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Cultura

16 de Enero de 2013

El año en que nací: la obra que investiga la vida de los padres durante la dictadura

Se trata de una de las principales obras que el Festival Santiago a Mil trae para esta temporada. Once jóvenes nacidos en dictadura cuentan la historia de sus padres a través de fotos, ropa y cartas. Y así recrean también sus propios recuerdos de acontecimientos característicos de la época: los apagones, la visita del Papa, los plebiscitos. Una puesta en escena dinámica, que incluye rock y baile, que hace reír a carcajadas y aguantarse apenas las lágrimas. Sin embargo, no fue un trabajo fácil. Los once participantes tuvieron que investigar exhaustivamente no sólo historia de Chile, sino que la historia personal de sus padres durante la dictadura.

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El año en que nací no iba a ser una obra. Lola Arias, actriz, directora de teatro, escritora y cantautora argentina llegaba en 2011 a Santiago a Mil con su obra Mi vida después, en la que jóvenes nacidos en la dictadura vecina cuentan la historia a través de la vida de sus padres durante ese período a través del relato, de cartas, fotos, ropa vieja.

En Chile Lola Arias realiza un taller. Manda un mail para quienes quieran participar. Como requisito tienen que contar la historia de sus padres. Qué estaban haciendo el año en que nacieron, cómo participaron de la dictadura. Después, una entrevista: ¿qué recuerdos políticos tienes? Si quisieras representar a tu papá o tu mamá, ¿con qué lo harías? Luego, había que llevar objetos de los papás en aquella época. Y ahí comenzó un taller de unas tres semanas en el que los 11 actores tenían que realizar una exhaustiva investigación sobre sus padres. Aunque no todos eran actores profesionales. Estaban Nicole Senerman, Ítalo Gallardo, Jorge Rivero, Fernanda González, Ana Laura Racz, Pablo Díaz y Viviana Hernández. Además, estaban aquellos a quienes sus historias, independiente de su trayectoria en el teatro les ganó un puesto en el taller, como Alejandro Gómez (músico), Leopoldo Courbis (dibujante para la PDI), Soledad Gaspar (bailarina) y Alexandra Benado (futbolista).

Así tuvieron que organizarse para recopilar la historia de sus padres y la suya propia durante la época de la dictadura. La obra relata todo esto con un gran énfasis en lo audiovisual a través de cartas que se leen, decretos de ley que se gritan por megáfono, guitarras que suenan y dan el tono a la escena, ropa usada hace más de 30 años, bailes al ritmo de Música Libre y fotos que se rayan.

Así partió la investigación sobre la historia reciente del país y sobre la de cada una de las muy diversas familias. La tarea no era fácil. Viviana no sabía quién era su papá, aunque luego de algunas presentaciones de la obra, le llega el dato y descubre que es un militar preso por asesinar a dos Mapu. La mamá de Alexandra fue asesinada en la Operación Fuenteovejuna, cubierta por la prensa como “un enfrentamiento a balazos”. Ítalo tenía que desentrañar los secretos de su papá cuando era marino. Jorge debía unir las historias de un padre que apoyaba a Pinochet con una madre allendista. Pablo tenía que preguntar a su padre por su pasado en Patria y Libertad y así varios casos que representaban casi todas las versiones de la dictadura. Incluídos los que se fueron a Estados Unidos a “ganar plata”, como dice Nicole, y apenas participaron de lo que pasaba en Chile. Tanto, que a su llegada en los ’90, Nicole confundía a Pinochet con el Papa.

Y ese taller dio paso a una obra que se presentó y que iba a terminar en eso. Pero “en general a la gente de Santiago a Mil le gustó harto y la recepción del público fue súper buena. Y ahí empezamos a mandarles hartos mails a la Lola, a hincharla para que ella hiciera la versión chilena. Al final llegamos a un acuerdo que ella viniera una cierta cantidad de meses para acá, pudiera dirigir y nosotros seguíamos trabajando desde acá”, cuenta Ítalo, hijo de un hombre que a los 16 años decide entrar a la Armada, en plena dictadura.

“A la Lola lo que le pareció interesante de la historia de mi viejo tenía que ver con un ser humano común y corriente, que después convierte en un autómata que es capaz de que le pasan un fusil a los 16 y el hueón hace lo que le mandan. Eso multiplicado por todos los peláos que andaban en la calle matando gente. La capacidad que tienen estos hueones de borrar cualquier rastro de humanidad de uno”, cuenta Ítalo, quien a los 15 militaba en la Jota y quería ser cura. Porque “quería salvar el mundo, pero tenía que hacerlo desde el orden”. De hecho, en la obra, Ítalo es el encargado de poner orden. De formarlos a todos según la ideología de su padre, luego de su madre. Todos pelean: “no sé por qué tenemos la ilusión de que nuestras mamás eran todas de izquierda”, dice desde el escenario y todos ríen. Después se ordenan según color de piel y según clase socioeconómica. Siguen las peleas: “no sé por qué todos quieren estar al lado de allá, como que ser pobre fuera más digno, dice Pablo Díaz objetando el orden en que se han formado. Más risas. “Es reírse de las tonteras que uno hace, como cuando discutimos quién es más de izquierda, que puede parecer estúpido, pero uno lo hace todo el tiempo. Es reírse de lo que nos hemos convertido como sociedad también. Entonces ese humor aliviana un poco lo heavy que es el tema”.

El año en que nací es una obra altamente emotiva. La gente se ríe a carcajadas. A veces se aguantan las lágrimas y muchas aplauden y gritan ante alguna declaración con la que se identifican: “igual es interesante abordar el humor. Porque no es la primera vez que se hacen cosas acerca de la dictadura en términos teatrales pero me da la impresión de que siempre estábamos en un tono lastimero o muy panfletario y que al final no genera lo que genera esta obra”. Nicole también agrega: “uno está acostumbrado a un teatro donde la gente no aplaude. Pero acá sale una pancarta y la gente aplaude. Sucede una emoción del público y la gente responde. Eso es muy lindo”.

La puesta en escena incluye a Alejandro Gómez, hermano de José Antonio, hijos de José, director de Puro Chile. Alejandro no es actor. Es músico y de vez en cuando se levanta a tocar una guitarra eléctrica, que le da una emotividad especial a ciertas escenas. Como cuando matan a la madre de Alexandra en una casa de Fuenteovejuna y la desnudan para la prensa. Alexandra es futbolista. Leopoldo tampoco es actor. Su papá era de la PDI y él dibuja para el mismo organismo.

Así se van configurando las historias que se cuentan con fotos a través de una cámara de video. Con cartas. Con dibujos que ellos mismos van haciendo y todo se proyecta en una gran pantalla. Parte de esto tiene que ver con la forma de trabajar de Lola Arias, pero también con la inclusión de Nicole Senerman, comunicadora audiovisual que recientemente se ha dedicado al teatro y asumió la dirección audiovisual además de un papel en la obra. Sus padres, una familia judía, se fueron a Estados Unidos, “pero a ganar plata”, dice ella en la obra. “Yo ni sé cómo definirla, pero esta familia popera, televisiva, unida. Bueno, la tradición judía tiene mucha reunión y hace que las familias sean muy unidas”, cuenta Nicole.

Su proceso fue muy distinto al de sus compañeros: “por supuesto uno se compara. Y uno escucha las historias, que son muchas muy brutales. Entonces yo me sentía inadecuada, como que mi historia en comparación era tan ridícula, tan pequeña. Sin embargo ahora me doy cuenta la importancia que tiene, que produce un alivio. Que no vas a ver una obra sobre extremos, sino sobre recorridos, entonces te puedes identificar con cualquiera de las personas que están arriba”. Además, Senerman rescata que en su familia son frontales y no se esconden las cosas: “eso contrasta con todas las cosas escondidas del proceso de mis compañeros”.

Ítalo, en cambio, tuvo un trabajo difícil porque llegó un momento en que su padre no quiso seguir conversando sobre su vida en la Armada: “porque es un momento que evidentemente deja secuelas y mi viejo de alguna manera congeló eso, entonces empezó a meterse en lugares que no eran agradables”. Con el correr de la investigación, el padre de Ítalo se dio cuenta de que gente que había conocido estaban en proceso judiciales o presos: “Él decía que incluso a él le habían escondido cosas, hueones que habían matado gente y en algún lugar de su conciencia tenían guardado eso, porque eran temas que simplemente no hablaban y tampoco él podía preguntar mucho. Entonces fue complicado y en un momento no quiso participar más”, comenta Ítalo.

De todas formas, su padre fue a ver la obra. Ítalo lo veía al fondo de la sala, serio. Al final no aplaudió. “yo les dije a mis compañeros: vino mi viejo, no le gustó nada, estaba con una cara de culo. Después salí a saludarlo y no era que no le hubiese gustado, sino que estaba pa la cagá. Tenía los ojos rojos. Estaba destruido”, comenta Ítalo.

Para Nicole fue más fácil. En la obra ella dice que sus papás se pasaron la dictadura en las fiestas “de toque a toque”, tanto así, que arrendaban una ambulancia para salir a carretear. Para ellos la dictadura tuvo que ver con “algo anecdótico, no político. Yo los entrevisté mucho y la conclusión es esa: esto estaba pasando en el país, pero a ellos no les estaba pasando. Mis papás estaban en un lugar muy cobijado y muy protegido, entonces cuando tú estás en ese lugar, tu opción es muy personal y muy política, porque no te está afectando directamente”, comenta la actriz y profesora del Instituto Profesional Arcos.

Pero su historia está en la obra por una razón. La gracia es que todos puedan identificarse con alguien en el escenario, y que no fuesen hijos de personas demasiado conocidas: “se buscó no escuchar las mismas historias o historias que son parte del discurso oficial. Queriendo decir que ya no existe el discurso oficial, sino que la historia colectiva”, comenta Nicole.

Y la gracia es que ninguna historia termina siendo ni tan blanca ni tan negra, porque no se trata de personajes, sino de personas. Ítalo logró comprender que para su padre no era una decisión política entrar a la Armada en plena dictadura, sino que era su única opción: “sino, no habría sido nada, no habría podido salir de la población donde vivía, habría sido narcotraficante igual que todos sus contemporáneos. Entonces me ayudó a reconstruir esa imagen de papá, no sólo del uniforme de marino que era el fantasma que tenía en la cabeza”. Y también le sirvió para entender las opciones políticas de su padre en la actualidad. Un ex marino que ahora vive en Venezuela y es simpatizante de Chávez: “ahora tiene una opinión totalmente distinta de lo que pasó. Se siente utilizado, como mucha gente de rangos más bajos de las Fuerzas Armadas”.

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