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Nacional

7 de Agosto de 2009

El mundo que José Antonio Kast no quiere ver: San Bernardo, la tierra santa

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POR VERÓNICA TORRES Y JORGE ROJAS • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES

Es el feudo de José Antonio Kast, el diputado más conservador de Chile y el archienemigo de la anticoncepción. Una comuna de 296 mil habitantes con un índice de embarazo adolescente que casi llega al 30%, mujeres que quieren esterilizarse, católicas que ayudan a las que abortaron a reencontrarse con el feto muerto y mucha pobreza. Estos son los paisajes que el diputado que brama contra la Píldora del Día Después no representa en el Congreso.

Orozimbo Fuenzalida, el primer obispo de la diócesis, puso una virgen en la punta del Cerro Chena. Para que “rogara por todos los pecadores de San Bernardo”, como alguna vez le explicó a la ex alcaldesa DC Orfelina Bustos, su amiga. Fuenzalida, admirador de Pinochet y uno de los curas más conservadores del país, aprobó la estatua: blanca, grande, de tamaño natural parada en el cerro, el mismo que después del golpe sirvió de centro de detención y tortura.

Orozimbo también construyó la catedral, un edificio imponente, con altar de mármol. Y mandó a todos los curas que vistieran sotanas negras y largas. “Parecían jotes”, recuerda la ex alcaldesa Bustos. Orozimbo tenía un motivo: “Me dijo ‘es para que todos sepan que son sacerdotes y las mujeres no los tienten”.

Fuenzalida fue el que construyó el actual San Bernardo conservador. En 1987 se lo encargó Juan Pablo II, que decidió crear un obispado aparte de Santiago. Los católicos entonces tenían apenas 15 parroquias con un cura cada una. San Bernardo era, también, una de las comunas más pobres de la región. Lo sigue siendo, según la encuesta Casen, pero ahora tiene 17 parroquias, 45 capillas, el Seminario Mayor San Pedro Apóstol y una alianza con la universidad de los Andes, del Opus Dei, que administra con sus estudiantes de Medicina el Hospital Parroquial.

Orozimbo construyó y cuando vio que lo que había hecho le gustaba, se retiró y le dio el pase a otro cura, uno joven: Juan Ignacio González Errázuriz, numerario del Opus Dei, capellán de la Universidad de los Andes, abogado en Derecho Canónico, ex funcionario de La Moneda en tiempos de Pinochet y capitán de Justicia de Carabineros, autor de varios textos sobre Iglesia y Fuerzas Armadas. Además, una de las voces más enérgicas de la Iglesia contra el divorcio y lo que huela a progresista. El nuevo obispo anunció su programa de inmediato: en El Mercurio dijo que enfrentaría su tarea con las “armas” que en 30 años le había entregado el Opus.

Ha cumplido: desde que asumió, se ha lanzado contra la Píldora del Día Después y el Código da Vinci. “Si un libro de ficción ataca a tu mamá y dice que era una mujer pública, no lo aceptarías. Es una cosa de respeto. Decir que Cristo no es Dios es una aberración”, dijo en La Tercera, cuando se empezó a vender el libro de Dan Brown en Chile.

El año pasado, antes de las elecciones municipales, González escribió un documento de cuatro carillas indicándole a sus fieles cómo votar. Una intervención no menor: en San Bernardo, el 63,3% de la población es católica. El prelado dijo que no se debía apoyar a ningún candidato que estuviera por distribuir la Píldora del Día Después. Tampoco por quienes alentaran o defendieran uniones homosexuales o lésbicas, anticonceptivos físicos o químicos o quisieran equiparar el matrimonio con las uniones de hecho. Sólo la candidata UDI, Nora Cuevas, cumplía con el decálogo. Y ganó, como cinco años antes lo había hecho el muy valórico diputado José Antonio Kast, representante de la derecha dura y enemigo de la anticoncepción.

Hoy, de la mano de la Iglesia, los conservadores tienen tomado San Bernardo, una comuna de 296 mil personas que tiene cifras poco católicas: sólo el 27,8% de las parejas están casadas; hay un 3% de separaciones; 6,4% de convivencias; el 68,4% de los hijos nace fuera del matrimonio y el embarazo adolescente se empina por el 27%.

Esos son los pecados que mira la virgen desde el cerro.

NO MATARÁS

En el Cementerio Parroquial de San Bernardo hay otra virgen. El año pasado la instalaron allí mujeres del movimiento de Schoenstatt, al que pertenece Kast. Son de la Corporación Proyecto Esperanza, a la que el obispo González le dio personalidad canónica. Su tarea es acoger a mujeres arrepentidas de abortar. La virgen del cementerio abraza a ocho niños sin rostro y está parada sobre una placa de cemento que simula una tumba. Una inscripción dice “En homenaje a los miles de niños que mueren anualmente a causa del aborto en el mundo. Oh, María Aurora del Mundo Nuevo, Madre de los vivientes, a ti confiamos la causa de la vida. Mira, madre, el número inmenso de niños a quienes se les impide nacer. Evangelium Vitae”. Alrededor de la estatua hay flores sintéticas y un pato de peluche que dice “Valentina, te amo”.

Las voluntarias de Esperanza atienden en una casa que les dio el obispo. Su idea es dar, a las mujeres que acuden, ayuda para “establecer una relación con el niño abortado” y herramientas de autoayuda como pedirle perdón a Dios por el acto y sepultar, virtualmente, al feto.

En San Bernardo, el aborto además comprende a la Píldora del Día Después. Alcaldesa, diputado y obispo la rechazan. Pero no todos los católicos.

N.G. tiene 15 años y es madre. El padre de su guagua, dice, es su primer pololo, un niño que conoció en el colegio. “Éramos compañeros. Estábamos en la misma sala, comíamos juntos, nos dábamos besos. Yo no estaba interesada en saber de sexualidad. A mí me interesaba jugar, dibujar, pero una noche fui a su casa a ver monitos y nos pusimos a jugar y después de eso él me dijo que por qué no conversábamos cosas de grandes y me explicó cómo era el sexo”, dice.

Pero el pololo de N. G. no existe. A ella la violó su padre. Hoy vive en la casa de acogida DAVI en San Bernardo, junto a otras muchachas que también fueron abusadas y que hoy esperan a sus hijos.
N. G. ha tenido una vida dura. Primero, su padrastro la obligaba a practicarle sexo oral cuando apenas tenía 12 años. Su madre no le creyó y en el juicio se puso a favor de su pareja. El hombre fue condenado a 5 años y un día de cárcel y el tribunal determinó que la niña tenía que vivir con su abuela paterna.

Por primera vez N.G. conoció a su padre, que vivía en una casa construida en el patio de la abuela.
Más tarde decidió vivir con él y lo pasaban bien: él la llevaba a comer pollo con arroz; ella iba al colegio y en la tarde, cuando volvía, cocinaba y hacía el aseo. Se transformó en una pequeña adulta que vestía faldas y usaba el pelo largo, al estilo de los Testigos de Jehová, la religión del padre.
Entonces -según las declaraciones de N.G. al tribunal- el padre le empezó a hablar de sexualidad: “Me empezó a decir que tenía que cuidarme, que no me tenía que meter con hombres y que si lo hacía me tenía que ir con ese hombre. Yo le decía que no entendía eso, porque él era mi papá y tenía que cuidarme, y él me decía que si me iba a cuidar yo tenía que ser su mujer”, contó ella en la investigación.

En enero del 2008 N.G. empezó a dormir con su padre, y fue violada por él en reiteradas oportunidades. Cuando llegó al consultorio ya tenía cuatro meses de embarazo. Hoy es la madre de su hermano.

En San Bernardo hay muchos casos así. El año pasado, según cifras de Carabineros, se registraron 80 violaciones, con sólo diez detenidos. A la fecha, ya van 30 denuncias y tres detenidos. La escuálida cifra de acusados tal vez se explica porque el 53% de los ataques a menores de 14 años son cometidos por un familiar directo o un conocido de la casa. En el caso de las mayores de 14, el porcentaje llega al 27%.

San Bernardo es la capital de la lucha contra la Píldora del Día Después como anticonceptivo de emergencia. No siempre fue así. La ex alcaldesa Orfelina Bustos dice que ella antes la entregaba en casos de violación. Alcanzó a distribuir unas 40. Eso le ganó la antipatía del obispo, que una vez se negó a bendecir un consultorio porque ahí se repartía el remedio.

El abuso sexual en San Bernardo preocupa a algunos. El concejal DC José Soto explica que la mayoría de los habitantes viven hacinados, “donde es típico esto del padrastro que abusa”, como el caso de N.G. Javier Fuentes, presidente de la unión comunal, agrega que la situación se calla:

-El abuso es silenciado porque, generalmente, es el tío que sustenta la casa el que viola a la sobrina. Nosotros conocemos el caso de un panadero que se casó con una niñita de 14 años y la mamá no lo denunció porque le daba el pan –dice.

Para Norma Contreras, directora de DAVI, la casa de acogida donde vive N.G., ese silencio es reforzado por el diputado Kast y el obispo, que -dice- viven en una burbuja al no querer entregar la píldora a las niñas abusadas. Norma también es católica y pro vida, pero en los 24 años que lleva a cargo del Davi ha visto cosas que han cambiado su forma de pensar:

-Kast y todas las personas que predican este tipo de cosas viven fuera de la realidad. Acá a las chicas que vuelven del colegio las pescan y las violan. Nosotras hemos visto cuál es la reacción de una mujer que ha sido violada cuando nace su hijo. Ellas dicen que es su hijo, pero cuando la guagua se ríe, se ríe igual al desgraciado. No es que ellas no quieran tener a su hijo, es que no pueden.

NO FORNICARÁS

En San Bernardo, el 27% de los embarazos se da en una madre adolescente. Es decir, de los 1.926 embarazos que hubo en el 2008, 797 mujeres menores de 19 años se convirtieron en madres. La cifra es mayor al porcentaje del país y se ha mantenido en alza desde el 2005, cuando el Ministerio de Salud ranqueó a la comuna como la cuarta con más embarazos adolescentes de la Región Metropolitana, después de Puente Alto, Maipú y La Pintana.

La violencia intrafamiliar, el alcoholismo, el hacinamiento y la ignorancia de la familia sobre sexualidad, han sido los ingredientes de un caldo de cultivo que en San Bernardo ha dejado la escoba en varias generaciones de madres adolescentes. A principios de los noventa, los propios colegios y liceos intentaron que las niñas no se embarazaran tan jóvenes.

Uno de los ejemplos emblemáticos de educación sexual se desarrolló en el Liceo de niñas Elvira Brady, después que en 1996 allí se batieran todos los récords comunales al cerrar el ciclo escolar con 75 niñas embarazadas.

Al año siguiente la directora pidió ayuda a la Universidad de los Andes y a la Católica para que hicieran un curso de sexualidad. Las dos casas de estudios mandaron a un grupo de obstetras y ginecólogos que aprovecharon el espacio y desarrollaron un estudio con las niñas, basado en la enseñanza del “TeenStar”, un plan que pretendía probar que la abstinencia y los métodos naturales de control de natalidad, como el Billings, disminuyen los embarazos.

El resultado fue publicado el 2005, en The Journal Adolescent Health, una revista norteamericana. Allí detallaron cómo desde 1996 a 1999 los embarazos bajaron a la mitad. La clave, según ellos, estaba en que el programa hacía que las niñas descubrieran los valores espirituales necesarios en sus vidas.

-Ellas tenían que valorar su fertilidad, porque muchas veces eso se siente como un estorbo. La juventud tiene la sensación de que la sexualidad tiene que ver más con la diversión que con el amor y el programa ponía el tema en su real dimensión para que las niñas vivan la sexualidad como corresponde -cuenta Marisela Tobar, orientadora del liceo.

El método que aplicaron es el mismo que enseñan en el Hospital Parroquial, a cargo del obispado de San Bernardo y donde la Universidad de los Andes forma a sus alumnos de Medicina.

Si bien el programa dio cifras azules en los primeros años, en el 2000 los embarazos nuevamente se dispararon a 71 alumnas embarazadas. La alerta daba luces de que la abstinencia ya no reflejaba la realidad sexual de las nuevas niñas. Por eso abrieron el abanico y comenzaron a enseñar otros métodos de prevención aparte del Billings.

-El Billings ya no está pensado para que las niñas lo ocupen como método anticonceptivo, porque es muy riesgoso. Lo que hacemos es mostrar distintos caminos: a las niñas que siguen vírgenes les decimos que sigan postergando su iniciación. Y a las que no lo son, las orientamos para que se cuiden. Aunque muchas veces ellas esperan que los programas de sexualidad les enseñen cómo disfrutar más del sexo –cuenta Marisela Tobar.

Como los planes de educación sexual sólo dependen de los colegios y la municipalidad no tiene planes específicos sobre el tema, en el Elvira Brady instauraron un taller de sexualidad para niñas de primero y segundo medio.

En el 2005 Francisca Lobos fue alumna de ese curso. Lo tomó cuando ya había sido madre de su primera hija en octavo básico, a los 13 años. A ella, ni en su familia, ni en su anterior colegio, alguien le había enseñado cómo se hacían las guaguas.

-Las clases de Teenstar eran lateras. Uno tenía que verse todos los días el calzón y si uno botaba un líquido verde, tenía que pintar un recuadro verde; y si andaba con la menstruación, se pintaban seis cuadrados y ahí la profe explicaba. Pero yo le pintaba los cuadrados de todos los colores. No quise aprender mucho porque como yo ya era mamá, ¿qué más me podían enseñar?

Durante los siguientes tres años, Francisca tomó pastillas anticonceptivas, pero un día las olvidó y por no estar atenta a las clases de sexualidad repitió el embarazo a los 18 años, cuando aún no terminaba cuarto medio.

El problema, según la orientadora del liceo, es que a las niñas no les enseñan sexualidad en la casa, porque la mayoría de los padres no saben del tema.

-La abstinencia de los hijos es lo ideal para los padres. Pero ellos no les enseñan nada, porque creen que si aprenden el uso de los anticonceptivos, significa que les dan permiso para que tengan relaciones. Las chiquillas al final igual tienen sexo sin cuidarse y terminan embarazadas –concluye Marisela Tobar.

PARIRÁS CON DOLOR

El año pasado, al Hospital El Pino, de El Bosque, llegaron 114 mujeres a pedir que las esterilizaran. La mayor parte de ellas venía de San Bernardo, porque el Hospital Parroquial, a cargo del Opus Dei, no realiza la operación. Para los católicos es pecado, como cualquier método anticonceptivo.

El doctor Fernando Montecinos, jefe de la Maternidad de El Pino, estudió las peticiones. Algunas de las mujeres que pedían la operación tenían 20 años y ya habían parido dos hijos y esperaban el tercero.

-La mayor cantidad de mujeres que solicita la esterilización prefiere criar bien a los que ya tiene antes de tener a cuatro en mal estado. El 60% llega a pedirla a mitad del embarazo y tenemos muy pocas posibilidades que cambien de opinión. O sea, ni Cristo las va a hacer cambiar de opinión -cuenta Montecinos.

Ruth Loncomilla es una de esas mujeres. Tiene 35 años y hace 20 días, cuando tuvo a su cuarto hijo, decidió no tener ninguno más.

-Fui madre a los 13 años por primera vez y ya tengo cuatro hijos y la plata no me alcanza para mantenerlos. Así que decidí no seguir embarazándome. Yo sé que la Iglesia Católica no acepta esto y que el diputado Kast tampoco, pero lo hice igual, porque, pese a que soy de la UDI y católica, creo que ellos no me van a ayudar cuando siga y siga teniendo hijos –cuenta.

El 44% de las mujeres que llegan al Hospital El Pino a esterilizarse tiene la edad de Ruth Loncomilla. Y el resto va desde los 15 hasta los 33 años. Un porcentaje bastante alto si se piensa que esta operación no se puede revertir.

-El grupo de entre 20 y 24 años es bastante alto. Pero no hay ninguna norma legal para impedirlo. El problema es que ellas creen que esto es un método anticonceptivo más y no es así, por eso hay que reforzar la educación sexual en los consultorios. Le he dicho a señoras de 24 años, que ya tienen dos hijos, que qué va a pasar si se enamoran de nuevo, si se ganan el Kino o si mejora su situación económica, pero insisten en que no quieren tener más hijos –cuenta el doctor Montecinos.

El problema de las esterilizadas no es menor, porque si la tasa de nacimientos sigue subiendo, como lo ha venido haciendo en los últimos años donde ya ha llegado a los cuatro mil partos, lo más seguro es que más mujeres decidan, a ojos de la Iglesia Católica, pecar.

Pero el problema de las esterilizaciones como método anticonceptivo en San Bernardo está más allá de la religión y se ha transformado en un tema de salud pública. El doctor Montecinos tiene una teoría de por qué la Iglesia se ha instalado con fuerza en la comuna.

-En lo personal, creo que Jesús buscó realidades que eran inconcebibles hace dos mil años. En esa época, donde la vida humana no valía, apareció un tipo que dijo: “ponle la otra mejilla a tu enemigo”.
Hoy, en cambio, vivimos en una sociedad de satisfacciones instantáneas, donde compro lo que quiero y tengo sexo rápido y satisfactorio. Pero la Iglesia piensa de otra forma. Ellos van por el camino de la educación, de la fe, de la abstinencia. Y ese sistema lo están aplicando en un rebaño elemental como el que hay acá en San Bernardo –concluye el doctor.

EL CRUZADO

En ese rebaño, poco crítico y vulnerable, José Antonio Kast ha encontrado un número importante de votantes. Su trabajo territorial ha logrado que en las poblaciones de San Bernardo las señoras lo adoren porque es rubio y de ojos azules. Y también porque hace bingos todas las semanas en la sede comunal de la UDI donde regala mercadería y porque lleva dobles de artistas a las poblaciones para que las señoras se diviertan.

Pocos saben que Kast tiene una cruzada personal con la Píldora del Día Después; que pertenece al movimiento católico de Schoenstatt; y que por convicción religiosa y fortuna económica puede recibir a todos los hijos que, según él, Dios le manda.

El diputado valórico en su distrito se comporta absolutamente distinto a como se lo ve en televisión, cuando dice que la píldora es abortiva. En San Bernardo, Kast no hace campaña con lo que lo ha vuelto famoso. En la Unión Comunal de Juntas de Vecinos poco saben de él.

-No tenemos idea sobre su trabajo como parlamentario. Una vez hicimos una charla con los dirigentes y los consultorios para discutir si la píldora era abortiva o no. Invitamos al diputado Kast y no llegó -cuenta Javier Fuentes, presidente de la Unión Comunal de San Bernardo.

Esa indiferencia tiene su explicación. En el comando del diputado UDI saben que los problemas más sensibles de la comuna tienen que ver con el desempleo y la economía. Y que el embarazo adolescente, la educación sexual o la Píldora del Día Después poco importan a la hora de votar.

-La prohibición de la píldora no es un problema trascendental. El problema real es la cesantía. Además si eso se resuelve, también se soluciona el embarazo adolescente, porque si el hombre tiene trabajo, la mujer se queda en la casa para criar -dice Marisol Orrego, dirigenta vecinal.

A quienes sí les importa la postura valórica de Kast es a católicos como Ester Lagos, una catequista viuda de un mecánico que, pese a sus estrecheces económicas, ha seguido al pie de la letra las enseñanzas sexuales de la Iglesia: tiene 14 hijos.

-Las católicas debemos tener todos los hijos. La Biblia dice que Dios ve cuando se une el matrimonio. Una vez el obispo Orozimbo hizo una reunión de catequistas y hablamos de las mujeres que abortan. Él dijo que había que aplicar el quinto mandamiento: ‘no matarás’. Habló de Jeremías, que es un profeta, que dice en la Biblia que antes que él naciera Dios ya lo conocía. Entonces, Dios nos conoce a todos desde antes –dice Ester Lagos.

Ella conoció a Kast en una visita que hizo al Congreso con un centro de madres en que participa.

-Apenas supo que tenía 14 hijos, me dijo: ‘oh, yo tengo nueve’. Yo le dije: ‘le falta para alcanzarme’. Yo voté por él y voy a votar por él porque lo encuentro muy humano. Si hasta torta ha llevado al centro de madres donde va mi hermana –dice.

Votantes como Ester Lagos son las que le dan a Kast el triunfo en las elecciones.

-Kast gana porque tiene apoyo popular, porque antes de las elecciones manda camiones con pollos y fideos. Ante eso, la mamita que tiene una niña de 15 años, que tiene un hijo producto de una violación, vota igual por él y no sabe que él prohíbe la píldora. Acá manda Kast, y a eso se suma el apoyo que tiene de la Iglesia que llama a votar por él. Por eso, San Bernardo es el pequeño feudo de los sectores más conservadores del país –concluye el concejal José Soto.

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