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Opinión

10 de Marzo de 2012

El doble estándar de Fito y de muchos otros artistas

Por Jorge Lanata para www.perfil.com El presupuesto es la expresión política concreta del gasto; el dinero –obvio es decirlo– es un bien fungible: lo que se asigna en un lado falta en otro; tal área será importante, tal otra será urgente, aquella conveniente, esta superflua. Visto desde cualquier gobierno, el presupuesto es siempre una imposibilidad, […]

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Por Jorge Lanata para www.perfil.com

El presupuesto es la expresión política concreta del gasto; el dinero –obvio es decirlo– es un bien fungible: lo que se asigna en un lado falta en otro; tal área será importante, tal otra será urgente, aquella conveniente, esta superflua. Visto desde cualquier gobierno, el presupuesto es siempre una imposibilidad, una maraña burocrática dispuesta a resistir sólo pequeños cambios. Si se lo ve con buena fe, esa maraña es la que a veces provoca adjudicaciones directas o gastos discrecionales. Si es con mala fe, ya todos saben de qué se trata. Visto desde el público se impone la lógica más salvaje: si fuera por la gente, los políticos deberían gastar el 10% de lo que gastan.

La matemática es cruel: lo que falta en un hospital sobra en un helicóptero, la escuela sin luz vuelve inmoral el hotel de cinco estrellas pagado con el dinero de todos. El dinero, para colmo, es sujeto de sospecha en Argentina. Mientras en cualquier otro país del mundo hay quienes están orgullosos del éxito económico, aquí se lo disimula: Renault 12 en Buenos Aires y Porsche en Punta del Este.

El origen sospechoso de las fortunas viene desde la Colonia: la doble ley, los permisos de excepción –antes del Virreinato ahora del Estado–, los fueros especiales. Quisiera hacer abstracción de esta costumbre local: no me parece mal que alguien gane bien, mientras eso suceda en la actividad privada; esto es, cuando sea él mismo o ella misma quien genera ese dinero. La plusvalía existe: si tal persona gana una fortuna es porque genera mucho más que eso; nadie regala nada. El problema surge cuando es el Estado el que derrocha, porque no derrocha dinero propio y porque puede elegir, hacer política, diferenciar, priorizar.

Toda esta perorata para llegar al punto: el Decreto provincial 564/12 del gobierno de Santa Fe aprobó el pago de 425 mil pesos a Fito Páez por un recital de 120 minutos el día del aniversario del primer izamiento de la bandera. Los US$ 100 mil sólo comprendían el cachet del cantante, además se gastaron $ 500 mil en la infraestructura del show. En días posteriores, Páez brindó un recital privado en el marco del festival Música en el Río, organizado por una marca de cerveza: allí obtuvo $ 240 mil, la mitad de lo que le cobró al Estado provincial.

El doble estándar en el cobro de los recitales no es patrimonio exclusivo de Fito. En el festejo del Día de los Derechos Humanos en Plaza de Mayo del 10 de diciembre de 2010 el Gobierno nacional gastó más de $ 2,5 milllones en los cachets de Charly García, León Gieco, Teresa Parodi, Vicentico, Víctor Heredia y otros artistas. Lo curioso fueron las diferencias entre el Gobierno nacional y el de la Ciudad a la hora de pagar por lo mismo: Vicentico cantó 26 minutos en la Plaza y cobró $ 436.618, y le cobró a la Ciudad $ 145.200 por cantar el doble de tiempo.

Heredia le cobró a la gestión Macri $ 12 mil por una hora y media de concierto y a la Casa Rosada $ 32.104 por 47 minutos. Charly fue quien pidió, entonces, el cachet más elevado: $ 523.839, y tocó veinte minutos. En 2008, en el marco de la Expo Zaragoza, el Gobierno nacional pagó $ 829.362 a Mercedes Sosa, Gieco, Parodi y Adriana Varela, y $ 5,1 millones a Coco Silly y Daniel Aráoz a través de su productora Compatriotas por la producción de dos programas para Canal 7.

En la lista de favoritos hay de todo. Hay quienes recaudarían eso y más si hicieran, por ejemplo, un Luna Park, y hay otros que, solos, no llenarían ni un ascensor. La doble tarifa municipal y nacional no tiene muchas explicaciones posibles: o un gobierno negocia mejor que el otro o en uno hay coima y en el otro no.

Hay quienes se atajan: “¿Pero entonces qué querés, que no haya cultura al alcance de todos?”. No, quiero que el Estado priorice sus gastos y defienda el dinero de todos y que los artistas entiendan que no todo da lo mismo. Cuando se trata de dinero público la comparación, aunque a veces injusta, es inevitable: Fito cobró $ 425 mil por un recital. La Municipalidad de Santa Fe, en su presupuesto del año 2011 gastó:
En el programa de Defensa de los Derechos de los Ciudadanos: $ 180 mil (menos de la mitad de lo que costó Fito).
En el programa de Monitoreo y Prevención contra las Inundaciones: $ 260 mil (poco más de la mitad).
En el programa de Turismo Histórico y Cultural: $ 323.234 (dos tercios).
En el programa de Participación y Promoción Vecinal: $ 150 mil (menos de la mitad).
En el programa de Deportes en los Barrios: $170 mil (menos de la mitad).
En el programa Juegos en la Ciudad de Santa Fe: $ 340 mil; es decir, dos tercios de lo que gastó en aquella noche única del bicentenario de la bandera.

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#Fito Páez#Lanata#perfil

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