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Opinión

16 de Agosto de 2012

Los Pingüinos Reloaded

Cambió la mano en el movimiento estudiantil. Yo no estuve en la batahola del miércoles 8, pero no me cuesta imaginarla. Participé en la marcha anterior, la que bajó por la Alameda. Eran mayoritariamente escolares, muchos con el uniforme desordenado. Los bailes que primaban en las manifestaciones del 2011, acá eran islas en medio de […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Cambió la mano en el movimiento estudiantil. Yo no estuve en la batahola del miércoles 8, pero no me cuesta imaginarla. Participé en la marcha anterior, la que bajó por la Alameda. Eran mayoritariamente escolares, muchos con el uniforme desordenado. Los bailes que primaban en las manifestaciones del 2011, acá eran islas en medio de un desfile guerrero. No es que todos fueran exaltados, pero las cabezas calientes ponían la música. Para Boric y Titelman constituyó una derrota.

La CONFECH perdió la conducción del movimiento. Ahora comienza la película Los Pingüinos II, Reloaded. El año pasado campeó el tema de la universidad, cuando la madre del cordero es obviamente la escuela. Lo otro se puede discutir más largamente, desde ya ¿qué se entiende por universidad? La escuela, en cambio, dibuja los contornos de la sociedad en que estamos y de la que aspiramos. Aquí radica de verdad el debate sobre la llamada “educación pública”, en pocas palabras, el núcleo mismo de las grandes ideologías en juego.

Para la derecha, lo importante es que los padres puedan elegir el colegio de sus hijos, comprar los libros de texto que mejor les plazcan y fortalecer en sus niños los valores familiares en el establecimiento que los represente. Como creen en la virtud incombustible del mercado, apuestan que éste dirigirá mejor los recursos para conseguir una educación de calidad. La calidad en cuestión, dicho sea de paso, se mide por cuánta riqueza le permita generar a quien la recibe.

Para la izquierda, en cambio, el niño por educar es un futuro ciudadano, de modo que la libertad del padre para elegir dónde matricularlo es un bien insignificante al lado de proveer una enseñanza igualitaria. Para evitar caricaturas, habría que especificar que “igualitaria” no es lo mismo que “uniforme”. De hecho, el que sea un lugar de encuentro de las diferencias, es ya un objetivo. ¿Por qué no estudian todos matemáticas con los mismos libros? (Saldrían baratísimos).

La reforma tributaria del gobierno apunta en sentido contrario. Prefiere subvencionar la demanda que invertir directamente en mejorar la oferta. Es, a todas luces, un atentado contra la educación estatal. Alienta el negocio, en lugar de asumir las deficiencias del servicio. Tienen razón los liceanos para estar furiosos. Esto apunta en el sentido perfectamente contrario a los reclamos del último tiempo. Todo iba bien para el gobierno en estos ámbitos. El ministro Beyer había conseguido reblandecer el piso de los reclamos. Parecía, si no empapado, humedecido por el tenor republicano. Las marchas se hallaban extraviadas. El mismo ministro declaraba no entender el motivo de las protestas, si las puertas de su oficina estaban abiertas. Ahora, en cambio, el motivo es claro: la derecha no quiere educación pública y la Concertación no ha sido convincente para expresar que ella sí.

El conflicto está volviendo a las calles, resucitaron las tomas, se vienen los paros. Camila Vallejo, como buena política, dialoga con el Congreso, mientras una nueva generación, sin ánimos de arreglo, se apodera de las trincheras. No será la ley Hinzpeter la que detendrá la revuelta. Los parlamentarios están a tiempo de echar pie atrás. Si les gusta escupir en la cara, hasta Buda se pondrá una capucha.

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