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Cultura

11 de Octubre de 2011

Mazapán: “Salimos de la TV porque no quisimos cantar en los jardines de la Lucía Hiriart”

Michelle Salazar (57) toca flauta dulce y viola da gamba, canta y compone temas en Mazapán, el emblemático grupo infantil que ha logrado cautivar a generaciones de padres, hijos y nietos. Por estos días celebran 31 años. Siempre vigentes, piensan celebrarlo en grande con un concierto donde están invitados Eduardo Gatti, Joe Vasconcellos, Cecilia Echeñique y otros. Conversamos con Salazar de los mitos en torno al grupo, de música antigua y reggetón, de los niños de antes y ahora, de su niñez en el barrio alto, de mala educación y de los mapuche.

Por

Fotos: Alejandro Olivares

En Mazapán han permanecido las mismas integrantes desde su inicio: Cecilia Álamos, Victoria Carvallo, María de la Luz Corcuera (Lulú), Carmen Lavanchy, Verónica Prieto, Michelle Salazar y Cecilia Echeñique, que se retiró hace pocos años. Todas estudiaron en la Universidad Católica en los 70 y compartían el gusto por la música antigua. Cuando se conocieron, de inmediato se hicieron amigas inseparables y formaron, antes que Mazapán, el grupo Fontegara, cuyo fin era acercar a los jóvenes el gusto por la música antigua, que “es genial. Tiene mucha percusión, es muy alegre y libre. No tiene un esquema tan rígido como la más barroca. Además es anónima, de cantores juglares”, dice Michelle Salazar. El grupo no duró mucho. Pero sirvió para dar vida a Mazapán, que nació precisamente para hacerle canciones a sus propios hijos.

En 31 años, nunca se han separado. Sin embargo, las han dado por muertas como grupo.
-Cuando uno desaparece de la TV, en la que estuvimos varios años, la gente cree que uno no existe. Y, por otro lado, han habido etapas donde hemos dado menos recitales, pero siempre seguimos trabajando. Nunca hemos sentido ninguna presión entre nosotras por dejar el grupo. Porque, afortunadamente, nadie se gana la vida con Mazapán.

¿Cómo fue ganarse a un público tan exigente como son los niños?
-Es que son canciones muy directas que podría estar cantándoselas su mamá o la hermana grande. Se piensa que cualquier cosa les va a gustar, sin embargo, los niños son sumamente críticos cuando algo no les agrada.
-Saben identificar perfectamente bien la calidad. ¿Acaso has visto que un niño cuando le dan una comida mala se la coma?

No.
-Aunque no tenga experiencia culinaria, le gusta comer rico. También pasa eso mismo con la música o con mirar un libro bonito. Los niños tienen una gran capacidad de apreciar lo estético, lo bello.

A LO HEIDI

¿Y las letras cómo surgen? ¿Cómo se ponen en los pie de los niños?
-Las canciones mías en general son recuerdos de mi niñez y experiencias vividas con mis niños.

¿Cómo fue su niñez?
-Muy de exteriores. Vivíamos en una casa con jardines muy grandes, donde había acequias, donde una vez a la semana subía el agua y uno andaba a pata pelada por ahí…

A lo Heidi.
-Claro. Era lo más rico que hay. Y buscábamos chanchitos de tierra y hacíamos botecitos de palitos. También mucha vida de barrio que ahora como que se ha perdido.

¿En qué barrio vivía?
-Por Isabel La Católica, en Las Condes. Tuve la suerte que a mis niños les tocó mucho barrio también. Pero eso ahora no pasa.

Porque sus vecinos tienen miedo a la delincuencia, que a los niños los asalten y terminan encerrándolos en las casas…
-Sí, además que llegan del colegio y se sientan en el computador a jugar o ver tele. Eso es dramático, espantoso. A mis nietos los ando correteando cada vez que entran a la casa. Les digo “vayan a mojarse, a resfriarse, no sé, les va a ser bien por último resfriarse”.

Sin embargo, si uno anda por los barrios más populares los niños sí andan en la calle.
-Claro. La gente es más abierta. Eso es súper bueno, porque le hace bien a los niños y a todo el mundo. Y que entren niños de la casa de al lado y que tomen té un día acá y otro día allá, me parece muy rico. Es un poco lo que decís tú. La gente acá arriba se ha ido encerrando por temor a los robos y la delincuencia. Y, bueno, creo que los peores enemigos por lejos son el computador y la televisión.

¿Antes que la delincuencia?
-Sí. Esos son los dos grandes enemigos que están dentro de las casas. Es muy grave. Además que los niños se ponen obesos comiendo papas fritas mientras ven tele.

Ustedes, sin embargo, tuvieron un programa en la TV llamado Masamigos.
-Sí, donde siempre proponíamos una actividad para que los niños hicieran en casa. Que no sólo fuera ver tele.

Era hacer productivo el ocio infantil.
-Estabas aprendiendo algo de manera sana. Era muy distinto estar viendo Masamigos o Plaza Sésamo con los más chiquititos que estar viendo los monos japoneses. Era distinto a lo que entregan ahora.

¿Qué entregan?
-Nada.

¿Por qué ese tipo de programas, como Masamigos, no se hizo más?
-Le perdí el rumbo a la televisión. No la entiendo. No entiendo que los niños no tengan un espacio para niños con cosas para niños. Todos estos programas donde las niñitas chicas se disfrazan de Shakira y ganan un concurso… Me parece insólito que una niñita ande con peto a los dos años. Cómo no poder mantenerle su espacio con sus intereses. O sea, está bien. Puedo entender que una niñita se pueda maravillar con la Shakira o un niño con Luis Miguel, pero no es su mundo, no es lo que les corresponde estar hablando canciones de amorrr a los cinco años. La televisión no ha ayudado en nada. En cambio, los agranda. ¿Tú ves cómo visten a los cabros chicos de repente? Agradados, agrandados. Le han quitado la niñez.

¿Pero ve tele de vez en cuando?
-Re poca. Veo el Animal Planet, las ballenas, los leones, cuando estoy tejiendo o reposando. O el History Channel o el Films and Arts. Pero de la televisión local, aparte de las noticias, que ya las encuentro pésimas, nada. Es espantosa. Mucha farándula, uf, qué lata. No me da la paciencia.

ILLAPU ME ENCANTA

Además de la música antigua, ¿hay otro estilo que le guste?
-Toda la música, pero seria. Me encanta Telemann y Bach. Y la popular me encanta.

¿A quiénes escucha?
-La Violeta Parra, aunque esté de moda, me fascina. Siempre me ha gustado. Es lo más potente que hay. Sus textos noooo, pero la encuentro extraordinaria. Illapu me encanta. Tienen una voces espectaculares, preciosas ¿Siguen tocando?

Sí.
-”Vuelvo” lo encuentro lo máximo. Es muy potente. “Lejos del amor” es preciosa. Me gusta Eduardo Gatti, buenísimo, de un gran valor. Escucho a Jorge Drexler, espectacular. Y la Joni Mitchell es mi favorita. Me encanta Bob Dylan: un maestro. Soy totalmente setentera, por lo que me pierdo con lo que se escucha hoy día. Pero mis niños me van guiando y diciendo qué escuchar. Soy bastante inculta.

¿Del reggetón que piensa?
-Me carga. Lo intolero. Uh, me para los pelos. Uf, ese bajo así, esa cosa tuuu tuuumm, la encuentro agotadora. Una lata. Yo creo que si estás en una fiesta, como dicen los niños, arriba de la pelota, que te toquen un reggetón debe ser exquisito, pero que sea tu música, la encuentro… uf. Todo el exceso es una lata.

¿Calenda Maia lo escucha?
-Sí. Buenísimo.

¿Y a uno de sus integrantes, Tata Barahona?
-No sé, a lo mejor sí. ¿Qué canta?

Un tema que dice “La marihuana me deja los ojos rojos, poh’ loco /Qué zarpa conchetumare / Soy flaite y la conchetumare”. Y sigue…
-Qué divertido. Debe ser entretenido escucharlo. Lo voy a buscar.

MAPUCHE

Tanto en sus letras como instrumentalmente, ustedes amplían el horizonte auditivo a los niños, enseñándoles a cepillarse los dientes, o le hablan de los mapuche. ¿Por qué ampliarle la mente a los niños con los mapuche?
-Son parte de nuestra cultura. Es algo que es parte de Chile y de vivir en este país. O sea, los niños van al sur a veranear y están en tierras originales mapuches, con árboles que tienen sus nombres, con sus tradiciones, con sus pájaros, y eso es importante realzarlo.

A los niños se les enseña sobre el pueblo mapuche como algo exótico. Casi como un anecdotario.
-La idea es enseñar sus leyendas, sus conceptos, su cosmovisión, sus instrumentos, para que los niños puedan acercarse a su mundo. No es sólo quedar en lo anecdotario. Tiene que haber un respeto, una integración con el pueblo mapuche. Pero siento que uno se queda mucho con lo que sale en la tele, con las protestas y tomas, y no con la otra parte que también está pasando y que son cosas buenas.

A propósito, usted hizo clases. ¿Qué le ha parecido que los estudiantes salgan a las calles por una mejor educación?
-Hice clases hace harto tiempo. Antes de empezar a mechonear a los niños, dije “mejor cuelgo el delantal”. La verdad es que fue entretenido, pero cumplí un ciclo. Ahora, me parece muy bien que esté en el tapete y se produzcan cambios profundos. Es de esperar que se tome conciencia que la calidad de la educación es mala. Independiente de los otros problemas que existen, de las becas, de si es lucro o no lucro…

¿Qué opina del lucro?
-Si un colegio percibe fines de lucro no debería ser apoyado por la municipalidad. Pero me parece bien que exista. Si vas a ganar plata, pero le entregas a la comunidad un buen servicio, por qué no. Ahora, no sé más. En cuanto a la universidad, debiera ser de frentón sin fines de lucro. Es terrible-terrible lo que valen las universidades. Y cómo se endeuda la gente para pagar una carrera que quizás cuando salga no tenga campo laboral.

Le parece que la demanda por mayor integración que hace el movimiento es lícita, ¿es bueno que en las salas de clases se mezclen niños de distintas clases sociales?
-Es lo ideal. Pero es más o menos ilusorio pensar eso. Si hay un colegio allá arriba en Barnechea, te imaginai a un pobre niño de Gran Avenida que se pegue el medio pique de tres horas para que esté mezclado todo. No. Yo creo que el mejor colegio es el que está al lado de tu casa. Por eso, todos los colegios debieran ser buenos, sobre todo los públicos que deberían ser, incluso, mejores que los particulares.

LEMEBEL

Se dice que todas las Mazapán son cuicas.
-Sí, poh. Qué le vamos a hacer. Qué le va-mos a ha-cer, pos oye. Pero hay cuicas que son buena onda. Eso es parte de un mito. Porque te etiquetan sin conocerte. Porque para algunos ser la vieja cuica es la vieja que anda gritoneando y pegando cacerolazos. Pero no es así necesariamente.

¿Pero qué tan cuicas son?
-Me imagino que se refieren porque uno vive en la cota mil. O, como algunas, que tienen el pelito más rubiecito y los ojos azules, o porque todas fuimos a colegios particulares y estudiamos en la Católica… Eso te va poniendo ciertos letreros.
Pedro Lemebel el 2006 escribió una columna sobre los íconos infantiles ochenteros, entre ellos Mazapán. No tuvo palabras bonitas hacia ellas. Las criticó por crear un edén de cabros buenos y niñitas rosadas, donde “no cabían las brujas indias, ni las princesas chulas y feas”. Y seguía: “Todo era de dulce mazapán, que es un tipo de golosinas consumidas en el barrio alto, donde estas hadas regias y flacuchentas repartían encanto y fantasía para la ricachona niñez…”. Michelle tiene patente esa crítica. “Es espantosa. Nos mandó un dardo tremendo. Pero qué te puedo decir. De partida, cuando hicimos televisión la gente que nos veía no era gente, precisamente, del barrio alto, sino que todos los niños de Chile que tenían televisión. Obviamente, los niños más humildes que viven no sé dónde, no tenían televisión y no te podían ver. Y encuentro que a los niños hay que entregarles cosas bonitas también. Por qué les vas a mostrar la miseria”.

¿Por qué no?
-Si les encanta el rosado, qué te importa. Por qué le vas a mostrar café oscuro o negro, no sé. Es absurdo quedarse pegado… Lo que nosotros más entregamos fue lo que eran nuestras reminiscencias de infancia donde las niñas se disfrazaban de reina. A lo mejor los niños apelan a otras cosas. Lo importante es que seas sincera con lo que estás entregando. No hacíamos grandes investigaciones sobre cómo eran los niños, sino que sinceramente era un programa de calidad para que desarrollaran su creatividad e imaginación con cuentos de reyes.

El otro mito es que todas las mazapanes eran fachas.
-No. Ninguna apoyaba el régimen de Pinochet. Es más, nosotras tuvimos que salir de Canal 7 el año 85, porque no estuvimos dispuestas a cantar en los jardines de la Lucía de Pinochet.

Debe haber sido un tremendo golpe al ego de ella.
-Debe haber sido. Le tiene que haber molestado muchísimo. Considerábamos que no teníamos por qué andar metidas en política, y eso significó salir del canal. Nosotros no apuntamos a la política. La idea es ir a todos los niños que son hijos de todos los papás que pueden ser de todos los sectores. Pero esas cosas uno no las anda contando, porque no son interesantes finalmente. Y nuevamente, la cuica o pelolais de ojitos azules siempre va tildada de otras cosas… Y uno perdería tiempo tratando de decir que no es facha.

¿Y no es facha?
-Te juro que no.

¿De la Concertación?
-Me encantó que hubiera una mujer presidenta. Fue achorado. Pero también me gusta que ahora haya un cambio. Lo encuentro importante. La Concertación metida para siempre no veo por qué. Son buenos los respiros, es sano.

¿Es familiar de Eliseo o Gabriel Salazar?
-De ningún famoso. Pero siempre aparece un Salazar en la tele como asaltante o ladrón. La familia de los Salazar es grande en Chile.

¿Sienten, como grupo, el deber de hacer una canción previniendo a los niños de los Karadimas que existen? Si le enseñan a los niños a lavarse los dientes, ¿cómo no enseñarle a cuidarse de abusos?
-No me imagino cómo podría hacer una canción para que un niño se cuide de la pedofilia. Me costaría mucho. A lo mejor no todo puede ser canción. Pero sí hacer un llamado al colegio para que les enseñen el autocuidado a los niños.

¿Cuál es el gran hit de Mazapán?
-La Cuncuna Amarilla. No podemos en ningún recital no cantarla. La gente la está esperando siempre.

Si no las pifean.
-Sin duda. Es una linda melodía. Es positiva la letra. Es bonita. Imagínate, una oruga que siempre se arrastra y mira a los demás al cielo. Y su aspiración es volar y termina volando. Chuta, la suerte…

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