sí, tal como se puede encontrar hoy en algunas empresas. Había que decidir entre las tareas del cuidado o la militancia irrestricta. Había una discriminación con las mujeres que, de alguna manera, tenían que restarse de las tareas del partido porque sus parejas le dedicaban el 100% de su tiempo al MIR, y ellas tenían que absorber el 100% de las tareas del cuidado de sus hijos. La discriminación de la maternidad era incomprensible dentro de una visión revolucionaria.

También había acoso sexual, lo que tenía consecuencias para las compañeras que lo rechazaban. Había un menoscabo por parte de sus jefes y compañeros rechazados respecto de lo que era el valor o el compromiso de la compañera.

©Daniel Corvillón

–¿Cuál fue el destino de las otras mujeres que se vieron implicadas en la investigación?

-Todas nosotras estuvimos casi dos años recluidas juntas. Ahí, prisioneras, teníamos una organización extraordinaria, en que había talleres de educación en distintos temas y había la posibilidad de trabajar en conjunto y, durante esas horas de trabajo, conversar sobre múltiples temas.

Todas fuimos aumentando nuestra posibilidad de reflexionar acerca de lo que nos pasaba, de lo que nos había pasado, y yo diría que la gran mayoría de las compañeras -mucho más que en los demás partidos de la izquierda- empezamos a reflexionar y a integrar las filas del feminismo dondequiera que estuviéramos, en el exilio tanto en Europa como en el resto de América. Era una década en que el feminismo dio un salto tremendo en el mundo occidental. Entonces, cuando salíamos al exilio, salíamos a países donde había mucha conciencia feminista, mucho activismo feminista y mucha reflexión teórica feminista.

–¿Qué produjo esa experiencia en ustedes?

-Eso llevó a que muchas de nosotras intentáramos cambiar el partido desde adentro, aún cuando muchas feministas nos hacían bromas y nos empujaban a sacar conclusiones acerca de lo inoficioso que era tratar de cambiar los partidos por dentro, porque el patriarcado era demasiado fuerte en los partidos revolucionarios. Fue muy interesante ese proceso en que nos mantuvimos pensando en que podíamos cambiar. Por la presión que hacíamos desde dentro, quienes mejor hicieron un proceso de cambio fueron los integrantes de la dirección del partido, que nos apoyaron para hacer escuelas de feminismo en Argentina y que nuestras compañeras pudieran salir en forma clandestina.

Fue bien sorprendente, cuando volvimos a Chile, darnos cuenta de que esto no ocurría aquí adentro. Nos sorprendió el rechazo que tuvimos desde la militancia que permanecía al interior del país. Con el tiempo, eso fue cambiando, pero yo ya me había convencido de aquello que me habían augurado las compañeras feministas más mayores que habían sufrido el macartismo en Estados Unidos.

–¿Cuándo dejó de militar usted en el MIR?

-Hasta que hicimos un congreso terrible, donde se rechazaron todas nuestras posturas feministas y también nuestras candidatas. Eso creo que fue en 1990, cuando ya comenzó la postdictadura, antes de las primeras elecciones.

©Daniel Corvillón

El papel de la mujer en la izquierda chilena hoy: la visión de María Isabel Matamala

–¿Existe actualmente una idealización de parte de la izquierda de lo que fueron estos movimientos revolucionarios? ¿Cree usted que se han omitido u olvidado estas ‘sombras’?

-Eran grandes sombras… Yo diría que incluso lo del MIR era como una canción de cuna al lado de lo que me tocó ver en otros países de América Latina, en que realmente las violencias fueron inimaginables para nuestra cultura. Era como el patriarcado en su forma más primitiva, en las relaciones al interior de los partidos llamados ‘revolucionarios’ de la época.

–¿Usted cree que la actual izquierda chilena ha tomado lecciones de su trato hacia la mujer y del rol que juega la mujer dentro de la política?

-Así como todas las sociedades han ido cambiando, yo pienso que también las socializaciones políticas lo han hecho. No podría asegurar si ha sido porque es políticamente correcto y, por lo tanto, sería mal visto que no hubiese una tendencia hacia el compartir el poder entre hombres y mujeres al interior de los partidos. Tengo mis sospechas de que, a veces, cuando en situaciones imprevistas, asoma la subjetividad escondida, se percibe que los cambios todavía no tienen la fortaleza que una quisiera.

Sí afirmaría que dentro de lo que ocurre en el día a día se han producido cambios importantísimos que ni siquiera al comienzo de la postdictadura imaginábamos que serían posibles en Chile. Aquí en Chile, mientras en países como Brasil se rendía homenaje al feminismo y su contribución, esa palaba estaba prohibida en la transición. Nos preguntábamos siempre cuándo será el día que este cambio pueda ocurrir en nuestro país, y pensábamos que no lo veríamos durante nuestras vidas. Ha sido un privilegio de la vida el poder constatar que ha habido cambios, que la historia no se detiene.

©Daniel Corvillón

–Hay partidos de izquierda, como el Partido Comunista, donde nunca ha habido mujeres en cargos de liderazgo, a pesar de que existen muchas militantes muy bien valoradas en las encuestas…

-Hay rezago en algunos aspectos, lo que habla de que las cosas hay que seguir empujándolas, porque jamás las iniciativas van a venir de quien está ejerciendo el poder. Nosotras tenemos que empujar las iniciativas para que se concreten. En todo caso, me admira que muchos partidos tengan mujeres en sus direcciones y que partidos tengan también mujeres en la presidencia. Esto ha sido un fenómeno extraordinario que ocurre en toda América Latina.

Hay un reconocimiento de que quizás la corrupción tan grande que se ha instalado en nuestros países lleva a pensar, a través del sentido común, que las mujeres son menos corruptas que los hombres, que ellas, por el hecho de la sostenibilidad de la vida cotidiana de la sociedad por llevar a cabo el cuidado, están mucho más pendientes, por ejemplo, de la administración de sus hogares en la forma más rigurosa posible. Hay una confianza en las mujeres, que creo que se está haciendo cada vez más evidente tanto en nuestro país como en América Latina y el Caribe.

Directora de “María Isabel”: “No vamos a exponer las respuestas del manifiesto”

La obra se presentará en el GAM entre el 31 de agosto y el 22 de septiembre, entre miércoles y sábado a las 20:30 horas. y los domingo a las 19:30 horas, y las entradas van entre los $4.000 y los $8.000.

Su directora, Ana Luz Ormazábal, comenta que “la historia de María Isabel representa la de muchas mujeres, mujeres que ya no están, que desaparecieron, fueron torturadas, asesinadas, y otras que sobrevivieron”.

“Ella de manera muy generosa, nos entregó su testimonio, a partir del cual tratamos de encarnar otras voces; la historia del país, la de María Isabel, su vecina, personajes anónimos y de muchas otras identidades”, agrega Ormazábal.

La encargada del montaje destaca que “a partir de los horrores de la dictadura cívico-militar y a propósito de esta historia, es trascendental preguntarnos cómo nos configuramos, pensar en revisar los partidos políticos, cómo es el trato entre hombre y mujeres ahí. No vamos a exponer las respuestas del manifiesto del MIR, sino que nos interesa hacer las preguntas. La historia de esas mujeres es una revisión de estos 50 años que nos espejea”.

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