Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

22 de Febrero de 2012

Mientras los pollitos pastan

…y los otros le hacen la bajá a los berros, y cierta porción de humanidad muerde almohadas estampadas con flores multicolores o besa nucas sudorosas, o en su defecto dan el beso del payaso u optan por un ósculo negro como preámbulo o protocolo de ingreso por el wrong way o camino de tierra, un […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
Por

…y los otros le hacen la bajá a los berros, y cierta porción de humanidad muerde almohadas estampadas con flores multicolores o besa nucas sudorosas, o en su defecto dan el beso del payaso u optan por un ósculo negro como preámbulo o protocolo de ingreso por el wrong way o camino de tierra, un micro sector ciudadano lucha por no perder su dignidad a manos de un power abusivo, corrupto y siniestro que los somete a prácticas abusivas. Los acontecimientos se desparramaban, en ese entonces, por distintas versiones de historia coloquial, por un lado corría el relato de un funcionario municipal que de tanto apretar la misma tecla (sirviendo a los milicos como informante y como administrador municipal, para luego servir a la Concertación en ese mismo registro) llegó a ser alcalde. Corría, también, un cuento sobre un poeta impostor que de tanto ir a la biblioteca pública terminó siendo contratado como funcionario de la misma, en una extraña combinación entre negociación política y lástima. El tipo no leía ni hacía nada parecido, como escribir (iba para usar el teléfono y enviar correos electrónicos). Solía, además, ayudar con la limpieza y en algunas jornadas culturales servía el cóctel, pero como buen cesante indómito tenía pretensiones políticas.

Otra vía de relato daba cuenta de una dirigente del Colegio de Profesores y de la CUT que se había pasado al enemigo, le habrían asignado la dirección de una escuela municipalizada y otras regalías menores. Otra de las historias transparentaba extrañas decisiones de poder, como la contratación bajo cuerda de una oncena de funcionarios del antiguo régimen que habían perdido sus pegas en el Estado regional y que los poderes fácticos querían mantener activos. Esta absorción de agentes políticos se combinaba con otras comunas costeras adictas a ese régimen. En esa misma línea transparencial, uno de los cuentos aludía a los concejales que fueron financiados con dinero de un negocio inmobiliario que necesitaba sus votos aprobatorios para sus planes de negocio. Había otras historias que se perdían en infinidad de digresiones y senderos alternativos, una de ellas contaba de viajes de autoridades financiadas por las arcas municipales que no se justificaban, como también unas fiestas subidas de tono en locales cerrados para jerarquías políticas y empresariales. Y en ese mismo contexto de turbiedad, según los informantes, cierta historia expone detalladamente que la mayor empresa de la zona, que es la empresa portuaria, negocia con el municipio la entrega a precio de huevo de patrimonio público.

El Cara de Farándula, personaje que alguna vez le tributó al civismo y a la demanda popular, pero que con sus adicciones tuvo que ceder o hipotecar su voluntad (dicho así, en vieja moral), piensa y evalúa -que es lo mismo- e hilvana todas esas historias y las convierte en un diseño de empresa extorsiva. Es así que se asocia con un amigo de toda la vida que tiene una historia muy parecida a la suya, además son del mismo barrio y del mismo liceo. Con toda la información reservada que emana de esos relatos tienen un capital inicial para montar el negocio. Comienzan con una carta anónima dirigida al alcalde, usando el viejo recurso del correo ordinario, amenazando dar a conocer una negociación impropia con una inmobiliaria para financiar todos las modificaciones que se tienen que hacer al plano regulador para el cambio de uso de suelo, más una comisión por servicios prestados. También incluía algunos antecedentes sobre su amante. El dinero debía ser depositado en una cuenta RUT de un primo idiota del socio, manipulado y manejado convenientemente. El negocio pareció prosperar, pero ambos se dieron cuenta de que las instituciones en el país no funcionan, por lo tanto es probable que un corrupto con una buena base jurídica supere ciertas situaciones conflictivas, más aún, los malditos pueden salir fortalecidos de un proceso judicial. El emprendimiento sólo operaba bien con funcionarios de rango menor, y con los alcaldes dependía del poder que tenían. El alcalde que pretendía extorsionar a los socios intentó ser astuto y trató de negociar con ellos y quiso ubicarlos inicialmente por la vía de los esbirros que envían señuelos. El Cara de Farándula imaginó que esta variación podría ser un giro interesante del negocio, una posibilidad que implicaba otras derivaciones, sobre todo en el ámbito del poder político. Pero la empresa capotó cuando el socio del Cara de Farándula se empotó (se enamoró, traducimos) con una dominicana del Venus. Se expuso demasiado y fue descubierto (fuimos) cuando por hacerse el bacán tiró algunos datos confidenciales en una juerga madrugadora y fue escuchado por un sapo de los tiras que llevó el soplo a las jerarquías. Las detenciones no fueron inmediatas, hubo seguimientos previos, amenazas y agresiones. Entremedio también hubo una propuesta del alcalde (de su círculo íntimo) de asociarnos para ocupar el capital de información que se manejaba, pero la ganancia para los amigos era mínima y el nivel en que quedaban en el organigrama de la empresa era demasiado humillante.

Finalmente, el Cara de Farándula y su socio y amigo, después de unas semanas en la cana y de haber recibido todo tipo de amenazas, se fueron al sur a trabajar en la pesca, aprovechando los contactos de un primo, además era una faena que conocían, en una caleta perdida y algo endemoniada. Había que capear el temporal. Antes de marcharse intentaron capitalizar las vías de información que poseían, para, al menos, mantener en buen pie sus adicciones. Visitaron al poeta impostor en la biblioteca pública, quien les pasó unos libros para que ellos los vendieran en la plaza a cambio de información. También visitaron a algunos funcionarios, como a la profesora traidora y a un concejal, los que les pasaron unos vales de almuerzo para el casino del liceo municipal a cambio de la información reservada. Obtuvieron, además, aperos de pesca que les entregó la amante del alcalde a través de las organizaciones sociales que manejaba. No quisieron quedarse más tiempo en el pueblo para no arriesgar más su dignidad y se internaron en las profundidades australes del territorio. Volveremos, dijeron, amaban su pueblo, incluso algunas lágrimas rodaron por sus mejillas.

En Caleta del Diablo la cosa era difícil, las adicciones se redujeron al alcohol y a algo de marihuana que a veces traían los pescadores de más al norte. Los líos con la ley de pesca, que los enfrentaba con los grandes empresas del rubro y el gobierno, les devolvieron en parte la energía ciudadana que creían perdida y comenzaron a organizar a sus compañeros. Mientras tanto ellos sabían que en su pueblo los pollitos seguían pastando y una porción de la población mordía almohadas, y buscaba los caminos de tierra o alternativos porque creían que ese era el modo de la sobrevivencia. Ellos pretendían volver para ampliar ese registro o, simplemente, para recuperar la dignidad.

Temas relevantes

#CUT#mellado#pollitos

Notas relacionadas