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Opinión

11 de Mayo de 2009

Los nuevos maquillajes de la vieja política

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En una entrevista a Bío Bío, La Radio, Marcos Enríquez invita a sus adherentes valdivianos a la “notaría de la calle Independencia” a fin inscribir su candidatura. Es un gesto congraciativo que procura ganarse la simpatía de estos “queridos valdivianos y valdivianas a quienes visitaré pronto”. Las madres que a esa hora escuchan la radio, esperando que, en su día, sus hijas, hijos y demás seres queridos las saluden en su día, no pueden sino sonreír. Las tres notarías se ubican en la calle Independencia. Y a uno no lo queda sino pensar en lo pronto que pueden eclipsarse las ilusiones de un cambio en los vetustos cuarteles de la política. Porque el resto del libreto regionalista de Enríquez es el mismo para Copiapó, Punta Arenas, Laguna Verde y dondequiera se le formule.
Que los burócratas manejan mal los presupuestos, que no se aproveche la inversión pública, que las ciudadanas y ciudadanos no están adecuadamente representados es la prédica de los domingos en la plaza que mantiene esperanzados a los corazones que piensan que “esta vez sí”. Tal vez el lugar menos adecuado para contar esta historia sean las regiones que por años se saben postergadas y que, en efecto, les gustaría que las cosas cambiaran.
Valdivia no es una ciudad más. Es, como toda ciudad, prisionera de su propia realidad. Y no quiere, pienso, que, como en los escenarios del mundo se repita la gatada cantinela del ídolo de turno prometiendo al pueblo (sea de Calbuco, sea de Horno Pirén, sea de La Paloma o de San Javier) : “Sois únicos. Os adoro”. Valdivianas o copiapinos quieren debatir sus problemas y no esperan que el gastado político les diga lo importante que son sino más bien que se defina frente a sus dilemas.
Si a Valdivia viene Enríquez ojalá no sea a proclamar la belleza de la ciudad y su rio. Ojalá se haga cargo de la promesa incumplida de una Mandataria a quien un niño pregunta, en Ciudad de Papel, qué resultó de aquello que “en mi gobierno se resuelve lo de CELCO”. Valdivia es epicentro de muchos de los problemas que plantea Enríquez. En Valdivia la contienda senatorial se define antes que vote el primer elector. En Valdivia se ratifica al Intendente en cuya región, a pesar de los buenos auspicios de ser nueva, el Gobierno pierde buena parte de sus alcaldes. Y al año que sigue el Gobierno de Los Ríos, con el mismo Intendente, es el que menos inversión pública ha hecho en el país.
Valdivia se sabe desprotegida y saben sus ciudadanos y ciudadanos que no siempre está en su capacidad resolver aquello que el Parlamento y el Gobierno central pueden. Es allí donde la discusión con los candidatos a la Presidencia tiene sentido. Si hubiese estado en Valdivia la capacidad para decidirlo, probablemente no tendríamos una empresa de celulosa operando en las inmediaciones del Santuario de la Naturaleza ni los senadores que tenemos. Tampoco tendríamos divididas a las poblaciones de Mehuín y Mississippi y las comunidades mapuche de Panguipulli, Neltume y Futrono no se verían arrastradas a conflictos fratricidas por obra y gracia de consorcios eléctricos y madereros que, valiéndose de la ley chilena y de su influencia pública y apoyo declarado de los candidatos presidenciales, hacen prevalecer sus intereses por sobre los de la población regional.
Valdivia se sabe, además, silenciada. El veto de un ex Gobernador y ex Intendente para otorgamiento del premio Elena Caffarena a la más conspicua defensora de los derechos de la mujer en el medio regional es testimonio de una voluntad dicatorial, la misma que usó otro ex Presidente de la República para silenciar a las y los manifestantes que, al inaugurar la nueva región, reclamaban por el derecho a un ambiente libre de contaminación. Las comunidades indígenas de Neltume saben que sus palabras caen en oídos sordos y que la democracia santiaguina se construye en virtud de las pequeñas tiranías locales y regionales de las que dependen los dividendos accionarios (incluidos los de otro candidato presidencial) y las dietas parlamentarias que terminan acomodando al país a sus intereses.
Preferiría que al venir, Enríquez no se molestara en traer el mismo libreto que va llevar a Parral o a Sotaquí, ni que se esmerara, al estilo de la vieja política, en “caer bien” a nuestro electorado, sino más que nos dijera como se define en torno a los dilemas que nos afligen para saber entonces si de verdad vale la pena considerar su candidatura, en cuyo caso nos debiera indicar si es a la Notaría Morales (Independencia 548), Podlech (Independencia 648) o Riquelme (Independencia 625) a la que debiéramos ir.

Juan Carlos Skewes (Valdivia, 9 de mayo de 2009).

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